viernes, 11 de abril de 2025
Lecturas del 11/04/2025
Oía la acusación de la gente: «“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó: « ¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.
Palabra del Señor.
11 de Abril 2025 – San Estanislao de Cracovia
Memoria de san Estanislao, obispo y mártir, que en medio de las dificultades de su época fue constante defensor de la humanidad y de las costumbres cristianas, rigió como buen pastor la Iglesia de Cracovia, en Polonia, ayudó a los pobres, visitó cada año a sus clérigos y, finalmente, mientras celebraba los divinos misterios, fue muerto por orden de Boleslao, rey de Polonia, a quien había reprendido severamente.
Se llamaba Stanislao Szczepanowski y nació en Szczepanow, en la diócesis de Cracovia; fue hijo de santa Bogna. Fue un joven estudioso que conoció la efervescencia intelectual primero en la universidad de Gnesna, y luego en la universidad de París, (otros autores dicen que a Lieja), pero al regreso a su patria, una revolución interior le hizo desdeñar el saber y sus glorias; después de vender sus bienes fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia, Lamberto y luego designado canónigo y por fin predicador.
En 1072, fue elegido, contra su voluntad, por el papa Alejandro II y el apoyo del rey Boleslao II, como obispo de Cracovia. Fue un pastor solícito con los pobres y oprimidos. Un historiador polaco le describe: "Era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso de reprimir sus propias faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira; muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto".
Con el rey Boleslao II de Polonia, que, aunque hombre valeroso, era moralmente corrupto e infiel, le amonestó una y otra vez, por su vida disipada y lasciva que Estanislao se vio obligado en denunciar en público, aunque éste prometiera también arrepentirse y cambiar de forma de vida, pero al final fue objeto de escarnios y humillaciones, y al no doblegarse provocó la cólera real, que inició bajo calumnia un proceso contra él por malversación de fondos, que se vio del todo injusto.
Boleslao mantuvo una guerra contra los rusos en la que venció. A su regreso su comportamiento fue más salvaje: violaciones, adulterios, promiscuidad..., todo esto provocó que Estanislao lo excomulgara. Cuando Boleslao fue excomulgado, dio tres veces la orden de que mataran a Estanislao, pero nadie se atrevió, y por fin el mismo rey dio muerte al santo ante el altar mientras celebraba la eucaristía en la iglesia de San Miguel (otros autores afirman que el rey lo declaró traidor y como tal fue ejecutado por unos sicarios), aunque estos datos parecen que forman parte de la leyenda. Su cadáver se expuso como escarmiento en medio de la calle, pero el rey tuvo que salir para el destierro en Hungría y, después de algún tiempo, se retiró, arrepentido, como hermano lego al monasterio benedictino de Osjak, donde murió. Otras hagiografías dicen que el cadáver de Estanislao fue troceado y arrojado a un pozo que se muestra en Cracovia. Está enterrado en la catedral de Wawel en Cracovia. Su historia recuerda a las de santos Fridolino y Tomás Becket. Fue canonizado por Inocencio IV el 8 de septiembre de 1253. Patrón de Polonia y Cracovia.
Se llamaba Stanislao Szczepanowski y nació en Szczepanow, en la diócesis de Cracovia; fue hijo de santa Bogna. Fue un joven estudioso que conoció la efervescencia intelectual primero en la universidad de Gnesna, y luego en la universidad de París, (otros autores dicen que a Lieja), pero al regreso a su patria, una revolución interior le hizo desdeñar el saber y sus glorias; después de vender sus bienes fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia, Lamberto y luego designado canónigo y por fin predicador.
En 1072, fue elegido, contra su voluntad, por el papa Alejandro II y el apoyo del rey Boleslao II, como obispo de Cracovia. Fue un pastor solícito con los pobres y oprimidos. Un historiador polaco le describe: "Era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso de reprimir sus propias faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira; muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto".
Con el rey Boleslao II de Polonia, que, aunque hombre valeroso, era moralmente corrupto e infiel, le amonestó una y otra vez, por su vida disipada y lasciva que Estanislao se vio obligado en denunciar en público, aunque éste prometiera también arrepentirse y cambiar de forma de vida, pero al final fue objeto de escarnios y humillaciones, y al no doblegarse provocó la cólera real, que inició bajo calumnia un proceso contra él por malversación de fondos, que se vio del todo injusto.
