En Tesalónica, de Macedonia, san Fantino, apellidado el Joven, eremita, que se consumó por Cristo con vigilia y trabajos.
Nació en una localidad de Calabria "muy cercana a Sicilia", en el seno de una familia de ricos terratenientes. Según la costumbre de la época el niño fue ofrecido al Señor en la iglesia de San Fantino "el Viejo" y con ocho años fue confiado a san Elías "el Joven" en la gruta de Melicuccà para que fuera conducido a la vida monástica. Después de cinco años de aprendizaje con san Elías, recibió el hábito de novicio Basilio y permaneció en Melicuccà durante 20 años, hasta la muerte del santo, desempeñando el oficio de cocinero y luego el de custodio de la iglesia.
Se trasladó a la región del Mercurión donde vivió 18 años como eremita dedicándose a la oración y a la penitencia, luchando contra las frecuentes insidias del Mal. Después del largo tiempo pasado en soledad regresó a la vida cenobítica y fundó un monasterio femenino en el que fueron acogidas su madre y su hermana Catalina. Siguió la fundación de monasterios masculinos, en uno de los cuales fueron acogidos su padre y su hermano Lucas y Cosme.
Deseando vivamente regresar a la vida eremítica dejó a su hermano Lucas la dirección del monasterio más grande y se retiró a un lugar solitario y salvaje. Desde su retiro de vez en cuando iba a visitar a sus nuevos discípulos, entre los que se encontraban los monjes: Juan, Zacarías, Nicodemo y Nilo, y transcurría parte de su tiempo transcribiendo códices. Retomó la vida cenobítica y continuó con su vida de penitencia. Tuvo dones taumatúrgicos y místicos.
Fantino, "porque le llegaban continuamente gente en masa, como si fuera un enjambre, y no le permitían gozar sin molestarle el bien de la soledad", marchó al santuario de San Michele en Gargano. Una noche, después de la recitación del Oficio Divino, tuvo una terrible visión que no quiso comunicar a sus monjes porque eran "cosas absolutamente indescriptibles". Después "se quitó el sayo y marchó desnudo por los montes", donde estuvo sin comer ni beber durante 20 días seguidos. Así siguió viviendo en soledad y penitencia durante cuatro años, hasta que los monjes le obligaron a regresar.
En el monasterio fue visitado por san Nilo de Rossano, al que le contó que había tenido una visión de ángeles resplandecientes y de demonios, que lo llenaron de temor y horror. Después fue transportando a una región de resplandeciente luz, en la que oyó un himno inefable, y vio un fuego extraordinario que lo lleno de "divino furor". Luego tuvo una visión del infierno, "lugar lleno de humo maloliente, sin luz", lleno de condenados que "suspiraban desde lo hondo con infinitos lamentos". Luego fue transportado a "un lugar resplandeciente y eterno" y tuvo la visión de los beatos y se encontró con sus padres. Al volver en sí, el santo concibió "un total desprecio por las cosas del mundo".
Entre san Nilo y Fantino hubo una gran amistad, inspirada en la santidad y en la caridad fraterna. Entre ellos se realizaron algunos milagros. Un día le comunicó a san Nilo una visión que tuvo de la destrucción del monasterio por los sarracenos, como así ocurrió. Nuestro santo, respondiendo a una inspiración, dejó Calabria, y con 60 años, con sus discípulos Vital y Nicéforo, se embarcó hacia Grecia. En el trayecto realizó algún milagro. Marchó a Atenas para visitar el templo de la Madre de Dios y después marchó a Larissa, donde estuvo largo tiempo junto el sepulcro de san Aquiles "el Taumaturgo". Luego se trasladó a Tesalónica y durante cuatro meses habitó en el monasterio de San Menas. Dejó este cenobio y se fue a vivir fuera de los muros de la ciudad. En Tesalónica realizó también milagros y grandes obras de caridad, y tuvo un encuentro con los monjes de Athos: san Atanasio y Pablo, que iluminaban "las soledades como un faro". Llegado al fin de sus días, fue visitado por los monjes Simón y Focio a los que reveló que Pedro Sclero estaba escribiendo un libro para apropiarse de la autoridad con la rebelión, ignorando el fin de éste. Fantino murió después de abrazar y bendecir a los monjes que lo asistían y fue sepultado con gran solemnidad en el lugar que había elegido.
