jueves, 30 de noviembre de 2023
Lecturas del 30/11/2023
Hermanos:
Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación. Pues dice la Escritura: «Nadie que crea en él quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego; porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; y ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?; y ¿cómo anunciarán si no los envían?
Según está escrito: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!». Pero no todos han prestado oído al Evangelio. Pues Isaías afirma: «Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?»
Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y viene a través de la palabra de Cristo. Pero digo yo: «¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras».
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Palabra del Señor.
30 de Noviembre - San Andrés Apóstol
En el lago de Genesaret o Tiberíades, o mar de Galilea -tres hermosos nombres para una misma realidad- se ha encontrado recientemente una barca. Los técnicos aseguran que es del tiempo de Cristo. De algún pescador de entonces: de Andrés y Simón, de Santiago y Juan, o de otro cualquiera.
Junto al lago de Genesaret, arpa, por la forma que tiene, estaba Magdala, la villa de la Magdalena. Y además, Tiberíades, donde parece que no estuvo nunca Jesús, Cafarnaún, donde realizó muchos milagros, Corozaín y Betsaida, que sufrieron el apóstrofe de Jesús, por no recibirle.
Dos habitantes de Betsaida sí que acogieron a Jesús. El primero fue Andrés. Había aquellos días mucha efervescencia y rumores sobre la llegada del Mesías. Juan Bautista bautizaba en el Jordán y caldeaba los espíritus. Tenía junto a él muchos discípulos. Uno de ellos era Andrés.
Una tarde estaba Andrés junto a su maestro. Jesús pasó por allí. Y Juan, en un gesto generoso del que no quiere retener nada para sí, sino que cuando llega el momento sabe ceder lo que más quiere, dice a su discípulo: «He ahí el Cordero de Dios «. Y se lo dice invitándole a que le siga. Juan Evangelista estaba junto a Andrés, pero como Andrés es el primer nombrado, se le llama «el protocletos», el primer llamado.
Inmediatamente Andrés fue corriendo detrás de Jesús. ¿Qué quieres?, le dice Jesús. Andrés no busca una simple palabra de respuesta, sino un conocimiento más pleno. Por eso contesta con una respuesta más ambiciosa: ¿Dónde moras? Y el Rabbí le respondió: Ven y lo verás. Se fue, y tan a gusto debió de encontrarse, que se quedó con él todo el día. « ¡Quién pudiera decirnos lo que en aquellas horas aprendió el discípulo!» (S. Agustín).
Loco de alegría, Andrés quiere comunicar su experiencia. Se encuentra con su hermano Simón y lo conduce a Jesús que le cambia el nombre por Pedro. Lo mismo hizo Juan con Santiago y Natanael con Felipe. La experiencia les había tatuado para siempre. Era una experiencia contagiosa.
Andrés y Simón volvieron a sus redes. Un día Jesús se acercó a la orilla del lago y les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Y al instante lo dejaron todo y le siguieron. Era la vocación definitiva.
Luego siguieron tres años de intensa e íntima convivencia con el Maestro. Cuando las multitudes siguen a Jesús y el Maestro quiere saciar su hambre, Andrés le presenta a un muchacho que tiene unos panes y unos peces. Y junto con Felipe lleva ante Jesús a unos griegos que querían verle.
Cuando los apóstoles se dispersan por el mundo para predicar el Evangelio, Andrés recorrió el Asia Menor, el Peloponeso, Tracia, Escitia, y hasta el Mar Negro y el Cáucaso. En Patras, ciudad de Acaya, se presenta ante el prefecto. Andrés es un apasionado de la cruz. La cruz es su bandera, su espada y su armadura. «Si tú, Egeas, le dice, conocieras el misterio de la cruz, seguramente creerías en él y le adorarías».
