lunes, 10 de noviembre de 2025
Lecturas del 10/11/2025
Amad la justicia, gobernantes de la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con sencillez de corazón.
Porque se manifiesta a los que no exigen pruebas y se revela a los que no desconfían de él.
Los pensamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, puesto a prueba, confunde a los necios.
La sabiduría no entra en alma perversa, ley ni habita en cuerpo sometido al pecado.
Pues el espíritu educador y santo huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y es ahuyentando cuando llega la injusticia.
La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al blasfemo: inspecciona las entrañas, vigila atentamente el corazón y cuanto dice la lengua.
Pues el espíritu del Señor llena la tierra, todo lo abarca y conoce cada sonido.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay del que los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás».
Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe».
El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería».
Palabra del Señor.
10 de Noviembre 2025 – San Andrés Avelino
Nació en Castro-Novo (Nápoles), año de 1521. En el bautismo recibió el nombre de Lanceloto, que trocó por el de Andrés al ingresar en la orden de los Teatinos. Estudió el derecho civil y después de graduarse de doctor en la misma facultad recibió las sagradas órdenes. Defendiendo a un sacerdote, dijo una mentira en la vehemencia de su discurso, y reflexionando en ella, hizo a su cuerpo víctima de las más asombrosas penitencias.
A los treinta y seis años de edad, y en el de 1556, entró en la religión de San Cayetano y casa de San Pablo de Nápoles. Padeció graves enfermedades, y sabiendo la hora dé su muerte, aunque débil, salió de su aposento a celebrar el santo sacrificio de la Misa. Llegó con sumo trabajo al altar de San José, y al comenzar el introito le dio un accidente apoplético que le hizo caer en los brazos del que le ayudaba, falleciendo el día 10 de Noviembre de 1608. Fue canonizado por Urbano VIII, a solicitud de los reyes Felipe III de España y Luis XIII de Francia, año 1712.
A los treinta y seis años de edad, y en el de 1556, entró en la religión de San Cayetano y casa de San Pablo de Nápoles. Padeció graves enfermedades, y sabiendo la hora dé su muerte, aunque débil, salió de su aposento a celebrar el santo sacrificio de la Misa. Llegó con sumo trabajo al altar de San José, y al comenzar el introito le dio un accidente apoplético que le hizo caer en los brazos del que le ayudaba, falleciendo el día 10 de Noviembre de 1608. Fue canonizado por Urbano VIII, a solicitud de los reyes Felipe III de España y Luis XIII de Francia, año 1712.
domingo, 9 de noviembre de 2025
09 de Noviembre 2025 – Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
En las Actas o Hechos del Martirio de San Justino y Compañeros se lee: «De nuevo preguntó el prefecto Rústico: ` ¿En dónde se reúnen?'. Justino contestó: `En donde cada uno puede y prefiere; tú crees que todos nosotros nos reunimos en un mismo lugar, pero no es así, porque el Dios de los cristianos, que es invisible, no se puede circunscribir en un lugar, sino que llena el cielo y la tierra y sus fieles lo veneran y lo glorifican en cualquier lugar»'. En su franca respuesta, el grande apologista San Justino repetía ante el juez lo que Jesús le había dicho a la samaritana: «Créeme, mujer, ha llegado la hora de que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis al que no conocéis, nosotros adoramos al que conocemos, porque la salvación viene de los judíos, pero ha llegado el momento, y es este, en el que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque el Padre quiere estos adoradores. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad». (Jn 4: 21-24).
La fiesta de hoy, la de la dedicación de la Basílica del Santísimo Salvador o de San Juan de Letrán, ciertamente no contrasta con el testimonio de San Justino ni con la palabra de Cristo. En efecto, salvos el deber y el derecho de la oración siempre y en cualquier lugar, también es cierto que desde los tiempos apostólicos la Iglesia, como grupo de personas, ha tenido necesidad de algunos lugares para reunirse a orar, proclamando la Palabra de Dios y renovando el sacrificio de la muerte y resurrección de Cristo, cumpliendo sus palabras: «Tomad y comed todos; tomad y bebed todos; haced esto en memoria mía».
