domingo, 26 de noviembre de 2023
Lecturas del 26/11/2023
Esto dice el Señor Dios: «Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.
Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar - oráculo del Señor Dios -.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a las descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».
En cuanto a vosotros, mi rebaño, esto dice el Señor: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío».
Hermanos:
Cristo ha resucitó de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después en final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte.
Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos, más pequeños conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Palabra del Señor.
26 de Noviembre - San Juan Berchmans
San Juan Berchmans nació en Diest, pequeña villa de Flandes, Bélgica, el 1599. Nació el 13 de marzo y murió otro 13, el de agosto. No importa. La superstición no tenía cabida en su vida. Todos los días son regalo de Dios.
Su padre Juan, curtidor de pieles, y su madre Isabel, eran buenos cristianos. Tuvieron cinco hijos, de los que tres se consagraron al Señor. Murió pronto la madre, y al final el padre se ordenó sacerdote.
Nuestro santo fue el ángel del hogar, fiel ayudante de su madre. Inició sus estudios en el Seminario de Malinas, luego entró en el Noviciado de los jesuitas de la misma ciudad. Más tarde pasó a Roma. En el Seminario y en el Noviciado se distinguió por su candor, estudio y piedad.
Su devoción a la Virgen era proverbial. Sentía hacia ella un cariño tierno, profundo, confiado y filial. «Si amo a María, decía, tengo segura mi salvación, perseveraré en la vocación, alcanzaré cuanto quisiere, en una palabra, seré todopoderoso». A ella dedicó su Coronita de las doce estrellas.
Pululaban por entonces los errores de Bayo, catedrático de Escritura en Lovaina, quien afirmaba que María había sido concebida en pecado. Los teólogos Belarmino y Francisco de Toledo intervienen para esclarecer la verdad. Es curioso notar que el gran teólogo español Juan de Lugo atribuye el movimiento a favor de la Inmaculada a las oraciones de Berchmans.
El mismo Lugo insiste en que el decreto de 24 de mayo de 1622 se ha conseguido por la influencia sobrenatural de Juan Berchmans. En él se confirman las constituciones de Sixto VI, Alejandro VI, San Pío V y Pablo V. Se manda severamente que nadie, ni de palabra ni por escrito, se atreva a afirmar que la Santísima Virgen María fue concebida en pecado, y se solemniza la fiesta de la Inmaculada.
En el último año de su vida Juan se había comprometido, firmando con su propia sangre, a «afirmar y defender dondequiera que se encontrase el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María».
Los santos han practicado en grado heroico todas las virtudes. Pero suelen distinguirse en alguna de ellas. ¿Cuál es la virtud característica de Berchmans? Él deseaba practicarlas todas por igual. Su obsesión, su locura de santo, era la fidelidad en observar perfectamente sus obligaciones, sin excusas ni escapismos. «La virtud más eminente, es hacer sencillamente, lo que tenemos que hacer», decía Pemán en El Divino Impaciente.
Aparentemente no había hecho nada, nada llamativo. Pero vivió «apasionado por la gloria de Dios». «Quiere trabajar sin perder la más pequeña parte de su tiempo». Aprovecha las cruces de la vida diaria: «Mi mayor penitencia, la vida común». «Quiero ser santo sin espera alguna».
Hacía cada cosa en su momento, y sobrenaturalizando la intención. Cuando hay que orar, decía, ora con todo amor. Cuando hay que estudiar, estudia con toda ilusión. Cuando hay que practicar deporte, practícalo con todo entusiasmo. Y siempre con más amor, en cada instante del programa diario, bajo la dulce mirada maternal de la Virgen María. Estudiaba con la mirada puesta en el futuro apostolado, en las almas que se le encomendarían.
Mi mayor consuelo, decía al morir joven, es no haber quebrantado nunca, en mi vida religiosa, regla alguna ni orden de mis superiores, a sabiendas, y advertidamente, y el no haber cometido nunca un pecado venial. Alto y recio mensaje. Es patrono de los que se preparan para el sacerdocio. Murió el 13 de agosto de 1621. Sus últimas palabras fueron: Jesús, María.
Su padre Juan, curtidor de pieles, y su madre Isabel, eran buenos cristianos. Tuvieron cinco hijos, de los que tres se consagraron al Señor. Murió pronto la madre, y al final el padre se ordenó sacerdote.
Nuestro santo fue el ángel del hogar, fiel ayudante de su madre. Inició sus estudios en el Seminario de Malinas, luego entró en el Noviciado de los jesuitas de la misma ciudad. Más tarde pasó a Roma. En el Seminario y en el Noviciado se distinguió por su candor, estudio y piedad.