Estas palabras provocaron la cólera del prefecto. Andrés fue condenado a muerte en una cruz en forma de aspa. Lleno de júbilo por morir como su Maestro, al ver la cruz prorrumpió en aquellas palabras que le aplicaba la liturgia: « ¡Oh cruz amable, oh cruz ardientemente deseada y al fin tan dichosamente hallada! ¡Oh cruz, que serviste de lecho a mi Señor y Maestro, recíbeme en tus brazos, y llévame de en medio de los hombres, para que por ti me reciba quien me redimió por ti y su amor me posea eternamente».
Así murió Andrés «el primogénito de los Apóstoles», como le llama Bossuet.
Junto al lago de Genesaret, arpa, por la forma que tiene, estaba Magdala, la villa de la Magdalena. Y además, Tiberíades, donde parece que no estuvo nunca Jesús, Cafarnaún, donde realizó muchos milagros, Corozaín y Betsaida, que sufrieron el apóstrofe de Jesús, por no recibirle.
Dos habitantes de Betsaida sí que acogieron a Jesús. El primero fue Andrés. Había aquellos días mucha efervescencia y rumores sobre la llegada del Mesías. Juan Bautista bautizaba en el Jordán y caldeaba los espíritus. Tenía junto a él muchos discípulos. Uno de ellos era Andrés.
Una tarde estaba Andrés junto a su maestro. Jesús pasó por allí. Y Juan, en un gesto generoso del que no quiere retener nada para sí, sino que cuando llega el momento sabe ceder lo que más quiere, dice a su discípulo: «He ahí el Cordero de Dios «. Y se lo dice invitándole a que le siga. Juan Evangelista estaba junto a Andrés, pero como Andrés es el primer nombrado, se le llama «el protocletos», el primer llamado.
Inmediatamente Andrés fue corriendo detrás de Jesús. ¿Qué quieres?, le dice Jesús. Andrés no busca una simple palabra de respuesta, sino un conocimiento más pleno. Por eso contesta con una respuesta más ambiciosa: ¿Dónde moras? Y el Rabbí le respondió: Ven y lo verás. Se fue, y tan a gusto debió de encontrarse, que se quedó con él todo el día. « ¡Quién pudiera decirnos lo que en aquellas horas aprendió el discípulo!» (S. Agustín).
Loco de alegría, Andrés quiere comunicar su experiencia. Se encuentra con su hermano Simón y lo conduce a Jesús que le cambia el nombre por Pedro. Lo mismo hizo Juan con Santiago y Natanael con Felipe. La experiencia les había tatuado para siempre. Era una experiencia contagiosa.
Andrés y Simón volvieron a sus redes. Un día Jesús se acercó a la orilla del lago y les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Y al instante lo dejaron todo y le siguieron. Era la vocación definitiva.
Luego siguieron tres años de intensa e íntima convivencia con el Maestro. Cuando las multitudes siguen a Jesús y el Maestro quiere saciar su hambre, Andrés le presenta a un muchacho que tiene unos panes y unos peces. Y junto con Felipe lleva ante Jesús a unos griegos que querían verle.
Cuando los apóstoles se dispersan por el mundo para predicar el Evangelio, Andrés recorrió el Asia Menor, el Peloponeso, Tracia, Escitia, y hasta el Mar Negro y el Cáucaso. En Patras, ciudad de Acaya, se presenta ante el prefecto. Andrés es un apasionado de la cruz. La cruz es su bandera, su espada y su armadura. «Si tú, Egeas, le dice, conocieras el misterio de la cruz, seguramente creerías en él y le adorarías».
Estas palabras provocaron la cólera del prefecto. Andrés fue condenado a muerte en una cruz en forma de aspa. Lleno de júbilo por morir como su Maestro, al ver la cruz prorrumpió en aquellas palabras que le aplicaba la liturgia: « ¡Oh cruz amable, oh cruz ardientemente deseada y al fin tan dichosamente hallada! ¡Oh cruz, que serviste de lecho a mi Señor y Maestro, recíbeme en tus brazos, y llévame de en medio de los hombres, para que por ti me reciba quien me redimió por ti y su amor me posea eternamente».
