Queridos hermanos:
¡Esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios! Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán los elementos.
Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.
Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables y considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación.
Así, pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día eterno. Amén.
En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?» Adivinando su hipocresía, les replicó: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea».
Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?».
Le contestaron: «Del César».
Les replicó: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».
Y se quedaron admirados.
Palabra del Señor.
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