martes, 30 de septiembre de 2025

Reflexión del 30/09/2025

 

Lecturas del 30/09/2025

«Esto dice el Señor del universo: Vendrán igualmente pueblos y habitantes de grandes ciudades.
E irán los habitantes de una y dirán a los de la otra: Subamos a aplacar al Señor; yo también iré a contemplar al Señor del universo.
Y vendrán pueblos numerosos, llegarán poderosas naciones buscando al Señor del universo en Jerusalén y queriendo aplacar al Señor».
«Esto dice el Señor del universo: En aquellos días, diez hombres de lenguas distintas de entre las naciones se agarrarán al manto de un judío diciendo: “Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros”».
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén.
Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

Palabra del Señor.

30 de Septiembre 2025 – Santos Urso y Víctor

En Solothurn, en el territorio de Helvecia, hoy Suiza, santos Urso y Víctor, mártires, que, según la tradición, pertenecieron a la Legión Tebea.

La Legión Tebana constaba de seis mil seiscientos hombres y, como Maximiano perdió toda esperanza de doblegar su constancia, ordenó al resto de su ejército que cercara a los tebanos y les hiciera pedazos, ya que no querían renunciar a su fe cristiana. Ninguno de los cristianos ofreció resistencia y todos se ofrecieron al sacrificio con la mansedumbre de los corderos. La matanza fue espantosa: un vasto espacio de terreno quedó cubierto por el montón de cadáveres del que manaban arroyos de sangre. 

Maximiano acudió a inspeccionar la obra y, evidentemente satisfecho, mandó a sus soldados que despojaran a los muertos de sus ropas y sus armas y se quedasen con ellas como botín. Se hallaban todos entregados a la macabra tarea, cuando un veterano llamado Víctor rehusó participar en ella. Sus compañeros le preguntaron si también era cristiano, a lo que respondió afirmativamente. En seguida se precipitaron sobre él y le mataron. A otros dos soldados de aquella legión, llamados Víctor y Urso, que habían quedado rezagados en la marcha, en cumplimiento de alguna orden, se les buscó hasta encontrarlos en la ciudad de Soloturno (Soloure) en Suiza. 

Allí fueron sorprendidos por el gobernador Astaco, éste los encarceló y los mandó torturar, pero, según cuenta la leyenda, fueron liberados. Así pudieron dedicarse a la predicación del Evangelio a los habitantes del lugar, esto les llevó a un nuevo arresto. Fueron condenados a la hoguera, pero el fuego se apagó de forma milagrosa. Decidieron decapitarlos y arrojaron sus cuerpos al río Aar. Los cristianos sepultaron sus cuerpos en un lugar secreto, donde con el transcurrir del tiempo les fue dedicada una capilla. 

Las reliquias de san Víctor fueron trasladadas a Ginebra de donde es patrón, y las de san Urso permanecieron en Soleure, de donde es patrón. 

lunes, 29 de septiembre de 2025

Reflexión del 29/09/2025

Lecturas del 29/09/2025

Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia A él se le dio poder, honor y reino.
Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron.
Su poder es un poder eterno, no cesará.
Su reino no acabará.
En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?».
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

29 de Septiembre 2025 – Santos Miguel, Gabriel y Rafael, Arcángeles

Miguel es el capitán. Dice el libro de Daniel (12,1): "Entonces se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo".

El Apocalipsis también nos da noticia de él (12,7-9): "Se trabó una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles declararon guerra al dragón. Lucharon el dragón y sus ángeles, pero no vencieron y desaparecieron del cielo definitivamente. Al gran dragón, a la serpiente principal que se llama diablo y Satanás y extravía a la Tierra entera, lo precipitaron en la Tierra y precipitaron a sus ángeles con él".

Lo de Gabriel fue mucho más explosivo. Enviado a María, le anuncia que el Verbo quiere venir a la Tierra a vivir con nosotros. Si es que a ella le va bien. Si importante era la noticia, importante debía ser el enviado. Deli-cada misión la suya. Pero, tratándose de un ángel listo, la cosa resultaba fácil. Por eso de la noticia, es patrono de la radio.

