jueves, 9 de abril de 2020
Beata Margarita Rutan

En Dax, Francia, beata Margarita Rutan, virgen y mártir, hermana de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, superiora de la comunidad en el hospital de Dax, muerta en la guillotina por mantener la confesión de Cristo.
Nació en Metz, Francia. Su padre era arquitecto y contratista, y su madre, ama de casa, quien le brindó una gran educación religiosa. Cuando tenía 18 años Margarita expresó un deseo de unirse a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero no recibió el consentimiento de sus padres. Finalmente llegó a la Casa Madre en París en 1757, tenía 21 años de edad.
Sor Rutan trabajó más de quince años en Pau. Sor Margarita Rutan llegó a Dax en 1789 y desempeñó su cargo de superiora los años siguientes, que fueron los más duros y violentos de la Revolución Francesa. Ella, fue atacada y perseguida por los revolucionarios. A Dax había sido destinada para servir en el hospital de la ciudad. Fue importante la contribución que hizo para la atención de los enfermos. Día tras día, la figura de la nueva superiora adquiría importancia y prestigio por lo cual no podía permanecer ignorada ni escondida ante los ojos del gobierno francés.
Sor Rutan sufrió acusaciones falsas e insostenibles como resultado de pretextos infundados. El 3 de octubre de 1793, las religiosas que prestaban sus servicios a las personas de edad avanzada en los hospitales o las escuelas debían elegir: o bien tomar el juramento o retirarse de su trabajo. Las Hijas de la Caridad del Hospital de Dax rechazaron el juramento.
Sor Margarita fue puesta en la cárcel el 24 de diciembre 1793, junto con otras 54 mujeres en el convento de los Carmelitas, éste, fue transformado en una cárcel de mujeres. El 3 de marzo de 1794 también fueron encarceladas otras 11 Hijas de la Caridad del hospital porque fueron señaladas como aristócratas, fanáticas y supersticiosas. Cuando sor Margarita estaba en la cárcel fue acusada por un soldado que presentó en su contra otros cargos como faltar contra la ley.
Fue sometida a un primer interrogatorio el 15 de enero de 1794. El 28 de marzo de 1794 se ordenó y llevó a cabo una búsqueda en su celda, donde se encontraron panfletos y artículos, que, en opinión de los revolucionarios, fueron la prueba de su espíritu antirrepublicano, incivil y su participación en contra de la revolución. Sor Rutan en la cárcel fue mantenida en total aislamiento, fue sometida a una especie de interrogatorio judicial, en la que no se le permitió defenderse de las acusaciones. Al final del interrogatorio los jueces emitieron la sentencia, que se realizó en el mismo día. Fue guillotinada. Fue beatificada por SS. Benedicto XVI el 19 de junio de 2011.
Nació en Metz, Francia. Su padre era arquitecto y contratista, y su madre, ama de casa, quien le brindó una gran educación religiosa. Cuando tenía 18 años Margarita expresó un deseo de unirse a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero no recibió el consentimiento de sus padres. Finalmente llegó a la Casa Madre en París en 1757, tenía 21 años de edad.
Sor Rutan trabajó más de quince años en Pau. Sor Margarita Rutan llegó a Dax en 1789 y desempeñó su cargo de superiora los años siguientes, que fueron los más duros y violentos de la Revolución Francesa. Ella, fue atacada y perseguida por los revolucionarios. A Dax había sido destinada para servir en el hospital de la ciudad. Fue importante la contribución que hizo para la atención de los enfermos. Día tras día, la figura de la nueva superiora adquiría importancia y prestigio por lo cual no podía permanecer ignorada ni escondida ante los ojos del gobierno francés.
Sor Rutan sufrió acusaciones falsas e insostenibles como resultado de pretextos infundados. El 3 de octubre de 1793, las religiosas que prestaban sus servicios a las personas de edad avanzada en los hospitales o las escuelas debían elegir: o bien tomar el juramento o retirarse de su trabajo. Las Hijas de la Caridad del Hospital de Dax rechazaron el juramento.
Sor Margarita fue puesta en la cárcel el 24 de diciembre 1793, junto con otras 54 mujeres en el convento de los Carmelitas, éste, fue transformado en una cárcel de mujeres. El 3 de marzo de 1794 también fueron encarceladas otras 11 Hijas de la Caridad del hospital porque fueron señaladas como aristócratas, fanáticas y supersticiosas. Cuando sor Margarita estaba en la cárcel fue acusada por un soldado que presentó en su contra otros cargos como faltar contra la ley.