Así murió Andrés «el primogénito de los Apóstoles», como le llama Bossuet.
miércoles, 29 de noviembre de 2023
Lecturas del 29/11/2023
En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un gran banquete a mil de sus nobles, y se puso a beber delante de los mil. Bajo el efecto del vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey junto con sus nobles, sus mujeres y sus concubinas. Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Y mientras bebían vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera.
De repente, aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el revoque del muro del palacio, frente al candelabro, y el rey veía el dorso de la mano que escribía. Entonces su rostro palideció, sus pensamientos le turbaron, los músculos del cuerpo se le aflojaron, y las rodillas le entrechocaban. Trajeron a Daniel ante el rey, y este le preguntó: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos desterrados que trajo de Judea el rey mi padre? He oído decir de ti que posees el espíritu de los dioses, y que en ti se encuentran inteligencia, prudencia y una sabiduría extraordinaria.
He oído decir de ti que tú puedes interpretar sueños y resolver problemas; pues bien, si logras leer lo escrito y exponerme su interpretación, te vestirás de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro y ocuparás el tercer puesto en mi reino». Entonces Daniel habló así al rey: «Quédate con tus dones y da a otro tus regalos. Yo leeré al rey lo escrito y le expondré su interpretación.
Te has rebelado contra el Señor del cielo, has hecho traer a tu presencia los vasos de su templo, para beber vino en ellos en compañía de tus nobles, tus mujeres y concubinas. Has alabado a dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que ni ven, ni oyen, ni entienden; mientras que al Dios dueño de vuestra vida y tus empresas no lo has honrado. Por eso él ha enviado esa mano para escribir este texto. Lo que está escrito es: “Contado, Pesado, Dividido”. La interpretación es ésta: “Contado”: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el final; “Pesado”: te ha pesado en la balanza y te falta peso; “Dividido”: tu reino se ha dividido y se lo entregan a medos y persas».
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Palabra del Señor.
29 de Noviembre - San Saturnino - Obispo y mártir
Saturnino, obispo de Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y en España. La Passio Saturnini es ante todo un documento muy importante para el conocimiento de la antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430 y el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado de Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras los templos paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.
Saturnino, que había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de África (el nombre es efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener las gracias que pedían los fieles.
Parece que la presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.
Saturnino, con el cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
Saturnino, que había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de África (el nombre es efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener las gracias que pedían los fieles.
Parece que la presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.
Saturnino, con el cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
martes, 28 de noviembre de 2023
Lecturas del 28/11/2023
En aquellos días, dijo Daniel a Nabucodonosor:
«Tú, oh rey, viste estabas mirando y apareció una gran estatua. Era una estatua enorme y su brillo extraordinario resplandecía ante ti, y su aspecto era terrible. Aquella estatua tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro.
Mientras estabas mirando, una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Se hicieron pedazos a la vez el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano; el viento los arrebató y desaparecieron sin dejar rastro. Y la piedra que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una montaña enorme que ocupaba toda la tierra».
«Este era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido: Tú, ¡oh rey, rey de reyes!, a quien el Dios del cielo ha entregado el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha dado todos los territorios habitados por hombres, bestias del campo y aves del cielo, para que reines sobre todos ellos, tú eres la cabeza de oro. Te sucederá un reino de plata menos poderoso; después, un tercer reino de bronce, que dominará a todo el orbe.
Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro; como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y triturará a todos.
Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de alfarero, representan un reino dividido, aunque conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro, son un reino a la vez poderoso y débil. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede fundir el hierro con el barro. Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido, ni su dominio pasará a otro pueblo, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, y él durará por siempre.
En cuanto a la piedra que viste desprenderse del monte sin intervención humana, y que destrozó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro, este significa lo que el Dios poderoso ha revelado al rey acerca del tiempo futuro.
El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta».
En aquel tiempo, algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el final no será enseguida». Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambre y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».