Boleslao mantuvo una guerra contra los rusos en la que venció. A su regreso su comportamiento fue más salvaje: violaciones, adulterios, promiscuidad..., todo esto provocó que Estanislao lo excomulgara. Cuando Boleslao fue excomulgado, dio tres veces la orden de que mataran a Estanislao, pero nadie se atrevió, y por fin el mismo rey dio muerte al santo ante el altar mientras celebraba la eucaristía en la iglesia de San Miguel (otros autores afirman que el rey lo declaró traidor y como tal fue ejecutado por unos sicarios), aunque estos datos parecen que forman parte de la leyenda. Su cadáver se expuso como escarmiento en medio de la calle, pero el rey tuvo que salir para el destierro en Hungría y, después de algún tiempo, se retiró, arrepentido, como hermano lego al monasterio benedictino de Osjak, donde murió. Otras hagiografías dicen que el cadáver de Estanislao fue troceado y arrojado a un pozo que se muestra en Cracovia. Está enterrado en la catedral de Wawel en Cracovia. Su historia recuerda a las de santos Fridolino y Tomás Becket. Fue canonizado por Inocencio IV el 8 de septiembre de 1253. Patrón de Polonia y Cracovia.
jueves, 10 de abril de 2025
Lecturas del 10/04/2025
En aquellos días, Abrahán cayó rostro en tierra y Dios le habló así: «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera, sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tú Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios». El Señor añadió a Abrahán: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes por generaciones».
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra del Señor.
10 de Abril 2025 – Santa Magdalena de Canossa
Magdalena nació en Verona el l° marzo de 1774 de noble y rica familia, tercera hija de seis hermanos. Su vida fue señalada enseguida por tristes episodios como la muerte del padre, la segunda bodas de la madre, la enfermedad y la incomprensión pero el Dios la guía hacia calles imprevisibles que Magdalena intenta con fatiga de recorrer.
Atraída por el amor de Dios, a 17 años desea consagrar la misma vida a Él y por dos veces intenta la experiencia del Carmelo pero el Espíritu le dice interiormente de recorrer una calle nueva: dejarse querer de Jesús para estar totalmente disponible a los hermanos afligidos por varias pobrezas. Vuelve en familia y, obligada de nuevo de acontecimientos dolorosos y de trágicas situaciones históricas de fin Setecientos, encierra en el secreto del corazón su llamada y se introduce en la vida del palacio Canossa, aceptando la administración del vasto patrimonio familiar.
Con empeño y dedicación, Magdalena absuelve sus deberes cotidianos y amplía el círculo de sus amistades, quedando abierta a la acción misteriosa del Espíritu que gradualmente plasma su corazón y la hace partícipe del amor del Padre para el hombre sobre el ejemplo de María, Virgen de los Dolores.
Encendida por esta caridad, Magdalena se abre al grito de los pobres hambrientos de pan, de instrucción, de comprensión, de la Palabra de Dios. Los descubre en los barrios periféricos de Verona, dónde los reflejos de la Revolución francesa, las alternas dominaciones de Emperadores extranjeros, las Pascuas veronesas, dejaron huellas de evidentes devastaciones y humanos sufrimientos.
En el 1808, superadas las últimas resistencias de su familia, Magdalena deja definitivamente el edificio Canossa para dar principio, en el barrio más pobre en Verona, a aquél que reconoce interiormente ser la voluntad del Dios: ¡sirve a los hombres más necesitados con el corazón de Cristo!
¡La Caridad es un fuego que se dilata! Magdalena se hace disponible al Espíritu que la guía también entre los pobres de otras ciudades: Venecia, Milán, Bérgamo, Trento. En pocas décadas las fundaciones del Canossa se multiplican.
El amor del Crucifijo Renacido arde en el corazón de Magdalena que con las compañeras se vuelve en testigo del mismo amor en cinco ámbitos específicos: la escuela de caridad por la promoción integral de la persona; la catequesis a todas las categorías, privilegiando los lejanos; la asistencia sobre todo a las pacientes de los hospitales; seminarios residenciales para formar jóvenes maestras de campo y preciosas colaboradoras de los curas en las actividades pastorales; corridos de Ejercicios espirituales anuales para las damas de la alta nobleza, al objetivo de animarle espiritualmente e implicarle en las varias obras de caridad.
La institución de las Hijas de la Caridad entre el 1819 y el 1820 consigue la aprobación eclesiástica en las varias Diócesis donde las Comunidades están presentes. Papa Leo XII aprueba la Regla del instituto, con el Breve Si Nobis, el 23 de diciembre de 1828. Hasta el final de su vida, después de repetidos quebrados tentativas con don Antonio Rosmini y don Antonio Provolo, Magdalena logra también dar inicio al instituto masculino de ella planeado ya desde el 1799.
