viernes, 3 de abril de 2020

Los SIETE dolores de la VIRGEN MARÍA

Reflexión de hoy

Lecturas


Oía la acusación de la gente: «Pavor-en-torno; delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengaremos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa.

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó: « ¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor.

Beato Francisco Solís Pedrajas


Nació en Marmolejo (Jaén, España) en el seno de una familia humilde y trabajadora. Ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1900, fue enviado como coadjutor de la Parroquia de Santiago Apóstol en Valdepeñas de Jaén; seis años permanecerá en este destino, durante los cuales trabajó en la Parroquia con el fervor propio de un joven sacerdote; en estos años consiguió el título de licenciado en Sagrada Teología. En el año 1906, tras participar en el concurso oposición a Curatos, es nombrado Cura Propio de Baños de la Encina, donde se acredita como un gran pastor, amante de Cristo y de María y como predicador excelente. En 1913 lo encontramos en “comisión de servicios” en la capital del Condado, Santisteban del Puerto, manteniendo su título de Cura Propio de Baños. En su nuevo cargo se le recuerda como “párroco docto, celoso y piadoso”; predicaba mucho y bien, consiguió llenar el templo de fieles.

Nuevamente en 1913, el Obispo convoca oposiciones a parroquias. Don Francisco Solís toma parte de este concurso-oposición, y es nombrado Párroco Propio de San Juan Evangelista, de Mancha Real; era éste un gran pueblo, cercano a Jaén, cabeza de una amplia comarca. En febrero de 1914 don Francisco toma posesión de la parroquia, siendo nombrado también Arcipreste de la zona, correspondiente al Partido Judicial; comenzó una labor pastoral cuyos frutos todavía se perciben. 

En este pueblo tuvo la oportunidad de manifestar sus inquietudes sociales fundando un Sindicato Católico y emprendiendo una parcelación de terrenos en una finca para los jornaleros. También promovió un Colegio con ideario católico: el SADEL (Sociedad Anónima de Enseñanza Libre). Estableció la Acción Católica en sus dos ramas hombres y mujeres, con secciones según las edades y el estado familiar. Tenía organizados múltiples círculos de formación, los preparaba concienzudamente y los desarrollaba de modo práctico e inteligente. Así el Sr. Obispo lo nombró Consiliario Diocesano de la Acción Católica.

Iniciada la guerra civil, e intensificada la persecución religiosa que ya se venía dando, don Francisco fue recluido en la prisión del partido judicial en el mismo pueblo de Mancha Real, junto a otros feligreses suyos. De aquí pasó como “prisionero de Cristo” a la Catedral de Jaén, donde se encontró con muchos compañeros sacerdotes y fieles conocidos; allí descubrió, muy pronto, un quehacer exquisitamente cristiano y un campo de apostolado: las condiciones de la Catedral, convertida en cárcel eran del todo inhumanas; a pesar de las sacas con el pretexto de llevar los presos a Alcalá de Henares, que luego quedaron masacrados en la inmediaciones de Vallecas, la población reclusa había crecido y se carecía de higiene, alimentación, y expansión al aire libre; pero sobre todo era la incertidumbre en que vivían, la inseguridad sobre la propia vida y las continuas amenazas lo que hacían pasaran aquellos días bajo serios nubarrones. Don Francisco atendía a los enfermos, cuidaba de los más necesitados, orientaba y animaba a los que desfallecían; nada de esto podía hacerlo con facilidad, pues los vigilantes se cuidaban mucho de impedir estas buenas obras. 

Tras el martirio del Obispo Don Manuel Basulto, desconocedores de las disposiciones de la Santa Sede y en espera de las mismas, los compañeros pensaron en elegirle para administrador de la Diócesis, pero él declinó este cargo, creyendo que otros podían llevar este honor y que a él le dejaran el trabajo y el servicio.

En la madrugada del 4 de abril de 1937, junto a otros compañeros de presidio, fue trasladado al cementerio de Mancha Real y fusilado al amanecer del mismo día 4. Antes de morir dio la absolución sacramental a sus compañeros. Fue el último en morir, ya que nadie quería dispararle, hasta que uno de los del pelotón, le descerrajó un tiro. 

Los restos fueron echados en fosa común como era el proceder de aquellas autoridades. Terminada la guerra, fueron exhumados todos los muchos asesinados en Mancha Real, también los restos de don Francisco debidamente identificados. Sus restos se conservan en el cementerio de Mancha Real. Fue beatificado el 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de Francisco.

jueves, 2 de abril de 2020

VIA CRUCIS 2020 - 8ª Estación

Reflexión de hoy

Lecturas


En aquellos días, Abrahán cayó rostro en tierra y Dios le habló así: «Por mi parte, esta es mi alianza contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos.
Ya no te llamarás Abran, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera, sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.
Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua.
Seré tú Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios».
El Señor añadió a Abrahán: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes por generaciones».

