domingo, 30 de septiembre de 2018

Domingo, 30-09-2018 26º de TIEMPO ORDINARIO

Reflexión de hoy

Lecturas



En aquellos días, el Señor bajó en la Nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. En cuanto se posó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar. Pero no volvieron a hacerlo.
Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque eran de los designados, no habían acudido a la tienda. Pero el espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el campamento.
Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:
«Eldad y Medad están profetizando en el campamento».
Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
«Señor mío, Moisés, prohíbeselo».
Moisés le respondió:
«¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el espíritu del Señor y profetizará!».


Atención, ahora, los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima.
Vuestra riqueza está podrida y vuestros trajes se han apolillado. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego.
¡Habéis acumulado riquezas... en los últimos días!
Mirad el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que vosotros habéis retenido, está gritando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor del universo.
Habéis vivido con lujo sobre la tierra y os habéis dado a la gran vida, habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza. Habéis condenado, habéis asesinado al inocente, el cual no os ofrece resistencia.


En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna.”
Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Palabra del Señor.

San Honorio de Canterbury

Martirologio Romano: En Canterbury, en el condado de Kent, en Inglaterra, san Honorio, obispo, antes monje romano, enviado por el papa san Gregorio I Magno como compañero de san Agustín para evangelizar Inglaterra, a quien sucedió, finalmente, en la sede episcopal (653).

Etimología: Honorio = que recibe dones. Viene de la lengua griega.

Este prelado era romano por nacimiento y monje por vocación. San Gregorio el Grande, que conocía las virtudes, la destreza y la sabiduría de Honorio en las ciencias santas, le eligió para que formase parte del grupo de misioneros que envió para evangelizar a los ingleses, aunque no se sabe si Honorio llego con el primer grupo que acompañaba a San Agustín o hizo el viaje más tarde. A la muerte de San Justo, en 627, se eligió a Honorio como obispo de Canterbury. San Paulino, obispo de York, le consagró en Lincoln y, poco después, recibió el palio que le enviaba el Papa Honorio I junto con una carta en que el Santo Padre mandaba que, en caso de que alguna de las dos sedes: la de Canterbury o la de York, quedase sin su titular, el otro obispo debería consagrar a la persona elegida para ocupar la sede vacante, "en vista", decía el Pontífice, "de la enorme distancia de tierra y de mar que nos separa de vosotros." A fin de confirmar aquella delegación de los poderes patriarcales para consagrar obispos, el Santo Padre envió también un palio al obispo de York.

Honorio, el nuevo arzobispo, comprobó con júbilo creciente que la fe de Cristo se extendía, a diario, hacia todos los rincones de las islas y que el espíritu del Evangelio se arraigaba en los corazones de numerosos siervos de Dios. Su propio celo y su ejemplo contribuyeron grandemente a esos progresos, durante los veinticinco años en que ejerció su episcopado.

Uno de sus primeros actos y de los más importantes fue el de consagrar al burgundio San Félix como obispo de Dunwich y enviarlo en una misión destinada a convertir a los anglos del oriente. Tras la muerte del rey Edwin en el campo de batalla, su vencedor, el "cadwallon" de Gales, "con una crueldad peor que la de cualquier pagano", como dice San Beda, "resolvió exterminar a todos los ingleses en las Islas Británicas" y comenzó por hacer una incursión devastadora y sangrienta en Nortumbría. Fue entonces cuando San Paulino huyó junto con la reina Etelburga, y ambos recibieron, con San Honorio, generosa hospitalidad. Pasado el peligro, Honorio designó a San Paulino para que ocupase la sede vacante de Rochester. A la muerte de San Paulino, precisamente en Rochester, en el 644, Honorio consagró en su lugar a San Ithamar, un sacerdote de Kent que fue el primer obispo inglés.

El 30 de septiembre de 653, murió San Honorio y fue sepultado en la iglesia de la abadía de San Pedro y San Pablo en Canterbury. A este santo se le nombra en el Martirologio Romano y se le conmemora en la diócesis de Southwark y de Nottingham.

sábado, 29 de septiembre de 2018

Reflexión de hoy

Lecturas



Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.
A él se le dio poder, honor y reino.
Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron.
Su poder es un poder eterno, no cesará.
Su reino no acabará.


