domingo, 30 de junio de 2024
Lecturas del 30/06/2024
Dios no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos.
Él todo lo creó para que subsistiera y las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo reina en la tierra.
Porque la justicia es inmortal.
Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser; más por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando.
Hermanos:
Lo mismo que sobresalís en todo - en la fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado -, sobresalid también en esta obra de caridad.
Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad.
Como está escrito: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba».
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente.
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
30 de Junio – Beato Jenaro María Sarnelli
En Nápoles, de la Campania, beato Jenaro María Sarnelli, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor, que se entregó activamente a ayudar a toda clase de necesitados.
Jenaro Sarnelli, hijo del Barón de Ciorani, nació en Nápoles. A los 14 años, tras la beatificación de Francisco Regis, decidió hacerse jesuita. Disuadido por su padre debido a que era demasiado joven, comenzó los estudios de Derecho y obtuvo el doctorado en ambos Derechos en 1722. Se distinguió entre los abogados. Se afilió a la Congregación de Caballeros de las Profesiones de juristas y de médicos, dirigida por los Píos Operarios en San Nicolás de Toledo. En el reglamento de esta asociación existía la obligación de visitar a los enfermos del hospital de los Incurables. Aquí fue donde escuchó la llamada de Dios que lo quería sacerdote.
En septiembre de 1728 ingresó en el seminario incardinándose en la diócesis del cardenal Pignatelli como clérigo de la parroquia de San'Anna al Pallazzo. El 4 de junio de 1729, a fin de poder estudiar en un ambiente más tranquilo, se trasladó al Colegio de la Santa Familia, más conocido por el nombre de Colegio de los Chinos, y el 5 de junio comenzó el noviciado en la congregación de las Misiones Apostólicas. El 28 de mayo de 1731 terminó el noviciado y el 8 de julio del año siguiente fue ordenado sacerdote.
Durante todos estos años, además de visitar a los enfermos, se comprometió con la ayuda a los niños obligados a trabajar en edad tan temprana enseñándoles el catecismo. Visitaba también a los ancianos de la residencia de retiro de San Jenaro, así como a los condenados a galeras y a los enfermos del hospital del puerto. En estos años entabló estrecha amistad con san Alfonso María de Ligorio y con su apostolado. Se consagraron juntos a la enseñanza del catecismo a los adultos organizando las "capillas del atardecer".
Tras su ordenación, el cardenal Pignatelli lo nombró Director de enseñanza religiosa en la parroquia de los Santos Francisco y Mateo en el barrio español. Conoció, de esta forma, la corrupción tan extendida entre la juventud y decidió emplear todas sus energías en combatirla. En este tiempo (1733), defendió tenazmente a san Alfonso ante las críticas injustas que le venían debido a la reciente fundación de la Congregación del Santísimo Redentor en Scala el 9 de noviembre de 1732. En junio de ese mismo año se retiró a Scala para ayudar al amigo durante las misiones de Ravello.
Tras su ingreso en los Redentoristas, en abril de 1736, se consagró íntegramente a las misiones parroquiales y a escribir en favor de las "jóvenes en peligro". Escribió también sobre temas de vida espiritual. Se dedicó de tal forma al trabajo, que llegó al punto de morir. Con el consentimiento de san Alfonso, volvió a Nápoles para algún breve tratamiento médico comenzando de nuevo su apostolado en pro de la salvación de las prostitutas. Tomó parte en el trabajo propio del apostolado de los redentoristas por medio de las Apostólicas Misiones, propagando las meditaciones en común entre los laicos y publicando "El mundo santificado". Con otro escrito suyo emprendió una campaña contra la blasfemia. En 1741 preparó y participó con san Alfonso en la gran misión predicada en los pueblos del entorno de Nápoles como preparación para la visita pastoral del Cardenal Spenilli. A pesar de su frágil salud, continuó en el ministerio de la predicación hasta su muerte cuando, muy enfermo, volvió a Nápoles. Sus restos mortales se conservan en Ciorani, en la primera iglesia redentorista.