Su devoción a la Virgen era proverbial. Sentía hacia ella un cariño tierno, profundo, confiado y filial. «Si amo a María, decía, tengo segura mi salvación, perseveraré en la vocación, alcanzaré cuanto quisiere, en una palabra, seré todopoderoso». A ella dedicó su Coronita de las doce estrellas.
Pululaban por entonces los errores de Bayo, catedrático de Escritura en Lovaina, quien afirmaba que María había sido concebida en pecado. Los teólogos Belarmino y Francisco de Toledo intervienen para esclarecer la verdad. Es curioso notar que el gran teólogo español Juan de Lugo atribuye el movimiento a favor de la Inmaculada a las oraciones de Berchmans.
El mismo Lugo insiste en que el decreto de 24 de mayo de 1622 se ha conseguido por la influencia sobrenatural de Juan Berchmans. En él se confirman las constituciones de Sixto VI, Alejandro VI, San Pío V y Pablo V. Se manda severamente que nadie, ni de palabra ni por escrito, se atreva a afirmar que la Santísima Virgen María fue concebida en pecado, y se solemniza la fiesta de la Inmaculada.
En el último año de su vida Juan se había comprometido, firmando con su propia sangre, a «afirmar y defender dondequiera que se encontrase el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María».
Los santos han practicado en grado heroico todas las virtudes. Pero suelen distinguirse en alguna de ellas. ¿Cuál es la virtud característica de Berchmans? Él deseaba practicarlas todas por igual. Su obsesión, su locura de santo, era la fidelidad en observar perfectamente sus obligaciones, sin excusas ni escapismos. «La virtud más eminente, es hacer sencillamente, lo que tenemos que hacer», decía Pemán en El Divino Impaciente.
Aparentemente no había hecho nada, nada llamativo. Pero vivió «apasionado por la gloria de Dios». «Quiere trabajar sin perder la más pequeña parte de su tiempo». Aprovecha las cruces de la vida diaria: «Mi mayor penitencia, la vida común». «Quiero ser santo sin espera alguna».
Hacía cada cosa en su momento, y sobrenaturalizando la intención. Cuando hay que orar, decía, ora con todo amor. Cuando hay que estudiar, estudia con toda ilusión. Cuando hay que practicar deporte, practícalo con todo entusiasmo. Y siempre con más amor, en cada instante del programa diario, bajo la dulce mirada maternal de la Virgen María. Estudiaba con la mirada puesta en el futuro apostolado, en las almas que se le encomendarían.
Mi mayor consuelo, decía al morir joven, es no haber quebrantado nunca, en mi vida religiosa, regla alguna ni orden de mis superiores, a sabiendas, y advertidamente, y el no haber cometido nunca un pecado venial. Alto y recio mensaje. Es patrono de los que se preparan para el sacerdocio. Murió el 13 de agosto de 1621. Sus últimas palabras fueron: Jesús, María.
sábado, 25 de noviembre de 2023
Lecturas del 25/11/2023
En aquellos días, el rey Antíoco recorría las provincias del norte cuando se enteró de que había en Persia una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas depositadas allí por Alejandro, el de Filipo, rey de Macedonia, primer rey de los griegos.
Antioco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía, salieron a atacarle. Antioco tuvo que huir y emprendió apesadumbrado el viaje de vuelta a Babilonia.
Cuando él se encontraba todavía en Persia, llegó un mensajero con la noticia de que la expedición militar contra Judea había fracasado y que Lisias, que en un primer momento se había presentado como caudillo de un poderoso ejército, había huido ante los judíos; estos, sintiéndose fuertes con las armas, pertrechos y el enorme botín de los campamentos saqueados, habían derribado la abominación de la desolación construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes, y habían hecho lo mismo en Bet Sur, ciudad que pertenecía al rey. Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que cayó en cama y enfermó de tristeza, porque no le habían salido las cosas como quería.
Allí pasó muchos días, cada vez más triste. Pensó que se moría, llamó a todos sus Amigos y les dijo: «El sueño ha huido de mis ojos y estoy abrumado por las preocupaciones y me digo: “¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, que era feliz y querido cuando era poderoso! Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando todo el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase sin motivo a los habitantes de Judea. Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera”».