Rafael es un buen amigo que acompaña a Tobías en aquel viaje lleno de incidencias. Todo debería terminar en un matrimonio feliz entre Tobías y Sara (Tobías 12, 15). "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio de Dios, y tiene acceso ante el Señor de la gloria. Cuando Sara y tú estabais rezando, yo presentaba al Señor de la gloria el memorial de tu oración".

domingo, 28 de septiembre de 2025

Domingo, 26 de TIEMPO ORDINARIO - 28-09-2025 Ciclo C

Reflexión del 28/09/2025

Lecturas del 28/09/2025

Esto dice el Señor omnipotente: «¡Ay de los que se sienten seguros en Sión, y confiados en la montaña de Samaría!
Se acuestan en lechos de marfil; se arrellanan en sus divanes, comen corderos de rebaño y terneras del establo; tartamudean como insensatos e inventan como David instrumentos musicales; beben el vino en elegantes copas, se ungen con el mejor de los aceites, pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José. Por eso irán al desierto a la cabeza de los deportados y se acabará la orgía de los disolutos».
Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste notablemente delante de muchos testigos.
Delante de Dios, que da la vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también vengan ellos a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán” Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni, aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor.

28 de Septiembre 2025 – San Simón de Rojas

El Valladolid de 1552 fue el lugar del nacimiento del Beato. Allí, joven, vistió el hábito trinitario, al que se acogió con decidida vocación en el convento de la Orden. Este fue su primer peldaño en la escala hacia la santidad, si bien es verdad que su virtud se había delineado ya en aquellas sus aspiraciones en la adolescencia y en la niñez. Pero el anhelo de santidad cobra cuerpo cuando, joven, con plena responsabilidad, con valentía varonil, dispuesto a arrostrar y superar dificultades y contratiempos, se consagra a Dios en votos perpetuos, consagra su oblación en la primera misa y la reitera cada mañana en la subida diaria al altar del Señor que alegra su juventud, que es tanto como alegrar y sostener aquel primer y florido ofrecimiento de sus mejores años.

 Versado en esta asignatura de la santidad, nada bueno ni grande extraña en él: cargos de responsabilidad superior en la Orden; correrías sin cuento en los puestos designados por la obediencia; apostolados ininterrumpidos dondequiera que la gloria de Dios o el bien del prójimo le colocaban. ¿Cómo nos va a extrañar nada de ello? ¿Cómo extrañarnos por sus milagros? Ni precisamos contarlos, tantos como se cuentan en sus biografías: si Dios estaba con él y con él guardaba Dios aquella amistad perfecta, lo extraño hubiera sido la apatía en el servicio del Señor, la indiferencia ante la indigencia del prójimo; extraño hubiera resultado que el Señor de los cielos no le hubiese ayudado con el milagro en todas aquellas coyunturas en que se ventilaba un mayor rendimiento de la gloria de Dios o un mejor remedio de apuros humanos.

 Nada extraño se nos hace que, versado muy altamente en la práctica de las virtudes, pusiese su vista en él el rey Felipe III al objeto de que la compañía del Beato le resultase sedante piadoso entre los graves asuntos del reino y para que orientase la conciencia del futuro Felipe IV. Se explica su permanencia junto a los reyes y príncipes, y se explica el difícil equilibrio que supo guardar entre válidos y palaciegos. Comprendemos, dada su virtud y santidad, se prestase a enjugar las lágrimas del de Lerma, caído en desgracia; supiese frenar la vanagloria del de Osuna, encumbrado, y consiguiese de don Rodrigo Calderón la aceptación resignada de la muerte en el cadalso ignominioso.

 Todo, todo: milagros; difíciles y acertados asesoramientos; apostolados incansables e ininterrumpidos —el centro y sur de España fueron testigos de ellos—; conversiones de duros pecadores; lucro abundante de almas para Cristo... Todo se explica y comprende a la luz de la lámpara de santidad que brillaba en su persona. Todo es el resultante de su virtud eximia; de su trato de intimidad con Dios, que da omnipotencia al brazo humano y sagacidad superior a la inteligencia creada.

 De por fuerza, el demonio le había de distinguir con preferencia particular de enemigo de talla excepcional y había de retarlo de continuo a singular batalla. Tampoco nos resulta extraño que demonio, mundo y carne se aliasen contra él, para contra el proceder en acción mancomunada: la tentación carnal, la intriga política, la sorna palaciega..., toda la gama de resortes de que el infierno dispone, se volcaron contra el Beato. Encontramos lógico este esfuerzo infernal. Pero siguió nuestro Beato firme en su "todo lo puedo en Aquel que me conforta", y —lo dijimos— acertó con el bálsamo bendito que fortalece a los atletas de Cristo, restaña las heridas de gloriosas pasadas batallas y proporciona armas eficaces para las venideras.