Nació en una localidad de Calabria "muy cercana a Sicilia", en el seno de una familia de ricos terratenientes. Según la costumbre de la época el niño fue ofrecido al Señor en la iglesia de San Fantino "el Viejo" y con ocho años fue confiado a san Elías "el Joven" en la gruta de Melicuccà para que fuera conducido a la vida monástica. Después de cinco años de aprendizaje con san Elías, recibió el hábito de novicio Basilio y permaneció en Melicuccà durante 20 años, hasta la muerte del santo, desempeñando el oficio de cocinero y luego el de custodio de la iglesia.
Se trasladó a la región del Mercurión donde vivió 18 años como eremita dedicándose a la oración y a la penitencia, luchando contra las frecuentes insidias del Mal. Después del largo tiempo pasado en soledad regresó a la vida cenobítica y fundó un monasterio femenino en el que fueron acogidas su madre y su hermana Catalina. Siguió la fundación de monasterios masculinos, en uno de los cuales fueron acogidos su padre y su hermano Lucas y Cosme.
Deseando vivamente regresar a la vida eremítica dejó a su hermano Lucas la dirección del monasterio más grande y se retiró a un lugar solitario y salvaje. Desde su retiro de vez en cuando iba a visitar a sus nuevos discípulos, entre los que se encontraban los monjes: Juan, Zacarías, Nicodemo y Nilo, y transcurría parte de su tiempo transcribiendo códices. Retomó la vida cenobítica y continuó con su vida de penitencia. Tuvo dones taumatúrgicos y místicos.
Fantino, "porque le llegaban continuamente gente en masa, como si fuera un enjambre, y no le permitían gozar sin molestarle el bien de la soledad", marchó al santuario de San Michele en Gargano. Una noche, después de la recitación del Oficio Divino, tuvo una terrible visión que no quiso comunicar a sus monjes porque eran "cosas absolutamente indescriptibles". Después "se quitó el sayo y marchó desnudo por los montes", donde estuvo sin comer ni beber durante 20 días seguidos. Así siguió viviendo en soledad y penitencia durante cuatro años, hasta que los monjes le obligaron a regresar.
En el monasterio fue visitado por san Nilo de Rossano, al que le contó que había tenido una visión de ángeles resplandecientes y de demonios, que lo llenaron de temor y horror. Después fue transportando a una región de resplandeciente luz, en la que oyó un himno inefable, y vio un fuego extraordinario que lo lleno de "divino furor". Luego tuvo una visión del infierno, "lugar lleno de humo maloliente, sin luz", lleno de condenados que "suspiraban desde lo hondo con infinitos lamentos". Luego fue transportado a "un lugar resplandeciente y eterno" y tuvo la visión de los beatos y se encontró con sus padres. Al volver en sí, el santo concibió "un total desprecio por las cosas del mundo".
Entre san Nilo y Fantino hubo una gran amistad, inspirada en la santidad y en la caridad fraterna. Entre ellos se realizaron algunos milagros. Un día le comunicó a san Nilo una visión que tuvo de la destrucción del monasterio por los sarracenos, como así ocurrió. Nuestro santo, respondiendo a una inspiración, dejó Calabria, y con 60 años, con sus discípulos Vital y Nicéforo, se embarcó hacia Grecia. En el trayecto realizó algún milagro. Marchó a Atenas para visitar el templo de la Madre de Dios y después marchó a Larissa, donde estuvo largo tiempo junto el sepulcro de san Aquiles "el Taumaturgo". Luego se trasladó a Tesalónica y durante cuatro meses habitó en el monasterio de San Menas. Dejó este cenobio y se fue a vivir fuera de los muros de la ciudad. En Tesalónica realizó también milagros y grandes obras de caridad, y tuvo un encuentro con los monjes de Athos: san Atanasio y Pablo, que iluminaban "las soledades como un faro". Llegado al fin de sus días, fue visitado por los monjes Simón y Focio a los que reveló que Pedro Sclero estaba escribiendo un libro para apropiarse de la autoridad con la rebelión, ignorando el fin de éste. Fantino murió después de abrazar y bendecir a los monjes que lo asistían y fue sepultado con gran solemnidad en el lugar que había elegido.
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