Fue sometida a un primer interrogatorio el 15 de enero de 1794. El 28 de marzo de 1794 se ordenó y llevó a cabo una búsqueda en su celda, donde se encontraron panfletos y artículos, que, en opinión de los revolucionarios, fueron la prueba de su espíritu antirrepublicano, incivil y su participación en contra de la revolución. Sor Rutan en la cárcel fue mantenida en total aislamiento, fue sometida a una especie de interrogatorio judicial, en la que no se le permitió defenderse de las acusaciones. Al final del interrogatorio los jueces emitieron la sentencia, que se realizó en el mismo día. Fue guillotinada. Fue beatificada por SS. Benedicto XVI el 19 de junio de 2011.
miércoles, 8 de abril de 2020
Lecturas
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: « ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?».
Palabra del Señor.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos. ¿Quién me acusará? Que se acerque.
Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará?
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: « ¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: « ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: « ¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, más le valdría a ese hombre no haber nacido».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: « ¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho».
Palabra del Señor.
San Dionisio de Corinto

Conmemoración de san Dionisio, obispo de Corinto, el cual, dotado de admirable conocimiento de la palabra de Dios, no sólo enseñó con la predicación a los fieles de su ciudad y de su provincia, sino también a los obispos de otras ciudades y provincias mediante sus cartas.
Obispo de Corinto, fue uno de los más distinguidos hombres de Iglesia del siglo II. Se hace acreedor de las iglesias de Oriente por su amplio espíritu de servicio, como aparece en sus “Siete cartas católicas”: a los cristianos de Lacedemonia, Atenas, Nicomedia, Gortina, Creta, Knosos y el Ponto.
Casi todas las herejías de los tres primeros siglos provenían de los principios de la filosofía pagana. San Dionisio se dedicó a hacerlo notar y a descubrir la escuela filosófica que había dado origen a cada herejía. Al hablar de la escuela de los marcionitas (que negaba el Antiguo Testamento y otros aspectos de la doctrina), dice: «Nada tiene de extraño que hayan llegado incluso a falsificar el texto de la Sagrada Escritura, puesto que estaban acostumbrados a falsificarlo todo».
Al obispo san Pinito de Nkossos le exhortó que no se empeñara en hacer guardar a todos la castidad absoluta, y que fuera comprensivo con las flaquezas de la carne: y que aconsejase el matrimonio a los que no se atrevían a perseverar en la virginidad. La paz y la unidad, la pureza en la fe y en la vida, la virginidad y el matrimonio, debían resplandecer, según él, en la vida siempre con un sentido cristiano.
El Martirologio Romano decía: “En Corinto, el bienaventurado Dionisio, obispo, que, por su ciencia y por la gracia que Dios le dio para proclamar su palabra, ilustró al pueblo: no sólo de su ciudad y de su provincia, sino que, por medio de sus cartas, adoctrinó también a los obispos de otras ciudades y provincias. Tal veneración tenía hacia los romanos pontífices, que mandó leer sus cartas públicamente en las iglesias los domingos. Floreció en tiempos de los emperadores Marco Aurelio y Lucio Aurelio Cómodo”. Mantuvo correspondencia con el papa san Sotero y conoció a san Pedro, san Pablo y san Juan.
En una carta en que agradece a la Iglesia de Roma, entonces gobernada por san Sotero, las limosnas que no dejó de enviarle, escribe san Dionisio: «Desde los primeros tiempos habéis practicado la limosna y ayudado a las Iglesias necesitadas. Siguiendo el ejemplo de vuestros padres, socorréis a los pobres, especialmente a los que trabajan en las minas. Vuestro santo obispo Sotero no cede en nada a sus predecesores, sino que les aventaja. La paternal solicitud con que consuela y aconseja a cuantos se acercan a él, es de todos conocida. Esta mañana celebramos en comunidad el día del Señor y leímos vuestra carta, así como la que antes nos había escrito Clemente». Esto significa que en la Iglesia de Corinto se leyó aquella carta de instrucción, después de leerse la Sagrada Escritura y de celebrarse los sagrados misterios.
Aunque los griegos lo conmemoran como mártir parece ser que murió de muerte natural, aunque se le debería dar el rango de mártir por los muchos sufrimientos, que por causa de la fe, padeció.
Obispo de Corinto, fue uno de los más distinguidos hombres de Iglesia del siglo II. Se hace acreedor de las iglesias de Oriente por su amplio espíritu de servicio, como aparece en sus “Siete cartas católicas”: a los cristianos de Lacedemonia, Atenas, Nicomedia, Gortina, Creta, Knosos y el Ponto.