En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Palabra del Señor.

Beato Luis Monza

Nació en Cislago, provincia de Varese (Italia), el 22 de junio de 1898, en una familia campesina cuyas únicas riquezas eran el trabajo y la fe. Entró en el seminario a los dieciocho años, después de haber conocido a fondo la fatiga del trabajo del campo.

El 19 de septiembre de 1925 recibió la ordenación sacerdotal, incardinado en la archidiócesis de Milán.

Como primera labor pastoral, fue destinado al Oratorio masculino de la parroquia de Vedano Olona. El inicio de su ministerio sacerdotal estuvo marcado por todo tipo de pruebas, incluida la cárcel durante el régimen fascista: fue acusado injustamente de haber organizado un atentado. Tras cuatro meses de prisión fue absuelto y liberado.

En 1929 el arzobispo metropolitano lo trasladó al santuario de la Virgen de los milagros de Saronno, donde se dedicó a la animación de la juventud.

Allí, ensanchó su mirada al mundo entero, marcado por la soledad, la tristeza y el egoísmo, pues estaba convencido de que "urgía ayudarle a experimentar el amor de Dios". Se trataba de una gran intuición, aunque tuvo que esperar que el Señor le indicara cuál era el camino concreto que debía seguir.

En particular, ante el mundo "paganizado" tuvo la intuición de ver en la caridad de los primeros cristianos el medio más apto para acercarse al hombre contemporáneo y anunciarle el Evangelio de Cristo. Los cristianos debían ser testigos del amor de Dios dentro de la sociedad misma, en la vida diaria y en la actividad profesional. "Cada uno de vosotros —decía— debe ser un artista de almas. Debemos reproducir la belleza de Jesús no en una tela, sino en las almas. Y el pincel del apostolado no debe caer nunca de nuestra mano".

En 1936 fue nombrado párroco de San Giovanni, en Lecco, donde destacó como "sacerdote según el corazón de Dios". Siempre estaba disponible para los pobres, los enfermos y los perseguidos injustamente. Durante la segunda guerra mundial se esforzó en particular por ayudar a sus feligreses que estaban en el frente de batalla.

En 1937 encontró el camino que el Señor le tenía preparado: fundar el instituto secular de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad. Primero creó la asociación "Nuestra Familia" para la asistencia socio-sanitaria, la instrucción y la formación de las personas discapacitadas y menos favorecidas, sobre todo niños, a fin de que pudieran luego insertarse en el difícil contexto social. Las Pequeñas Apóstoles de la Caridad siguen realizando ese apostolado. Están presentes en Italia, Sudán, Brasil, Ecuador; y colaboran también en China, Marruecos y Palestina.

Sin embargo don Luigi Monza no pudo ver el desarrollo de su obra: murió, a causa de un infarto, el 29 de septiembre de 1954.

Su celo en el ministerio parroquial, el esmero que ponía en la catequesis y la liturgia, la predicación fervorosa y concreta, y la cercanía a la gente pobre del barrio, hicieron de él un modelo de vida sacerdotal. 

viernes, 28 de septiembre de 2018

Reflexión de hoy

Lecturas



Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:
Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de destruir tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de arrojar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz.
¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Comprobé la tarea que Dios encomendado a los hombres para que se ocupen en ella: todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin.


Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió:
«El Mesías de Dios».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Porque decía:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Palabra del Señor.

Beato Francisco Castelló Aleu

Los esposos Josep Castelló, de Lleida, y Teresa Aleu, de Cornudella (Tarragona), se trasladaron a Alicante por motivos laborales del padre. Él, técnico en electricidad, encontró un buen trabajo en la ciudad de Alicante, dedicándose al novedoso invento de electrificar casas e industrias, y con la necesidad previa de poner en marcha la fábrica del fluido eléctrico. Allí establecen su familia con sus tiernas hijas Teresa y María, de apenas tres y dos años, en la calle Viriato, n.° 1, bajo la mole del castillo de Santa Bárbara, al final del viejo casco alicantino, junto al barrio de pescadores del Raval Roig, muy cerca del mar.