El 23 de mayo de 1831 a Venecia se abre el primer Oratorio de los Hijos de la Caridad por la formación cristiana de los chicos y los hombres, confiándolo al sacerdote veneciano don Francesco Luzzo, coadyuvado por dos laicos de Bergamo: Giuseppe Carsana y Benedetto Belloni.
Magdalena vuelve a la Casa del Padre a los 61 años. Muere a Verona asistida por sus Hijas el 10 de abril de 1835, viernes de Pasión.
Atraída por el amor de Dios, a 17 años desea consagrar la misma vida a Él y por dos veces intenta la experiencia del Carmelo pero el Espíritu le dice interiormente de recorrer una calle nueva: dejarse querer de Jesús para estar totalmente disponible a los hermanos afligidos por varias pobrezas. Vuelve en familia y, obligada de nuevo de acontecimientos dolorosos y de trágicas situaciones históricas de fin Setecientos, encierra en el secreto del corazón su llamada y se introduce en la vida del palacio Canossa, aceptando la administración del vasto patrimonio familiar.
Con empeño y dedicación, Magdalena absuelve sus deberes cotidianos y amplía el círculo de sus amistades, quedando abierta a la acción misteriosa del Espíritu que gradualmente plasma su corazón y la hace partícipe del amor del Padre para el hombre sobre el ejemplo de María, Virgen de los Dolores.
Encendida por esta caridad, Magdalena se abre al grito de los pobres hambrientos de pan, de instrucción, de comprensión, de la Palabra de Dios. Los descubre en los barrios periféricos de Verona, dónde los reflejos de la Revolución francesa, las alternas dominaciones de Emperadores extranjeros, las Pascuas veronesas, dejaron huellas de evidentes devastaciones y humanos sufrimientos.
En el 1808, superadas las últimas resistencias de su familia, Magdalena deja definitivamente el edificio Canossa para dar principio, en el barrio más pobre en Verona, a aquél que reconoce interiormente ser la voluntad del Dios: ¡sirve a los hombres más necesitados con el corazón de Cristo!
¡La Caridad es un fuego que se dilata! Magdalena se hace disponible al Espíritu que la guía también entre los pobres de otras ciudades: Venecia, Milán, Bérgamo, Trento. En pocas décadas las fundaciones del Canossa se multiplican.
El amor del Crucifijo Renacido arde en el corazón de Magdalena que con las compañeras se vuelve en testigo del mismo amor en cinco ámbitos específicos: la escuela de caridad por la promoción integral de la persona; la catequesis a todas las categorías, privilegiando los lejanos; la asistencia sobre todo a las pacientes de los hospitales; seminarios residenciales para formar jóvenes maestras de campo y preciosas colaboradoras de los curas en las actividades pastorales; corridos de Ejercicios espirituales anuales para las damas de la alta nobleza, al objetivo de animarle espiritualmente e implicarle en las varias obras de caridad.
La institución de las Hijas de la Caridad entre el 1819 y el 1820 consigue la aprobación eclesiástica en las varias Diócesis donde las Comunidades están presentes. Papa Leo XII aprueba la Regla del instituto, con el Breve Si Nobis, el 23 de diciembre de 1828. Hasta el final de su vida, después de repetidos quebrados tentativas con don Antonio Rosmini y don Antonio Provolo, Magdalena logra también dar inicio al instituto masculino de ella planeado ya desde el 1799.
El 23 de mayo de 1831 a Venecia se abre el primer Oratorio de los Hijos de la Caridad por la formación cristiana de los chicos y los hombres, confiándolo al sacerdote veneciano don Francesco Luzzo, coadyuvado por dos laicos de Bergamo: Giuseppe Carsana y Benedetto Belloni.
Magdalena vuelve a la Casa del Padre a los 61 años. Muere a Verona asistida por sus Hijas el 10 de abril de 1835, viernes de Pasión.
miércoles, 9 de abril de 2025
Lecturas del 09/04/2025
En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: « ¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no teméis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la citara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados inmediatamente al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?». Sidrac, Misac y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor: «A eso no tenemos por qué responder. Si nuestro Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido, nos librará, oh rey, de tus manos. Y aunque no lo hiciera, que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido».
Entonces Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac: y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. Entonces el rey Nabucodonosor se alarmó, se levantó y preguntó, estupefacto, a sus consejeros: « ¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?».
Le respondieron: «Así es, majestad».
Preguntó: « ¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el fuego sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino» Nabucodonosor entonces dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo».
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Palabra del Señor.