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas: «Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
25 de Noviembre - Santa Catalina de Alejandría
Alejandría fue fundada por Alejandro Magno, que no quería pasar sólo a la historia como guerrero, sino también como mecenas de los sabios. Alejandría será conocida en el mundo de las letras por su famosa universidad, por su célebre escuela y por su biblioteca de unos 700.000 volúmenes. Una de las siete maravillas del mundo estaba también aquí, el faro de Alejandría. Hubo otros faros luminosos, como Plotino, Filón, Porfirio, Orígenes, Tertuliano, Atanasio, Cirilo.
Alejandría era una algarabía de pueblos y razas, de sectas y sistemas filosóficos. «Griegos y judíos, dice la condesa de Pardo Bazán, andaban a la greña continuamente. Con el advenimiento de los cristianos se complicó el asunto. La confusión de sectas y teologías se hizo formidable».
La colonia judía era muy importante. Sus Libros Sagrados eran muy apreciados. Fue aquí en Alejandría donde Tolomeo II mandó que setenta intérpretes tradujeran del hebreo al griego el Antiguo Testamento.
La religión cristiana también empezó a tener mucha influencia. Según una antigua tradición, la Iglesia de Alejandría fue fundada por el evangelista San Marcos. Tuvo luego la mejor escuela catequética de su tiempo, el Didascaleo, donde enseñaron grandes maestros: Tertuliano, Orígenes, Lactancio, San Clemente Alejandrino y San Dionisio de Alejandría.
Aquí nació nuestra Santa, faro más luminoso que el faro de Alejandría y que todos los sabios. La leyenda áurea la presenta con grandes elogios. El nombre de Catalina -la pura, la blanca- respondería a una linda princesa, hija del rey siciliano Costo, nacida en Alejandría a fines del siglo III.
Posee Catalina una personalidad radiante y popular por cuádruple motivo: como hermosa, como sabia, como virgen y como mártir. «Catalina, escribe la Pardo Bazán, no fue sólo una filósofa. Su alma es una historia de amor. Grandes artistas, como Van Dyck, Memling, Leonardo y el Veronés, plasmaron en sus lienzos los Desposorios de la virgen alejandrina con Jesucristo».
Catalina tenía pasión por la verdad. A los dieciocho años descuella por sus conocimientos filosóficos. Es docta y elocuente, bella y con muchos pretendientes, apasionada y enamorada de la belleza.
Había recorrido todas las escuelas. Su favorito era Platón. Discute, analiza, rechaza. La cautiva sobre todo la enseñanza del obispo Pedro el Patriarca. Aquella moral tan pura, aquel Maestro tan sublime, el Sermon de la montaña, aquella Virgen Madre, de tan divina grandeza. Así, por la belleza tangible llegó Catalina a la Belleza increada: Dios.
Un providencial encuentro con el ermitaño Trifón allanó las dificultades. Catalina creyó y se bautizó. Y se dice que Cristo aquella misma noche celebró con ella los místicos Desposorios. Ya es filósofa cristiana.
La intrepida virgen Catalina se presenta audazmente ante el sanguinario Maximino Daia para recriminarle su conducta con los cristianos. Maximino se siente deslumbrado por su elocuencia. Concierta una disputa pública. Se enfrenta Catalina a cincuenta renombrados doctores. Con versos de Homero, con citas de Platón, con textos de los profetas, unidos a su gracia y elocuencia, no sólo deshace los argumentos de sus adversarios, sino que les convierte a casi todos, y sellan su fe con el martirio.
A Catalina le aplican la rueda con cuchillos. Pero se rompe en vez de lastimarla. Finalmente le llega la muerte por la espada. La desposada se iba al cielo a celebrar las bodas con su celestial Esposo. El martirologio romano dice que los ángeles trasladaron los virginales restos al Sinaí.
Alejandría era una algarabía de pueblos y razas, de sectas y sistemas filosóficos. «Griegos y judíos, dice la condesa de Pardo Bazán, andaban a la greña continuamente. Con el advenimiento de los cristianos se complicó el asunto. La confusión de sectas y teologías se hizo formidable».
La colonia judía era muy importante. Sus Libros Sagrados eran muy apreciados. Fue aquí en Alejandría donde Tolomeo II mandó que setenta intérpretes tradujeran del hebreo al griego el Antiguo Testamento.
La religión cristiana también empezó a tener mucha influencia. Según una antigua tradición, la Iglesia de Alejandría fue fundada por el evangelista San Marcos. Tuvo luego la mejor escuela catequética de su tiempo, el Didascaleo, donde enseñaron grandes maestros: Tertuliano, Orígenes, Lactancio, San Clemente Alejandrino y San Dionisio de Alejandría.