Casi todas las herejías de los tres primeros siglos provenían de los principios de la filosofía pagana. San Dionisio se dedicó a hacerlo notar y a descubrir la escuela filosófica que había dado origen a cada herejía. Al hablar de la escuela de los marcionitas (que negaba el Antiguo Testamento y otros aspectos de la doctrina), dice: «Nada tiene de extraño que hayan llegado incluso a falsificar el texto de la Sagrada Escritura, puesto que estaban acostumbrados a falsificarlo todo».
Al obispo san Pinito de Nkossos le exhortó que no se empeñara en hacer guardar a todos la castidad absoluta, y que fuera comprensivo con las flaquezas de la carne: y que aconsejase el matrimonio a los que no se atrevían a perseverar en la virginidad. La paz y la unidad, la pureza en la fe y en la vida, la virginidad y el matrimonio, debían resplandecer, según él, en la vida siempre con un sentido cristiano.
El Martirologio Romano decía: “En Corinto, el bienaventurado Dionisio, obispo, que, por su ciencia y por la gracia que Dios le dio para proclamar su palabra, ilustró al pueblo: no sólo de su ciudad y de su provincia, sino que, por medio de sus cartas, adoctrinó también a los obispos de otras ciudades y provincias. Tal veneración tenía hacia los romanos pontífices, que mandó leer sus cartas públicamente en las iglesias los domingos. Floreció en tiempos de los emperadores Marco Aurelio y Lucio Aurelio Cómodo”. Mantuvo correspondencia con el papa san Sotero y conoció a san Pedro, san Pablo y san Juan.
En una carta en que agradece a la Iglesia de Roma, entonces gobernada por san Sotero, las limosnas que no dejó de enviarle, escribe san Dionisio: «Desde los primeros tiempos habéis practicado la limosna y ayudado a las Iglesias necesitadas. Siguiendo el ejemplo de vuestros padres, socorréis a los pobres, especialmente a los que trabajan en las minas. Vuestro santo obispo Sotero no cede en nada a sus predecesores, sino que les aventaja. La paternal solicitud con que consuela y aconseja a cuantos se acercan a él, es de todos conocida. Esta mañana celebramos en comunidad el día del Señor y leímos vuestra carta, así como la que antes nos había escrito Clemente». Esto significa que en la Iglesia de Corinto se leyó aquella carta de instrucción, después de leerse la Sagrada Escritura y de celebrarse los sagrados misterios.
Aunque los griegos lo conmemoran como mártir parece ser que murió de muerte natural, aunque se le debería dar el rango de mártir por los muchos sufrimientos, que por causa de la fe, padeció.
martes, 7 de abril de 2020
Lecturas
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Palabra del Señor.
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza: «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.
Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: “Donde yo voy, vosotros no podéis ir”».
Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?».
Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».
Jesús le contestó: « ¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».
Palabra del Señor.
San Afraates

Ciertos pueblos de Oriente que abrazaron el cristianismo no han tenido una producción literaria con caracteres propios y nacionales. Tal sucede con los coptos, georgianos, etíopes y árabes. Las literaturas nacientes de estos pueblos se limitaron a atender sus necesidades espirituales con traducciones de obras griegas; se traducían las Sagradas Escrituras, homilías, libros litúrgicos, obras exegéticas y constituciones,
Otras naciones, en cambio, que vivían en íntima relación con la literatura griega y a la sombra del Imperio romano, después de su conversión al catolicismo, crearon una literatura nacional cristiana propia. En esta línea están los sirios y armenios. Sólo estos dos pueblos presentan un número apreciable de escritores que han dado origen a una producción teológica y literaria autónoma.
Un escritor de cierta importancia, y el más antiguo de los Padres de la Iglesia de Siria, es San Afraates, llamado "el Sabio persa" por los escritores sirios posteriores. Muy poco es lo que conocemos sobre su vida. De sus escritos podemos concluir que nació en el paganismo y que, al convertirse, abrazó la vida religiosa o de asceta. Poco tiempo después aparece ya cual figura prócer dentro de la Iglesia de Siria. Afraates cambió su nombre por el de Santiago. Ignoramos si esto aconteció al bautizarse, o si más bien tuvo lugar al ser consagrado obispo, conforme a una costumbre oriental, y no precisamente al iniciarse en las órdenes sagradas. El nombre de Santiago explicaría satisfactoriamente el que tanto Genadio como el traductor de las obras de Afraates al armenio le confundiesen con Santiago de Nísibe.
Afraates fue obispo probablemente, y quizá en el monasterio de San Mateo, cerca de Mosul. Sobre la duración de su vida y la fecha de su muerte no tenemos dato alguno preciso. Sin embargo, ateniéndonos a la ciencia de que él hace alarde, a su experiencia, al conocimiento de la Sagrada Escritura, es verosímil admitir que era de edad avanzada cuando, en 340, iniciaba en Persia el rey Sapor la persecución contra los cristianos. Por otra parte, Bar-Hebraeus nos presenta al escritor sirio como contemporáneo del obispo de Seleucia-Ctesifón, Papas. Ahora bien Papas, promotor de tantos disturbios en la Iglesia de mesopotamia, moría, según la cronología de Bar-Hebraeus, en 335. Estos datos concuerdan con los que el mismo Afraates nos ha transmitido en sus obras. Apoyados en tales pormenores nos permitimos proponer dos fechas que encierran la vida del escritor sirio: 280?-350?
Afraates es autor únicamente de 23 tratados o demostraciones, llamados erróneamente por algunos escritores homilías. Cada uno de estos tratados empieza por una letra del alfabeto siríaco, siguiendo el orden mismo del alfabeto. Las compuso en Persia bajo el reinado de Sapor. La fuerza y viveza de su estilo nos urge a pensar, cual lugar de redacción, en aquellas provincias iranianas fronterizas con el Imperio romano. Esta obra, dada a conocer por W. Cureton en 1855, tiene el gran mérito de ser el escrito más antiguo que poseemos íntegramente en siríaco.
Abarca diversos temas de carácter teológico, ascético y disciplinar. Varios tratados son de controversia. Polemiza con los judíos, que poseían en Persia y Mesopotamia grandes y célebres escuelas desde el tiempo de la cautividad. Afraates finge como interlocutor un "doctor judío" cuyos argumentos va refutando con brillantez.
De las 23 demostraciones nueve las escribió contra la estirpe israelita, tocando en ellas aquellos temas que más caracterizan la religiosidad del pueblo escogido: circuncisión, pascua, el sábado, alimentos legales, vocación de los gentiles, Cristo hijo de Dios, virginidad, persecución y restauración de la nación judía.
Otras diez son de carácter ascético-moral y expone temas tan sugestivos como el de la fe, caridad, ayuno, ascetas, penitentes, humildad, etc. Dos son circunstanciales, exhortando en una de ellas al clero y pueblo de Seleucia y Ctesifón, y en la otra sermonea sobre las guerras. Otras dos, por fin, son de sabor dogmático, discutiendo con los herejes en torno a la resurrección, la muerte y los últimos acontecimientos del fin del mundo. Compuso las diez primeras demostraciones en 336-337; las doce siguientes en 343-344 y la última en agosto del 345.
Realmente la obra de Afraates es una síntesis de toda la doctrina cristiana. Desde el punto de vista de la teología la labor del escritor sirio es pobre, sobre todo si se la compara con la de sus contemporáneos griegos y latinos. Sin embargo, tiene a su favor la gran valía de ser el testimonio más antiguo de la fe de su país. Es indiscutible también que sobre las materias por él tratadas su autoridad es considerable, porque vivía alejado del mundo romano y de las controversias doctrinales que surgieron a consecuencia del concilio de Nicea.
Apartado de la contienda, San Afraates, cumpliendo la misión del buen pastor, se esfuerza por vivir su fe y por hacerla vivir en todos los que le rodean. Sus comentarios a la Escritura son sencillos, pero eficaces y penetrantes. La obra de Afraates no está exenta de errores doctrinales, pero no es mancha ninguna; sus puntos de vista fueron luego compartidos por San Efrén y otros escritores de la época. Pese a estos insignificantes desaciertos dogmáticos Afraates es un gran defensor de la ortodoxia y el conocimiento de sus escritos presta al teólogo una buena ayuda.
Habla con bastante seguridad acerca de Dios, Santísima Trinidad, Jesucristo, sacramentos y alma. A la Santísima Virgen dedica pocas líneas, como, en general, todos los escritores sirios, pero nos ofrece un precioso testimonio cuando confiesa su perpetua virginidad y maternidad divina. María, nos dice San Afraates, agradó más a Dios que todos los justos. Otro gran pilar sobre el que se levanta la grandeza de María es su humildad. Los ángeles, mensajeros de Dios, le sirven, le presentan las oraciones de los hombres, guardan a los individuos y a los pueblos y conducen a la humanidad al juicio. Afraates es un defensor vigoroso de la divinidad de Jesús y de su filiación divina; sostiene también, con no menor pujanza, la divinidad del Espíritu Santo. Aunque con terminología imprecisa su doctrina es abiertamente conforme a los cánones de Nicea. Espléndido es asimismo el testimonio sobre el primado de San Pedro. Santiago y San Juan, nos dice, son las columnas de la Iglesia, pero San Pedro es el fundamento.
Un segundo aspecto que no puede olvidarse en la obra de San Afraates es el interés que ofrece al filólogo y al historiador. En los escritos del primero de los Padres sirios el filólogo tiene en sus manos la obra más antigua de la literatura siríaca; le ha de interesar necesariamente la gramática y el léxico como punto de partida de la tradición manuscrita de este país; otras obras, la Biblia por ejemplo, no son más que traducciones y no obras originales.
El historiador profano advertirá en la obra de nuestro Santo las controversias con los gnósticos y judíos, y no pocas alusiones a los acontecimientos de la época. El historiador eclesiástico encontrará en San Afraates los orígenes del monacato oriental, vestigios de la jerarquía y organización de la comunidad cristiana de esta época, clericato, sacramentos, fiestas y culto.
Otra faceta del Santo, la más descuidada por los escritores, es el considerarle como un gran maestro de vida espiritual. Sus demostraciones sobre la fe, caridad, penitencia, ayuno, oración, humildad. etc., rezuman sencillez y unción y despiden fuego. Tiene un sentido tan maravilloso de la mesura y de la bondad que recuerda la dulzura de San Francisco de Sales. Y la doctrina espiritual de San Afraates se hace todavía más importante porque tiene un carácter exclusivamente cristiano; nuestro Santo no ha sido influido por ninguna filosofía, un acontecimiento raro entre griegos y sirios.
San Afraates es modelo y un ejemplar bien alto del sacerdote consagrado a su ministerio. Vivió intensamente la vida de santidad, enseñó la fe, la predicó y polemizó por defenderla. Se entregó sin reserva a evangelizar a su País. Hecho todo para todos, con justicia la Iglesia le incluye entre sus santos Y con orgullo su patria le venera entre sus héroes.
Otras naciones, en cambio, que vivían en íntima relación con la literatura griega y a la sombra del Imperio romano, después de su conversión al catolicismo, crearon una literatura nacional cristiana propia. En esta línea están los sirios y armenios. Sólo estos dos pueblos presentan un número apreciable de escritores que han dado origen a una producción teológica y literaria autónoma.
Un escritor de cierta importancia, y el más antiguo de los Padres de la Iglesia de Siria, es San Afraates, llamado "el Sabio persa" por los escritores sirios posteriores. Muy poco es lo que conocemos sobre su vida. De sus escritos podemos concluir que nació en el paganismo y que, al convertirse, abrazó la vida religiosa o de asceta. Poco tiempo después aparece ya cual figura prócer dentro de la Iglesia de Siria. Afraates cambió su nombre por el de Santiago. Ignoramos si esto aconteció al bautizarse, o si más bien tuvo lugar al ser consagrado obispo, conforme a una costumbre oriental, y no precisamente al iniciarse en las órdenes sagradas. El nombre de Santiago explicaría satisfactoriamente el que tanto Genadio como el traductor de las obras de Afraates al armenio le confundiesen con Santiago de Nísibe.
Afraates fue obispo probablemente, y quizá en el monasterio de San Mateo, cerca de Mosul. Sobre la duración de su vida y la fecha de su muerte no tenemos dato alguno preciso. Sin embargo, ateniéndonos a la ciencia de que él hace alarde, a su experiencia, al conocimiento de la Sagrada Escritura, es verosímil admitir que era de edad avanzada cuando, en 340, iniciaba en Persia el rey Sapor la persecución contra los cristianos. Por otra parte, Bar-Hebraeus nos presenta al escritor sirio como contemporáneo del obispo de Seleucia-Ctesifón, Papas. Ahora bien Papas, promotor de tantos disturbios en la Iglesia de mesopotamia, moría, según la cronología de Bar-Hebraeus, en 335. Estos datos concuerdan con los que el mismo Afraates nos ha transmitido en sus obras. Apoyados en tales pormenores nos permitimos proponer dos fechas que encierran la vida del escritor sirio: 280?-350?