Jenaro María Sarnelli dejó 30 obras escritas sobre temas como la meditación, la teología mística, la dirección espiritual, la ley, la pedagogía además de otros temas morales y pastorales. Debido a su actividad social en favor de la mujer, se le considera como uno de los autores que trataron este tema de forma más completa en la Europa de la primera parte del siglo XVIII. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 12 de mayo de 1966.
sábado, 29 de junio de 2024
Lecturas del 29/06/2024
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos.
Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias».
Así lo hizo, y el ángel le dijo: «Envuélvete en el manto y sígueme».
Salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo. Ante ellos. Salieron, y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
Más el Señor me estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mal y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Palabra del Señor.
29 de Junio – Beato Raimundo Llull
En una nave frente a las costas de la isla de Mallorca, beato Ramón Llull, religioso de la Tercera Orden Regular de San Francisco y mártir, el cual, varón de gran cultura e iluminada doctrina, para propagar el Evangelio de Cristo estableció un diálogo fraterno con los sarracenos.
Nació en Mallorca. Se casó con Blanca Picany, de la que tuvo dos hijos, y tuvo sus escarceos amorosos dentro del matrimonio. Fue senescal de Jaime I el Conquistador. Fue bastante frívolo en su juventud, él mismo cuenta uno de los episodios de su conversión, cuando persiguiendo con un caballo a una doncella hasta entrar en la iglesia, ésta le ofreció el pecho que estaba devorado por un cáncer y su visión le aterró. Subió a Montserrat y peregrinó a Nuestra Señora de Rocamadur (Francia) y a Santiago de Compostela; en Barcelona se encontró con san Raimundo de Peñafort. "Desde entonces el Amado fue todo para mí". Después de su conversión, -se hizo terciario franciscano- decidió reparar sus desvaríos promoviendo misiones y predicando la liberación del Santo Sepulcro. Tras la muerte de su esposa, pudo vivir libremente como franciscano. Escribió en prosa y en verso; libros de filosofía y teología, dedicados especialmente al mundo árabe y judío: “Arte Magna”; (que llevó a la Sorbona y que no fue aceptada), “Árbol de la ciencia”; “Contemplación de Dios”; “Blanquerna”; “Cántico del Amigo y del Amado”; “Canto de Ramón”; “Cien nombres de Dios”.
Creó en Mallorca el Centro de estudios orientales de Miramar, con el fin de preparar a misioneros entre el Islam; y donde se enseñaba la lengua árabe y teología, porque él concebía la obra misionera como una empresa caballeresca. Eligió una dama para esta empresa y será María Inmaculada (será así uno de los defensores de este dogma). Viajó por Europa, Túnez y Chipre. "Si no nos entendemos por el lenguaje, entendámonos por el amor". El mismo nos resume su vida: "Estuve ligado con los lazos matrimoniales; tuve dos hijos; gocé de muchas riquezas; fui mundano; fui lujurioso. Todo ello lo abandoné. Aprendí el árabe. Estuve tres veces en tierras de sarracenos. Por la fe católica fui prendido, encarcelado y azotado. Consagré cuarenta años de mi vida a promover el bien público de la cristiandad".
Los papas, los sabios, escucharon sus ideas, y el canciller de la Sorbona le ofreció una cátedra en la Universidad. En 1314, ya octogenario salió de Mallorca para su último gran viaje al África, "quiero morir en un piélago de amor"; y con este deseo pasó a Bujía (actual Bajaïa) donde sufrió tales vejaciones de parte de los sarracenos, como la lapidación, que aunque luego sobrevivió será venerado como mártir. En 1315 volvió a Túnez donde escribió 15 pequeñas obras apologéticas. Murió en Mallorca, y las palabras del Amado nos gritan: "Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuente de lágrimas, y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestra antorcha". Se le conoce como el “Doctor Illuminatus”. El papa Pío IX confirmó su culto en 1850.