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió?
También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

Palabra del Señor.

San Pedro Calungsod y Beato Diego Luis de San Vítores


En el pueblo de Tomhom, en la isla de Guam, en Oceanía, san Pedro Calungsod, catequista, y beato Diego Luis de San Vitores, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, mártires, que por odio a la fe cristiana fueron cruelmente precipitados al mar por algunos apóstatas y nativos seguidores del paganismo.

San Pedro Calungsod apenas tenemos noticias, excepto que nació en Visayas hacia 1655, Filipinas. Catequista adolescente que estuvo adherido a la misión de los jesuitas, y con ellos fue a las Islas Ladrones para evangelizar a los nativos chamarros; irradiaba gran entusiasmo y amor al Evangelio. A pesar de las dificultades ambientales, consiguieron muchos frutos apostólicos y las islas se rebautizaron como las Islas Marianas en honor a María y a la reina regente de España. Su vida se une a la del P. Diego Luis de San Vitores y a su martirio, que relatamos a continuación. 

Pedro Calungsod Bissaja fue beatificado el 5 de marzo de 2000 por san Juan Pablo II y, fue canonizado por Benedicto XVI el 21 de octubre de 2012.

Beato Diego Luis de San Vitores nació en Burgos en 1627, en el seno de una noble familia y fue alumno del Colegio Imperial de Madrid. A pesar de la fuerte oposición de su padre, a los 13 años ingresó en el noviciado de Villarejo de Fuentes de la Compañía de Jesús.

Por una real cédula de Felipe IV, el sacerdote jesuita Luis de San Victores, obtuvo el permiso para evangelizar las islas de los Ladrones en el archipiélago filipino. En el viaje acompañó al nuevo virrey de Nueva España, don Juan de Leyba. Tuvo que detenerse dos años en Veracruz, esperando un barco para Filipinas. Los aprovechó dando nueva vida a la Congregación Mariana, que sólo existía de nombre. 

En 1662 desembarcó en Lampon y se dirigieron a Manila. Su primer destino fue Tay-Tay, donde aprendió el tagalo e hizo una gran labor apostólica entre las aldeas y pueblos de los alrededores. Aprendió la lengua de la isla de Los Ladrones, el chamorro, de la que hizo una gramática. 

En 1668 fondeó con el catequista, san Pedro Calungsod, en la ensenada de la isla de Guam. Las islas de los Ladrones, nuestro beato les cambió el nombre y les puso el nombre actual de Las Marianas. 

Fue muy bien recibido en las islas de los Ladrones, y allí se encontró con dos náufragos: un español, Pedro, que llevaba 30 años y un chino, llamado Choco. Se comenzó a organizar la misión y el avance fue arrollador. Dos años después de inaugurada la iglesia principal de las islas proyectaba construir un colegio para niños y otro para niñas. Se habían visitado 180 pueblos y se habían bautizado 6.055. El Choco comenzó a encizañar la misión de los jesuitas diciendo que el agua del bautismo que derramaban en la cabeza de los niños les llevaba a la muerte. Todo esto tuvo el resultado que en 1670, el padre Medina, que misionaba la isla de Saipán, cayó herido por una lanza.

Dos caciques, Hirao y Kipuha, habían intentado matar a dos de los padres. En 1672, el padre San Vitores se encontraba en Nisihan, uno de los cuatro distritos misionales en que había dividido la isla de Guam. El padre Francisco Solano, que estaba en el iglesia central de San Ignacio de Agaña, quiso informarle de la llegada del padre Cardeñoso y le mandó el recado con un joven español, Diego Bazán. Al pasar por el poblado de Chuchugú, Bazán fue atacado por dos jóvenes y lo mataron. Luego se intentó quemar la misión pero no pudieron. Al ver que el joven no llegaba, Solano envió a otros dos emisarios, ambos filipinos, y un criollo que se unió a ellos: no pudieron ponerse a salvo en la misión de San Ignacio de Egaña, como les había aconsejado el padre San Vitores, porque fueron atacados por doscientos indígenas.

Diego de San Vitores fue martirizado por el apóstata Mátapang en Tumhon, de la isla de Guam, Oceanía,  por haber bautizado a su hija sin permiso. Mátapang airado quiso matar al jesuita, pero su catequista san Pedro se puso delante del misionero y una lanza le atravesó el pecho, cayó el joven malherido y entonces, le dio la absolución el padre Diego. Matapang se acercó al catequista y lo remató de un machetazo en la cabeza y luego se dirigió al jesuita y junto con el cadáver de Pedro fueron lanzados al mar; su muerte fue producto de una traición. Sus cuerpos nunca fueron recuperados. 

