jueves, 19 de junio de 2025
Lecturas del 19/06/2025
Hermanos:
¡Ojalá me toleraseis algo de locura! aunque ya sé que me la toleráis.
Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; pues os he desposado con un solo marido, para presentaros a Cristo como una virgen casta.
Pero me temo que, lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes, apartándose de la sinceridad y de la pureza debida a Cristo.
Pues, si se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que os he predicado, u os propone recibir un espíritu diferente del que recibisteis, o aceptar un Evangelio diferente del que aceptasteis, lo toleráis tan tranquilos.
No me creo en nada inferior a esos superapóstoles.
En efecto, aunque en el hablar soy inculto, no lo soy en el saber; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado.
¿O hice mal en abajarme para elevaros a vosotros, anunciando de balde el Evangelio de Dios?
Para estar a vuestro servicio tuve que despojar a otras comunidades, recibiendo de ellas un subsidio. Mientras estuve con vosotros, no me aproveché de nadie, aunque estuviera necesitado; los hermanos que llegaron de Macedonia atendieron a mi necesidad. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada.
Por la verdad de Cristo que hay en mí: nadie en toda Grecia me quitará esta satisfacción.
¿Por qué? ¿Porque no os quiero? Bien sabe Dios que no es así.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos han ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Palabra del Señor.
19 de Junio 2025 – Santos Gervasio y Protasio
Fueron naturales de Milán, e hijos de San Vidal y de Santa Valeria, mártires.
Pasando por Milán el conde Astasio, general del ejército del emperador, fueron acusados ante él los dos Santos. Encendido en cólera, mandó azotar tan cruelmente a Gervasio con plomadas, que en el mismo suplicio expiró.
Entonces el tirano rogó a Protasio que, a lo menos, le acompañase hasta el templo. Negándose a ello el santo joven, el general le dijo: «Ya que quieres perecer, perecerás»; y temiendo que le venciese resistiendo sus tormentos, resolvió cortarle la cabeza, lo que sucedió hacia la mitad del primer silo.
Quedaron los dos Santos arrojados en un muladar, de donde un siervo de Dios, llamado Filipo, con su hijo, los colocó en un sepulcro de mármol. Más de trescientos años estuvo oculto, hasta que en el 386 permitió Dios que los mismos Santos se lo revelasen a San Ambrosio. Hízose la traslación con gran solemnidad el día 13 de Junio de 386.
Pasando por Milán el conde Astasio, general del ejército del emperador, fueron acusados ante él los dos Santos. Encendido en cólera, mandó azotar tan cruelmente a Gervasio con plomadas, que en el mismo suplicio expiró.
Entonces el tirano rogó a Protasio que, a lo menos, le acompañase hasta el templo. Negándose a ello el santo joven, el general le dijo: «Ya que quieres perecer, perecerás»; y temiendo que le venciese resistiendo sus tormentos, resolvió cortarle la cabeza, lo que sucedió hacia la mitad del primer silo.
Quedaron los dos Santos arrojados en un muladar, de donde un siervo de Dios, llamado Filipo, con su hijo, los colocó en un sepulcro de mármol. Más de trescientos años estuvo oculto, hasta que en el 386 permitió Dios que los mismos Santos se lo revelasen a San Ambrosio. Hízose la traslación con gran solemnidad el día 13 de Junio de 386.
miércoles, 18 de junio de 2025
Lecturas del 18/06/2025
Hermanos:
El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará.
Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama “al que da con alegría”.
Y Dios tiene poder para colmaros de toda clase de dones, de modo que, teniendo lo suficiente siempre y en todo, os sobre para toda clase de obras buenas.
Como está escrito: «Repartió abundantemente a los pobres, su justicia permanece eternamente».
El que proporciona “semilla al que siembra y pan para comer” proporcionará y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia.
Siempre seréis ricos para toda largueza, la cual, por medio de nosotros, suscitará acción de gracias a Dios.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Palabra del Señor.
