En Mortagne en Normandía, beata Margarita de Lorena, que, fue duquesa de Alençon, al quedarse viuda, profesó la obediencia a la vida regular en el monasterio de clarisas que ella misma mandó construir.
Nació en Sicilia. Era nieta del rey Renato de Sicilia. Se casó con el duque de Alençon, Renato en Lorena. Su vida no fue fácil, ya que el ducado de Alençon participaba en la guerra de los Cien Años. Su marido murió en 1492, y ella se quedó viuda a los 32 años y con tres hijos pequeños. Cuidó del ducado durante 22 años, hasta que sus hijos fueron mayores, tras lo cual, repartió su herencia en tres partes: una para los pobres, otra para la iglesia y otra para su propio sustento.
El castillo de Alençon lo convirtió en una especie de convento donde se vivía bajo la regla de santa Clara; el obispo de la diócesis le prohibió seguir con la vida ascética tan dura que llevaba; cediendo a las exhortaciones del obispo, Margarita aceptó cambiar de método: se dedicó a curar las llagas de los enfermos en un dispensario abierto por ella en Mortagne. Finalmente ingresó entre las clarisas pobres de Argentan, deseosa de compartir la durísima vida de las hijas de Santa Clara (este monasterio fue fundado por su patrocinio). Después de dos años de ejemplar y austera vida franciscana, enfermó y se preparó para la muerte. Murió como una verdadera clarisa, a la edad de 58 años. Sobre el pecho se le encontró una cruz de hierro con tres puntas que se clavaban en su carne. Su culto fue aprobado por SS. Benedicto XV, el 20 de marzo de 1921.
Nació en Sicilia. Era nieta del rey Renato de Sicilia. Se casó con el duque de Alençon, Renato en Lorena. Su vida no fue fácil, ya que el ducado de Alençon participaba en la guerra de los Cien Años. Su marido murió en 1492, y ella se quedó viuda a los 32 años y con tres hijos pequeños. Cuidó del ducado durante 22 años, hasta que sus hijos fueron mayores, tras lo cual, repartió su herencia en tres partes: una para los pobres, otra para la iglesia y otra para su propio sustento.
El castillo de Alençon lo convirtió en una especie de convento donde se vivía bajo la regla de santa Clara; el obispo de la diócesis le prohibió seguir con la vida ascética tan dura que llevaba; cediendo a las exhortaciones del obispo, Margarita aceptó cambiar de método: se dedicó a curar las llagas de los enfermos en un dispensario abierto por ella en Mortagne. Finalmente ingresó entre las clarisas pobres de Argentan, deseosa de compartir la durísima vida de las hijas de Santa Clara (este monasterio fue fundado por su patrocinio). Después de dos años de ejemplar y austera vida franciscana, enfermó y se preparó para la muerte. Murió como una verdadera clarisa, a la edad de 58 años. Sobre el pecho se le encontró una cruz de hierro con tres puntas que se clavaban en su carne. Su culto fue aprobado por SS. Benedicto XV, el 20 de marzo de 1921.
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