Al recibir las noticias, los compañeros de Pedro dijeron: "¡Joven afortunado! ¡Qué bien recompensados fueron sus cuatro años de servicio constante a Dios en esta misión tan difícil: ha ganado la primera entrada al cielo a nuestro superior, Padre Diego!". San Vitores está considerado el apóstol de la isla de Guam.  El Padre Diego fue beatificado por SS Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985.

miércoles, 1 de abril de 2020

VIA CRUCIS 2020 - 7ª Estación

Reflexión de hoy

Lecturas


En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: « ¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no teméis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la citara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados inmediatamente al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?».
Sidrac, Misac y Abdénago contestaron al rey Nabucodonosor: «A eso no tenemos por qué responder. Si nuestro Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido, nos librará, oh rey, de tus manos. Y aunque no lo hiciera, que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido».
Entonces Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac: y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido.
Entonces el rey Nabucodonosor se alarmó, se levantó y preguntó, estupefacto, a sus consejeros: « ¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno? ».
Le respondieron: «Así es, majestad».
Preguntó: « ¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el fuego sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino».
Nabucodonosor entonces dijo: -«Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo».

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».

Palabra del Señor.

San Valerio de Leuconay


En Lauconay, cerca de Amiens, en la Galia, san Valerico o Valerio, presbítero, que atrajo a muchos compañeros hacia la vida eremítica.

Nació en Auvernia, en el seno de una familia humilde. Era pastor, y se las arregló para aprender a leer mientras cuidaba el ganado y llegó a conocer de memoria el salterio. Un día, su tío le llevó a visitar el monasterio de Autum, Valerico insistió en quedarse y su tío le permitió continuar ahí su educación. Algunos años después, pasó a la abadía de San Germán de Auxerre. En aquella época los monjes podían pasar libremente de un convento a otro, algunos eran simplemente espíritus inquietos, incapaces de establecerse en un sitio pero otros cambiaban de monasterio por verdadero espíritu de perfección, en busca de directores espirituales capaces de ayudarlos a santificarse. Valerico se contaba entre estos últimos. La fama de san Columbano y sus discípulos le movió a ir a Luxeuil para ponerse bajo la dirección del gran santo irlandés. Con él fue su amigo Bobo, un noble a quien Valerico había convertido y que abandonó todas sus posesiones para seguirle. Ambos se establecieron en Luxeuil, donde encontraron el director espiritual y la forma de vida que necesitaban. Valerico estaba encargado de cultivar un aparte del huerto. Los otros monjes consideraron como un milagro que los insectos no atacasen la parte del huerto a él confiada, en tanto que devastaban todo el resto, también parece que esto fue lo que movió a san Columbano, quien tenía ya una idea muy elevada de la santidad de Valerico, a admitirle a la profesión después de un noviciado excepcionalmente breve. 

El rey Teodorico expulsó al abad del monasterio y sólo permitió que partiesen con él los monjes irlandeses y bretones. Valerico, que no quería quedarse en el monasterio sin su maestro, obtuvo permiso de acompañar a un monje llamado Waldolano, quien iba a partir a una misión de evangelización. Se establecieron en Neustria, donde predicaron con gran libertad, la elocuencia y los milagros de Valerico lograron numerosos conversiones. Sin embargo el santo se sintió pronto llamado de nuevo retirarse del mundo, esta vez a la vida eremítica. Siguiendo el consejo del obispo Bercundo, escogió un sitio solitario cerca de mar, en la desembocadura del río Somme. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos por ocultarse, no consiguió permanecer ignorado, pronto se le reunieron algunos discípulos y las celdas empezaron a multiplicarse en lo que más tarde se convertiría en la célebre abadía de Leuconay.  

Valerico partía, de vez en cuando, a predicar misiones en la región, obtuvo un éxito tan grande, que se cuenta que evangelizó no sólo lo que ahora se llama Pas-de-Calais, sino toda la costa oriental del estrecho.    

Nuestro santo era alto y de figura ascética, su singular bondad suavizó la rigidez de la regla de san Columbano con excelentes resultados. Los animales acudían a él sin temor, los pájaros iban a posarse sobre sus hombros y a comer en sus manos, en más de una ocasión, el buen abad dijo a los que iban a visitarle. "Dejad comer en paz a estas inocentes criaturas de Dios". San Walerico gobernó el monasterio durante seis años por lo menos y murió hacia el año propagar rápidamente su culto. Dos poblaciones francesas le deben su nombre: Saint-Valéry-sur-Somme y Saint-Valéry-en-Caux. Copatrono de la ciudad de Turín donde se veneran sus reliquias.