BUENOS DÍAS:
Nos hallamos en el final del triduo pascual, las fechas tan señaladas de la Semana Santa. Han sido los días del amor más grande. "Nadie tiene amor más grande -dijo Jesús- que el que da la vida por sus amigos".
Eso hizo Jesús. Eso fue el sentido de su vida. Esto es lo que celebramos estos días. El escritor francés Gabriel Marcel escribió "amar a alguien es decirle: tú no morirás nunca para mí". La muerte de Jesucristo no acabó en el sepulcro sino que floreció para siempre en la resurrección, signo de su triunfo definitivo y primicia del nuestro. Ahora, durante cincuenta días, celebraremos la resurrección de Jesucristo.
En los días del triduo pascual y en las jornadas de la cincuentena pascual, los días del amor más grande, comprobamos inequívocamente el inconmensurable amor de Dios al mundo en los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Son misterios de cruz. Son misterios de luz. Son misterios de dolor. Son misterios de gloria sin ocaso:
“La cruz -escribió José Luis Martín Descalzo- es la gloria. La gloria es la cruz. Jesús no sufrió y después -el domingo- fue glorificado. La gloria de Jesús estaba ya en las entretelas de la cruz. El viernes santo y el domingo de pascua se juntan. Son un único día. Hasta que el hombre no comprenda esto tiene incompleta su alma".
De la cruz a la luz
"Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". "Ha llegado la hora de que sea glorificado el hijo del hombre. En verdad, os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, da mucho fruto". Y es que "el que se humilla, será enaltecido".
Al alba del tercer día, la cruz reventó en vida y en resurrección. El amor no podía quedar estéril. El amor nunca es infecundo. El amor es siempre vida. La cruz es la luz. Y la cruz floreció hasta la eternidad. "No busquéis entre los muertos al que vive. ¡Ha resucitado según había predicho! Id a Galilea. Allí le veréis".
Si nada hay más grande sobre la tierra que la cruz de Cristo, nada hay más grande todavía sobre cielos y tierras que la cruz florecida, que la cruz transfigurada, que la cruz resucitada de la pascua siempre nueva. La historia de la humanidad y del hombre -escribió Bonhöeffer- es un grito unánime y muchas veces hasta desesperado de resurrección.
FELIZ SABADO SANTO
Nos hallamos en el final del triduo pascual, las fechas tan señaladas de la Semana Santa. Han sido los días del amor más grande. "Nadie tiene amor más grande -dijo Jesús- que el que da la vida por sus amigos".
Eso hizo Jesús. Eso fue el sentido de su vida. Esto es lo que celebramos estos días. El escritor francés Gabriel Marcel escribió "amar a alguien es decirle: tú no morirás nunca para mí". La muerte de Jesucristo no acabó en el sepulcro sino que floreció para siempre en la resurrección, signo de su triunfo definitivo y primicia del nuestro. Ahora, durante cincuenta días, celebraremos la resurrección de Jesucristo.
En los días del triduo pascual y en las jornadas de la cincuentena pascual, los días del amor más grande, comprobamos inequívocamente el inconmensurable amor de Dios al mundo en los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Son misterios de cruz. Son misterios de luz. Son misterios de dolor. Son misterios de gloria sin ocaso:
“La cruz -escribió José Luis Martín Descalzo- es la gloria. La gloria es la cruz. Jesús no sufrió y después -el domingo- fue glorificado. La gloria de Jesús estaba ya en las entretelas de la cruz. El viernes santo y el domingo de pascua se juntan. Son un único día. Hasta que el hombre no comprenda esto tiene incompleta su alma".
De la cruz a la luz
"Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". "Ha llegado la hora de que sea glorificado el hijo del hombre. En verdad, os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, da mucho fruto". Y es que "el que se humilla, será enaltecido".
Al alba del tercer día, la cruz reventó en vida y en resurrección. El amor no podía quedar estéril. El amor nunca es infecundo. El amor es siempre vida. La cruz es la luz. Y la cruz floreció hasta la eternidad. "No busquéis entre los muertos al que vive. ¡Ha resucitado según había predicho! Id a Galilea. Allí le veréis".
Si nada hay más grande sobre la tierra que la cruz de Cristo, nada hay más grande todavía sobre cielos y tierras que la cruz florecida, que la cruz transfigurada, que la cruz resucitada de la pascua siempre nueva. La historia de la humanidad y del hombre -escribió Bonhöeffer- es un grito unánime y muchas veces hasta desesperado de resurrección.
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