Palabra del Señor.
28 de Noviembre - Santa Catalina Labouré
Santa Catalina Labouré, llamada Zoé en familia, nació en Bretaña, Francia, el 1806. Sus padres eran agricultores. Zoé era la novena de once hermanos supervivientes, de los diecisiete que nacieron.
Cuando Zoé tenía nueve años murió su madre. Zoé tiene que ocuparse de las tareas de la casa. Se prepara intensamente para la sagrada Comunión. Va mucho a la iglesia, sobre todo a la capilla de la Virgen.
Zoé toma la decisión de hacerse religiosa, como su hermana mayor. Su padre se opone. La envía a París para que conozca mundo y cambie de idea.
Por fin su padre consiente y entra en el noviciado de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Adopta el nombre de Catalina. Era muy cumplidora, pero sin cualidades extraordinarias ni virtudes llamativas.
Y es a ella a quien la Virgen María se le aparece varias veces el 1830. Catalina había deseado con ansia que la Virgen se le comunicase. La primera aparición fue en el mes de julio. Catalina cuenta candorosamente la aparición, con la intervención del Ángel de la Guarda.
La principal aparición fue en noviembre. Su confesor, el P. Aladel, la cuenta así: «La Virgen se le mostró en un retrato de forma oval. Estaba sobre el globo terráqueo, con vestido blanco y manto azul. De sus manos salían rayos resplandecientes que caían sobre la tierra. Arriba estaba escrito: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!... En el reverso del retablo estaba la letra M, sobre la que había una cruz descansando sobre una barra, y debajo los corazones de Jesús y de María. Después oyó estas palabras: Has de acuñar una medalla según este modelo. Los que la lleven puesta y recen devotamente está súplica, alcanzarán especial protección de la Virgen. Y desapareció la visión».
Más tarde, en 1832, el P. Aladel visita a monseñor Quelen, arzobispo de París, y consigue permiso para grabar la medalla, según la Virgen había manifestado a Catalina. El mismo arzobispo de París pudo comprobar los frutos espirituales de la medalla en varias ocasiones.
La medalla se propagó muy rápidamente. Catalina se preocupó mucho de ello, pero con tanta discreción que se mantenía en secreto el nombre de la vidente. Ella sólo hablaba con su confesor y seguía su vida normal.
El pueblo la llamó la Medalla Milagrosa por los muchos prodigios que obraba. El más famoso fue la conversión del judío Alfonso de Ratisbona. Ratisbona acepta por cortesía una medalla de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del «Acordaos» de San Bernardo. Visita en Roma la Iglesia de San Andrea delle Fratte. Se acerca a la capilla de la Virgen que se le aparece tal como venía grabada en la medalla. Se arrodilló y quedó transformado. Se bautizó, se ordenó sacerdote, convirtió a muchos judíos y fundó las Hermanas de Sión para este apostolado.
Mientras tanto, Catalina sigue en la humildad y el anonimato. Atiende a los ancianos, trabaja en la cocina, en el gallinero, en la enfermería, en la portería. Sufre en silencio la falta de comprensión del nuevo confesor. Consigue que se levante el altar, con la estatua que perpetúe las apariciones, en la capilla donde había recibido las confidencias de la Virgen.
Catalina murió en París el 1876. Su cuerpo, que reposa en el altar de la Virgen del Globo, fue encontrado incorrupto 56 años más tarde, intactos los bellos ojos azules que habían visto a la Virgen. Beatificada por Pío XI en 1923, fue canonizada por Pío XII el año 1947.
Cuando Zoé tenía nueve años murió su madre. Zoé tiene que ocuparse de las tareas de la casa. Se prepara intensamente para la sagrada Comunión. Va mucho a la iglesia, sobre todo a la capilla de la Virgen.
Zoé toma la decisión de hacerse religiosa, como su hermana mayor. Su padre se opone. La envía a París para que conozca mundo y cambie de idea.
