Se le ha llamado: "Ornamento de Roma. Doctor virgen de la Iglesia virgen. El Papa español. Heraldo de la fe...".
Parece ser que nació en Roma por el año 305 de una familia de ascendencia española. Su padre hizo la carrera eclesiástica. Se llamaba Antonio y fue notario, lector, levita y sacerdote. Su madre, llamada Laurencia, murió de muy avanzada edad. Tuvo también una hermana que se llamó Irene y que también se consagró al servicio del Señor.
Dámaso fue educado a la sombra de su padre en un ambiente exquisito, alternando sus amistades entre los cristianos y los antiguos patricios romanos, muchos de los cuales nada querían saber con los cristianos. Desde el primer momento quiso ser sacerdote y para ello se preparó lo mejor que pudo. Como valía mucho, pronto tuvo también envidiosos y calumniadores, pero no por ello dejó de hacer el bien y de trabajar por la Iglesia.
Dos clases de libros le agradaron desde niño: la Sagrada Escritura y las Actas de los Mártires. Sobre ellos llegará a ser el gran poeta, que, en elegantísimos versos latinos cantará las maravillas de aquellos que valientemente dieron su sangre por Jesucristo. Aún hoy se conservan algunos fragmentos de aquellos inspirados cantos al heroísmo cristiano.
No fueron fáciles los tiempos en que Dámaso es elevado al Papado como sucesor del Papa Liberio. Hubo un antipapa (Félix) y hubo de trabajar denodadamente para que la herejía no se propagase en aquellos años que la Iglesia ya gozaba de libertad. A la vez que la Iglesia le elige a él como Papa, los partidarios de Ursino lo eligieron a éste. Mucho hubo de sufrir con ello Dámaso. Será una espinita que muy mucho le ayudará a purificarse y a correr por los caminos de la santidad. Este antipapa Ursino no dejará de perseguir a Dámaso y, aunque sea desterrado de Roma, seguirá levantando falsos testimonios contra Dámaso y calumniándole ante su clero. Unos le creen y otros no, pero todo esto entorpece la marcha de la Iglesia y tortura el corazón apostólico de Dámaso que sólo quiere la paz y la unión entre todos.
Los emperadores romanos querían injerirse en el gobierno de la Iglesia y contra este abuso también hubo de luchar duramente San Dámaso. En Oriente también tuvo bastantes dificultades. A pesar de ello, Dámaso seguía trabajando por la unión de los cristianos y por la extensión de la fe cristiana, lo que consiguió con la celebración de Concilios y Asambleas para purificar los errores que solapadamente intentaban destruir la Iglesia. Por esta dureza contra los herejes fue apellidado "diamante de la fe".
Los obispos de Oriente reconocen su primado y su valía y le escriben: "Instruidnos, dirigidnos; admitimos lo que admitáis vos; rechazamos lo que vos rechazáis. Sólo de vos aguardaremos la paz y la unidad de la Iglesia".
San Dámaso fue quien encomendó a San Jerónimo la edición oficial de la Sagrada Escritura en latín.
Dámaso sabe que es el sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo. Por ello escribe: "Hacéis bien en dar a la Sede Apostólica la reverencia que le es debida. La primera ventaja es para vosotros. La Iglesia romana, en cuyo trono se sienta el apóstol Pedro, posee, efectivamente, ese primado de jurisdicción que, aunque indigno, tengo yo ahora en mis manos". Este Patrono de las Catacumbas y de la Arqueología cristiana, como lo declaró el Papa Pío XI, expiraba, cargado de buenas obras, y casi octogenario, el 11 de Diciembre del año 384.
Parece ser que nació en Roma por el año 305 de una familia de ascendencia española. Su padre hizo la carrera eclesiástica. Se llamaba Antonio y fue notario, lector, levita y sacerdote. Su madre, llamada Laurencia, murió de muy avanzada edad. Tuvo también una hermana que se llamó Irene y que también se consagró al servicio del Señor.
Dámaso fue educado a la sombra de su padre en un ambiente exquisito, alternando sus amistades entre los cristianos y los antiguos patricios romanos, muchos de los cuales nada querían saber con los cristianos. Desde el primer momento quiso ser sacerdote y para ello se preparó lo mejor que pudo. Como valía mucho, pronto tuvo también envidiosos y calumniadores, pero no por ello dejó de hacer el bien y de trabajar por la Iglesia.
Dos clases de libros le agradaron desde niño: la Sagrada Escritura y las Actas de los Mártires. Sobre ellos llegará a ser el gran poeta, que, en elegantísimos versos latinos cantará las maravillas de aquellos que valientemente dieron su sangre por Jesucristo. Aún hoy se conservan algunos fragmentos de aquellos inspirados cantos al heroísmo cristiano.
No fueron fáciles los tiempos en que Dámaso es elevado al Papado como sucesor del Papa Liberio. Hubo un antipapa (Félix) y hubo de trabajar denodadamente para que la herejía no se propagase en aquellos años que la Iglesia ya gozaba de libertad. A la vez que la Iglesia le elige a él como Papa, los partidarios de Ursino lo eligieron a éste. Mucho hubo de sufrir con ello Dámaso. Será una espinita que muy mucho le ayudará a purificarse y a correr por los caminos de la santidad. Este antipapa Ursino no dejará de perseguir a Dámaso y, aunque sea desterrado de Roma, seguirá levantando falsos testimonios contra Dámaso y calumniándole ante su clero. Unos le creen y otros no, pero todo esto entorpece la marcha de la Iglesia y tortura el corazón apostólico de Dámaso que sólo quiere la paz y la unión entre todos.
Los emperadores romanos querían injerirse en el gobierno de la Iglesia y contra este abuso también hubo de luchar duramente San Dámaso. En Oriente también tuvo bastantes dificultades. A pesar de ello, Dámaso seguía trabajando por la unión de los cristianos y por la extensión de la fe cristiana, lo que consiguió con la celebración de Concilios y Asambleas para purificar los errores que solapadamente intentaban destruir la Iglesia. Por esta dureza contra los herejes fue apellidado "diamante de la fe".
Los obispos de Oriente reconocen su primado y su valía y le escriben: "Instruidnos, dirigidnos; admitimos lo que admitáis vos; rechazamos lo que vos rechazáis. Sólo de vos aguardaremos la paz y la unidad de la Iglesia".
San Dámaso fue quien encomendó a San Jerónimo la edición oficial de la Sagrada Escritura en latín.
Dámaso sabe que es el sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo. Por ello escribe: "Hacéis bien en dar a la Sede Apostólica la reverencia que le es debida. La primera ventaja es para vosotros. La Iglesia romana, en cuyo trono se sienta el apóstol Pedro, posee, efectivamente, ese primado de jurisdicción que, aunque indigno, tengo yo ahora en mis manos". Este Patrono de las Catacumbas y de la Arqueología cristiana, como lo declaró el Papa Pío XI, expiraba, cargado de buenas obras, y casi octogenario, el 11 de Diciembre del año 384.
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