Aquí nació nuestra Santa, faro más luminoso que el faro de Alejandría y que todos los sabios. La leyenda áurea la presenta con grandes elogios. El nombre de Catalina -la pura, la blanca- respondería a una linda princesa, hija del rey siciliano Costo, nacida en Alejandría a fines del siglo III.
Posee Catalina una personalidad radiante y popular por cuádruple motivo: como hermosa, como sabia, como virgen y como mártir. «Catalina, escribe la Pardo Bazán, no fue sólo una filósofa. Su alma es una historia de amor. Grandes artistas, como Van Dyck, Memling, Leonardo y el Veronés, plasmaron en sus lienzos los Desposorios de la virgen alejandrina con Jesucristo».
Catalina tenía pasión por la verdad. A los dieciocho años descuella por sus conocimientos filosóficos. Es docta y elocuente, bella y con muchos pretendientes, apasionada y enamorada de la belleza.
Había recorrido todas las escuelas. Su favorito era Platón. Discute, analiza, rechaza. La cautiva sobre todo la enseñanza del obispo Pedro el Patriarca. Aquella moral tan pura, aquel Maestro tan sublime, el Sermon de la montaña, aquella Virgen Madre, de tan divina grandeza. Así, por la belleza tangible llegó Catalina a la Belleza increada: Dios.
Un providencial encuentro con el ermitaño Trifón allanó las dificultades. Catalina creyó y se bautizó. Y se dice que Cristo aquella misma noche celebró con ella los místicos Desposorios. Ya es filósofa cristiana.
La intrepida virgen Catalina se presenta audazmente ante el sanguinario Maximino Daia para recriminarle su conducta con los cristianos. Maximino se siente deslumbrado por su elocuencia. Concierta una disputa pública. Se enfrenta Catalina a cincuenta renombrados doctores. Con versos de Homero, con citas de Platón, con textos de los profetas, unidos a su gracia y elocuencia, no sólo deshace los argumentos de sus adversarios, sino que les convierte a casi todos, y sellan su fe con el martirio.
A Catalina le aplican la rueda con cuchillos. Pero se rompe en vez de lastimarla. Finalmente le llega la muerte por la espada. La desposada se iba al cielo a celebrar las bodas con su celestial Esposo. El martirologio romano dice que los ángeles trasladaron los virginales restos al Sinaí.
viernes, 24 de noviembre de 2023
Lecturas del 24/11/2023
En aquellos días, Judas y sus hermanos propusieron:
«Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el santuario y a restaurarlo». Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sion.
El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno (es decir, casleu), todos madrugaron para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos que habían reconstruido.
Precisamente en el aniversario del día en que lo habían profanado los gentiles, lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y timbales. Todo el pueblo se postró en tierra adorando y alabando al Cielo, que les había dado el triunfo. Durante ocho días celebraron la consagración, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Decoraron la fachada del santuario con coronas de oro y escudos. Restauraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas.
El pueblo celebró una gran fiesta, que invalidó la profanación de los gentiles.
Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar con solemnes festejos, durante ocho días a partir del veinticinco del mes de casleu.
En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían que hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.
Palabra del Señor.
24 de Noviembre - Santa Eanfleda
Hija del rey san Edwin de Northumbría y de santa Ethelburga de Lyminge, fue bautizada por san Paulino de York. Cuando murió su padre en la batalla de Hatfield Chase, en el 633, se trasladó a Kent, tierra de origen de su madre, con esta última y el obispo san Paulino. En el 642, regresó a Northumbría y se casó con el rey Oswy de Bernicia, con la esperanza de reunificar las dos ramas de la monarquía en aquella región; se atribuyó el rol de protectora de la paz. En el 651, su marido asesinó a su primo san Oswin y Eanfleda le convenció que fundara el monasterio de Gilling, como expiación de su culpa. Aunque fue educada según la tradición celta, apoyó a san Wilfrido de York en la celebración de la Pascua según el rito romano.
El inicial apoyo de san Oswin al partido celta, con respecto a la celebración de la Pascua, supuso que en la corte real se celebrase la Pascua en dos veces, y llevó a una crisis de la Iglesia celta que terminó con la convocatoria del sínodo de Whitby. El pontífice san Vitaliano, en gratitud por su apoyo a la fecha de la Pascual romana, le regaló a Eanfleda una cruz de oro. En el 670, al quedarse viuda ingresó como benedictina en Whitby, como discípula de la abadesa santa Hilda, a la que sucedería después en el cargo. Más tarde le sucedió su hija santa Elfleda como abadesa. Durante el mandato de santa Eanfleda, el monasterio estuvo siempre a la disposición de la Iglesia de Roma.