Están esperando el tercer vástago. Su madre lo presentía varón y desde lo más íntimo de su corazón maternal hace esta oración: 'Que sea santo, sabio y guapo». La verdad, que visto lo que fue la vida de Francisco, su oración fue bien escuchada. El día 14 de abril de 1914 nace el pequeño Francisco de Paula o Paola, y el día 1 de mayo siguiente recibe las aguas bautismales, como hijo de Dios y miembro de la Iglesia, en la vecina y antigua parroquia alicantina de Santa María.

Su madre, con la titulación de maestra, no ejerce como educadora en la escuela, pero sí en y desde la familia. Cuida de sus hijos y esposo; pero he aquí que les sobreviene una inesperada y fuerte prueba: en cinco días, en nada, por una simple congestión pulmonar, el padre, sostén de la familia, deja esta vida. Alicante, lugar de las ilusiones de una familia que se iba formando, se tendrá que convertir en el lugar del recuerdo del nacimiento de Francisco y en el lugar donde reposará para siempre el cuerpo sin vida del esposo y padre.

La vida de Francisco y la de su familia será una contraposición constante entre el optimismo cristiano de esperanza y las grandes pruebas familiares. Su madre se encuentra sola y sin medios económicos en la ciudad de Alicante, que les había acogido magníficamente. Necesitaba resolver el futuro de su familia. Precisaba ayuda moral y económica. Una mujer, María Castelló, madrina de Francisco, hermana de su padre, les ofrece su casa de Lleida. Allí han de trasladarse para rehacer su vida. La madre se separa durante el día de sus hijos y se dedica con todas sus fuerzas al estudio para preparar oposiciones como maestra nacional. Después de dos años consigue ganar las oposiciones. Con su trabajo de maestra ya puede atender a las necesidades de sus hijos; pero tendrá que seguir los diversos destinos de su profesión, hasta que puedan establecerse cerca de Lleida, en Juneda.

Llega el momento a Francisco de empezar el bachillerato, estudios que entonces se iniciaban a los diez años. Su madre decide que lo hará en el instituto de Lleida y estará interno en el colegio de los Maristas, donde recibirá la atención necesaria de cada día y la formación humana y cristiana que necesita un adolescente. Su madre, aunque sólo puede estar con él los fines de semana y vacaciones, con sus dotes y responsabilidad de educadora, es parte muy importante de la gran personalidad humana y cristiana de Francisco. De sus hijos dirá: «Yo tengo tres brillantes, lo importante es que sepáis hacer el engarce; esto lo habéis de hacer vosotros. Y a Francisco, hasta le decía para estimularlo: «Si tú fueses sabio y santo, los de Alicante te disputarían». Y la verdad es que a Alicante le pertenece compartir de una manera especial con Lleida, la personalidad y la grandeza de nuestro joven mártir.

Durante el cuarto curso de bachillerato pasado en Lleida, sobreviene una nueva y gran prueba en la vida y la familia de Francisco. Se le comunica que su madre está gravemente enferma en Juneda. Al llegar junto al lecho de su querida madre, ella se encontraba en estado tan grave que ni reconoció la presencia del hijo. Con un gran dolor en su corazón, Francisco se esforzó en superar el dolor de la muerte de su madre y el nuevamente incierto futuro de los hermanos. Pensó en ponerse a trabajar y dejar los estudios para ayudar a sus hermanas. Francisco les dijo: «Yo nunca os abandonaré. Somos huérfanos y hemos quedado solos. Dios no nos abandonará, como tampoco lo hará nuestra madre que está en el cielo». Los tres hermanos, en estos momentos, acudieron a la maternidad espiritual de María y a ella se encomendaron de una manera muy especial.

JOVEN UNIVERSITARIO

El jesuita padre Joan Calaf, además de la tía María Castelló, se hacen presentes para ayudar a los tres hermanos. Francisco acaba el bachillerato brillantemente y entonces consiguen que pueda ir a estudiar a Barcelona; la inteligencia y dedicación de Francisco lo exigían. Estudiaría Química en el Instituto fundado en 1916 por el alcoyano padre Eduardo Victoria. Estamos en septiembre de 1930. La tía ayudará económicamente de acuerdo con sus posibilidades; se consiguen becas del mismo instituto y miran de administrar lo mejor posible los pocos medios económicos con que cuentan. Francisco sabrá bien lo que es padecer necesidades. En la admirable carta de despedida, antes de su martirio, agradecerá a su tía cuanto ha hecho por ellos. Cuando Francisco cobra sus primeras nóminas, en su trabajo profesional, recordará y será solidario con los que veía aún más desfavorecidos que él en la sociedad. Frecuentemente no llegó su nómina a casa.