A1 principio estas reuniones se hacían en las casas privadas, entre otras cosas porque la Iglesia no tenía ninguna aprobación oficial. Pero esto debió suceder muy pronto: hay un episodio singular al principio del siglo III cuando Alejandro Severo dio razón a la comunidad cristiana en un proceso contra los hosteleros, que reclamaban contra la transformación de una hostería en lugar de culto cristiano.
La basílica lateranense fue fundada por el Papa Melquíades (311-314) en las propiedades donadas para este fin por Constantino al lado del Palacio Lateranense, hasta entonces residencia imperial y después residencia pontificia. Así nació la «iglesia-madre de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe», destruida y reconstruida muchas veces. En ella o en el antiguo Palacio Lateranense (ahora sede del Vicariato de Roma) se celebraron cinco concilios, en los años 1123, 1139, 1179, 1215 y 1512. «Pero el templo vivo y verdadero de Dios debemos ser nosotros» dice San Cesarlo de Arles.
La fiesta de hoy, la de la dedicación de la Basílica del Santísimo Salvador o de San Juan de Letrán, ciertamente no contrasta con el testimonio de San Justino ni con la palabra de Cristo. En efecto, salvos el deber y el derecho de la oración siempre y en cualquier lugar, también es cierto que desde los tiempos apostólicos la Iglesia, como grupo de personas, ha tenido necesidad de algunos lugares para reunirse a orar, proclamando la Palabra de Dios y renovando el sacrificio de la muerte y resurrección de Cristo, cumpliendo sus palabras: «Tomad y comed todos; tomad y bebed todos; haced esto en memoria mía».
A1 principio estas reuniones se hacían en las casas privadas, entre otras cosas porque la Iglesia no tenía ninguna aprobación oficial. Pero esto debió suceder muy pronto: hay un episodio singular al principio del siglo III cuando Alejandro Severo dio razón a la comunidad cristiana en un proceso contra los hosteleros, que reclamaban contra la transformación de una hostería en lugar de culto cristiano.
La basílica lateranense fue fundada por el Papa Melquíades (311-314) en las propiedades donadas para este fin por Constantino al lado del Palacio Lateranense, hasta entonces residencia imperial y después residencia pontificia. Así nació la «iglesia-madre de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe», destruida y reconstruida muchas veces. En ella o en el antiguo Palacio Lateranense (ahora sede del Vicariato de Roma) se celebraron cinco concilios, en los años 1123, 1139, 1179, 1215 y 1512. «Pero el templo vivo y verdadero de Dios debemos ser nosotros» dice San Cesarlo de Arles.
Lecturas del 09/11/2025
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo.
Del zaguán del templo manaba agua hacia levante –el templo miraba a levante–. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar.
Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»
Hermanos:
Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye.
Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra del Señor.
09 de Noviembre 2025 – Beata Juana de Signa
La parte más antigua de la ciudad de Signa, en lo alto del cerro, de aspecto medieval, se llama comúnmente la Beata. Recuerda y honra así a diario a la Beata de Signa por antonomasia, la Beata Juana. Nació en Signa en 1244, hija de padres humildes, y como Santa Juana de Arco y Santa Bernardita de Lourdes, en su juventud fue pastora sencillísima, de vida y alma sin mancha. A veces reunía junto a sí a otros pastores y les hablaba de las cosas del cielo y del amor a las virtudes.
Hacia los treinta años pudo realizar su ideal de vida religiosa haciéndose reclusa voluntaria a ejemplo de la Beata Veridiana, reclusa de Castel Fiorentino. Después de haber recibido de los Hermanos Menores en Carmignano el hábito de la Tercera Orden Franciscana, se hizo encerrar entre paredes en una celdita junto al río Arno. Allí permaneció en penitencia durante cuatro decenios. Desde aquel estrecho refugio derramó dones de misericordia sobre cuantos recurrían a ella: sanó enfermos, consoló afligidos, convirtió pecadores, iluminó a dudosos, ayudó a los necesitados. Su fama perdura hasta nuestros días debido también a los milagros póstumos y a las gracias recibidas.