18 de Junio 2025 – San Efrén, Doctor de la Iglesia
San Efrén que, durante su vida, alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe, es el único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920.
En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman "Arpa del Espíritu Santo" y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos. A pesar de que no era un hombre de mucho estudio, estaba empapado en las Sagradas Escrituras y parecía tener un conocimiento intrínseco de los misterios de Dios. San Basilio le describe como "un interlocutor que conoce todo lo que es verdad”; San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos: "Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre".
Sin embargo, para mucha gente, el mayor interés en San Efrén radica en el hecho de que a él le debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción.
Rápidamente, la música sacra se extendió desde Edessa por todo el oriente y, poco a poco, conquistó a occidente. "A los himnos que le dieron fama, dice un escritor anglicano, debe el ritual sirio en todas sus formas, su vigor y su riqueza; a ellos se debe también, en gran parte, el lugar de privilegio que la hipnología ocupa ahora en las iglesias de todas partes"
Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis, de Mesopotamia, región ésta que todavía se encontraba bajo el dominio de Roma. Por estas palabras que se atribuyen a Efrén, sabemos que sus padres eran cristianos: “Nací en los caminos de la verdad y, a pesar de que mi mente de niño no comprendía su grandeza, la conocí cuando llegaron las pruebas". En otra parte de ese mismo escrito que puede o no ser auténticamente suyo, nos dice: "Desde temprana edad, mis padres me mostraron a Cristo; ellos, los que me concibieron según la carne, me educaron en el temor de Dios... Mis padres fueron confesores ante el juez: ¡Sí! ¡Yo soy descendiente de la raza de los mártires!" A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, desde entonces, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325.
Tras la muerte de San Jacobo, el joven Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron. Probablemente era maestro o director de la escuela episcopal. Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió ahí, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350. Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.
Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia. A Edessa la llamaba "la ciudad bendita" y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.
Consideraba como su principal tarea combatir las falsas doctrinas que surgían por todas partes y, precisamente al observar el éxito con que Bardesanes propagaba erróneas enseñanzas por medio de las canciones y la música populares, Efrén reconoció la potencialidad de los cánticos sagrados como un complemento del culto público.
A pesar de todo esto, no llegó a ser diácono sino a edad más avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta.
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte. Había hambre en toda la comarca y San Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres. Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados. Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos.
Según las palabras de uno de sus biógrafos más antiguos, "Dios le había dado la oportunidad de ganarse una corona al término de su existencia". Evidentemente, agotó sus energías en aquellos menesteres, puesto que, terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más.
Las "Crónicas" de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte.
En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman "Arpa del Espíritu Santo" y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos. A pesar de que no era un hombre de mucho estudio, estaba empapado en las Sagradas Escrituras y parecía tener un conocimiento intrínseco de los misterios de Dios. San Basilio le describe como "un interlocutor que conoce todo lo que es verdad”; San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos: "Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre".
Sin embargo, para mucha gente, el mayor interés en San Efrén radica en el hecho de que a él le debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción.
Rápidamente, la música sacra se extendió desde Edessa por todo el oriente y, poco a poco, conquistó a occidente. "A los himnos que le dieron fama, dice un escritor anglicano, debe el ritual sirio en todas sus formas, su vigor y su riqueza; a ellos se debe también, en gran parte, el lugar de privilegio que la hipnología ocupa ahora en las iglesias de todas partes"
Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis, de Mesopotamia, región ésta que todavía se encontraba bajo el dominio de Roma. Por estas palabras que se atribuyen a Efrén, sabemos que sus padres eran cristianos: “Nací en los caminos de la verdad y, a pesar de que mi mente de niño no comprendía su grandeza, la conocí cuando llegaron las pruebas". En otra parte de ese mismo escrito que puede o no ser auténticamente suyo, nos dice: "Desde temprana edad, mis padres me mostraron a Cristo; ellos, los que me concibieron según la carne, me educaron en el temor de Dios... Mis padres fueron confesores ante el juez: ¡Sí! ¡Yo soy descendiente de la raza de los mártires!" A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, desde entonces, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325.
