En Kazimierz en el río Warta, en Polonia, santos Benito, Juan, Mateo e Isaac, mártires, que, enviados para anunciar la fe cristiana en Polonia, fueron degollados por la noche por algunos bandidos. Junto a ellos también se conmemora a Cristiano, su siervo, ahorcado en el recinto de la iglesia.
A pesar de que son desconocidos para el gran público, los santos Benito, Juan, Mateo e Isaac, monjes camaldulenses, son los primeros cristianos en tener el privilegio de testificar con su fe, derramando su sangre en tierra polaca.
Benito nació en Benevento. Cuando descubrieron la vocación religiosa de su hijo, sus padres consiguieron que fuera ordenado sacerdote con 18 años y fuera también nombrado canónigo. Pero el jovencísimo sacerdote, al comprender la gravedad moral de su situación, deseó expiar la culpa primero retirándose a un monasterio napolitano, después haciendo vida eremítica en el monte Soratte en Roma y luego en Montecasino. Tuvo un encuentro decisivo para su vida con san Romualdo en Rávena.
El fundador de los camaldulenses le invitó a ingresar en la nueva Orden y en octubre del 1001, por petición del emperador Otón III, lo eligió para que evangelizara la Pomerania. Fue así que Benito, acompañado junto con su cohermano Juan de Cervia y de tres novicios polacos, Mateo, Isaac y Bernabé, inició fervorosamente su apostolado; fue acogido calurosamente en la corte de Boleslao I en Polonia occidental, donde conoció la cultura eslava y la nueva lengua. El mismo duque les donó un eremitorio en Kazimierz, junto a Gniezno.
En este eremitorio, se consumó el martirio: Benito, Juan, Mateo, Isaac y su siervo Cristiano fueron asesinados de algunos bandidos paganos. Intentaban robarles diez libras de plata que el príncipe polaco Boleslao les había dado como donativo para el Papa. Se salvó solamente el novicio Bernabé que aquel día se había marchado para Roma. Venerados enseguida como santos, el eremitorio fue meta de peregrinaciones, y sus reliquias fueron trasladadas a Olomouc.
A pesar de que son desconocidos para el gran público, los santos Benito, Juan, Mateo e Isaac, monjes camaldulenses, son los primeros cristianos en tener el privilegio de testificar con su fe, derramando su sangre en tierra polaca.
Benito nació en Benevento. Cuando descubrieron la vocación religiosa de su hijo, sus padres consiguieron que fuera ordenado sacerdote con 18 años y fuera también nombrado canónigo. Pero el jovencísimo sacerdote, al comprender la gravedad moral de su situación, deseó expiar la culpa primero retirándose a un monasterio napolitano, después haciendo vida eremítica en el monte Soratte en Roma y luego en Montecasino. Tuvo un encuentro decisivo para su vida con san Romualdo en Rávena.
El fundador de los camaldulenses le invitó a ingresar en la nueva Orden y en octubre del 1001, por petición del emperador Otón III, lo eligió para que evangelizara la Pomerania. Fue así que Benito, acompañado junto con su cohermano Juan de Cervia y de tres novicios polacos, Mateo, Isaac y Bernabé, inició fervorosamente su apostolado; fue acogido calurosamente en la corte de Boleslao I en Polonia occidental, donde conoció la cultura eslava y la nueva lengua. El mismo duque les donó un eremitorio en Kazimierz, junto a Gniezno.
En este eremitorio, se consumó el martirio: Benito, Juan, Mateo, Isaac y su siervo Cristiano fueron asesinados de algunos bandidos paganos. Intentaban robarles diez libras de plata que el príncipe polaco Boleslao les había dado como donativo para el Papa. Se salvó solamente el novicio Bernabé que aquel día se había marchado para Roma. Venerados enseguida como santos, el eremitorio fue meta de peregrinaciones, y sus reliquias fueron trasladadas a Olomouc.
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