Las leyendas pintorescas sobre Juana se refieren a su juventud como pastora. Una, por ejemplo, dice que durante las tempestades y los aguaceros, ella reunía su rebaño junto un gran árbol, que prodigiosamente era librado de la lluvia, del granizo y de los rayos. Por eso, cuando se acercaba la tempestad, los otros pastores corrían a donde ella con sus animales. Juana aprovechaba aquellas ocasiones para enseñar a sus compañeros con palabras sencillas y eficaces el modo de salvar su alma y de merecer el Paraíso.
Otras veces cuando el río Arno crecido impedía el paso de una a otra orilla, a Juana se le vio extender sobre las aguas amenazadoras su rojizo manto y sobre él atravesar el río, como si fuera una barca segura.
Juana vivió como reclusa una vida más angelical que humana. De la caridad de los fieles recibía lo necesario para la vida. Se ejercitó en la más rigurosa austeridad en la ferviente oración, en la asidua contemplación, en estáticos coloquios con su amado. El Señor glorificó la santidad de su sierva fiel con numerosos prodigios realizados especialmente en favor de enfermos, para los cuales obtenía de Dios la curación del cuerpo y del alma. Murió en su celda, a los 63 años, el 9 de noviembre de 1307. Se dice que en el momento de su muerte las campanas de las iglesias sonaron a fiesta para solemnizar el ingreso de Juana a la gloria del cielo.
Hacia los treinta años pudo realizar su ideal de vida religiosa haciéndose reclusa voluntaria a ejemplo de la Beata Veridiana, reclusa de Castel Fiorentino. Después de haber recibido de los Hermanos Menores en Carmignano el hábito de la Tercera Orden Franciscana, se hizo encerrar entre paredes en una celdita junto al río Arno. Allí permaneció en penitencia durante cuatro decenios. Desde aquel estrecho refugio derramó dones de misericordia sobre cuantos recurrían a ella: sanó enfermos, consoló afligidos, convirtió pecadores, iluminó a dudosos, ayudó a los necesitados. Su fama perdura hasta nuestros días debido también a los milagros póstumos y a las gracias recibidas.
Las leyendas pintorescas sobre Juana se refieren a su juventud como pastora. Una, por ejemplo, dice que durante las tempestades y los aguaceros, ella reunía su rebaño junto un gran árbol, que prodigiosamente era librado de la lluvia, del granizo y de los rayos. Por eso, cuando se acercaba la tempestad, los otros pastores corrían a donde ella con sus animales. Juana aprovechaba aquellas ocasiones para enseñar a sus compañeros con palabras sencillas y eficaces el modo de salvar su alma y de merecer el Paraíso.
Otras veces cuando el río Arno crecido impedía el paso de una a otra orilla, a Juana se le vio extender sobre las aguas amenazadoras su rojizo manto y sobre él atravesar el río, como si fuera una barca segura.
Juana vivió como reclusa una vida más angelical que humana. De la caridad de los fieles recibía lo necesario para la vida. Se ejercitó en la más rigurosa austeridad en la ferviente oración, en la asidua contemplación, en estáticos coloquios con su amado. El Señor glorificó la santidad de su sierva fiel con numerosos prodigios realizados especialmente en favor de enfermos, para los cuales obtenía de Dios la curación del cuerpo y del alma. Murió en su celda, a los 63 años, el 9 de noviembre de 1307. Se dice que en el momento de su muerte las campanas de las iglesias sonaron a fiesta para solemnizar el ingreso de Juana a la gloria del cielo.
sábado, 8 de noviembre de 2025
Lecturas del 08/11/2025
Saludad a Prisca y Aquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas por salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las iglesias de los gentiles.
Saludad asimismo a la Iglesia que se reúne en su casa.
Saludad a mi querido Epéneto, primicias de Asia para Cristo.
Saludad a María, que con tanto afán ha trabajado en vuestro favor.
Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que son ilustres entre los apóstoles y además llegaron a Cristo antes que yo.
Saludad a Ampliato, a quien quiero en el Señor.
Saludad a Urbano, colaborador nuestro en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquio.
Saludaos unos a otros con el beso santo.
Os saludan todas las Iglesias de Cristo.