Nació en Mallorca. Se casó con Blanca Picany, de la que tuvo dos hijos, y tuvo sus escarceos amorosos dentro del matrimonio. Fue senescal de Jaime I el Conquistador. Fue bastante frívolo en su juventud, él mismo cuenta uno de los episodios de su conversión, cuando persiguiendo con un caballo a una doncella hasta entrar en la iglesia, ésta le ofreció el pecho que estaba devorado por un cáncer y su visión le aterró. Subió a Montserrat y peregrinó a Nuestra Señora de Rocamadur (Francia) y a Santiago de Compostela; en Barcelona se encontró con san Raimundo de Peñafort. "Desde entonces el Amado fue todo para mí". Después de su conversión, -se hizo terciario franciscano- decidió reparar sus desvaríos promoviendo misiones y predicando la liberación del Santo Sepulcro. Tras la muerte de su esposa, pudo vivir libremente como franciscano. Escribió en prosa y en verso; libros de filosofía y teología, dedicados especialmente al mundo árabe y judío: “Arte Magna”; (que llevó a la Sorbona y que no fue aceptada), “Árbol de la ciencia”; “Contemplación de Dios”; “Blanquerna”; “Cántico del Amigo y del Amado”; “Canto de Ramón”; “Cien nombres de Dios”.
Creó en Mallorca el Centro de estudios orientales de Miramar, con el fin de preparar a misioneros entre el Islam; y donde se enseñaba la lengua árabe y teología, porque él concebía la obra misionera como una empresa caballeresca. Eligió una dama para esta empresa y será María Inmaculada (será así uno de los defensores de este dogma). Viajó por Europa, Túnez y Chipre. "Si no nos entendemos por el lenguaje, entendámonos por el amor". El mismo nos resume su vida: "Estuve ligado con los lazos matrimoniales; tuve dos hijos; gocé de muchas riquezas; fui mundano; fui lujurioso. Todo ello lo abandoné. Aprendí el árabe. Estuve tres veces en tierras de sarracenos. Por la fe católica fui prendido, encarcelado y azotado. Consagré cuarenta años de mi vida a promover el bien público de la cristiandad".
Los papas, los sabios, escucharon sus ideas, y el canciller de la Sorbona le ofreció una cátedra en la Universidad. En 1314, ya octogenario salió de Mallorca para su último gran viaje al África, "quiero morir en un piélago de amor"; y con este deseo pasó a Bujía (actual Bajaïa) donde sufrió tales vejaciones de parte de los sarracenos, como la lapidación, que aunque luego sobrevivió será venerado como mártir. En 1315 volvió a Túnez donde escribió 15 pequeñas obras apologéticas. Murió en Mallorca, y las palabras del Amado nos gritan: "Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuente de lágrimas, y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestra antorcha". Se le conoce como el “Doctor Illuminatus”. El papa Pío IX confirmó su culto en 1850.
viernes, 28 de junio de 2024
Lecturas del 28/06/2024
El año noveno del reinado de Sedecías, el mes décimo, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén. Acampó contra ella y la cercaron con una empalizada.
Y la ciudad estuvo sitiada hasta el año once de Sedecías.
El mes cuarto, el día noveno del mes, cuando arreció el hambre dentro de la ciudad y no había pan para la gente del pueblo, abrieron una brecha en la ciudad; todos los hombres de guerra huyeron durante la noche por el camino de la puerta, entre los dos muros que están sobre el parque del rey, mientras los caldeos estaban apostados alrededor de la ciudad; y se fueron por el camino de la Arabá.
Las tropas caldeas persiguieron al rey, dándole alcance en los llanos de Jericó. Entonces todo el ejército se dispersó, abandonándolo.
Capturaron al rey Sedecías y lo subieron a Riblá, adonde estaba el rey de Babilonia, que lo sometió a juicio.
Sus hijos fueron degollados a su vista, y a Sedecías le sacó los ojos. Luego lo encadenaron con doble cadena de bronce y lo condujeron a Babilonia.
En el mes quinto, el día séptimo del mes, el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nabuzardán, jefe de la guardia, servidor del rey de Babilonia, vino a Jerusalén. E incendió el templo del Señor y el palacio real y la totalidad de las casas de Jerusalén. Todas las tropas caldeas que estaban con el jefe de la guardia demolieron las murallas que rodeaban Jerusalén.
En cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de la gente, los deportó Nabuzardán, jefe de la guardia.
El jefe de la guardia dejó algunos de los pobres del país para viñadores y labradores.
Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio».
Y enseguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Palabra del Señor.