En este monasterio fue sepultado Oswy y su mujer trasladó también los restos de su padre. Eanfleda murió y fue sepultada junto a su marido. Sus reliquias fueron, después, trasladadas a Glastonbury con la de otros santos de Northumbría.
El inicial apoyo de san Oswin al partido celta, con respecto a la celebración de la Pascua, supuso que en la corte real se celebrase la Pascua en dos veces, y llevó a una crisis de la Iglesia celta que terminó con la convocatoria del sínodo de Whitby. El pontífice san Vitaliano, en gratitud por su apoyo a la fecha de la Pascual romana, le regaló a Eanfleda una cruz de oro. En el 670, al quedarse viuda ingresó como benedictina en Whitby, como discípula de la abadesa santa Hilda, a la que sucedería después en el cargo. Más tarde le sucedió su hija santa Elfleda como abadesa. Durante el mandato de santa Eanfleda, el monasterio estuvo siempre a la disposición de la Iglesia de Roma.
En este monasterio fue sepultado Oswy y su mujer trasladó también los restos de su padre. Eanfleda murió y fue sepultada junto a su marido. Sus reliquias fueron, después, trasladadas a Glastonbury con la de otros santos de Northumbría.
jueves, 23 de noviembre de 2023
Lecturas del 23/11/2023
En aquellos días, los funcionarios reales, encargados de imponer la apostasía, llegaron a Modín, para que la gente ofreciese sacrificios, y muchos israelitas acudieron a ellos.
Matatías y sus hijos se reunieron aparte. Los funcionarios del rey tomaron la palabra y dijeron a Matatías: «Tú eres un personaje ilustre, un hombre importante en esta ciudad, y estás respaldado por tus hijos y parientes. Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones, y los mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de Amigos del rey; os premiarán con oro y plata y muchos regalos». Pero Matatías respondió en voz alta: «Aunque todos los súbditos del rey le obedezcan apostatando de la religión de sus padres, y aunque prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la Alianza de nuestros padres.
¡Dios me libre de abandonar la ley y nuestras costumbres! No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión ni a derecha ni a izquierda». Nada más decirlo, un judío se adelantó a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modín, como lo mandaba el rey.
Al verlo, Matatías se indignó, tembló de cólera y, en un arrebato de ira santa, corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara. Y, acto seguido, mató al funcionario real que obligaba a sacrificar y derribó el ara.
Lleno de celo por la ley, hizo lo que Pinjás a Zimrí, hijo de Salu. Luego empezó a decir a voz en grito por la ciudad: «Todo el que sienta celo por la ley y quiera mantener la Alianza, que me siga!». Y se echó al monte, con sus hijos, dejando en la ciudad todo cuanto tenía.
Por entonces, muchos decidieron bajar al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir santamente de acuerdo con el derecho y la justicia.
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: «¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».
Palabra del Señor.
23 de Noviembre - San Clemente Romano - Papa y mártir
San Clemente Romano es el tercer sucesor de San Pedro, después de los papas San Lino y San Cleto. Roma le vio nacer al pie del monte Celio, y en Roma fue bautizado. Sobresalió en las letras, especialmente en griego.
Es uno de los llamados Padres Apostólicos y una de las figuras principales de la antigüedad cristiana. Eusebio lo menciona siempre junto a San Ignacio de Antioquia. Según San Ireneo, Clemente había tratado a los Apóstoles, de los que había recibido la predicación viva del Maestro.
Según Tertuliano, de Pedro recibe el diaconado, el sacerdocio y el episcopado. Y según Orígenes, con Pablo colabora en la fundación de la Iglesia de Filipos. Nos entronca, pues, con las mismas fuentes.
Una antigua tradición supone que estuvo emparentado con la ilustre familia de los Flavios. En todo caso, él sólo se gloriaba de ser cristiano.
Clemente gobernó la Iglesia romana, como sucesor del papa San Cleto, del 90 al 99. Su pontificado fue muy fecundo. Fue un verdadero adalid de la unidad de la Iglesia contra todas las fuerzas de dispersión.
El Liber Pontificalis nos conserva las características de su pontificado: «Clemente gobernó la Iglesia durante nueve años. Reorganizó la Comunidad de Roma, dividió la ciudad en siete sectores, encomendados a siete diáconos. Mandó redactar con cuidado las Actas de los Mártires».
El hecho más importante de su pontificado es la Carta dirigida a la Iglesia de Corinto, desgarrada por la discordia, donde los llama a la obediencia del obispo de Roma. Es el documento papal más antiguo, después de las Cartas de San Pedro. Esta Carta es llamada «Primera epifanía del Primado Romano», y el obispo Dionisio de Corinto la veneraba como a la Biblia.