Tras la muerte de San Jacobo, el joven Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron. Probablemente era maestro o director de la escuela episcopal. Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió ahí, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350. Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.
Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia. A Edessa la llamaba "la ciudad bendita" y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.
Consideraba como su principal tarea combatir las falsas doctrinas que surgían por todas partes y, precisamente al observar el éxito con que Bardesanes propagaba erróneas enseñanzas por medio de las canciones y la música populares, Efrén reconoció la potencialidad de los cánticos sagrados como un complemento del culto público.
A pesar de todo esto, no llegó a ser diácono sino a edad más avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta.
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte. Había hambre en toda la comarca y San Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres. Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados. Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos.
Según las palabras de uno de sus biógrafos más antiguos, "Dios le había dado la oportunidad de ganarse una corona al término de su existencia". Evidentemente, agotó sus energías en aquellos menesteres, puesto que, terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más.
Las "Crónicas" de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte.
martes, 17 de junio de 2025
Lecturas del 17/06/2025
Os informamos, hermanos, de la gracia que Dios ha concedido a las Iglesias de Macedonia: en las pruebas y tribulaciones ha crecido su alegría, y su pobreza extrema se ha desbordado en tesoros de generosidad.
Puesto que, según sus posibilidades, os lo aseguro, e incluso por encima de sus posibilidades, con toda espontaneidad nos pedían insistentemente la gracia de poder participar en la colecta a favor de los santos.
Y, superando nuestras expectativas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor y la demás a nosotros, conforme a la voluntad de Dios.
En vista de eso, le pedimos a Tito que concluyera esta obra de caridad entre vosotros, ya que había sido él quien la había comenzado.
Y lo mismo que sobresalís en todo - en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado - sobresalid también en esta obra de caridad.
No os lo digo como un mandato, sino que deseo comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor.
Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
Palabra del Señor.
17 de Junio 2025 – San Raniero de Pisa
Nacido en Pisa (Italia) y muerto en esa misma ciudad el 17 de junio de 1160.
Era un trovador renombrado que gustaba de cantar en los castillos acompañado de la viola; y aprovechaba todas las ocasiones que se le ofrecían para pecar. Un día se encontró con un santo ermitaño y le dijo: «Padre, rezad, por favor, por mí, porque no soy tan feliz como parezco». El hombre de Dios rezó tan intensamente que Rainiero recibió la gracia de la conversión. Tiró la viola al fuego y se echó a llorar con tanta fuerza que se quedó ciego por unos momentos.
Durante cierto tiempo se hizo mercader para ganar dinero y poder visitar los Santos Lugares. Un día que abrió la bolsa salió de ella tal hedor que pensó que sólo el demonio podía apestar de esa manera. Así pues, resolvió renunciar para siempre al dinero y vivir desde entonces de las limosnas. En el barco que le conducía al país de Jesús se alistó como galeote. Pasó todo el viaje remando, comiendo, rezando, y divirtiendo a sus compañeros con tan buen humor que todos encontraron la travesía demasiado corta.
De regreso a Pisa, Rainiero se hace canónigo regular y se establece en el monasterio de San Guido, en donde pasa el resto de su vida. Por humildad no entró jamás en ninguna Orden. El sólo quiso ser el benefactor de sus conciudadanos: les consolaba y les animaba con sus excelentes consejos. Tenía también otros dones, como el de curar ciertas enfermedades, expulsar al demonio o repartir alegría. Cuando murió fue enterrado por los notables de la ciudad. En 1591, sus huesos fueron exhumados y fueron emplazados solemnemente en la nueva nave de la catedral de Pisa. No estaban todos, ya que la reina Juana de Aragón había comprado unos cuantos dos siglos antes (1372).