 "Hay demonios que no se lanzan sino con la oración y el ayuno", nos advirtió nuestro Señor Jesucristo; y a fe que nuestro Beato supo esgrimir con destreza estas armas"; fueron ásperos, muy ásperos, sus sacrificios, rígidas hasta el extremo sus penitencias; fue su cuerpo con frecuencia castigado por los duros golpes del cilicio, manejado por sus propios hermanos en religión, a quien él mismo impuso en virtud de obediencia aquella obligación. Fue rigurosa su observancia de la regla, austera su vida; su humildad le hizo sentirse gran pecador e indigno de los episcopados que se le ofrecieron. Su fuego de amor de Dios y del prójimo le llevó a la más exacta y rígida interpretación del mandamiento máximo de Dios, entendiendo en toda su precisión el amor de Dios como santidad, y el amor del prójimo como apostolado en toda la extensión e intensidad que entenderse pueda y en toda la infatigabilidad que el organismo humano se pueda permitir. Fue eximia su castidad, garantizada con protección especial de María.

 Conversión de los pecadores, santificación mayor de los justos; redención purificativa de las almas del purgatorio: he aquí el tríptico apostólico de Simón de Rojas.

 Unos pocos, muy pocos, libros, encontramos en su biblioteca, la de su celda conventual, donde la cama era un mueble de lujo inservible —dormía en el suelo—: las obras de Santo Tomás, las de San Bernardo, santo de su especial devoción; el libro de Tomás de Kempis y su devocionario. No es dato pequeño: "non multa sed multum", nos legaron los antiguos: no muchas cosas, sino mucho; y de los libros reza el otro refrán de que hay que temer al hombre de un libro.

 Merece especial mención su acendrada devoción a María, devoción que he llamado arriba bálsamo que prepara eficazmente para la victoria, dulcifica las heridas, hace intrépida e invencible la virtud apostólica y fácil la misma santidad.

 Reza que te reza siempre a María: ¿Qué importa la calle pública o la soledad? ¿Qué la intriga o la paz? ¿Qué la dificultad o el riesgo? ¿Qué el sudor o la fatiga? ¿Qué suponen las asechanzas humanas, la tentación diabólica o la prueba divina? No pasa de ser todo un crisol en que probar la excelsitud del tesoro de virtud que acaparaba. Si omnipotente fue para todo con la gracia, todo le resultó suave y fácil con María. Ni esto está en contradicción con las asperezas que he señalado de sus penitencias: éstas fueron el camino para llegar a la Madre y para en estrecha unión con Ella mantenerse; éstas fueron el castigo a su cuerpo para completar en él lo que falta a la redención de Cristo, a fin de llevar su fruto salvador a otros.

 Ave María; Ave María: cientos, cientos de veces cada día estas dos palabras estuvieron en su boca. Ni tenía otro saludo, ni otro pensamiento anidaba; ni otro anhelo suspiraba que la idea y el nombre de María. Propagar a todos la devoción a la Virgen fue su empeño mayor y más decidido: "Mi mayor afán es fundar la Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María", dijo un día el Beato al rey de España: "Préstele Su Majestad su anuencia y apoyo y haga la merced de escribir al Papa para que la apruebe y bendiga". Con fecha 27 de noviembre de 1601 quedó solemnemente fundada en Madrid la Congregación del Ave María, que tan grande y fructífero historial nos había de legar.

 Simón de Rojas fue quien consiguió introducir el Oficio del Dulce Nombre de María, que había de rezarse primero en la Orden trinitaria, y que se extendió después a toda la Iglesia católica.

 Discurrió su vida por esta trayectoria del acercamiento a Dios por medio de María, hasta que un 29 de septiembre, el del año 1624, cambió su lugar de residencia y, dejando en la tierra su cuerpo, fue su alma a habitar en el cielo.