Tienen mucha importancia los Ejercicios Espirituales, practicados bajo la dirección de su condiscípulo, el jesuita padre Román Galán en el curso 1930. Ayudaron a centrar su vida espiritual. El joven Francisco, un joven normal, tiene altos y bajos como cualquier persona en periodo de formación. No es un camino de facilidades el suyo; pero desde su fe, cada vez más enraizada, resulta un joven alegre, porque, como dicen los que le conocieron, al lado de Francisco no se podía estar triste. Un compañero de prisión, en el tiempo que precedió a su martirio, dirá de él: «Poseía la alegría de los hombres que viven en contacto con Dios, alegría que no puede comprender la gente mundana. Aquella luz y satisfacción que irradiaba de su rostro es de difícil explicación por los que desconocen la eficacia espiritual de la gracia. La risa franca y sonora, que a menudo brotaba de sus labios, tenía la virtud de devolver el ánimo a los más pusilánimes».

Durante su estancia en Barcelona se instaura la República Española y la recuperación de la autonomía histórica de Cataluña con el restablecimiento de la Generalitat. Francisco está muy contento del cambio, pero cuando ve el cariz de persecución religiosa que está presente en algunas actuaciones político-sociales, decide no participar en la política activa. El Instituto Químico de los jesuitas, en el cual estudiaba, es incautado. Francisco y su amigo y confidente, padre Román Galán, dejan Barcelona y acaban los estudios y obtienen la Licenciatura en la Universidad de Oviedo. Estamos a principios de 1934. A continuación, tiene su primer trabajo en «Abonos Químicos Cros, S.A.», en la misma ciudad de Lleida. A su trabajo profesional unirá las clases que dará a los trabajadores de la empresa, para su promoción humana y profesional, cuando acababa la jornada laboral. Los problemas de la sociedad, pensaba Francisco, no los arreglarían los políticos, sino que lo que hacía falta era resolver en justicia la economía e instrucción de los necesitados y darles el tesoro de la fe que da sentido a la vida.

El grupo que necesitaba para dar sentido eclesial comunitario a su vida espiritual y apostólica lo encontrará en Lleida con el „Moviment de Joves Cristians de Catalunya», formación eclesial de acuerdo con los principios de la Acción Católica, promovida entonces por el papa Pío XI. Conocidos por Fejocistas, constituyeron un fuerte movimiento cristiano de juventud; más de trescientos fueron inmolados por su fe en los días de la Guerra Civil. Hay un largo martirologio con la vida y pasión de estos jóvenes: Francisco es el primero que tiene su martirio reconocido oficialmente por la Iglesia. La razón de los fejocistas es formación y acción; ésta sobre todo entre los más marginados de la sociedad; Francisco se empleó en ello de una manera muy comprometida. También se ocupó de llevar a excursiones, como monitor, a los »Minyons de Muntanya» (Scouts). Fue socio del «Centre Excursionista de Lleida». Las excursiones a la montaña le entusiasmaban.

En este tiempo empieza su noviazgo con María Pelegrí Esquerda, Mariona como él la llamaba, a quien amó profundamente. Es bellísima la fotografia conservada, en la que se les ve pasear por la calle Mayor de Lleida el domingo de Ramos del 1936, totalmente enamorados. El 30 de mayo de 1936 formaliza su compromiso matrimonial. Para este día se hace la fotografia con la que suele ser representado nuestro beato, con la corbata y todos los ornatos de rigor; se la entrega a su novia junto con una medalla con su cadenilla. Los días en que estará en prisión pedirá la fotografia de su amada. La carta de despedida, que le dedica inmediatamente antes de los momentos de su martirio sangriento, es digna de estar entre las más bellas páginas de la literatura cristiana y humana de todos los tiempos.