Era un trovador renombrado que gustaba de cantar en los castillos acompañado de la viola; y aprovechaba todas las ocasiones que se le ofrecían para pecar. Un día se encontró con un santo ermitaño y le dijo: «Padre, rezad, por favor, por mí, porque no soy tan feliz como parezco». El hombre de Dios rezó tan intensamente que Rainiero recibió la gracia de la conversión. Tiró la viola al fuego y se echó a llorar con tanta fuerza que se quedó ciego por unos momentos.
Durante cierto tiempo se hizo mercader para ganar dinero y poder visitar los Santos Lugares. Un día que abrió la bolsa salió de ella tal hedor que pensó que sólo el demonio podía apestar de esa manera. Así pues, resolvió renunciar para siempre al dinero y vivir desde entonces de las limosnas. En el barco que le conducía al país de Jesús se alistó como galeote. Pasó todo el viaje remando, comiendo, rezando, y divirtiendo a sus compañeros con tan buen humor que todos encontraron la travesía demasiado corta.
De regreso a Pisa, Rainiero se hace canónigo regular y se establece en el monasterio de San Guido, en donde pasa el resto de su vida. Por humildad no entró jamás en ninguna Orden. El sólo quiso ser el benefactor de sus conciudadanos: les consolaba y les animaba con sus excelentes consejos. Tenía también otros dones, como el de curar ciertas enfermedades, expulsar al demonio o repartir alegría. Cuando murió fue enterrado por los notables de la ciudad. En 1591, sus huesos fueron exhumados y fueron emplazados solemnemente en la nueva nave de la catedral de Pisa. No estaban todos, ya que la reina Juana de Aragón había comprado unos cuantos dos siglos antes (1372).
lunes, 16 de junio de 2025
Lecturas del 16/06/2025
Hermanos:
Como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Nunca damos a nadie motivo de escándalo, para no poner en ridículo nuestro ministerio; antes bien, nos acreditamos en todo como ministros de Dios con mucha paciencia en tribulaciones, infortunios, apuros; en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer; procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la justicia, a derecha e izquierda; a través de honra y afrenta, de mala y buena fama; como impostores que dicen la verdad, desconocidos, siendo conocidos de sobra, moribundos que vivimos, sentenciados nunca ajusticiados; como afligidos pero siempre alegres, como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados, pero poseyéndolo todo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero os digo: no hagáis frente al que os agravia.
Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».
Palabra del Señor.
16 de Junio 2025 – Santos Quirico y Julita
Quirico y Giulitta, fueron mártires del siglo IV. Un pequeño niño, de unos tres años, y su madre, una matrona de estirpe real, de Iconio (Konya) en Licaonia, región central de la actual Turquía.
Al estallido violento de la persecución de Diocleciano difundió la caza a los cristianos, querida por el gobernador Domiciano, Giulitta, viuda y pensando probablemente en la salvación de su hijo más que en sí misma, dejó su ciudad y sus posesiones, para descender juntos con dos siervas hacia Seleucia, en Isauria.
También aquí, el gobernador romano, Alejandro, mostraba que cumplía, con feroz los órdenes de persecución de los edictos imperiales. Por lo tanto, Giulitta consideró prudente continuar hacia Tarso, en la Cilicia. Pero inmediatamente la conducta y las actitudes de Giulitta fueron notadas y pronto fue denunciada como cristiana.
Precisamente en aquellos mismos días el gobernador de Isauria, Alejandro, recibió la misión especial de ir a Tarso, para hacer ejecutar allí también los edictos imperiales por causas desconocidas.
Giulitta, cuya reputación ya era conocida por Alejandro, fue detenida por su orden. Ella, no queriendo separarse de su hijo, se dejó traducir ante el implacable gobernador, sosteniendo en brazos al pequeño Quirico. Al ver a los gendarmes, las siervas huyeron asustadas observando desde lejos la suerte de la pobre Giulitta
Alessandro interrogó a la mujer durante mucho tiempo pero sólo obtuvo una respuesta: 'Yo soy cristiana'. Así se le ordenó sacrificar a los dioses, pero Giulitta se negó. Alejandro se enojó tanto, que le arrancó a su hijo de los brazos y la torturó.