Yo, Tercio, que escribo la carta, os saludo en el Señor.
Os saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano.
Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
En aquel tiempo, aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo: «Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios».
Palabra del Señor.
08 de Noviembre 2025 – San Godofredo de Amiens
Nacido en Soissons (Francia) hacia 1066; murió en esta misma localidad el 8 noviembre de 1115.
No eran más de seis en aquella abadía y las zarzas ya se extendían por todas partes, cuando los benedictinos de Nogent lo eligieron abad. Godofredo, cerca entonces de los treinta años, vivía corno simple religioso en MontSaint Martin. En pocos años devolvió a Nogent su antigua prosperidad y atrajo numerosas vocaciones. Maravillado por tal resultado, Manases, arzobispo de Reims, le ofreció (1097) el nombramiento de abad de San Remigio, la abadía más rica de su diócesis. Godofredo rehusó argumentando que un hombre honesto no abandonaría a su mujer para irse con una más guapa. Pero el arzobispo le obligó a aceptar el cargo. Más tarde fue nombrado obispo de Amiens, cargo que habría de causarle muchos sufrimientos (1104-1115).
Godofredo, que llega a Amiens con la idea de reformar, no tarda nada en enajenarse ante un clero libertino y simoníaco que no administra los sacramentos más que a cambio de dinero. El nuevo obispo toma partido por una asociación de vecinos unidos contra la tiranía y rapacidad de los nobles de la ciudad, los cuales se coligan para perseguirlo y hacerle la vida imposible. Incluso el abad Guilberto, su sucesor en Nogent, se burla públicamente de él. Privado de esperanza y amigos, Godofredo se escapa de noche y se dirige a la Gran Cartuja (diciembre de 1114), donde confía poder esconderse y vivir en paz. Sin embargo, le descubren y le obligan a regresar a su sede. Regresa en abril de 1115 y vuelve a atender sus funciones. Pero no tiene ya fuerzas, y muere algunos meses más tarde, a la edad de cincuenta años, en la abadía de Saint Crépin de Soissons, donde estaba de paso. Se le entierra allí mismo, ya que el clero de Amiens no se molesta ni siquiera en reclamar su cuerpo.
No eran más de seis en aquella abadía y las zarzas ya se extendían por todas partes, cuando los benedictinos de Nogent lo eligieron abad. Godofredo, cerca entonces de los treinta años, vivía corno simple religioso en MontSaint Martin. En pocos años devolvió a Nogent su antigua prosperidad y atrajo numerosas vocaciones. Maravillado por tal resultado, Manases, arzobispo de Reims, le ofreció (1097) el nombramiento de abad de San Remigio, la abadía más rica de su diócesis. Godofredo rehusó argumentando que un hombre honesto no abandonaría a su mujer para irse con una más guapa. Pero el arzobispo le obligó a aceptar el cargo. Más tarde fue nombrado obispo de Amiens, cargo que habría de causarle muchos sufrimientos (1104-1115).
Godofredo, que llega a Amiens con la idea de reformar, no tarda nada en enajenarse ante un clero libertino y simoníaco que no administra los sacramentos más que a cambio de dinero. El nuevo obispo toma partido por una asociación de vecinos unidos contra la tiranía y rapacidad de los nobles de la ciudad, los cuales se coligan para perseguirlo y hacerle la vida imposible. Incluso el abad Guilberto, su sucesor en Nogent, se burla públicamente de él. Privado de esperanza y amigos, Godofredo se escapa de noche y se dirige a la Gran Cartuja (diciembre de 1114), donde confía poder esconderse y vivir en paz. Sin embargo, le descubren y le obligan a regresar a su sede. Regresa en abril de 1115 y vuelve a atender sus funciones. Pero no tiene ya fuerzas, y muere algunos meses más tarde, a la edad de cincuenta años, en la abadía de Saint Crépin de Soissons, donde estaba de paso. Se le entierra allí mismo, ya que el clero de Amiens no se molesta ni siquiera en reclamar su cuerpo.
viernes, 7 de noviembre de 2025
Lecturas del 07/11/2025
Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y de que tenéis suficiente saber para aconsejaros unos a otros.