09 de Abril 2025 – San Juan el Limosnero - Patriarca de Alejandría
San Juan, apodado el Capellán por sus extraordinarias limosnas, nació en la isla de Chipre; contrajo matrimonio a una edad temprana y perdió a su esposa e hijos. Sin ataduras, repartió su fortuna entre los pobres y sólo se dedicó a los ejercicios de la piedad cristiana.
Su reputación de santidad le valió el título de Patriarca de Alejandría. Su primer cuidado, en esta eminente dignidad, fue obtener una lista exacta de los pobres, a quienes llamaba sus amos y señores, porque Jesucristo les dio el poder de abrir las puertas del Cielo. Y eran siete mil quinientos, y los tomó bajo su protección y se ocupó de sus necesidades.
Usaba dos días a la semana para terminar las disputas, para consolar a los afligidos, para aliviar a los desafortunados. Un hombre a quien había socorrido, mostrando su gratitud, lo interrumpió diciéndole: «Hermano mío, aún no he derramado mi sangre por ti, como me manda Jesucristo, mi Salvador y mi Dios.»
Su caridad cruzó las fronteras de la Diócesis de Alejandría, y ciertamente no podía bastar sin milagros. A Juan no le importaba dar dos o tres veces a la misma gente que se lo pedía. Un día, alguien, para ponerlo a prueba, se presentó tres veces seguidas con diferentes trajes pobres; el patriarca, advirtió, sin embargo, siempre daba, diciendo: «Tal vez sea Jesucristo disfrazado de mendigo el que quiere poner a prueba mi caridad».
Si uno se siente tentado a ser sorprendido por tantos dones, debe recordar un hecho de su juventud que lo explica todo. Tenía quince años cuando una noche se le apareció la misericordia, en forma de virgen, y le dijo: «Yo soy la primera de las hijas del gran Rey; si quieres casarte conmigo, te daré acceso a Él, porque estoy muy cerca de Él; soy yo quien Lo bajó del Cielo a la tierra para salvar a los hombres».
Para experimentar la realidad de la visión, a la mañana siguiente le dio su hábito a un pobre hombre que pasaba por allí, e inmediatamente un extraño vino a entregarle una bolsa de cien piezas de oro. Desde entonces, cuando daba limosna, siempre se decía a sí mismo: «Veré si Jesucristo cumple Su promesa dándome cien por uno». Hizo esta prueba tantas veces, que al final ya no dijo estas palabras, sino que siempre sintió el efecto de la promesa divina. Aunque Juan dio grandes sumas, grandes cantidades, siempre recibió mucho más.
Su reputación de santidad le valió el título de Patriarca de Alejandría. Su primer cuidado, en esta eminente dignidad, fue obtener una lista exacta de los pobres, a quienes llamaba sus amos y señores, porque Jesucristo les dio el poder de abrir las puertas del Cielo. Y eran siete mil quinientos, y los tomó bajo su protección y se ocupó de sus necesidades.
Usaba dos días a la semana para terminar las disputas, para consolar a los afligidos, para aliviar a los desafortunados. Un hombre a quien había socorrido, mostrando su gratitud, lo interrumpió diciéndole: «Hermano mío, aún no he derramado mi sangre por ti, como me manda Jesucristo, mi Salvador y mi Dios.»
Su caridad cruzó las fronteras de la Diócesis de Alejandría, y ciertamente no podía bastar sin milagros. A Juan no le importaba dar dos o tres veces a la misma gente que se lo pedía. Un día, alguien, para ponerlo a prueba, se presentó tres veces seguidas con diferentes trajes pobres; el patriarca, advirtió, sin embargo, siempre daba, diciendo: «Tal vez sea Jesucristo disfrazado de mendigo el que quiere poner a prueba mi caridad».
Si uno se siente tentado a ser sorprendido por tantos dones, debe recordar un hecho de su juventud que lo explica todo. Tenía quince años cuando una noche se le apareció la misericordia, en forma de virgen, y le dijo: «Yo soy la primera de las hijas del gran Rey; si quieres casarte conmigo, te daré acceso a Él, porque estoy muy cerca de Él; soy yo quien Lo bajó del Cielo a la tierra para salvar a los hombres».
Para experimentar la realidad de la visión, a la mañana siguiente le dio su hábito a un pobre hombre que pasaba por allí, e inmediatamente un extraño vino a entregarle una bolsa de cien piezas de oro. Desde entonces, cuando daba limosna, siempre se decía a sí mismo: «Veré si Jesucristo cumple Su promesa dándome cien por uno». Hizo esta prueba tantas veces, que al final ya no dijo estas palabras, sino que siempre sintió el efecto de la promesa divina. Aunque Juan dio grandes sumas, grandes cantidades, siempre recibió mucho más.
martes, 8 de abril de 2025
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