Narra la tradición que el tierno Quirico, oyendo a la madre que en medio de los tormentos gritaba 'Yo soy cristiana', repetía también él: 'Yo soy cristiano'.
Mientras tanto, el gobernador Alejandro, hizo quitar el niño a su madre, lo tenía sobre sus rodillas. Pero a pesar de los esfuerzos del gobernador para apartar los ojos del niño de mirar a su madre, el niño seguía mirando hacia ella y gritando 'Yo soy cristiano'.
Alejandro, atraído también por la hermosura del niño, le acariciaba y se acercaba a él para besarlo; pero el niño lo repetía repetidamente y con los movimientos naturales y propios de su edad, se esforzaba por sustraerlo.
Hasta que Alejandro, enojado y fuera de sí, por un arrebato de brutalidad, tomó por un pie al pequeño Quirico y, desde lo alto de la escalinata de mármol sobre la que estaba su asiento, lo tiró furioso al suelo, ante los ojos de su madre.
Al chocar con los escalones del tribunal, la víctima inocente se destrozó la cabeza, y todo el suelo de alrededor se empapó con su sangre. La madre, Giulitta, sin embargo, paralizada por el dolor, ante el fruto de su amor desgarrado por el suelo sobre las escaleras del despiadado gobernador, firme en la fe y hecha por gracia divina superior, logró, ante aquel desgarrador y espantoso espectáculo, a agradecer entre lágrimas al Señor por haber tomado el alma de su hijo en la gloria del Paraíso.
También ella, desollada y cubierta de alquitrán hirviente, fue condenada a la decapitación, y su cuerpo fue echado fuera de la ciudad con el de su hijo.
Al día siguiente, las dos siervas, detectaron los dos cuerpos durante la noche y los enterraron. Cuando, con el imperio de Constantino, llegó también para los cristianos la paz y la seguridad, una de las siervas, que había sobrevivido, pudo indicar a los fieles de Tarso el lugar donde habían sido recogidos los restos mortales del pequeño Quirico y de Giulitta y así comenzó, con la afirmación de la popularidad de su historia, la tierna devoción por los dos Santos Mártires.
Al estallido violento de la persecución de Diocleciano difundió la caza a los cristianos, querida por el gobernador Domiciano, Giulitta, viuda y pensando probablemente en la salvación de su hijo más que en sí misma, dejó su ciudad y sus posesiones, para descender juntos con dos siervas hacia Seleucia, en Isauria.
También aquí, el gobernador romano, Alejandro, mostraba que cumplía, con feroz los órdenes de persecución de los edictos imperiales. Por lo tanto, Giulitta consideró prudente continuar hacia Tarso, en la Cilicia. Pero inmediatamente la conducta y las actitudes de Giulitta fueron notadas y pronto fue denunciada como cristiana.
Precisamente en aquellos mismos días el gobernador de Isauria, Alejandro, recibió la misión especial de ir a Tarso, para hacer ejecutar allí también los edictos imperiales por causas desconocidas.
Giulitta, cuya reputación ya era conocida por Alejandro, fue detenida por su orden. Ella, no queriendo separarse de su hijo, se dejó traducir ante el implacable gobernador, sosteniendo en brazos al pequeño Quirico. Al ver a los gendarmes, las siervas huyeron asustadas observando desde lejos la suerte de la pobre Giulitta
Alessandro interrogó a la mujer durante mucho tiempo pero sólo obtuvo una respuesta: 'Yo soy cristiana'. Así se le ordenó sacrificar a los dioses, pero Giulitta se negó. Alejandro se enojó tanto, que le arrancó a su hijo de los brazos y la torturó.