En su Carta a los de Corinto nos muestra Clemente su idea de la jerarquía, de la disciplina y de la liturgia, su espíritu católico, su amplia cultura, su solidez teológica, su amor a la paz y a la unidad.
«Es preciso someterse con humildad. Dejemos la soberbia, enemiga de la armonía. Las ofrendas y los ritos litúrgicos han de celebrarse, no a voluntad de cada uno y sin orden, sino conforme a lo ordenado por el maestro. Sigamos el canon venerable y glorioso de nuestra tradición, conservemos el muro fraterno de la caridad. Sin ella nada es agradable a Dios. La cabeza no es nada sin los pies, pero, a su vez, los pies serían inútiles sin la cabeza. Los pequeños y los grandes se necesitan mutuamente».
¿Cuál fue el final de la vida de San Clemente? La tradición lo presenta como mártir. Parece ser que, por orden de Trajano, fue desterrado al Quersoneso, en la actual península de Crimea. Allí dos mil cristianos, también desterrados, trabajaban con él en las canteras de mármol. San Clemente empezó a consolarlos. Todos acudían a él: «Ruega por nosotros, Clemente, para que seamos dignos de las promesas de Cristo». Y él les decía: «No por mis méritos me ha enviado a vosotros el Señor, sino, por los vuestros, para hacerme también a mí partícipe de vuestras coronas». Más tarde, sigue la tradición, parece que Clemente fue arrojado al mar, y le habrían atado una pesada ancla al cuello, para ser sumergido en las aguas.
Los santos eslavos, Cirilo y Metodio, en el pontificado de Nicolás I (858-867), trasladaron el cuerpo del mártir desde Quersoneso a Roma, y lo colocaron bajo el altar del templo a él dedicado, uno de los templos más antiguos de Roma, situado entre el monte Celio y el Esquilino.
Es uno de los llamados Padres Apostólicos y una de las figuras principales de la antigüedad cristiana. Eusebio lo menciona siempre junto a San Ignacio de Antioquia. Según San Ireneo, Clemente había tratado a los Apóstoles, de los que había recibido la predicación viva del Maestro.
Según Tertuliano, de Pedro recibe el diaconado, el sacerdocio y el episcopado. Y según Orígenes, con Pablo colabora en la fundación de la Iglesia de Filipos. Nos entronca, pues, con las mismas fuentes.
Una antigua tradición supone que estuvo emparentado con la ilustre familia de los Flavios. En todo caso, él sólo se gloriaba de ser cristiano.
Clemente gobernó la Iglesia romana, como sucesor del papa San Cleto, del 90 al 99. Su pontificado fue muy fecundo. Fue un verdadero adalid de la unidad de la Iglesia contra todas las fuerzas de dispersión.
El Liber Pontificalis nos conserva las características de su pontificado: «Clemente gobernó la Iglesia durante nueve años. Reorganizó la Comunidad de Roma, dividió la ciudad en siete sectores, encomendados a siete diáconos. Mandó redactar con cuidado las Actas de los Mártires».
El hecho más importante de su pontificado es la Carta dirigida a la Iglesia de Corinto, desgarrada por la discordia, donde los llama a la obediencia del obispo de Roma. Es el documento papal más antiguo, después de las Cartas de San Pedro. Esta Carta es llamada «Primera epifanía del Primado Romano», y el obispo Dionisio de Corinto la veneraba como a la Biblia.
En su Carta a los de Corinto nos muestra Clemente su idea de la jerarquía, de la disciplina y de la liturgia, su espíritu católico, su amplia cultura, su solidez teológica, su amor a la paz y a la unidad.
«Es preciso someterse con humildad. Dejemos la soberbia, enemiga de la armonía. Las ofrendas y los ritos litúrgicos han de celebrarse, no a voluntad de cada uno y sin orden, sino conforme a lo ordenado por el maestro. Sigamos el canon venerable y glorioso de nuestra tradición, conservemos el muro fraterno de la caridad. Sin ella nada es agradable a Dios. La cabeza no es nada sin los pies, pero, a su vez, los pies serían inútiles sin la cabeza. Los pequeños y los grandes se necesitan mutuamente».