 Con su cuerpo quedó aquí el grato recuerdo de sus grandes hechos y virtudes; quedó su Orden trinitaria benemérita; quedaron los por él beneficiados testigos de su carrera en el mundo; se elevaron al Santo Padre de Roma continuadas peticiones y el día 13 de mayo de 1766 quedó Simón de Rojas proclamado Beato por el papa Clemente XIII.

 Tratado de la oración y sus grandezas: éste es el libro que nos ha quedado del Beato; escribió mucho más, pero no ha llegado a nosotros.

 Visitó Simón de Rojas a Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes; y en la Santa piensa el lector cuando repasa el Tratado del Beato; piensa en ella sobre todo el lector cuando ve al Beato explayarse en los altos conceptos de meditación y contemplación; cuando escribe el Beato sobre la oración, "universal escuela en la cual se enseña y aprende toda virtud y bondad".

 Además de en Santa Teresa piensa el lector, con el libro del Beato Simón de Rojas en la mano, en San Juan de la Cruz, contemporáneo también del Beato; piensa en el Beato Juan de Ávila, que, a la distancia de unos pocos años, le había precedido en su apostolado por Andalucía. Cuando en el Beato Simón de Rojas se leen aquellas páginas sobre el amor divino "que dilata y ensancha el corazón" y sobre "cómo toda criatura nos enseña a amar", salta a la memoria el recuerdo de San Francisco de Asís, tan observador de la naturaleza y fino cantador de ella. Cuando se medita sobre el amor de nuestro Beato a los hombres, piensa el lector en San Juan de la Cruz, que moría cuando nacía aquél.

sábado, 27 de septiembre de 2025

Reflexión del 27/09/2025

Lecturas del 27/09/2025

Levanté los ojos y vi un hombre que tenía en su mano un cordón de medir. Le pregunté: «¿Adónde vas?».
Me respondió: «A medir Jerusalén para ver cuál es su anchura y cuál su longitud».
El mensajero que me hablaba salió y vino otro mensajero a su encuentro. Me dijo: «Vete corriendo y dile al oficial aquel: “Jerusalén será una ciudad abierta a causa de los muchos hombres y animales que habrá en ella; yo la serviré de muralla de fuego alrededor y en ella seré mi gloria”.
Alégrate y goza, Sión, pues voy a habitar en medio de ti - oráculo del Señor -.
Aquel día se asociarán al Señor pueblos, sin número; y ellos serán mi pueblo mío».
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: al Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Palabra del Señor.

27 de Septiembre 2025 – San Elzear de Sabrán y Beata Delfina, esposos

Tengamos en cuenta, antes de entrar en la vida de este matrimonio santo, que también la santidad, como todas las cosas, sufre las influencias del ambiente. Muchas cosas hay en los santos enteramente acordes con las ideas del tiempo en que vivieron, y que hoy, o no resultarían imitables, o en algunos casos podrían llegar a ser perjudiciales. Esto no quita para que podamos leer con fruto su vida, porque aunque no podamos imitar detalladamente los ejemplos concretos que nos dieron, podemos y debemos, en cambio, sentir el estímulo que supone la contemplación de la generosidad con que ellos respondieron al llamamiento divino. Así, aunque en la vida de este santo matrimonio haya cosas que choquen con nuestra mentalidad actual, no podemos menos de reconocer que constituye un magnífico ejemplo de dócil entrega a los impulsos del Espíritu Santo y que en lo sustancial puede servir como actualísima lección de lo que ha de ser un hogar cristiano.

 Catorce años tenía Delfina cuando le propusieron el matrimonio con Elzear, dos años más joven que ella. Y a sus catorce años, rechazó con energía aquella unión que le proponían. Sin embargo, y cediendo a los consejos de un franciscano, terminó por consentir, y dos años después se celebró el matrimonio. Los dos jovencitos así unidos, quedaron solos después de cuatro días de fiesta, y entonces tuvo lugar en realidad, históricamente demostrado, lo que tantas veces ha sido un elemento claramente legendario en la vida de los santos. Solos en su cámara nupcial, Delfina mostró a su esposo el gran deseo que tenía de quedar siempre virgen. El consintió en ello, pero sin querer en manera alguna obligarse con voto, como ella se lo pedía. Entonces ella insistió una y otra vez en los ejemplos de San Alejo y de Santa Cecilia, en consideraciones sobre la brevedad de esta vida, lo despreciable del mundo, lo hermoso de la gloria eterna. Con todo, EIzear no consentía en el voto, aunque continuaba respetando la virginidad de su esposa. Un día cayó ésta gravemente enferma y declaró de manera rotunda a su esposo que estaba persuadida de que sólo el doble voto de castidad la curaría. Entonces Elzear prometió satisfacerle. Ambos hicieron su voto ante un franciscano, que era su confesor, y entraron en la Tercera Orden.

