En la aldea de Triora en Liguria, beato Tomás Reggio, obispo de Génova, que, uniendo a la austeridad de vida una admirable benignidad de maneras, favoreció la concordia entre los ciudadanos y prestó con todos modos la asistencia a los necesitados, demostrándose siempre partícipe de los problemas de la humanidad.
Nació en Génova, en el seno de una familia de nobleza, su padre era el marqués Reggio. Decidió dejar su vida cómoda, y dejándolo todo fue ordenado sacerdote en 1841: “Quiero hacerme santo a toda costa, basando mi vida sobre dos pilares: la oración y la ascesis”. Fue rector del seminario de Chiavari, luego pasó a la colegiata de Carignano en Génova como abad mitrado, realizando un amplísimo apostolado y obras de beneficencia, dirigiendo también el primer periódico católico italiano el “Estandarte Católico”, dirigido especialmente a promover los candidatos católicos en las elecciones. Quiso fundar un partido político de claro signo católico, pero las circunstancias y sus superiores le obligaron a abandonar esta idea, e incluso cerró el periódico, porque a los católicos les fue dicho, por la jerarquía eclesiástica que no debían votar. Tomás acató las ordenes y prefirió estar en sintonía con la Iglesia y con el Papa.
En 1877 fue elegido obispo de Ventimiglia, donde estuvo 15 años y realizó una gran labor pastoral, convocando tres sínodos diocesanos. Cuando en 1887 un terremoto sacudió la Liguria, ofreció su ayuda a los damnificados, poniendo a todos los párrocos a trabajar.
En 1892 fue nombrado arzobispo de Génova, a pesar de que le había escrito al Papa de que le concediese el retiro por sus escasas limitaciones. Como obispo de Génova, hizo alarde de prudencia, sabiduría y celo en el régimen de la diócesis y terminó con la mala imagen que en aquellos momentos tenía su diócesis. Convocó el sínodo diocesano y abrió la facultad de Derecho Canónico. Ayudó a los obreros y a los emigrantes, consiguiendo para ellos derechos laborales. Fundó las Hermanas de Santa Marta que tienen la finalidad de “responder a las necesidades de todos los tiempos”, acogiendo a los más pobres. Murió en Triora mientras iba en peregrinación al santuario del Redentor en el Monte Sccarello, diciendo: “Dios, Dios, ¡sólo Dios me basta!”.
Nació en Génova, en el seno de una familia de nobleza, su padre era el marqués Reggio. Decidió dejar su vida cómoda, y dejándolo todo fue ordenado sacerdote en 1841: “Quiero hacerme santo a toda costa, basando mi vida sobre dos pilares: la oración y la ascesis”. Fue rector del seminario de Chiavari, luego pasó a la colegiata de Carignano en Génova como abad mitrado, realizando un amplísimo apostolado y obras de beneficencia, dirigiendo también el primer periódico católico italiano el “Estandarte Católico”, dirigido especialmente a promover los candidatos católicos en las elecciones. Quiso fundar un partido político de claro signo católico, pero las circunstancias y sus superiores le obligaron a abandonar esta idea, e incluso cerró el periódico, porque a los católicos les fue dicho, por la jerarquía eclesiástica que no debían votar. Tomás acató las ordenes y prefirió estar en sintonía con la Iglesia y con el Papa.
En 1877 fue elegido obispo de Ventimiglia, donde estuvo 15 años y realizó una gran labor pastoral, convocando tres sínodos diocesanos. Cuando en 1887 un terremoto sacudió la Liguria, ofreció su ayuda a los damnificados, poniendo a todos los párrocos a trabajar.
En 1892 fue nombrado arzobispo de Génova, a pesar de que le había escrito al Papa de que le concediese el retiro por sus escasas limitaciones. Como obispo de Génova, hizo alarde de prudencia, sabiduría y celo en el régimen de la diócesis y terminó con la mala imagen que en aquellos momentos tenía su diócesis. Convocó el sínodo diocesano y abrió la facultad de Derecho Canónico. Ayudó a los obreros y a los emigrantes, consiguiendo para ellos derechos laborales. Fundó las Hermanas de Santa Marta que tienen la finalidad de “responder a las necesidades de todos los tiempos”, acogiendo a los más pobres. Murió en Triora mientras iba en peregrinación al santuario del Redentor en el Monte Sccarello, diciendo: “Dios, Dios, ¡sólo Dios me basta!”.
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