Por fin su padre consiente y entra en el noviciado de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Adopta el nombre de Catalina. Era muy cumplidora, pero sin cualidades extraordinarias ni virtudes llamativas.
Y es a ella a quien la Virgen María se le aparece varias veces el 1830. Catalina había deseado con ansia que la Virgen se le comunicase. La primera aparición fue en el mes de julio. Catalina cuenta candorosamente la aparición, con la intervención del Ángel de la Guarda.
La principal aparición fue en noviembre. Su confesor, el P. Aladel, la cuenta así: «La Virgen se le mostró en un retrato de forma oval. Estaba sobre el globo terráqueo, con vestido blanco y manto azul. De sus manos salían rayos resplandecientes que caían sobre la tierra. Arriba estaba escrito: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!... En el reverso del retablo estaba la letra M, sobre la que había una cruz descansando sobre una barra, y debajo los corazones de Jesús y de María. Después oyó estas palabras: Has de acuñar una medalla según este modelo. Los que la lleven puesta y recen devotamente está súplica, alcanzarán especial protección de la Virgen. Y desapareció la visión».
Más tarde, en 1832, el P. Aladel visita a monseñor Quelen, arzobispo de París, y consigue permiso para grabar la medalla, según la Virgen había manifestado a Catalina. El mismo arzobispo de París pudo comprobar los frutos espirituales de la medalla en varias ocasiones.
La medalla se propagó muy rápidamente. Catalina se preocupó mucho de ello, pero con tanta discreción que se mantenía en secreto el nombre de la vidente. Ella sólo hablaba con su confesor y seguía su vida normal.
El pueblo la llamó la Medalla Milagrosa por los muchos prodigios que obraba. El más famoso fue la conversión del judío Alfonso de Ratisbona. Ratisbona acepta por cortesía una medalla de la Virgen Milagrosa, con la recomendación del rezo diario del «Acordaos» de San Bernardo. Visita en Roma la Iglesia de San Andrea delle Fratte. Se acerca a la capilla de la Virgen que se le aparece tal como venía grabada en la medalla. Se arrodilló y quedó transformado. Se bautizó, se ordenó sacerdote, convirtió a muchos judíos y fundó las Hermanas de Sión para este apostolado.
Mientras tanto, Catalina sigue en la humildad y el anonimato. Atiende a los ancianos, trabaja en la cocina, en el gallinero, en la enfermería, en la portería. Sufre en silencio la falta de comprensión del nuevo confesor. Consigue que se levante el altar, con la estatua que perpetúe las apariciones, en la capilla donde había recibido las confidencias de la Virgen.
Catalina murió en París el 1876. Su cuerpo, que reposa en el altar de la Virgen del Globo, fue encontrado incorrupto 56 años más tarde, intactos los bellos ojos azules que habían visto a la Virgen. Beatificada por Pío XI en 1923, fue canonizada por Pío XII el año 1947.
lunes, 27 de noviembre de 2023
Lecturas del 27/11/2023
El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén y la asedió.
El Señor entregó en su poder a Joaquín, rey de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo. Nabucodonosor se los llevó a Senaar, al templo de su Dios, y el ajuar del templo lo metió en el depósito del templo de su dios.
El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos hijos de Israel de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes, y aptos para servir en el palacio real; y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas. Cada día el rey les pasaba una ración de comida y de vino de la mesa real.
Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales entrarían al servicio del rey. Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares, ni con el vino de la mesa real, y pidió al capitán de eunucos que lo dispensase de aquella contaminación. Dios concedió a Daniel encontrar gracia y misericordia en el capitán de los eunucos, y este dijo a Daniel: «Tengo miedo al rey mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; pues si os ve más flacos que vuestros compañeros, ponéis en peligro mi cabeza delante del rey». Daniel dijo al encargado que el capitán de los eunucos había puesto para cuidarlos a él, a Ananías, a Misael y a Azarías: «Por favor, prueba diez días con tus siervos: que nos den legumbres para comer y agua para beber.