 Su santidad se inserta de lleno en la maravillosa corriente de espiritualidad franciscana que recorre toda la Edad Media. Ambos pertenecían a familias de la primera nobleza, y gozaban, por consiguiente, de gran abundancia de bienes de fortuna. Pero como San Luis de Francia, San Fernando de Castilla, Santa Isabel de Portugal y su homónima la de Hungría, supieron en medio de las riquezas conservar enteramente libre su corazón, y aplicar, a su vida de seglares, el admirable contenido evangélico de la regla de los terciarios franciscanos.

 Marido y mujer llevaban la estameña bajo sus nobles vestidos. Por la noche se reunían para pasarla en oración y disciplinarse. Delfina no tocó nunca a su marido más que para hacerle pequeños servicios. EIzear había hecho un reglamento muy preciso y detallado para la buena marcha de la casa, que le exigía, entre otras cosas, la misa diaria y una especie de círculo de estudios familiar.

 Pero todo esto se hacía sin abandonar la vida propia de un matrimonio seglar. Así vemos a EIzear abandonar a su esposa para marchar al reino de Nápoles, en el que había heredado el condado de Pariano. Allí brillaba, de una parte, la bondad, y de otra parte, la firmeza del joven señor provenzal. Encantador en el trato con los pobres, sabía, sin embargo, hacer frente con valentía a la turbulencia de sus vasallos italianos. Y al terminar el ejercicio de las armas, retirarse, después del combate, para disciplinarse. Su destreza en el manejo de las armas brillaba en la corte napolitana. Un día, Delfina se encontraba entonces con él, hubo una gran fiesta en Nápoles. Ambos cónyuges supieron hacer un magnífico papel. EIzear arrebató un anillo con su lanza, desde el caballo lanzado a todo galope, en pleno torneo. Horas después, en el baile, Delfina se mostraba encantadora, evolucionando con una gracia enteramente singular.

 Su existencia venía repartiéndose entre la Provenza natal y aquellas tierras de Italia. Hacia 1317, EIzear ve aumentarse sus responsabilidades, porque el rey Roberto I le encarga administrar justicia en el Abruzo citerior. Poco después el matrimonio tiene que marchar a París, nombrado EIzear embajador extraordinario por el mismo rey Roberto para negociar un matrimonio de príncipes. Pero sólo Elzear pudo hacer el viaje. Delfina se vio obligada a quedarse en la corte del rey Roberto, en Aviñón, lejos de pensar que aquella separación iba a ser definitiva.

 En París, el 27 de septiembre de 1323, cuando solo tenía treinta y ocho años, moría Elzear. El rey de Francia Carlos IV enviaba rápidamente un correo que diera la noticia a su esposa. Pero ya ella la había conocido misteriosamente. Sin vacilar un momento, abandonó la corte del rey y se volvió a sus tierras.

 Elzear dejaba en pos de sí el recuerdo de una vida verdaderamente santa. Como el rey San Luis, se le había visto visitar los hospitales, atender a los leprosos, cuidarles con sus propias manos y besarles. Verdadero asceta en el mundo, había sido un constante abogado de los pobres, un mentor ejemplar del joven príncipe Carlos de Calabria, hijo de Roberto I, y un esposo modelo para su mujer, que confesaba que junto a él "sentía una constante invitación a crecer en la gracia divina, y veía a su esposo como a su ángel guardián".

 Un año después de su muerte, Elzear se apareció a su esposa y le reprochó con dulzura la pena que mostraba por su muerte. "El lazo se ha roto, y ahora estamos libres", le dijo recordando las palabras del salmo 123 y la liturgia de los Santos Inocentes. Delfina sonrió en medio de sus lágrimas, volvió a su antigua alegría, y se dedicó de lleno a la tarea de santificarse más y más.