El día 1 de julio de 1936, Francisco Castelló ingresa en el ejército de la República como soldado de complemento. Será cumplidor de sus deberes militares y no esconderá, en aquellos tiempos de la República, su condición de cristiano comprometido.

CRISTIANO EN AMBIENTES ADVERSOS

El 18 de julio de 1936 tuvo lugar el alzamiento militar del general Franco. Desgraciadamente el hecho de ser y confesarse cristiano o no, viene a resultar frecuentemente ser enemigo de una u otra parte de la contienda. Para el soldado Francisco Castelló empieza casi inmediatamente su arresto.

El martirio de Francisco está encuadrado en medio de una contienda política sangrienta. Es frecuente que la confesión martirial de los cristianos de todos los tiempos, empezando por la misma pasión de Jesucristo (Jn 11, 47-57), vaya unida a motivaciones políticas, o que al menos, a base de ellas, se quería justificar que los matasen. El testimonio de Francisco como cristiano resultará diáfano y contundente. En cuatro ocasiones, desde su arresto, escogerá entre ser liberado o no de la prisión y muerte, con sólo esconder o disimular su fe cristiana. Cada vez será un no rotundo su respuesta. Hubiese bastado que confesase ««que aquello del fejocismo y su fe eran cosas del pasado, que en los nuevos tiempos que se iban instaurando, él se unía a la nueva revolución social, en la cual Dios y el cristianismo no tenían lugar»..., y hubiese salvado la vida. Tenía buenos amigos que querían interceder por él, y que hubiesen conseguido liberarlo; además, ante la fuerte personalidad y simpatía de Francisco, bien conocida en Lleida, no interesaba tenerlo como enemigo de una causa.

Durante casi dos meses conocerá la prisión en las edificaciones de la antigua catedral, entonces castillo militar; la prisión provincial desde el 12 de septiembre, y los mismos calabozos de la Pahería (ayuntamiento de Lleida) en el día de su juicio condenatorio. Lugares de estrechez de espacio, y hacinamiento que normalmente producen claustrofobia, tristeza y hasta desesperación. Las burlas, insultos y frases soeces de sus guardianes no faltan. Francisco da aliento a todos, es optimista desde su fe cristiana; con su enorme simpatía, promueve la alegría, concursos de distracción y hasta un diario humorístico para ayudar a aguantar la moral de los reclusos; en la prisión provincial hasta inventarán un espacio para jugar al frontón. 'Por la tarde teníamos una sentada en la que nos hablaba de por qué éramos cristianos y nos sentíamos católicos». Se preocupaba de los demás: «Enjugó lágrimas, fortaleció voluntades y consiguió la recuperación de no pocos que, en su tribulación, necesitaban la gracia de la consolación divina». La oración profunda y sentida, personal y colectiva, y la misma recepción del sacramento de la penitencia ya en la prisión provincial, serán el motor vital de la gracia que actuaba en él. El martirio de Francisco es conocido de una forma muy detallada por los diversos testimonios presenciales con que se cuenta; siguiendo estos testimonios, es impresionante su actitud y actividad.

MÁRTIR DE JESUCRISTO

Llegamos al 29 de septiembre de 1936.

Son sacados de la prisión provincial para tener un juicio sumarísimo ante un «Tribunal Popular». Son nueve imputados. El lugar del juicio, el histórico edificio de la Pahería.

Llega el turno a Francisco. «Tú eres fascista, porque hemos encontrado que estudiabas alemán e italiano».

--Yo no he militado en ninguna formación política; sí estudiaba estas lenguas es porque era importante conocerlas para mis estudios».

El deseo del tribunal era imputar políticamente a los católicos como colaboradores del otro bando. La sala, llena de testigos, tuvo que aceptar que no se le podía imputar tal pertenencia. Así las cosas, el que actuaba de fiscal fue al grano: «En fin terminemos: ¿Eres católico?»

Francisco, con voz clara, sereno, conciso y con el rostro transfigurado de emoción respondió: »Sí. Eso, sí. ¡Soy católico!»