Después, que comparen en tu presencia nuestro aspecto y el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos según el resultado».
Él les aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Después de los diez días tenían mejor aspecto y estaban más robustos que cualquiera de los jóvenes que comían de la mesa real. Así que el encargado les retiró la ración de comida y de vino, y les dio legumbres. Dios les concedió a los cuatro inteligencia, comprensión de cualquier escritura y sabiduría. Daniel sabía, además interpretar visiones y sueños.
Al cumplirse el plazo señalado para presentarlos al rey, el capitán de los eunucos los llevó a Nabucodonosor.
Después de hablar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y quedaron a su servicio.
Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, los encontró diez veces superiores al resto de los magos y adivinos de todo su reino.
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor.
27 de Noviembre - San Teodosio de Turnovo
Se le conoce gracias a una amplia “Vida” escrita por el patriarca de Constantinopla Calixto I (1350-1363). Fue su amigo hasta la muerte.
Es posible que fuera originario de Bulgaria y que naciera en Turnovo. Desde joven entró en el monasterio de san Nicolás, en el que mostró un gran sentido de la obediencia, humildad y tenacidad.
Buscando mayor perfección personal, se fue al de la Señora situado en la Montaña Sagrada. Sus deseos no se vieron cumplidos y entonces fue pasando de uno a otro hasta que se enteró que había venido un monje santo procedente de del monasterio del Monte Atos: Gregorio de Sinaí.
Este monje tuvo que huir de las invasiones turcas. Se estableció en Paroria y construyó un centro de espiritualidad. Junto a él encontró la alegría con que soñaba. Fue uno de sus amigos más íntimos y fiel seguidor de sus reglas para, con ellas, alcanzar la santidad. Le encantaba la invocación frecuente a Jesús. Poco a poco aprendió a orar con total inmovilidad, buscando la unión perfecta con Dios.
A pesar de los ataques turcos, él no perdía la calma. Más de una vez, por mandato de sus superiores, tuvo que ir al rey de Bulgaria pidiendo ayuda y protección. Lo hicieron abad pero por poco tiempo. Lo suyo seguía siendo la inquietud de buscar siempre el lugar idóneo para desarrolla su santidad.
Es la persona a quien se le imputa el establecimiento del hesicasmo en el Segundo Imperio búlgaro. El hesicasmo es una corriente mística dentro del cristianismo ortodoxo cuyo principal defensor fue el monje bizantino Gregorio Palamás, que llegaría a ser arzobispo de Salónica. Seguidor del hesicasmo fue Teodosio de Tarnovo, fundador hacia 1350 del monasterio de Kilifárevo, que pronto se convertiría en el principal centro literario de Bulgaria y tuvo un papel importante en la condena de las diferentes herejías durante el reinado del zar Iván Alejandro de Bulgaria.
Eutimio de Tarnovo, seguidor de Teodosio, tras una prolongada estancia en tierras bizantinas regresó a Bulgaria y fundó el Monasterio de la Santísima Trinidad, cerca de Veliko Tarnovo.
Teodosio murió en el monasterio de San Mamant en Constantinopla. Teodosio se dirigía a la capital bizantina para visitar a su compañero, el patriarca Calixto I, que ante la muerte de nuestro santo escribió un largo elogio fúnebre sobre Teodosio. Entre los discípulos de Teodosio estaban el patriarca Eutimio, el último jefe de la Iglesia ortodoxa búlgara en la época medieval, así como un escritor y hesicasta.
Es posible que fuera originario de Bulgaria y que naciera en Turnovo. Desde joven entró en el monasterio de san Nicolás, en el que mostró un gran sentido de la obediencia, humildad y tenacidad.
Buscando mayor perfección personal, se fue al de la Señora situado en la Montaña Sagrada. Sus deseos no se vieron cumplidos y entonces fue pasando de uno a otro hasta que se enteró que había venido un monje santo procedente de del monasterio del Monte Atos: Gregorio de Sinaí.
