martes, 29 de octubre de 2019

San Narciso de Gerona

Rastrear la historicidad de san Narciso es muy difícil, pues las más antiguas narraciones sobre su vida se encuentran en la legendaria Acta de la Pasión y de la Conversión de Santa Afra, compilación de dos documentos de diferente antigüedad, uno del siglo VIII y otro de los siglos IV-V y que, además, no dice que el obispo fuese originario de Gerona. El segundo documento en antigüedad es una carta por la que el abad Sigardo, del Monasterio de San Ulderico y Santa Afra de la ciudad de Augsburgo, solicita del obispo Berenguer Wifredo (1051-1093) reliquias de san Narciso de Gerona. Este texto proporciona, también, el primer testimonio del culto a san Narciso en Gerona, y la carta de respuesta del año 1087 en la que el obispo manifiesta que no existe ninguna Passio antigua de san Narciso y da razón de las reliquias que envía, tanto del santo como de su diácono Félix, informa de que el cuerpo del santo estaba incorrupto, por lo que no envían huesos, sino parte del vestido y de la estola. En el siglo XIII se fundó la cofradía de san Narciso y el culto al santo fue creciendo y engrandeciéndose con milagros espectaculares, las reliquias se conservaron en la iglesia de San Félix, donde, en 1792, se colocaron en una capilla mandada construir por el obispo Tommaso di Lorenzana. El cuerpo desapareció en 1936.

Según la tradición, Narciso era obispo de Gerona cuando se desencadenó la persecución de Diocleciano (303-311). Aunque había exhortado a sus fieles a aceptar el martirio y él mismo estaba dispuesto a ello, una aparición divina le ordenó acudir a evangelizar a la ciudad alemana de Augusta (Augsburgo). Viajó hacia allá con su diácono Félix y se hospedó en casa de Afra, mujer de origen chipriota que, junto a su familia, sus criadas y compañeras, Hilaria, Digna, Eunomia y Eutropia, ejercía el culto a Venus y, por tanto, se comportaba como una meretriz. Narciso consiguió convertirlos a la fe cristiana e, incluso, nombró obispo de la nueva comunidad a Diógenes, tío de Afra; todos ellos sufrirían posteriormente el martirio. Tras un tiempo en Augusta, retornó a Gerona, donde hubo de confirmar en la fe a muchos indecisos, que habían considerado su viaje a tierras germanas como una huida, y reorganizar la sede. El gran número de conversiones a él debidas determinó su muerte y la de su diácono hacia el 29 de octubre del 307, cuando estaba celebrando la misa en su sede.

San Narciso celebra su fiesta junto a la de su diácono, Félix, el 29 de octubre, aunque el Martirologio romano la cita el 18 de marzo e incluso en el siglo XVI, y por poco tiempo, el obispo Jaume Cassador la transfirió a dicho día para adaptarse al mismo. San Narciso es patrón de Gerona se le invoca contra los tábanos, avispas, moscas y mosquitos.

Iconográficamente se representa vestido de obispo con mitra y báculo. Sus específicos atributos son variados, responden a diversas circunstancias y son distintos según las regiones; en Alemania se le suele representar con un dragón a sus pies, como símbolo del triunfo sobre el paganismo. En ocasiones aparece sobre su tumba, de la que salen las moscas que, según la tradición, atacaron y pusieron en fuga a los soldados franceses cuando, habiendo invadido Gerona durante la guerra contra Pedro III de Aragón, trataron de profanarla en 1286; este tema fue eliminado en el Concilio de Trento, pero se ha seguido representando e incluso, a veces, se atribuye erróneamente el hecho a la época del ataque de las tropas de Napoleón a Gerona.

El milagro de las moscas de San Narciso

Al invadir Cataluña las tropas de Felipe el Atrevido, el rey de Francia llegó hasta la ciudad de Gerona y sitió la plaza. Pero en su campamento se declaró la peste, que según cuenta la leyenda se debió a la picadura de unas moscas que salieron del sepulcro de San Narciso, patrón de la ciudad, al ser profanado por la soldadesca francesa. Leyendas aparte, en 1283 Felipe el Atrevido apoyó a su tío Carlos de Anjou, rey de Sicilia, en la guerra que sostenía con el monarca Pedro III de Aragón, antiguo cuñado de Felipe, invadiendo Cataluña con seis cuerpos de ejército dentro de la Cruzada decretada por el Papa contra la Corona de Aragón. El apoyo papal, —siempre de parte de Francia y contra los Reinos de España—, además, se debía a que, excomulgado Pedro III, el Papa otorgó la Corona de Aragón a su hijo Carlos de Valois, por ser nieto del rey Jaime I de Aragón. Ni que decir tiene que el rey y la nobleza catalana y aragonesa se rebelaron contra el impío pontífice romano.

En 1285 Felipe el Atrevido invadió Cataluña y llegó a sitiar la ciudad de Gerona el 26 de junio. No obstante, debido a la enérgica resistencia del rey Pedro III de Aragón y, especialmente, a la derrota de la escuadra francesa en la batalla naval de Formigues frente a la armada catalanoaragonesa bajo el mando del gran almirante Roger de Lauria, el sitio de Gerona fue levantado el 7 de septiembre. Las hordas francesas, diezmadas por la peste y afectadas por una epidemia de disentería que se llevó a muchos de ellos bañados en sus propios excrementos, fue derrotado completamente por la Corona de Aragón en la batalla del Collado de los Panizos. El rey Felipe III también falleció entre sus propia heces a causa de la epidemia durante la humillante retirada el 5 de octubre de 1285 en la ciudad de Perpiñán, capital del Rosellón, condado que formaba parte de la Corona de Aragón. Felipe III el Atrevido fue sucedido por su hijo Felipe IV el Hermoso, el rufianesco reyezuelo francés que acabó con la Orden del Templo de Salomón para apropiarse de sus riquezas.

El hacedor del milagro de las moscas, San Narciso, fue obispo de Gerunda (la Gerona romana), y murió martirizado junto al diácono Félix a principios del siglo IV. Su vida aparece narrada en los martirologios de Usuardo y en el de Esquilino. Según estas fuentes (repletas de relatos fabulosos, y de flagrantes contradicciones), Narciso nació en Gerunda en el seno de una familia patricia hispanorromana. Convertido en predicador, él y el diácono Félix visitaron la región de los Alpes y Germania. Luego Narciso se instaló en Augsburgo, donde convirtió a la prostituta Afra y a otras mujeres de su burdel. De regreso a Gerunda, ciudad en la que se supone ejerció de obispo, fue martirizado junto a su diácono y a otros muchos fieles en el mismo lugar donde posteriormente se levantó la iglesia de San Félix. 

No hay comentarios: