domingo, 5 de abril de 2020
Lecturas
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
¿Eres tú el rey de los judíos?
Palabra del Señor.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
¿Eres tú el rey de los judíos?
C. En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, y el gobernador le preguntó:
S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ -«Tú lo dices».
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. -«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. -«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -«No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. -«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. -«A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. -«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. -«Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. -«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -«¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. -«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. -«¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. -«¡Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Crucificaron con él a dos bandidos
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban lo injuriaban y, meneando la cabeza, decían:
S. -«Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. -«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¡Es el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
«Elí, Elí, lamá sabaqtani?».
C. Desde la hora sexta hasta la hora nona, vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A hora nona, Jesús gritó con voz potente:
+ -«Eli, Eli, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -«Está llamando a Elías».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. -«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu,
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Verdaderamente este era Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Santa Catalina Tomás

En la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, en España, santa Catalina Tomás, virgen, que, habiendo ingresado en la Orden de Canonesas Regulares de San Agustín, destacó por su humildad y la abnegación de la voluntad.
Caterina Tomás i Gallard nació en Valldemosa, Mallorca, en el seno de una payeses acomodados; al quedar huérfana a los siete años fue recogida por unos tíos suyos, poco amables y de escasa religiosidad. Catalina fue a vivir en la finca de Son Gallart, cerca del pueblo, haciendo de criadita y de pastora. La niña sufrió en silencio. Se refugió en la oración y puso en Dios toda su confianza. Se sintió llamada a la vida del claustro. No se atrevió a decirlo a sus tíos. Se marchó de casa a escondidas. Acudió a un ermitaño, el padre Antonio Castañeda, éste la animó, pero no tenía dote. De momento nada se podía hacer. Volvió a casa y los desprecios e insultos aumentaron, solamente contó con la ayuda y comprensión de su hermana Aina. Catalina se abrazó a la cruz.
Consagró su virginidad ante un altar de María que ella misma había alzado en un árbol del valle de Valldemossa. Pero el padre Castañeda no se olvidó de Catalina, habló con sus tíos y los convenció. Catalina se trasladó a Palma para trabajar de sirvienta con el propósito de hacerse religiosa, pero al no tener dote ni instrucción, ninguna de las comunidades de la ciudad quiso aceptarla. La familia Fortesa-Tagamanent, fue la quien la acogió y la enseñaron a leer y a escribir para que pudiera ingresar en el convento.
Por fin se allanaron todas las dificultades, tres conventos estuvieron dispuestos a admitirla, y ella eligió el de Santa María Magdalena, de monjas canonesas agustinas, en el cual tomó el velo en 1553. También allí vivió para servir -nunca pasó de enfermera y ayudante de tornera-, entre éxtasis, visiones y gracias espectaculares que hacían que sus paisanos acudiesen a ella para pedir sus consejos y encomendarse a sus oraciones, la llaman "la secretaria del Altísimo". El obispo aragonés Diego de Arnedo, alma de la reforma tridentina, que hizo salir a la iglesia mallorquina de la dejadez de la Edad Media e iniciar una edad de oro, que llegaría hasta finales del siglo XVII. El obispo visitó a sor Catalina con frecuencia y le pidió consejo. La humilde monja contribuyó decisivamente a la reforma conciliar. Nada de eso cambió su actitud de obediencia y humildad que vivió en grado heroico, y que a menudo se complacía en rasgos extravagantemente infantiles para que la tomaran por tonta. La nombraron priora, pero renunció el mismo día, por su propia humildad. Las vocaciones en el monasterio aumentaron considerablemente gracias a su ejemplo. Murió a los 43 años como heroína a la fidelidad a Dios, a la caridad y a la oración. Fue canonizada por Pío XI el 22 de junio de 1930.
Caterina Tomás i Gallard nació en Valldemosa, Mallorca, en el seno de una payeses acomodados; al quedar huérfana a los siete años fue recogida por unos tíos suyos, poco amables y de escasa religiosidad. Catalina fue a vivir en la finca de Son Gallart, cerca del pueblo, haciendo de criadita y de pastora. La niña sufrió en silencio. Se refugió en la oración y puso en Dios toda su confianza. Se sintió llamada a la vida del claustro. No se atrevió a decirlo a sus tíos. Se marchó de casa a escondidas. Acudió a un ermitaño, el padre Antonio Castañeda, éste la animó, pero no tenía dote. De momento nada se podía hacer. Volvió a casa y los desprecios e insultos aumentaron, solamente contó con la ayuda y comprensión de su hermana Aina. Catalina se abrazó a la cruz.
Consagró su virginidad ante un altar de María que ella misma había alzado en un árbol del valle de Valldemossa. Pero el padre Castañeda no se olvidó de Catalina, habló con sus tíos y los convenció. Catalina se trasladó a Palma para trabajar de sirvienta con el propósito de hacerse religiosa, pero al no tener dote ni instrucción, ninguna de las comunidades de la ciudad quiso aceptarla. La familia Fortesa-Tagamanent, fue la quien la acogió y la enseñaron a leer y a escribir para que pudiera ingresar en el convento.
Por fin se allanaron todas las dificultades, tres conventos estuvieron dispuestos a admitirla, y ella eligió el de Santa María Magdalena, de monjas canonesas agustinas, en el cual tomó el velo en 1553. También allí vivió para servir -nunca pasó de enfermera y ayudante de tornera-, entre éxtasis, visiones y gracias espectaculares que hacían que sus paisanos acudiesen a ella para pedir sus consejos y encomendarse a sus oraciones, la llaman "la secretaria del Altísimo". El obispo aragonés Diego de Arnedo, alma de la reforma tridentina, que hizo salir a la iglesia mallorquina de la dejadez de la Edad Media e iniciar una edad de oro, que llegaría hasta finales del siglo XVII. El obispo visitó a sor Catalina con frecuencia y le pidió consejo. La humilde monja contribuyó decisivamente a la reforma conciliar. Nada de eso cambió su actitud de obediencia y humildad que vivió en grado heroico, y que a menudo se complacía en rasgos extravagantemente infantiles para que la tomaran por tonta. La nombraron priora, pero renunció el mismo día, por su propia humildad. Las vocaciones en el monasterio aumentaron considerablemente gracias a su ejemplo. Murió a los 43 años como heroína a la fidelidad a Dios, a la caridad y a la oración. Fue canonizada por Pío XI el 22 de junio de 1930.
sábado, 4 de abril de 2020
Lecturas
Esto dice el Señor Dios: «Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los haré una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.
En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Palabra del Señor.
No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitaban y en los cuales pecaron. Los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus padres: allí habitaran ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre. Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».
En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?»
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Palabra del Señor.
San Platón

En Constantinopla, san Platón, abad, que durante muchos años luchó con ánimo invicto contra los destructores de las sagradas imágenes, y con su sobrino Teodosio organizó el célebre monasterio de Studión.
Parece que nació en Constantinopla y se dice que estaba emparentado con los emperadores de Bizancio. En tiempo del emperador Constantino Coprónimo estudió y se estableció como notario. Renunció a sus 20 años a los más altos cargos de gobierno y se hizo monje en el monasterio de los Símbolos, bajo la obediencia del hegúmeno (abad) Teocisto; para ello superó todas las pruebas que se le sometió para su ingreso.
Como monje se dedicó a la copia de manuscritos. Gobernó durante el decenio del 770, el monasterio del Símbolo en el monte Olimpo como hegúmeno. Asistió al concilio convocado en Constantinopla el año 786 y allí se enfrentó valerosamente a los iconoclastas. Habiendo sido nombrado él, abad del monasterio de Sakkudión, no tuvo ningún reparo en reprender al emperador Constantino por su adulterio y malos ejemplos, por lo que fue desterrado.
Al ser destituido el emperador dos años más tarde, volvió del destierro, Cuando recobró la libertad, los monjes de Sakkudión habían tenido que ir a refugiarse en el monasterio de Studios, huyendo de los sarracenos. Allá fue a reunirse con ellos san Platón, quien se puso bajo las órdenes de su sobrino Teodoro. Vivía en una celda alejada de las demás y pasaba el tiempo en la oración y el trabajo manual; pero chocó de nuevo con su sucesor, el emperador Nicéforo, por no querer votar a favor de la vuelta al patriarcado del excomulgado Josefo, el emperador Nicéforo le desterró a las islas del Bósforo. Durante cuatro años soportó con ejemplar paciencia que le trasladasen constantemente de una isla a otra. Finalmente, en 811, el emperador Miguel I le puso en libertad. Quisieron nombrarle obispo de Nicomedia pero no aceptó, ya que como monje tampoco había aceptado por humildad, el sacerdocio. Se enfrentó a la corrupción, ya sea política, moral o religiosa.
San Platón fue recibido en Constantinopla con muestras de gran respeto. El resto de su vida lo pasó postrado en cama. Fue a visitarle a su retiro el patriarca san Nicéforo, a cuya elección se había opuesto antes, para encomendarse a sus oraciones. San Platón murió el 4 de abril del año 814; san Teodoro pronunció su oración fúnebre.
Parece que nació en Constantinopla y se dice que estaba emparentado con los emperadores de Bizancio. En tiempo del emperador Constantino Coprónimo estudió y se estableció como notario. Renunció a sus 20 años a los más altos cargos de gobierno y se hizo monje en el monasterio de los Símbolos, bajo la obediencia del hegúmeno (abad) Teocisto; para ello superó todas las pruebas que se le sometió para su ingreso.
Como monje se dedicó a la copia de manuscritos. Gobernó durante el decenio del 770, el monasterio del Símbolo en el monte Olimpo como hegúmeno. Asistió al concilio convocado en Constantinopla el año 786 y allí se enfrentó valerosamente a los iconoclastas. Habiendo sido nombrado él, abad del monasterio de Sakkudión, no tuvo ningún reparo en reprender al emperador Constantino por su adulterio y malos ejemplos, por lo que fue desterrado.
Al ser destituido el emperador dos años más tarde, volvió del destierro, Cuando recobró la libertad, los monjes de Sakkudión habían tenido que ir a refugiarse en el monasterio de Studios, huyendo de los sarracenos. Allá fue a reunirse con ellos san Platón, quien se puso bajo las órdenes de su sobrino Teodoro. Vivía en una celda alejada de las demás y pasaba el tiempo en la oración y el trabajo manual; pero chocó de nuevo con su sucesor, el emperador Nicéforo, por no querer votar a favor de la vuelta al patriarcado del excomulgado Josefo, el emperador Nicéforo le desterró a las islas del Bósforo. Durante cuatro años soportó con ejemplar paciencia que le trasladasen constantemente de una isla a otra. Finalmente, en 811, el emperador Miguel I le puso en libertad. Quisieron nombrarle obispo de Nicomedia pero no aceptó, ya que como monje tampoco había aceptado por humildad, el sacerdocio. Se enfrentó a la corrupción, ya sea política, moral o religiosa.
San Platón fue recibido en Constantinopla con muestras de gran respeto. El resto de su vida lo pasó postrado en cama. Fue a visitarle a su retiro el patriarca san Nicéforo, a cuya elección se había opuesto antes, para encomendarse a sus oraciones. San Platón murió el 4 de abril del año 814; san Teodoro pronunció su oración fúnebre.
viernes, 3 de abril de 2020
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