Narra la tradición que el tierno Quirico, oyendo a la madre que en medio de los tormentos gritaba 'Yo soy cristiana', repetía también él: 'Yo soy cristiano'.
Mientras tanto, el gobernador Alejandro, hizo quitar el niño a su madre, lo tenía sobre sus rodillas. Pero a pesar de los esfuerzos del gobernador para apartar los ojos del niño de mirar a su madre, el niño seguía mirando hacia ella y gritando 'Yo soy cristiano'.
Alejandro, atraído también por la hermosura del niño, le acariciaba y se acercaba a él para besarlo; pero el niño lo repetía repetidamente y con los movimientos naturales y propios de su edad, se esforzaba por sustraerlo.
Hasta que Alejandro, enojado y fuera de sí, por un arrebato de brutalidad, tomó por un pie al pequeño Quirico y, desde lo alto de la escalinata de mármol sobre la que estaba su asiento, lo tiró furioso al suelo, ante los ojos de su madre.
Al chocar con los escalones del tribunal, la víctima inocente se destrozó la cabeza, y todo el suelo de alrededor se empapó con su sangre. La madre, Giulitta, sin embargo, paralizada por el dolor, ante el fruto de su amor desgarrado por el suelo sobre las escaleras del despiadado gobernador, firme en la fe y hecha por gracia divina superior, logró, ante aquel desgarrador y espantoso espectáculo, a agradecer entre lágrimas al Señor por haber tomado el alma de su hijo en la gloria del Paraíso.
También ella, desollada y cubierta de alquitrán hirviente, fue condenada a la decapitación, y su cuerpo fue echado fuera de la ciudad con el de su hijo.
Al día siguiente, las dos siervas, detectaron los dos cuerpos durante la noche y los enterraron. Cuando, con el imperio de Constantino, llegó también para los cristianos la paz y la seguridad, una de las siervas, que había sobrevivido, pudo indicar a los fieles de Tarso el lugar donde habían sido recogidos los restos mortales del pequeño Quirico y de Giulitta y así comenzó, con la afirmación de la popularidad de su historia, la tierna devoción por los dos Santos Mártires.
domingo, 15 de junio de 2025
15 de Junio 2025 – SANTISIMA TRINIDAD
La Iglesia, después de haber establecido muchas fiestas que honran a las individuales Personas del SS. Trinidad, fijó incluso una fiesta en honor de las Tres Personas.
Esta fiesta fue instituida especialmente en los primeros siglos de la Mediana Edad por obra de los monjes que empezaron a celebrarla en sus monasterios. De aquí se extendió a las individuales diócesis y por fin a la entera Iglesia romana por obra de Papa Giovanni XXII que en el 1314 la declaró fiesta universal, fijando después en ella el primer domingo Pentecostés
"Hemos visto, dice el Guéranger dice, los Apóstoles el día del Pentecostés recibir el Espíritu Santo, y fieles al orden del su Adivino a Maestro, salir de viaje para ir a amaestrar las naciones en el nombre del SS. Trinidad. Fue pues conveniente que la fiesta de Dios Uno y Trino siguiera Pentecostés cuyo se conecta con misterioso vínculo."
La fiesta de la Trinidad es una fiesta querida y agradable a todos los cristianos porque recuerda el más gran misterio de nuestra religión: " Un Dios solo en tres personas iguales y listas"; este dogma que es el gran objeto de nuestra adoración en vida, será luego nuestra eterna felicidad en cielo.
La Misa y el Breviario son una continua sucesión de invocaciones al SS. Trinidad.
Así todos los Sacramentos llevan la misma invocación. La intención por lo tanto de la Iglesia en el tener todo impregnada la Sagrada Liturgia del nombre del SS. Trinidad es de hacer vivir en las mentes de los fieles este misterio y de hacer renovarles en ellos los sentimientos de una profunda adoración, de una humilde gratitud hacia las Tres Personas.
Hacia el Padre, como principio de todo lo que es, Padre de un Hijo eterno y con sustancial a Él, Padre que con el Hijo es principio del Espíritu Santo.