Pese a todo, os he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar vuestros recuerdos. Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable.
Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios. En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios.
Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo.
Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno; sino como está escrito:
«Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído comprenderán».
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió: “Cien barriles de aceite».
Él le dijo: «Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él dijo: “Cien fanegas de trigo”.
Le dice: “Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».
Palabra del Señor.
07 de Noviembre 2025 – San Vicente Le Quang Liem de La Paz
Vicente Liem de la Paz (en vietnamita: Vinh Sơn Phạm Hiếu Liêm) (1732 - 7 de noviembre de 1773) fue un fraile dominico tonquinés (actual Vietnam septentrional) venerado como santo y mártir por la Iglesia católica.
Nacido Phạm Hiếu Liêm en el pueblo de Trà Lũ, en el phủ de Thiên Trường, provincia de Nam Định, Tonkín en 1732 de padres cristianos, Antonio y Monica Daeon de la Cruz, miembros de la nobleza tonquinesa. Cuando cayó gravemente enfermo varios días después de su nacimiento, fue bautizado por Chien de Santo Tomás, tomando el nombre de Vicente Liem. Dado que Trà Lũ era uno de esos pueblos tonquineses donde los frailes dominicos predicaban la fe católica, Liêm creció y se convirtió en cristiano. Más tarde, sus padres lo llevaron a un centro misionero donde aprendió el catecismo.
En 1738, el rey Felipe V de España abrió el Colegio de San Juan de Letrán y la Universidad de Santo Tomás (UST) en Filipinas a estudiantes chinos y tonquineses, ya que China y Tonkin no tenían instituciones educativas cristianas. Los padres dominicos decidieron dejar que Liêm y otros cuatro tonquineses (José de Santo Tomás, Juan de Santo Domingo, Pedro Mártir y Pedro de San Jacinto) estudiaran en Filipinas.
Vicente tomó el trivioum y el quadrivium en el Colegio de San Juan de Letrán, ahora el equivalente a la educación primaria y secundaria. Terminó un grado de lector de humanidades en Letrán. Continuó su educación universitaria en la Universidad de Santo Tomás mientras residía en Letrán. En septiembre de 1753, luego de completar sus estudios en Letrán, ingresó a la orden dominica, junto con sus tres compañeros tonquineses. Un año después, hicieron sus profesiones solemnes. El 28 de enero de 1755 recibe la tonsura y las órdenes menores en la Iglesia de Santa Ana. En 1758 Liêm fue ordenado sacerdote bajo la orden de los dominicos. En septiembre de ese año, aprobó los exámenes para escuchar confesiones. El 3 de octubre inició su viaje de regreso a Tonkin. Llegó el 20 de enero de 1759.
Pasó un tiempo en Tonkin para evangelizar a la gente de Tonkin. Sin embargo, las autoridades tonquinesas no estuvieron de acuerdo con esto. El 2 de octubre de 1773, él y sus dos ayudantes fueron detenidos en Co Dou. Él y sus ayudantes fueron golpeados, tras lo cual viajaron a pie al pueblo de registrado como Dou Hoi. Allí conoció a otro sacerdote dominico, el español Jacinto Castañeda. Fueron presentados al Vicegobernador y al Ministro Real. Fueron arrojados a una jaula por una noche. La llegada de un Alto Ministro motivó su traslado a Kien Nam, donde el Rey celebró su corte. Mientras estaban detenidos, lograron predicar el catolicismo a la gente. Posteriormente los llevaron a Tan Cau, luego a la casa de Canh Thuy. Finalmente fueron llevados ante el Rey donde fueron juzgados. Su juicio provocó que el Rey se enojara y fueron encarcelados. Después de varios días, el Rey dictó sentencia de culpabilidad con la pena de decapitación. La ejecución se produjo el 7 de noviembre de 1773. Tras la ejecución, los cristianos presentes en el lugar se llevaron los cuerpos de la Paz y Castañeda, donde fueron sepultados en la localidad de Trung Linh en Xuân Trường, Nam Định. Las autoridades tonquinesas dieron muerte a varios misioneros cristianos más.