28 de Junio – San Ireneo
Probablemente nació por el año 125, por alguna provincia de Asia Menor. Recibió una educación muy esmerada, ya que tenía profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, la literatura y la filosofía. Tuvo el privilegio de estar entre algunas personas que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos. Entre éstos figura San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en su vida.
Entre los puertos de Asia Menor y Marsella existían grandes relaciones comerciales, en estos viajes llegaban los sacerdotes y misioneros que portaban el evangelio a los galos paganos y fundaron la iglesia local. A esta iglesia llegó San Irineo para servir como sacerdote, y ahí se quedó hasta su muerte.
Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos, defendiendo así la fe católica de las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
En el año 177 se le envió a Roma con una delicadísima misión. En época de la persecución de Marco Aurelio, enviaron al Papa Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo". Tan pronto regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante San Potino.
Escribió un tratado de cinco libros, en cuya primera parte expuso las doctrinas internas de las diversas sectas para contraponerlas después a las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras. En su método de combate, Ireneo expone la teoría "enemiga", la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo estaba firmemente convencido que de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse. San Ireneo se preocupa más por convertir que por confundir, por lo tanto escribe con estudiada moderación y cortesía. Gracias a sus escritos, los gnósticos dejaron de constituir una amenaza para la Iglesia y la fe católicas.
El tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina y, en fechas posteriores, se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio.
Se desconoce el año de su muerte. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado. Los restos mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba Iglesia de San Juan, pero más adelante se llamó de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruida por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron los últimos vestigios de sus reliquias.
Entre los puertos de Asia Menor y Marsella existían grandes relaciones comerciales, en estos viajes llegaban los sacerdotes y misioneros que portaban el evangelio a los galos paganos y fundaron la iglesia local. A esta iglesia llegó San Irineo para servir como sacerdote, y ahí se quedó hasta su muerte.
Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos, defendiendo así la fe católica de las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
En el año 177 se le envió a Roma con una delicadísima misión. En época de la persecución de Marco Aurelio, enviaron al Papa Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo". Tan pronto regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante San Potino.
Escribió un tratado de cinco libros, en cuya primera parte expuso las doctrinas internas de las diversas sectas para contraponerlas después a las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras. En su método de combate, Ireneo expone la teoría "enemiga", la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo estaba firmemente convencido que de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse. San Ireneo se preocupa más por convertir que por confundir, por lo tanto escribe con estudiada moderación y cortesía. Gracias a sus escritos, los gnósticos dejaron de constituir una amenaza para la Iglesia y la fe católicas.
El tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina y, en fechas posteriores, se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio.
Se desconoce el año de su muerte. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado. Los restos mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba Iglesia de San Juan, pero más adelante se llamó de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruida por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron los últimos vestigios de sus reliquias.
jueves, 27 de junio de 2024
Lecturas del 27/06/2024
Dieciocho años tenía Joaquín cuando inició su reinado y reinó tres meses en Jerusalén.
El nombre de su madre era Nejustá, hija de Elnatán, de Jerusalén.
Hizo el mal a los ojos del Señor exactamente lo mismo que había hecho su padre.
En aquel tiempo las gentes de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la ciudad fue asediada. Vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a la ciudad, mientras sus servidores la estaban asediando.
Entonces Joaquín, rey de Judá, se rindió al rey de Babilonia, que hizo prisioneros a él, a su madre, a sus servidores, a sus jefes y eunucos.
Era el año octavo de su reinado.
Luego se llevó de allí todos los tesoros del templo del Señor y los del palacio real y deshizo todos los objetos de oro que había fabricado Salomón, rey de Israel, para santuario del Señor, según la palabra del Señor.
Deportó a todo Jerusalén, todos los jefes y notables - diez mil deportados -, a todos los herreros y cerrajeros, no dejando más que a la gente pobre del país.
Deportó a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey y a las mujeres del rey, a sus eunucos y a los notables del país; lo hizo partir al destierro, de Jerusalén a Babilonia.
También llevó deportados a Babilonia a todos los hombres pudientes en número de siete mil; los herreros y cerrajeros, un millar; así como a todos los aptos para la guerra.
Y, en lugar de Joaquín, puso por rey a su tío Matanías, cambiando su nombre por el de Sedecías.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”.
Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.
Palabra del Señor.
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