domingo, 5 de mayo de 2013

Homilía


Los Hechos de los Apóstoles reflejan la expansión del cristianismo por el Asia Anterior, las islas del Mediterráneo y su franja costera. A ello contribuye la buena distribución de las calzadas romanas, las leyes, iguales para todos, y el latín como lengua oficial del Imperio. Pero no faltan problemas entre los primeros cristianos, cuando la Iglesia de Jerusalén quiere imponer la circuncisión a las comunidades convertidas del paganismo, obligándolas a judaizar como requisito para la salvación. Confunde las costumbres y los ritos con la verdadera fe, que libera y nunca esclaviza.

Por eso, los Apóstoles llegan, tras meditarlo en la oración y a la luz del Espíritu Santo, a un consenso, con un mínimo de costumbres exigibles:”Abstenerse de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de fornicación” (Hechos 15,29). Entienden que la fe en Jesús, la comprensión y el amor fraterno pasan por encima de algunas normas que bloquean las conciencias y repelen por su incomprensión.

Cuando hay un litigio, los valores deben prevalecer sobre las normas.
Para algunos cristianos de hoy todavía es más importante guardar las formas, purificar los ritos o mantener tradiciones- muy respetables por otra parte- que la oración confiada ante Dios, la escucha de la Palabra o la caridad y comunión fraternas. Pondrían el grito en el cielo si se le ocurre a una autoridad religiosa suspender una procesión, pero callarán cuando la fe es agredida o despreciada.

Es normal que haya discrepancias, porque todos somos distintos.
Evocando lo Hechos de los Apóstoles, nos damos cuenta cuán importante es ceder en los asuntos secundarios para consolidar lo sustancial; y lo sustancial es la unión de los cristianos bajo la acción del Espíritu Santo.

La Iglesia, “la nueva Jerusalén bajada del cielo y enviada por Dios” (Apocalipsis 21 tiene “una muralla con doce basamentos, que llevan doce nombres: los nombres de los Apóstoles del Cordero” (Apocalipsis 21,14).
“La ciudad no necesita sol, ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero” (Apocalipsis 21,23).

Es el Espíritu quien gobierna la Iglesia.
Los primeros cristianos eran tan conscientes de la presencia viva del Espíritu que, en el texto que leemos hoy, y antes del primer debate teológico de la historia, afirman con total ingenuidad:”Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros” (Hechos 15,28).

Por eso emerge siempre de los fracasos y escándalos de muchos de sus hijos. En sus dos mil años de historia hemos contemplado el nacimiento y destrucción de ideologías, regímenes políticos, naciones y culturas. Sólo la Iglesia permanece estable.
Viene esto a colación, porque nunca faltan agoreros de catástrofes que predicen su pronta desaparición.
Si prevalece el sectarismo excluyente y se niegan los valores religiosos o los valores éticos, nos adentraríamos en enfrentamientos estériles y empobrecedores para la condición humana. Estos sectarismos excluyentes se dan también, a menudo, entre las distintas corrientes cristianas, y no digamos ya en el plano de la política.

Si queremos “construir” la Iglesia al modo humano, guiándonos por sofisticados planes de expansión para darla a conocer y utilizando las técnicas modernas de comunicación, cosecháremos éxitos, probablemente inmediatos, con masas de seguidores entusiasmados, pero durarán pocos años. Sin la fuerza de la gracia y el alimento de la oración, irán poco a poco languideciendo, y desaparecerán, como todas las empresas humanas.

El Papa Francisco no contaba entre los “papables” a la entrada del cónclave. Los periodistas cualificados en la Historia de la Iglesia tenían otros candidatos por razón de edad, influencia, imagen… Pensaban en una personalidad, un perfil adecuado para dar respuesta a los problemas modernos de nuestra sociedad y otros derivados de la estructura eclesial, en varios aspectos, obsoleta. Sin embargo, todos nos llevamos una sorpresa al saber el nombre del elegido, pero pronto salimos de dudas al escuchar su voz y sentir su cercanía con el pueblo.

Una vez más, al igual que con Juan XXIII, nos equivocamos en las cábalas, porque Dios tiene otros planes. Su fuerza resplandece en la debilidad.

La paz que Jesús desea para los suyos- y para nosotros- en su despedida, no es para él un valor absoluto, porque su valor supremo es Dios y la causa de su Reinado.
Jesús no trae la paz de un pacifismo estéril e inoperante, sino la paz, que es compatible con las tensiones, las luchas y las contradicciones.
No es la paz, que muchos confunden con el orden público y la ausencia de guerras. Tampoco es la paz de los “cementerios”, de los que callan siempre, porque tienen miedo a enfrentarse a la vida y a sus inevitables problemas.

Es una paz activa, que se labra día a día en comunión con los hombres, aunque abunden las discrepancias; que se conquista, a menudo, con mucho esfuerzo, debido a nuestra condición egoísta y pecadora; que nos obliga a salir de nosotros mismos y buscar horizontes donde converjamos en una esperanza común: el encuentro con Dios.
El mismo Jesús nos dice:”que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde” (Juan 14,28).
El término hebreo “shalom”- paz, tiene una riqueza de contenido superior al nuestro. El “shalom” bíblico lo podemos traducir en: que seas feliz, que todo te vaya bien, que tengas descendencia y prosperidad, que encuentres una tierra fértil…

No es una simple armonía con la naturaleza, con los otros y consigo mismo, sino con Dios, que es la fuente de todo bien.
En este sentido, San Pablo afirma que la paz que nos da Jesús es fruto del Espíritu, que sobrepasa todo entendimiento, hace soportar las dificultades y guarda nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús.

Es bueno que, a la luz de las lecturas que hemos escuchado, examinemos nuestra vida y hagamos un discernimiento sobre la autenticidad de nuestras actitudes acerca de la paz evangélica y de la calidad de nuestro amor, recordando las palabras de Jesús, que proclamamos hoy en el Evangelio. “Si alguien me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Lc 14,23).

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