¿Cuál fue el final de la vida de San Clemente? La tradición lo presenta como mártir. Parece ser que, por orden de Trajano, fue desterrado al Quersoneso, en la actual península de Crimea. Allí dos mil cristianos, también desterrados, trabajaban con él en las canteras de mármol. San Clemente empezó a consolarlos. Todos acudían a él: «Ruega por nosotros, Clemente, para que seamos dignos de las promesas de Cristo». Y él les decía: «No por mis méritos me ha enviado a vosotros el Señor, sino, por los vuestros, para hacerme también a mí partícipe de vuestras coronas». Más tarde, sigue la tradición, parece que Clemente fue arrojado al mar, y le habrían atado una pesada ancla al cuello, para ser sumergido en las aguas.
Los santos eslavos, Cirilo y Metodio, en el pontificado de Nicolás I (858-867), trasladaron el cuerpo del mártir desde Quersoneso a Roma, y lo colocaron bajo el altar del templo a él dedicado, uno de los templos más antiguos de Roma, situado entre el monte Celio y el Esquilino.
miércoles, 22 de noviembre de 2023
Lecturas del 22/11/2023
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la ley.
En extremo admirable y digno de recuerdo fue la madre, quien, viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor. Con noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada uno, y les decía en su lengua patria: «Yo no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os regalé el aliento ni la vida, ni organicé los elementos de vuestro organismo. Fue el creador del universo, quien modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, por su misericordia, os devolverá el aliento y la vida, si ahora os sacrificáis por su ley». Antíoco creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando.
Todavía quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo; más aún, le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo tendría por Amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no le hacía ningún el menor caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien.
Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y, riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma patrio: « ¡Hijo mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crie durante tres años y te he alimentado hasta que te has hecho mozo! Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y ten presente que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el género humano. No temas a ese verdugo; mantente a la altura de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos». Estaba todavía hablando, cuando el muchacho dijo: « ¿Qué esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. Pero tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios».
En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles: “Negociad mientras vuelvo”.
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: “No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez”. Él le dijo: “Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
El segundo llegó y dijo: “Tu mina, señor, ha rendido cinco”. A ese le dijo también: “Pues toma tú el mando de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo: “Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, porque eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”. Él le dijo: “Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”.
Entonces dijo a los presentes: “Quitadle a éste la mina y dádsela al que tiene diez minas”.
Le dijeron: “Señor, si ya tiene diez minas”.
“Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”».
Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Palabra del Señor.
22 de Noviembre - Santa Cecilia
Santa Cecilia es una de las santas a la que más relieve ha dado la liturgia, el arte y la piedad popular. Pertenecía a la ilustre familia de los Cecilios Metelos. Parece que es ya cristiana desde muy niña, y que, desde muy niña también, consagró a Cristo su virginidad.
Un obispo medieval, Adhelmo, en su libro De Virginitate, llega a decir que Santa Cecilia es la segunda después de la Madre de Dios, entre las vírgenes, pues guardó la virginidad aun siendo desposada.
Este alto aprecio lo confirma la liturgia, pues pone a Cecilia, con solas otras seis vírgenes, en el canon romano de la Misa. Y es la que más basílicas tuvieron en Roma y quizá más templos en la cristiandad. La más ensalzada por pintores, como Rafael, Dolci, Cimabue, Van Eyck, Poussin, Pinturicchio, Domenichino. Y la más celebrada por los músicos, que la aclaman por su celestial patrona. Haendel y Haydn le dedicaron obras musicales.
Santa Cecilia llegó a ser fiesta de precepto en la Edad Media. Los antiguos formularios de la liturgia de este día recogían, apoyándose en las Actas de su martirio, detalles primorosos de la hermosa vida de Cecilia, vida que es un idilio de armonías, perfumes, belleza y poesía.
Sus padres habían dispuesto la boda de Cecilia con Valeriano, de la noble familia de los Valerios, Cecilia tenía consagrada a Dios su virginidad, pero consiente en los desposorios, con la esperanza de convertir a Valeriano, y así ser más libre para consagrarse y servir al Señor.
«Mientras tocaba el órgano y armonizaba el festín nupcial, la virgen Cecilia cantaba al Señor dentro de su corazón: Haz, Señor, mi corazón y mi cuerpo inmaculados, para que nunca sea confundida».
Cuando quedan solos los esposos, la esposa advierte a Valeriano que no la puede tocar, que hay un ángel vigilante entre sus cuerpos «un ángel que acerca sus almas y separa sus brazos». Valeriano muestra interés por verlo. Cecilia le dice que lo verá cuando sea puro. Inmediatamente va a la Vía Appia, a oír las enseñanzas del obispo Urbano, ayudante del papa Eleuterio, según las indicaciones que le ha hecho Cecilia.