El proceso de beatificación de la Paz y Casteñeda, así como de otros mártires dominicos, se inició a través del Vicario Apostólico Clemente Ignacio Delgado Cebrián. Fueron beatificados por el Papa Pío X con su fiesta el 7 de noviembre. El Papa Juan Pablo II anunció la canonización de la Paz el 19 de junio de 1988, con su fiesta el 24 de noviembre.
Nacido Phạm Hiếu Liêm en el pueblo de Trà Lũ, en el phủ de Thiên Trường, provincia de Nam Định, Tonkín en 1732 de padres cristianos, Antonio y Monica Daeon de la Cruz, miembros de la nobleza tonquinesa. Cuando cayó gravemente enfermo varios días después de su nacimiento, fue bautizado por Chien de Santo Tomás, tomando el nombre de Vicente Liem. Dado que Trà Lũ era uno de esos pueblos tonquineses donde los frailes dominicos predicaban la fe católica, Liêm creció y se convirtió en cristiano. Más tarde, sus padres lo llevaron a un centro misionero donde aprendió el catecismo.
En 1738, el rey Felipe V de España abrió el Colegio de San Juan de Letrán y la Universidad de Santo Tomás (UST) en Filipinas a estudiantes chinos y tonquineses, ya que China y Tonkin no tenían instituciones educativas cristianas. Los padres dominicos decidieron dejar que Liêm y otros cuatro tonquineses (José de Santo Tomás, Juan de Santo Domingo, Pedro Mártir y Pedro de San Jacinto) estudiaran en Filipinas.
Vicente tomó el trivioum y el quadrivium en el Colegio de San Juan de Letrán, ahora el equivalente a la educación primaria y secundaria. Terminó un grado de lector de humanidades en Letrán. Continuó su educación universitaria en la Universidad de Santo Tomás mientras residía en Letrán. En septiembre de 1753, luego de completar sus estudios en Letrán, ingresó a la orden dominica, junto con sus tres compañeros tonquineses. Un año después, hicieron sus profesiones solemnes. El 28 de enero de 1755 recibe la tonsura y las órdenes menores en la Iglesia de Santa Ana. En 1758 Liêm fue ordenado sacerdote bajo la orden de los dominicos. En septiembre de ese año, aprobó los exámenes para escuchar confesiones. El 3 de octubre inició su viaje de regreso a Tonkin. Llegó el 20 de enero de 1759.
Pasó un tiempo en Tonkin para evangelizar a la gente de Tonkin. Sin embargo, las autoridades tonquinesas no estuvieron de acuerdo con esto. El 2 de octubre de 1773, él y sus dos ayudantes fueron detenidos en Co Dou. Él y sus ayudantes fueron golpeados, tras lo cual viajaron a pie al pueblo de registrado como Dou Hoi. Allí conoció a otro sacerdote dominico, el español Jacinto Castañeda. Fueron presentados al Vicegobernador y al Ministro Real. Fueron arrojados a una jaula por una noche. La llegada de un Alto Ministro motivó su traslado a Kien Nam, donde el Rey celebró su corte. Mientras estaban detenidos, lograron predicar el catolicismo a la gente. Posteriormente los llevaron a Tan Cau, luego a la casa de Canh Thuy. Finalmente fueron llevados ante el Rey donde fueron juzgados. Su juicio provocó que el Rey se enojara y fueron encarcelados. Después de varios días, el Rey dictó sentencia de culpabilidad con la pena de decapitación. La ejecución se produjo el 7 de noviembre de 1773. Tras la ejecución, los cristianos presentes en el lugar se llevaron los cuerpos de la Paz y Castañeda, donde fueron sepultados en la localidad de Trung Linh en Xuân Trường, Nam Định. Las autoridades tonquinesas dieron muerte a varios misioneros cristianos más.
El proceso de beatificación de la Paz y Casteñeda, así como de otros mártires dominicos, se inició a través del Vicario Apostólico Clemente Ignacio Delgado Cebrián. Fueron beatificados por el Papa Pío X con su fiesta el 7 de noviembre. El Papa Juan Pablo II anunció la canonización de la Paz el 19 de junio de 1988, con su fiesta el 24 de noviembre.
jueves, 6 de noviembre de 2025
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