jueves, 25 de abril de 2019

Beato José Trinidad Rangel Montaño

José Trinidad Rangel, tercero de trece hermanos, hijo de José Eduvigis y María Higinia, nació el 4 de junio 1887 en el rancho El Durazno, de la Ciudad de Dolores Hidalgo, Guanajuato. Durante su infancia y adolescencia estudia y ayuda a su padre en la labor del campo. A los siete años recibió por vez primera la comunión y procuró comulgar con frecuencia.

Fue un joven que tendía a la introversión y el escrúpulo. Sin embargo, a pesar de esos límites, José Trinidad se muestra un joven en cierto sentido piadoso y excepcional. Recibió la Ordenación Sacerdotal en el año 1919.

Desde niño fue sencillo y humilde, de sacerdote continuó siéndolo, vivía en la austeridad que prescindía de todo gasto superfluo o en exceso. Vestía con sencillez, en su mesa nunca hubo vinos o comilonas. Era caritativo con los pobres; hombre de fe y de esperanza. Se distinguió en la virtud de la pureza.

Aceptó siempre con docilidad todos los destinos encomendados para desempeñar su ministerio: Centro Catequístico de la Salle, en León, Vicario de la parroquia de Silao, Vicario del Zangarro en Marfil, Vicario en Ocampo y San Felipe Gto., con residencia en Ibarra; Párroco de Jaripitío; Vicario de la Aldea y finalmente obedeciendo el mandato de sus superiores, se hace cargo del templo del Perdón en Silao, con motivo de la expulsión de los padres Carmelitas.

La Ley Calles ordenaba que todo sacerdote debiera registrarse ante el gobierno para poder ejercer su ministerio. Obedeciendo a sus superiores, no aceptó inscribirse en el Registro, como se lo ordenaba el Presidente Municipal de Silao, por lo que, el lunes 7 de febrero de 1927, se fue solo, caminando hasta León, ciudad en la que vivían dos señoritas, bienhechoras suyas, de apellido Alba.

En León el P. Rangel conoció al P. Andrés Solá, quien se encontraba refugiado en casa de la Señorita Alba, para el P. José Trinidad fue un alivio el tener el apoyo de otro sacerdote ya que, buscaba confesarse con frecuencia, y por la persecución era difícil encontrar otro sacerdote con quien confesarse. Mientras estuvo hospedado en esa casa de León, se dedicó a la oración, a la atención a los fieles que solicitaban los sacramentos, o su ayuda.

El 11 de abril de 1927, lunes Santo,  atendiendo a un mandato del Sr. Obispo D. Eugenio Oláez, estaba en San Francisco del Rincón para celebrar los oficios de la Semana Santa a las Religiosas Mínimas y renovar el Santísimo Sacramento.  Aquello era un esto verdaderamente heroico por parte del padre Rangel, dejaba una casa amiga en donde además tenía el confesor a su lado.

En San Francisco del Rincón se hospedó en casa de la Señorita María Muñoz y de sus sobrinas. El día 22 de abril, Viernes de la Octava de Pascua, un grupo de soldados federales se introdujo a la casa en donde él se resguardaba, para inspeccionarla. Lo aprehendieron y lo trasladaron el mismo día al Seminario de León, convertido en aquel tiempo en Comandancia Militar. El general Daniel Sánchez lo maltrató, se mofó groseramente de él y le cargó de falsas acusaciones.

El 24 de abril, Domingo de la Octava de Pascua, en un camión recolector de basura fue llevado prisionero a la estación del ferrocarril de León juntamente con los que serían sus compañeros de martirio. En la estación les hicieron subir al tren número 7, en la góndola de la escolta, junto con cinco soldados. Así fueron hasta Lagos de Moreno, Jalisco. A las cuatro de la mañana del día 25 de abril de 1927 el tren llegó a Encarnación de Díaz. El tren se detuvo en el kilómetro 491, allí los tres Mártires fueron obligados a bajar del tren en compañía de 10 soldados. Los condujeron a unos cincuenta metros, donde se encontraba un charco de chapopote; los hicieron caer al suelo y le dieron el tiro de gracia. El P. Rangel murió en el acto. Tenía 8 años de sacerdote y 32 de edad.

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