domingo, 19 de diciembre de 2010

Homilía


UNA VIRGEN CONCEBIRÁ Y DARÁ A LUZ UN HIJO
UNA VIRGEN CONCEBIRÁ

La liturgia de hoy respira alegría y esperanza.
Se centra en las figuras de María y de José. Ambos encarnan las esperanzas de toda la humanidad que Isaías había descrito en su profecía: “Cielos, destilad el rocío”; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación”(Is.45,8).
Sorprende su simplicidad al protagonizar los pasos previos al nacimiento de Jesús.
Hemos escuchado el salmo 23: “Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob”.
¿Quiénes forman parte del grupo?
El mismo salmo da la respuesta: “Los de manos inocentes y puro corazón”.
Durante este tiempo venimos caminando hacia Belén, esperando al Mesías que nos ha de salvar.

Finaliza el Adviento con actos de reconciliación, de oración, de meditación, y nos fijamos en María, la mujer de entrega confiada a la voluntad de Dios, a punto de dar a luz el “Emmanuel”, “Dios con nosotros”(Is 7,14).
¡Cuántas ilusiones y sueños para el Hijo que lleva en su seno!
Es pobre y no podrá ofrecerle una vida cómoda, pero recibe y recibirá todo el cariño del que es capaz, al lado de José.
Y, cuando nazca: ¿cómo será?

Me imagino el tremendo drama que sufrirán miles de madres jóvenes que abortan; unas, fríamente, sin sentimientos; otras, la mayoría, arrastradas por los problemas económicos, por las presiones familiares, por los propios novios o maridos o un entorno que ha capitulado de los principios morales básicos.
Según las estadísticas el número de suicidios entre las jóvenes que abortan se multiplica por cuatro en relación a las de su edad. Son unas tristes secuelas de un acto que envuelve y envolverá. su mente y su corazón mientras vivan.

Desde hace años se ha instalado en la Europa Occidental, pero especialmente en España, la llamada ideología de género, uno de cuyos ejes es la “Salud sexual y reproductiva”. De “salud” tiene poco y de “reproductiva”, menos, pero es una frase que pretende colarse en la opinión pública bajo capa de bienestar, para implantar- de hecho ya se han implantado- el matrimonio entre personas del mismo sexo, la contracepción, la píldora del día después y el aborto.
Poco importan las críticas de personas de bien, ni las protestas de una mayoría de disconformes y descontentos ante gobiernos que imponen su ideología para contentar a su grupo en lugar de crear espacios para todos.
Ha lanzado recientemente un globosonda sobre el “derecho” a una “muerte digna”, clara tapadera para la eutanasia.
Una sociedad que elimina miles de niños y niñas por nacer, porque estorban para el bienestar económico, y que se deshace de los mayores, porque no producen, gastan y no son útiles, está abocada a su perdición. El juicio de la historia será duro con los Estados promotores de estas medidas destructivas, como lo fue con el holocausto nazi.
Están resurgiendo con mucha vitalidad los movimientos católicos en defensa de la vida, encabezados por el Papa, y su empuje se deja notar con fuerza, lo que permite albergar esperanzas de la regeneración moral que tanto necesitamos.
Con los criterios hedonistas de ahora, probablemente Jesús no habría nacido, al igual que muchos de nosotros.
La grandeza de la maternidad resplandece todavía más en la pobreza, por el sacrificio heroico que supone para los padres, pero la alegría de la generosidad se ve siempre recompensada. Muchas veces me he preguntado la razón de por qué los niños pobres sonríen y se divierten más con trapos que los niños ricos con juguetes sofisticados.

Debió ser muy doloroso para María y José que se les cerraran las puertas por ser pobres. Todos los padres quieren que su hijo nazca en las mejores condiciones posibles.
El nacimiento de Jesús y su muerte en cruz nos demuestran hasta qué punto Dios quiso encarnarse en las realidades más duras de la vida humana.

JOSÉ, EL JUSTO.

San Mateo destaca en el evangelio la figura de José, esposo de María.
Traza algunas pincelas de su personalidad: Es justo, bueno, honesto, trabajador, obediente, religioso y fiel.
Estas actitudes le permiten aceptar a María y abandonarse al misterio de Dios, aún, aún sabiendo que estaba embarazada sin haber convivido juntos antes.
José asume la vocación de servir y ponerse en camino. Se convierte así, como Abraham, en “padre de muchos pueblos”.

La tradición judía afirma que la descendencia se contabiliza a partir del padre, que es quien mantiene en su memoria la genealogía de sus antepasados.
José, es descendiente del rey David, y según la legislación judía, sólo el varón adulto puede dar nombre a su hijo y enraizarlo en el Pueblo de Israel.
Entra en los planes de Dios como el padre en lo humano de Jesús para alimentarle, acompañarle y guiarle.
El significado del nombre de Jesús: “Emmanuel, Dios con nosotros”, que le ha sido dado del Cielo, adentra a José en la importancia de la misión que le ha sido confiada.

INFLUENCIA DE JOSÉ EN JESÚS.

Existe un lema entre los docentes y Escuelas de Padres: “Los hijos no aprenden, imitan”.
La influencia de José en el oficio de carpintero y el tipo de educación que le dio fue decisiva, sin duda, tanto de palabra como de obra.
La forma de tratar a los pobres, la honradez con el prójimo, la libertad de espíritu, el sumo respeto a todos, la relación con Dios y mil detalles fueron calando hondo en el niño y joven Jesús.
Es una pena que sepamos tan poco de este personaje singular: el relato de hoy, unas pinceladas sobre el nacimiento en Belén, la huída y vuelta a Egipto, la pérdida y posterior hallazgo de Jesús en el templo y la perplejidad de la gente al comprobar la sabiduría de Jesús: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13,55).
Un corto bagaje para analizar su especial importancia en la historia de la salvación.
Sin embargo, hay un camino para conocer a José: la personalidad humana de Jesús.
La compasión con los débiles, la misericordia con los pecadores, la denuncia de las injusticias y el inmenso cariño que profesaba Jesús al “Padre del Cielo” (al “Abba, Papaíto”), debió aprenderlo de su “padre” terreno durante los muchos años que estuvo sujeto a su autoridad.
¡Qué mejor elogio del buen José!

A LAS PUERTAS DE NAVIDAD.

Dios ha querido hacerse uno de los nuestros, compartiendo con nosotros la aventura de la vida y experimentar lo que significa ser humano. Para ello, busca casa donde habitar. Y encuentra a María y a José con los oídos abiertos y el corazón sensible a sus planes.

Durante estos días nos hemos fijado en Isaías y Juan el Bautista como modelos de esperanza, pero son María y José, en quienes se cumplen las promesas de Dios, los prototipos de Adviento.
Imitemos sus actitudes humildes, su silencio, su alegre espera en medio de las dificultades, sus preparativos para acoger al Niño, su oración.

¡Que cuando venga el Señor nos encuentre en vela, con las puestas abiertas y las luces encendidas!

¡Feliz Domingo!

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