La entereza y la gallardía de Francisco provocaron un estallido rumoroso e indescriptible entre los asistentes en el salón de actos de la Pahería y de ellos brotaron las palabras: «Inocente, libertad, perdón»; pero el fiscal pidió la pena de muerte. Al decirle el presidente que podía defenderse, Francisco respondió:

»No hace falta. ¿Para qué? Si el ser católico es un delito, acepto muy a gusto ser delincuente, ya que la mayor felicidad que puede encontrar una persona en este mundo es morir por Cristo. Y si mil vidas tuviera las daría sin dudar un momento por él...»

Por una estrecha escalera de caracol, los que habían sido juzgados fueron llevados a un lúgubre subterráneo donde fueron encerrados. Allí esperaron la sentencia: cada cual soltó lo que llevaba, menos Francisco que estaba muy sereno. Documentos en mano, bajaron unos del tribunal que les comunicaron que a dos habían conmutado la pena de muerte por cadena perpetua, a uno se le dejaba en libertad y Francisco con otros cinco habían sido condenados a la pena de muerte. Ejecución sumarísima a la vista.

Francisco sacó lápiz y papel y se sentó en un banco de piedra que hay en el calabozo y empezó a escribir. Tres cartas: a su novia, a las dos hermanas y la tía, y al jesuita su amigo. El Espíritu de Dios le llena en su plenitud, acepta voluntariamente en su corazón ser testigo de la fe. Son humanamente indescriptibles e incomprensibles. Cuando pasado un tiempo, llegan a las manos del papa Pío XI, después de leerlas, emocionado, se pone a llorar como un niño; su secretario, Eugenio Pacelli, futuro Pío XII las quiere recoger para colocarlas en el lugar correspondiente, pero el papa le dice que no quiere desprenderse de ellas. Pío XI vio en Francisco al héroe cristiano de la Acción Católica.

Hacia las once de la noche se abrió la puerta trasera del palacio municipal por donde salieron los condenados a muerte, maniatados, formando parejas. Castelló la formaba con el ferroviario Miret. Subieron a un camión descubierto y fuertemente custodiado. El chófer puso en marcha el vehículo y he aquí que aquellos hombres, incitados por nuestro héroe, pusieron en sus labios un canto de fe y de esperanza : ''Crec en un Déu...>., el Credo popular catalán de Romeu, y el himno de perseverancia: »Amunt, germans, fem postra via...» (»¡Arriba!, hermanos, hagamos nuestro camino, Jesús, nuestro Rey nos precede....>). Algunos milicianos les abofetearon mandándoles cesar de cantar. El conductor paró e increpó a los milicianos que respetasen la valentía de aquellos hombres; de lo contrario, él no conduciría el camión. Le hicieron caso. Francisco advirtió a quien le había pegado: <,Te perdono, porque no sabes lo que haces».

Conocemos los detalles de su inmolación. Enrique Fola, encargado de la gasolinera que hay junto al cementerio, fue enviado por su hermana Teresa y portaba una de las farolas que daban luz en aquella noche de crimen. Francisco, cuando pasó junto a él le dio el adiós de amigo. Los alinearon horizontalmente en el escenario de las ejecuciones del cementerio de Lleida.

Frente al pelotón, quebrando el silencio, Francisco dijo: ¡Un momento, por favor! Os perdono a todos. Hasta la eternidad». Juntó las manos, y dirigiendo sus ojos al cielo, salió una oración personal silenciosa de sus labios.

Los fusiles entraron en acción y ahogaron un vibrante Viva Cristo Rey». Sus cuerpos fueron echados a la fosa común, la misma que hacía poco tiempo había recibido el cuerpo sin vida del obispo diocesano, de muchos sacerdotes y seglares que habían cometido el delito de asistir a misa los domingos.

Por su vida y martirio, el joven Francisco Castelló Aleu tiene el culto de beato desde el día 11 de marzo de 2001, de acuerdo con el decreto publicado por el papa Juan Pablo II. Dentro del culto restringido que se da a los beatos, su Alicante natal y Lleida, lugar de su martirio, celebran el Dies natalis el 28 de septiembre.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Reflexión de hoy

Lecturas



¡Vanidad de vanidades! - dice Qohelet -.
¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?
Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece.
Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar.
Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír.
Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol.
De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros.
Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos.


En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?».
Y tenía ganas de verlo.

Palabra del Señor.