Afraates es autor únicamente de 23 tratados o demostraciones, llamados erróneamente por algunos escritores homilías. Cada uno de estos tratados empieza por una letra del alfabeto siríaco, siguiendo el orden mismo del alfabeto. Las compuso en Persia bajo el reinado de Sapor. La fuerza y viveza de su estilo nos urge a pensar, cual lugar de redacción, en aquellas provincias iranianas fronterizas con el Imperio romano. Esta obra, dada a conocer por W. Cureton en 1855, tiene el gran mérito de ser el escrito más antiguo que poseemos íntegramente en siríaco.
Abarca diversos temas de carácter teológico, ascético y disciplinar. Varios tratados son de controversia. Polemiza con los judíos, que poseían en Persia y Mesopotamia grandes y célebres escuelas desde el tiempo de la cautividad. Afraates finge como interlocutor un "doctor judío" cuyos argumentos va refutando con brillantez.
De las 23 demostraciones nueve las escribió contra la estirpe israelita, tocando en ellas aquellos temas que más caracterizan la religiosidad del pueblo escogido: circuncisión, pascua, el sábado, alimentos legales, vocación de los gentiles, Cristo hijo de Dios, virginidad, persecución y restauración de la nación judía.
Otras diez son de carácter ascético-moral y expone temas tan sugestivos como el de la fe, caridad, ayuno, ascetas, penitentes, humildad, etc. Dos son circunstanciales, exhortando en una de ellas al clero y pueblo de Seleucia y Ctesifón, y en la otra sermonea sobre las guerras. Otras dos, por fin, son de sabor dogmático, discutiendo con los herejes en torno a la resurrección, la muerte y los últimos acontecimientos del fin del mundo. Compuso las diez primeras demostraciones en 336-337; las doce siguientes en 343-344 y la última en agosto del 345.
Realmente la obra de Afraates es una síntesis de toda la doctrina cristiana. Desde el punto de vista de la teología la labor del escritor sirio es pobre, sobre todo si se la compara con la de sus contemporáneos griegos y latinos. Sin embargo, tiene a su favor la gran valía de ser el testimonio más antiguo de la fe de su país. Es indiscutible también que sobre las materias por él tratadas su autoridad es considerable, porque vivía alejado del mundo romano y de las controversias doctrinales que surgieron a consecuencia del concilio de Nicea.
Apartado de la contienda, San Afraates, cumpliendo la misión del buen pastor, se esfuerza por vivir su fe y por hacerla vivir en todos los que le rodean. Sus comentarios a la Escritura son sencillos, pero eficaces y penetrantes. La obra de Afraates no está exenta de errores doctrinales, pero no es mancha ninguna; sus puntos de vista fueron luego compartidos por San Efrén y otros escritores de la época. Pese a estos insignificantes desaciertos dogmáticos Afraates es un gran defensor de la ortodoxia y el conocimiento de sus escritos presta al teólogo una buena ayuda.
Habla con bastante seguridad acerca de Dios, Santísima Trinidad, Jesucristo, sacramentos y alma. A la Santísima Virgen dedica pocas líneas, como, en general, todos los escritores sirios, pero nos ofrece un precioso testimonio cuando confiesa su perpetua virginidad y maternidad divina. María, nos dice San Afraates, agradó más a Dios que todos los justos. Otro gran pilar sobre el que se levanta la grandeza de María es su humildad. Los ángeles, mensajeros de Dios, le sirven, le presentan las oraciones de los hombres, guardan a los individuos y a los pueblos y conducen a la humanidad al juicio. Afraates es un defensor vigoroso de la divinidad de Jesús y de su filiación divina; sostiene también, con no menor pujanza, la divinidad del Espíritu Santo. Aunque con terminología imprecisa su doctrina es abiertamente conforme a los cánones de Nicea. Espléndido es asimismo el testimonio sobre el primado de San Pedro. Santiago y San Juan, nos dice, son las columnas de la Iglesia, pero San Pedro es el fundamento.
Un segundo aspecto que no puede olvidarse en la obra de San Afraates es el interés que ofrece al filólogo y al historiador. En los escritos del primero de los Padres sirios el filólogo tiene en sus manos la obra más antigua de la literatura siríaca; le ha de interesar necesariamente la gramática y el léxico como punto de partida de la tradición manuscrita de este país; otras obras, la Biblia por ejemplo, no son más que traducciones y no obras originales.
El historiador profano advertirá en la obra de nuestro Santo las controversias con los gnósticos y judíos, y no pocas alusiones a los acontecimientos de la época. El historiador eclesiástico encontrará en San Afraates los orígenes del monacato oriental, vestigios de la jerarquía y organización de la comunidad cristiana de esta época, clericato, sacramentos, fiestas y culto.
