jueves, 26 de junio de 2025

Lecturas del 26/06/2025

Saray, la mujer de Abran, no le daba hijos; pero tenía una sierva egipcia llamada Agar.
Saray dijo a Abran: «El Señor no me concede hijos; llégate pues a mí esclava a ver si tengo hijos por medio de ella».
Abran aceptó la propuesta de Saray.
Así a los diez años de habitar Abran en Canaán, Saray, la mujer de Abran, tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la dio a Abran, su marido, como esposa. Él se llegó a Agar, y ella concibió. Al verse encinta, le perdió el respeto a su señora.
Entonces Saray dijo a Abran: «Tú eres responsable de esta injusticia; yo he puesto en tus brazos a mi esclava, y ella, al verse encinta, me desprecia. El Señor juzgue entre nosotros dos».
Abran dijo a Saray: «En tu poder está tu esclava, trátala como te parezca».
Saray la maltrató, y ella se escapó.
El ángel del Señor la encontró junto a la fuente en el desierto, la fuente del camino de Sur, y le dijo: «Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y adónde vas?».
Ella respondió: «Vengo huyendo de mi señora».
El ángel del Señor le dijo: «Vuelve a tu señora y sométete a su poder».
Y el ángel del Señor añadió: «Haré tan numerosa tu descendencia que no se podrá contar».
Y el ángel del Señor concluyó: «Mira, estás encinta y darás a luz un hijo y lo llamarás Ismael, porque el Señor ha escuchado tu aflicción.
Será un potro salvaje: su mano irá contra todos y la de todos contra él; acampará separado de sus hermanos».
Agar dio un hijo a Abran, y Abran llamó Ismael al hijo que le había dado Agar. Abran tenía ochenta y seis años cuando Agar le engendró a Ismael.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”.
Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como sus escribas.

Palabra del Señor.

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