En aquellos días, la asamblea condenó a muerte a Susana. Ella dijo gritando: - «Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí.» El Señor la escuchó.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios movió con su santa inspiración a un muchacho llamado Daniel; éste dio una gran voz:
- « ¡No soy responsable de ese homicidio!» Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
- « ¿Qué pasa, qué estás diciendo?» Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
- «Pero, ¿estáis locos, israelitas? ¿Conque, sin discutir la causa ni apurar los hechos condenáis a una hija de Israel?
Volved al tribunal, porque ésos han dado falso testimonio contra ella.» La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
- «Ven, siéntate con nosotros y explícate, porque Dios mismo te ha nombrado anciano.» Daniel les dijo: - «Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar yo.» Los apartaron, él llamó a uno y le dijo:
- « ¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo. “ Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados.» Él respondió:
- «Debajo de una acacia» Respondió Daniel: - «Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios ha recibido la sentencia divina y te va a partir por medio.»
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
- « ¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad.
Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?» Él contestó:
- «Debajo de una encina.» Replicó Daniel:
- «Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros.» Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión. Según la ley de Moisés, les aplicaron la pena que ellos habían tramado contra su prójimo y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se Presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:
- «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
- «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: - «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»
Ella contestó:
- «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo:
-«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
Palabra del Señor.
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