Otra faceta del Santo, la más descuidada por los escritores, es el considerarle como un gran maestro de vida espiritual. Sus demostraciones sobre la fe, caridad, penitencia, ayuno, oración, humildad. etc., rezuman sencillez y unción y despiden fuego. Tiene un sentido tan maravilloso de la mesura y de la bondad que recuerda la dulzura de San Francisco de Sales. Y la doctrina espiritual de San Afraates se hace todavía más importante porque tiene un carácter exclusivamente cristiano; nuestro Santo no ha sido influido por ninguna filosofía, un acontecimiento raro entre griegos y sirios.
San Afraates es modelo y un ejemplar bien alto del sacerdote consagrado a su ministerio. Vivió intensamente la vida de santidad, enseñó la fe, la predicó y polemizó por defenderla. Se entregó sin reserva a evangelizar a su País. Hecho todo para todos, con justicia la Iglesia le incluye entre sus santos Y con orgullo su patria le venera entre sus héroes.
lunes, 6 de abril de 2020
Lecturas
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
Palabra del Señor.
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella: «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: « ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.
Beato Notkero Bálbulo

En el monasterio de San Gallo, en la región de Suabia, beato Notkero Bálbulo, monje, que pasó casi toda la vida en este cenobio componiendo numerosas secuencias. Grácil de cuerpo pero no de ánimo, tartamudo de voz pero no de espíritu, fue firme en todo lo divino, paciente en lo adverso, manso para con todos, diligente en la oración, en la lectura, en la meditación y en la escritura.
Nació en Heiligau (hoy Elgg) en el cantón de Zurich, en el seno de una familia distinguida. Ingresó siendo niño en la abadía benedictina de Saint Gall, donde pasó toda su vida. Perdió precozmente todos sus dientes, por lo que sólo podía hablar con mucha dificultad y tartamudeando y por ello se le llamó “Bálbulus” es decir “tartamudo”. Así aprendió a callar, abominó las conversaciones inútiles como indignas de un monje.
Tuvo por maestros a los monjes Iso, y después al irlandés Moengal. Llegó a ser bibliotecario en 890, recinto el más sagrado de la abadía después de la iglesia; y años más tarde hospedero, (892-894), cargo importante en aquellos tiempos de arduas peregrinaciones. Por su vasta cultura se le confió la dirección de la escuela abacial. Tuvo por discípulos a nobles y potentados, así como a Salomón III, obispo de Constanza, y Waldo, obispo de Freising en Baviera.
Su producción literaria fue muy extensa. En prosa cultivó el género epistolar, en que expone cuestiones científicas con estilo llano y atractivo. A su discípulo el obispo Salomón, cuando todavía era todavía diácono, le dedicó la "Notatio", que puede ser considerada como el primer tratado de patrología latina. De carácter histórico son el "Breviario de los reyes francos", que él continuó hasta Carlos III el Gordo. La "Gesta Caroli Magni" demuestra nuestro Beato su admiración por el emperador. A base del "Martirologio" que el arzobispo san Adón de Vienne entregó a St. Gallen el año 870 redactó Notkero su famoso "Martirologio", enriquecido con las muchas noticias hagiográficas existentes en el monasterio, de donde vino a resultar un pequeño "Año Cristiano", con la vida sucintamente descrita de los santos.
Pero el principal mérito literario de Notkero estriba en la poesía y en la música. Vio en la poesía un instrumento adecuado de santificación, y a ella se consagró con entusiasmo, destinándola al noble servicio de la liturgia y de la Iglesia. Escribió un poema dialogado sobre las artes, y otro con el título "De los cinco sentidos", seguido de un apéndice en prosa rítmica.