Hacia el Hijo, engendrado ab aeterno por el Padre, encarnadose, muerto sobre la cruz por la salvación de los hombres.
Hacia el Espíritu Santo como amor eterno y sustancial del Padre y el Hijo de los que procede, y por ellos dado a la Iglesia, que santifica, vivífica, a través de la caridad que se difunde en nuestros corazones.
Ningún otro misterio es así recordado en la Liturgia como éste. En los Sacramentos que son los principales medios de la gracia se hace mención del SS. Trinidad.
En el Bautismo, el niño es bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En la Confirmación se tiene la fórmula: " Te señalo con la señal de la cruz, te confirmo con la crisma de la salud en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo."
Después de la distribución del SS. Eucaristía el sacerdote bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Al confesionario el sacerdote empieza con la bendición y da la absolución en el nombre del SS. Trinidad.
Enseguida invocado, en el Sacramento del orden. En la boda el sacerdote junta a los novios en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En todos los himnos, en todos los salmos, en todos los ruegos de la Misa son recordadas las Tres Personas: es una alabanza que se da al SS. Trinidad.
Esta fiesta fue instituida especialmente en los primeros siglos de la Mediana Edad por obra de los monjes que empezaron a celebrarla en sus monasterios. De aquí se extendió a las individuales diócesis y por fin a la entera Iglesia romana por obra de Papa Giovanni XXII que en el 1314 la declaró fiesta universal, fijando después en ella el primer domingo Pentecostés
"Hemos visto, dice el Guéranger dice, los Apóstoles el día del Pentecostés recibir el Espíritu Santo, y fieles al orden del su Adivino a Maestro, salir de viaje para ir a amaestrar las naciones en el nombre del SS. Trinidad. Fue pues conveniente que la fiesta de Dios Uno y Trino siguiera Pentecostés cuyo se conecta con misterioso vínculo."
La fiesta de la Trinidad es una fiesta querida y agradable a todos los cristianos porque recuerda el más gran misterio de nuestra religión: " Un Dios solo en tres personas iguales y listas"; este dogma que es el gran objeto de nuestra adoración en vida, será luego nuestra eterna felicidad en cielo.
La Misa y el Breviario son una continua sucesión de invocaciones al SS. Trinidad.
Así todos los Sacramentos llevan la misma invocación. La intención por lo tanto de la Iglesia en el tener todo impregnada la Sagrada Liturgia del nombre del SS. Trinidad es de hacer vivir en las mentes de los fieles este misterio y de hacer renovarles en ellos los sentimientos de una profunda adoración, de una humilde gratitud hacia las Tres Personas.
Hacia el Padre, como principio de todo lo que es, Padre de un Hijo eterno y con sustancial a Él, Padre que con el Hijo es principio del Espíritu Santo.
Hacia el Hijo, engendrado ab aeterno por el Padre, encarnadose, muerto sobre la cruz por la salvación de los hombres.
Hacia el Espíritu Santo como amor eterno y sustancial del Padre y el Hijo de los que procede, y por ellos dado a la Iglesia, que santifica, vivífica, a través de la caridad que se difunde en nuestros corazones.
Ningún otro misterio es así recordado en la Liturgia como éste. En los Sacramentos que son los principales medios de la gracia se hace mención del SS. Trinidad.
En el Bautismo, el niño es bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En la Confirmación se tiene la fórmula: " Te señalo con la señal de la cruz, te confirmo con la crisma de la salud en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo."
Después de la distribución del SS. Eucaristía el sacerdote bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Al confesionario el sacerdote empieza con la bendición y da la absolución en el nombre del SS. Trinidad.
Enseguida invocado, en el Sacramento del orden. En la boda el sacerdote junta a los novios en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En todos los himnos, en todos los salmos, en todos los ruegos de la Misa son recordadas las Tres Personas: es una alabanza que se da al SS. Trinidad.
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