Este monje tuvo que huir de las invasiones turcas. Se estableció en Paroria y construyó un centro de espiritualidad. Junto a él encontró la alegría con que soñaba. Fue uno de sus amigos más íntimos y fiel seguidor de sus reglas para, con ellas, alcanzar la santidad. Le encantaba la invocación frecuente a Jesús. Poco a poco aprendió a orar con total inmovilidad, buscando la unión perfecta con Dios.
A pesar de los ataques turcos, él no perdía la calma. Más de una vez, por mandato de sus superiores, tuvo que ir al rey de Bulgaria pidiendo ayuda y protección. Lo hicieron abad pero por poco tiempo. Lo suyo seguía siendo la inquietud de buscar siempre el lugar idóneo para desarrolla su santidad.
Es la persona a quien se le imputa el establecimiento del hesicasmo en el Segundo Imperio búlgaro. El hesicasmo es una corriente mística dentro del cristianismo ortodoxo cuyo principal defensor fue el monje bizantino Gregorio Palamás, que llegaría a ser arzobispo de Salónica. Seguidor del hesicasmo fue Teodosio de Tarnovo, fundador hacia 1350 del monasterio de Kilifárevo, que pronto se convertiría en el principal centro literario de Bulgaria y tuvo un papel importante en la condena de las diferentes herejías durante el reinado del zar Iván Alejandro de Bulgaria.
Eutimio de Tarnovo, seguidor de Teodosio, tras una prolongada estancia en tierras bizantinas regresó a Bulgaria y fundó el Monasterio de la Santísima Trinidad, cerca de Veliko Tarnovo.
Teodosio murió en el monasterio de San Mamant en Constantinopla. Teodosio se dirigía a la capital bizantina para visitar a su compañero, el patriarca Calixto I, que ante la muerte de nuestro santo escribió un largo elogio fúnebre sobre Teodosio. Entre los discípulos de Teodosio estaban el patriarca Eutimio, el último jefe de la Iglesia ortodoxa búlgara en la época medieval, así como un escritor y hesicasta.
domingo, 26 de noviembre de 2023
26 de Noviembre 2023 – Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: a El todo el poder, la gloria y la majestad por los siglos de los siglos.
La Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo es un festividad religiosa que originalmente fue promulgada por Pío XI el día 11 de Marzo de 1925 a través de su encíclica “Quas primas”, al conmemorar un año Jubilar, el XVI centenario del I Concilio Ecuménico de Nicea (que definió y proclamó el dogma de la consubstancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de incluir las palabras...y su reino no tendrá fin, en el Símbolo o "Credo Apostólico", promulgando así la real dignidad de Cristo) estableciendo para su celebración el domingo anterior al día de Todos los Santos (1 de noviembre). El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.
Desde 1970 la Solemnidad de Cristo Rey se celebra el último domingo per amnum, es decir el quinto domingo anterior a la Navidad. Por lo tanto, su fecha varía u oscila entre los días 20 y 26 de noviembre.
Desde el Vaticano II esta festividad concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatológico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.
La Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo es un festividad religiosa que originalmente fue promulgada por Pío XI el día 11 de Marzo de 1925 a través de su encíclica “Quas primas”, al conmemorar un año Jubilar, el XVI centenario del I Concilio Ecuménico de Nicea (que definió y proclamó el dogma de la consubstancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de incluir las palabras...y su reino no tendrá fin, en el Símbolo o "Credo Apostólico", promulgando así la real dignidad de Cristo) estableciendo para su celebración el domingo anterior al día de Todos los Santos (1 de noviembre). El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.
Desde 1970 la Solemnidad de Cristo Rey se celebra el último domingo per amnum, es decir el quinto domingo anterior a la Navidad. Por lo tanto, su fecha varía u oscila entre los días 20 y 26 de noviembre.
Desde el Vaticano II esta festividad concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatológico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.
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