Notkero buscaba un medio para facilitar el aprendizaje musical, cuando la casualidad se lo brindó excelentemente. En el proemio o epístola dedicatoria de sus himnos a Liutward, obispo de Vercelli, lo cuenta él mismo: "Cuando yo era todavía un jovencillo y las melodías larguísimas, frecuentemente aprendidas de memoria, se me escapaban del corazoncillo, comencé a pensar en silencio la manera de ligarlas fuertemente. Entretanto aconteció que un sacerdote del monasterio de Jumiéges, poco antes destruido por los normandos (862), vino a nosotros trayendo consigo su antifonario, en el que había algunos versos para ser cantados en la vocalización final del aleluya, pero que ya estaban muy viciados. Su vista me produjo alegría, pero su gusto me causó amargura". Continúa refiriendo cómo comenzó a imitar aquellos versos, pero sin sus defectos, y que su maestro Iso le felicitó por los méritos poéticos, corrigiéndole las faltas, mientras le formuló la regla de oro para la poesía secuencial: A cada nota debe corresponder una sílaba. Entonces él comenzó a escribir versos, que pronto cantaron los niños y monjes de la abadía, y que rápidamente resonaron por toda Europa. Dio origen a las "Secuencias litúrgicas", componiendo el texto de muchas de ellas. Se dedicó también a cuidar a los enfermos del monasterio. Practicó las penitencias físicas, como medio para doblegar su cuerpo. Fue consejero de influyentes personajes: el rey Carlos el Gordo le tuvo en alta estima. Julio II confirmó su culto en 1513.
Nació en Heiligau (hoy Elgg) en el cantón de Zurich, en el seno de una familia distinguida. Ingresó siendo niño en la abadía benedictina de Saint Gall, donde pasó toda su vida. Perdió precozmente todos sus dientes, por lo que sólo podía hablar con mucha dificultad y tartamudeando y por ello se le llamó “Bálbulus” es decir “tartamudo”. Así aprendió a callar, abominó las conversaciones inútiles como indignas de un monje.
Tuvo por maestros a los monjes Iso, y después al irlandés Moengal. Llegó a ser bibliotecario en 890, recinto el más sagrado de la abadía después de la iglesia; y años más tarde hospedero, (892-894), cargo importante en aquellos tiempos de arduas peregrinaciones. Por su vasta cultura se le confió la dirección de la escuela abacial. Tuvo por discípulos a nobles y potentados, así como a Salomón III, obispo de Constanza, y Waldo, obispo de Freising en Baviera.
Su producción literaria fue muy extensa. En prosa cultivó el género epistolar, en que expone cuestiones científicas con estilo llano y atractivo. A su discípulo el obispo Salomón, cuando todavía era todavía diácono, le dedicó la "Notatio", que puede ser considerada como el primer tratado de patrología latina. De carácter histórico son el "Breviario de los reyes francos", que él continuó hasta Carlos III el Gordo. La "Gesta Caroli Magni" demuestra nuestro Beato su admiración por el emperador. A base del "Martirologio" que el arzobispo san Adón de Vienne entregó a St. Gallen el año 870 redactó Notkero su famoso "Martirologio", enriquecido con las muchas noticias hagiográficas existentes en el monasterio, de donde vino a resultar un pequeño "Año Cristiano", con la vida sucintamente descrita de los santos.
Pero el principal mérito literario de Notkero estriba en la poesía y en la música. Vio en la poesía un instrumento adecuado de santificación, y a ella se consagró con entusiasmo, destinándola al noble servicio de la liturgia y de la Iglesia. Escribió un poema dialogado sobre las artes, y otro con el título "De los cinco sentidos", seguido de un apéndice en prosa rítmica.
Notkero buscaba un medio para facilitar el aprendizaje musical, cuando la casualidad se lo brindó excelentemente. En el proemio o epístola dedicatoria de sus himnos a Liutward, obispo de Vercelli, lo cuenta él mismo: "Cuando yo era todavía un jovencillo y las melodías larguísimas, frecuentemente aprendidas de memoria, se me escapaban del corazoncillo, comencé a pensar en silencio la manera de ligarlas fuertemente. Entretanto aconteció que un sacerdote del monasterio de Jumiéges, poco antes destruido por los normandos (862), vino a nosotros trayendo consigo su antifonario, en el que había algunos versos para ser cantados en la vocalización final del aleluya, pero que ya estaban muy viciados. Su vista me produjo alegría, pero su gusto me causó amargura". Continúa refiriendo cómo comenzó a imitar aquellos versos, pero sin sus defectos, y que su maestro Iso le felicitó por los méritos poéticos, corrigiéndole las faltas, mientras le formuló la regla de oro para la poesía secuencial: A cada nota debe corresponder una sílaba. Entonces él comenzó a escribir versos, que pronto cantaron los niños y monjes de la abadía, y que rápidamente resonaron por toda Europa. Dio origen a las "Secuencias litúrgicas", componiendo el texto de muchas de ellas. Se dedicó también a cuidar a los enfermos del monasterio. Practicó las penitencias físicas, como medio para doblegar su cuerpo. Fue consejero de influyentes personajes: el rey Carlos el Gordo le tuvo en alta estima. Julio II confirmó su culto en 1513.
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