 Fiel a la espiritualidad franciscana, quiso abrazarse con la pobreza. Pero eso no era fácil. Poco a poco fue despojándose de sus bienes. Abandonó sus tierras de Provenza y se fue a Nápoles. Aunque le ofrecieron alojamiento en la corte, ella prefirió vivir miserablemente y mendigando. Los chiquillos la injuriaban por la calle, y ella se gozaba en aquella humillación.

 Pero he aquí que sobreviene algo imprevisto: la reina doña Sancha había quedado viuda del rey Roberto en 1343 y quería tener junto a sí alguien que le apoyara en su vida espiritual. Llamó a Delfina y la hizo su consejera. Por indicación de ella entró la reina en las franciscanas de Santa Cruz de Nápoles, donde murió el año 1345.

 Delfina volvió a Apt, donde ya había vivido buena parte de la última fase de su vida, y allí pasó sus quince últimos años. Humilde y pobre, no desatendió, sin embargo, a sus conciudadanos. Cuando una guerra local amenaza arruinar el país, Delfina, aunque enferma, se interpone y consigue un apaciguamiento. Es hermoso también verla organizando una caja rural, en la que ella actuaba de secretaria y de fiadora. Prestando sin interés, conseguía resolver dificilísimas situaciones de los pobres labradores. La santidad, bien conocida por todos, de Delfina, era la garantía que permitía que aquella interesante empresa funcionara.

 Por fin, el 26 de noviembre de 1360, a sus setenta y ocho años, murió en Apt, donde se la enterró, juntamente con su marido, en la iglesia de los franciscanos.

 El pueblo rodeó aquella tumba bien pronto de una espontánea y cariñosa veneración, Tres años después de la muerte de Delfina, los comisarios apostólicos enviaban a Papa un informe sumamente favorable a su causa. Pero el resultado no fue decisivo por el momento. Había temor de que Delfina, en su trato con la reina doña Sancha y los franciscanos "espirituales", rebeldes a la Santa Sede, se hubiera contaminado de algunos de sus errores. Sólo años después su nombre empieza a aparecer en los martirologios franciscanos, y su fiesta a ser celebrada el 9 de diciembre.

 Por lo que hace a Elzear, fue canonizado solemnemente en la basílica de San Pedro de Roma por el papa Urbano V el 1 de abril de 1369. Se conserva su proceso de canonización, en el que, desgraciadamente, falta la declaración, que tan interesante hubiese sido, de su esposa Delfina. La fiesta de San EIzear se celebra en este día 27 de septiembre.

 A propósito del caso de estos santos esposos escribió Blondel unas palabras, con las que terminamos esta semblanza: "Asociarse (en el matrimonio) para ayudarse mutuamente en la caridad humana y divina o para realizar una especie de respetuosa inmolación doblemente meritoria, no es incompatible con la confianza en gracias excepcionales o en circunstancias impuestas por estados físicos y morales. Por eso ha sido posible canonizar vocaciones paradójicas y de una virtud singular, como la de San EIzear y la Beata Delfina de Provenza, verdaderos esposos, pero unidos en una emulación virginal".

viernes, 26 de septiembre de 2025

Reflexión del 26/09/2025

Lecturas del 26/09/2025

El año segundo del rey Darío, el día veintiuno del mes séptimo, llego la palabra del Señor por medio del profeta Ageo: «Di a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto de la gente: “¿Quién de entre vosotros queda de los que vieron este templo en su primitivo esplendor? Y el que veis ahora, ¿no os parece que no vale nada?
Ánimo, pues Zorobabel - oráculo del Señor -; ánimo también tú, Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote.
¡Ánimo gentes todas! - oráculo del Señor -. ¡Adelante, que yo estoy con vosotros! - oráculo del Señor del universo -. Ahí está mi palabra, la que os di al sacaros de Egipto; y mi espíritu está en medio de vosotros: ¡No temáis!
Pues esto dice el Señor del universo: Dentro de poco haré temblar cielos y tierra, mares y tierra firme. Haré temblar a todos los pueblos, que vendrán con todas sus riquezas y llenaré este templo de gloria, dice el Señor del universo.
Míos son la plata y el oro - oráculo del Señor del universo -.
Mayor será la gloria de este segundo templo que la del primero - dice el Señor del universo.
Y derramaré paz y prosperidad en este lugar, oráculo del Señor del universo”».
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió: «El Mesías de Dios».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Palabra del Señor.