En Jerusalén, san Sofronio, obispo, que tuvo como maestro y amigo a Juan Mosco, con quien visitó diversos lugares monásticos. Fue elegido, a la muerte de Modesto, para la sede de la Ciudad Santa, y en ella, cuando cayó en manos de los sarracenos, defendió valientemente la fe y la seguridad del pueblo.
Obispo griego, conocido como "el Sofista" por sus conocimientos de filosofía griega. Nació en Damasco. En su juventud asistió a las clases de retórica, y dedicó algunos años a la enseñanza. Viajó a Palestina y allí ingresó en la comunidad de los eremitas de San Teodosio, aquí conoció a Juan Mosco, al que le unirá una gran amistad y con el que realizó la mayoría de sus viajes. Antes de profesar en su comunidad, marcharon a Egipto, y después de profesar marcharon al Sinaí. En Palestina permanecieron desde el 594 al 603, año en que emprendieron un viaje por la costa turca, donde visitaron Antioquía y Tarso, de aquí pasaron a Egipto donde combatieron la herejía monofisita. Entre los años 614 y 619 estuvieron en Roma, hasta la muerte de Juan. Sofronio regresó a su comunidad de San Teodosio.
San Juan “el Limosnero”, patriarca de Alejandría, lo quiso a su lado para luchar contra los monotelitas y monofisitas. Fue nombrado patriarca de Jerusalén en el 634, y luchó con todas sus fuerzas intelectuales contra los herejes monoenergistas, escribiendo varias cartas donde expuso claramente las doctrinas de Éfeso y Calcedonia. Una de esas cartas, que fue más tarde ratificada por el sexto Concilio Ecuménico [Constantinopolitano III (680-681)], llegó a manos del Papa Honorio y del patriarca de Constantinopla, Sergio, quien había aconsejado al Papa que escribiese en términos evasivos acerca de la cuestión de las dos voluntades de Cristo. Parece que Honorio no se pronunció nunca sobre el problema; su silencio fue muy poco oportuno, pues producía la impresión de que el Papa estaba de acuerdo con los herejes. Sofronio, viendo que el emperador y muchos prelados del oriente atacaban la verdadera doctrina, se sintió llamado a defenderla con mayor celo que nunca. Llevó al Monte Calvario a su sufragáneo, Esteban, obispo de Dor y ahí le conjuró, por Cristo Crucificado y por la cuenta que tendría que dar a Dios el día del juicio, «a ir a la Sede Apostólica, base de toda la doctrina revelada, e importunar al Papa hasta que se decidiese a examinar y condenar la nueva doctrina». Esteban obedeció y permaneció en Roma diez años, hasta que el Papa san Martín I, condenó la herejía monotelita, en el Concilio de Letrán, el año 649.
Fue testigo de la caída de Jerusalén en manos del Islam en el 638, y logró que a los cristianos no se les tratara con dureza. El santo patriarca había hecho cuanto estaba en su mano por ayudar y consolar a su grey, aun a riesgo de su vida. Cuando los mahometanos sitiaban la ciudad, san Sofronio tuvo que predicar en Jerusalén el sermón de Navidad, pues era imposible ir a Belén en aquellas circunstancias. El santo huyó después de la caída de la ciudad y, según parece, murió al poco tiempo, probablemente en Alejandría.
Algunos de sus himnos han pasado a la liturgia ortodoxa y romana como el famoso “Popule meus” extraído de sus “Tropos del Viernes Santo”. Se ha perdido la «Vida de Juan el Limosnero», que compuso en colaboración con Juan Mosco; también se perdió otra obra muy voluminosa, en la que citaba 600 pasajes de los Padres para probar que en Cristo había dos voluntades. Fue un gran devoto de María.
Obispo griego, conocido como "el Sofista" por sus conocimientos de filosofía griega. Nació en Damasco. En su juventud asistió a las clases de retórica, y dedicó algunos años a la enseñanza. Viajó a Palestina y allí ingresó en la comunidad de los eremitas de San Teodosio, aquí conoció a Juan Mosco, al que le unirá una gran amistad y con el que realizó la mayoría de sus viajes. Antes de profesar en su comunidad, marcharon a Egipto, y después de profesar marcharon al Sinaí. En Palestina permanecieron desde el 594 al 603, año en que emprendieron un viaje por la costa turca, donde visitaron Antioquía y Tarso, de aquí pasaron a Egipto donde combatieron la herejía monofisita. Entre los años 614 y 619 estuvieron en Roma, hasta la muerte de Juan. Sofronio regresó a su comunidad de San Teodosio.
San Juan “el Limosnero”, patriarca de Alejandría, lo quiso a su lado para luchar contra los monotelitas y monofisitas. Fue nombrado patriarca de Jerusalén en el 634, y luchó con todas sus fuerzas intelectuales contra los herejes monoenergistas, escribiendo varias cartas donde expuso claramente las doctrinas de Éfeso y Calcedonia. Una de esas cartas, que fue más tarde ratificada por el sexto Concilio Ecuménico [Constantinopolitano III (680-681)], llegó a manos del Papa Honorio y del patriarca de Constantinopla, Sergio, quien había aconsejado al Papa que escribiese en términos evasivos acerca de la cuestión de las dos voluntades de Cristo. Parece que Honorio no se pronunció nunca sobre el problema; su silencio fue muy poco oportuno, pues producía la impresión de que el Papa estaba de acuerdo con los herejes. Sofronio, viendo que el emperador y muchos prelados del oriente atacaban la verdadera doctrina, se sintió llamado a defenderla con mayor celo que nunca. Llevó al Monte Calvario a su sufragáneo, Esteban, obispo de Dor y ahí le conjuró, por Cristo Crucificado y por la cuenta que tendría que dar a Dios el día del juicio, «a ir a la Sede Apostólica, base de toda la doctrina revelada, e importunar al Papa hasta que se decidiese a examinar y condenar la nueva doctrina». Esteban obedeció y permaneció en Roma diez años, hasta que el Papa san Martín I, condenó la herejía monotelita, en el Concilio de Letrán, el año 649.
Fue testigo de la caída de Jerusalén en manos del Islam en el 638, y logró que a los cristianos no se les tratara con dureza. El santo patriarca había hecho cuanto estaba en su mano por ayudar y consolar a su grey, aun a riesgo de su vida. Cuando los mahometanos sitiaban la ciudad, san Sofronio tuvo que predicar en Jerusalén el sermón de Navidad, pues era imposible ir a Belén en aquellas circunstancias. El santo huyó después de la caída de la ciudad y, según parece, murió al poco tiempo, probablemente en Alejandría.
Algunos de sus himnos han pasado a la liturgia ortodoxa y romana como el famoso “Popule meus” extraído de sus “Tropos del Viernes Santo”. Se ha perdido la «Vida de Juan el Limosnero», que compuso en colaboración con Juan Mosco; también se perdió otra obra muy voluminosa, en la que citaba 600 pasajes de los Padres para probar que en Cristo había dos voluntades. Fue un gran devoto de María.
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