Valeriano acude ante Urbano, recibe el bautismo y ve al ángel, como le había prometido Cecilia. Convierte a su hermano Tiburcio. Los tres son condenados a morir el año 178, en la persecución de Marco Aurelio. Los hermanos son degollados. A Cecilia, por su categoría, le conceden sufrir el martirio en su casa, en la sala de baño. Como el vapor asfixiante la respeta, ha de intervenir el verdugo con la espada, para que la blanca paloma pueda volar hacia su esposo celestial. «Esta virgen gloriosa, se nos dice, llevaba siempre el Evangelio sobre su pecho, y ni de día ni de noche interrumpía los divinos coloquios». Ahora los continuará en el paraíso.
El cuerpo virginal fue depositado en las catacumbas de San Calixto. En el siglo IX fue trasladado por Pascual I a la basílica romana de Santa Cecilia in Trastévere, y en 1599 fue visto incorrupto por Baronio.
Aparecía la virgen recostada sobre el lado derecho, los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, unidas sus rodillas con modestia y el rostro inclinado. Una mano muestra el índice, la unidad de Dios, y la otra tres dedos, la Trinidad. Así la plasmó Maderna con blanco mármol de Carrara en la estatua yacente que hay en las catacumbas. Allí quiso recostarse Teresa de Lisieux con Celina, como cuenta en Historia de un alma.
Un obispo medieval, Adhelmo, en su libro De Virginitate, llega a decir que Santa Cecilia es la segunda después de la Madre de Dios, entre las vírgenes, pues guardó la virginidad aun siendo desposada.
Este alto aprecio lo confirma la liturgia, pues pone a Cecilia, con solas otras seis vírgenes, en el canon romano de la Misa. Y es la que más basílicas tuvieron en Roma y quizá más templos en la cristiandad. La más ensalzada por pintores, como Rafael, Dolci, Cimabue, Van Eyck, Poussin, Pinturicchio, Domenichino. Y la más celebrada por los músicos, que la aclaman por su celestial patrona. Haendel y Haydn le dedicaron obras musicales.
Santa Cecilia llegó a ser fiesta de precepto en la Edad Media. Los antiguos formularios de la liturgia de este día recogían, apoyándose en las Actas de su martirio, detalles primorosos de la hermosa vida de Cecilia, vida que es un idilio de armonías, perfumes, belleza y poesía.
Sus padres habían dispuesto la boda de Cecilia con Valeriano, de la noble familia de los Valerios, Cecilia tenía consagrada a Dios su virginidad, pero consiente en los desposorios, con la esperanza de convertir a Valeriano, y así ser más libre para consagrarse y servir al Señor.
«Mientras tocaba el órgano y armonizaba el festín nupcial, la virgen Cecilia cantaba al Señor dentro de su corazón: Haz, Señor, mi corazón y mi cuerpo inmaculados, para que nunca sea confundida».
Cuando quedan solos los esposos, la esposa advierte a Valeriano que no la puede tocar, que hay un ángel vigilante entre sus cuerpos «un ángel que acerca sus almas y separa sus brazos». Valeriano muestra interés por verlo. Cecilia le dice que lo verá cuando sea puro. Inmediatamente va a la Vía Appia, a oír las enseñanzas del obispo Urbano, ayudante del papa Eleuterio, según las indicaciones que le ha hecho Cecilia.
Valeriano acude ante Urbano, recibe el bautismo y ve al ángel, como le había prometido Cecilia. Convierte a su hermano Tiburcio. Los tres son condenados a morir el año 178, en la persecución de Marco Aurelio. Los hermanos son degollados. A Cecilia, por su categoría, le conceden sufrir el martirio en su casa, en la sala de baño. Como el vapor asfixiante la respeta, ha de intervenir el verdugo con la espada, para que la blanca paloma pueda volar hacia su esposo celestial. «Esta virgen gloriosa, se nos dice, llevaba siempre el Evangelio sobre su pecho, y ni de día ni de noche interrumpía los divinos coloquios». Ahora los continuará en el paraíso.
El cuerpo virginal fue depositado en las catacumbas de San Calixto. En el siglo IX fue trasladado por Pascual I a la basílica romana de Santa Cecilia in Trastévere, y en 1599 fue visto incorrupto por Baronio.
Aparecía la virgen recostada sobre el lado derecho, los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, unidas sus rodillas con modestia y el rostro inclinado. Una mano muestra el índice, la unidad de Dios, y la otra tres dedos, la Trinidad. Así la plasmó Maderna con blanco mármol de Carrara en la estatua yacente que hay en las catacumbas. Allí quiso recostarse Teresa de Lisieux con Celina, como cuenta en Historia de un alma.
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