En Ocra, cerca de Fossa Dell ‘Aquila, en el Abruzo, beato Timoteo de Monticchio, presbítero de la Orden de los Menores, insigne por la austeridad de su vida y el fervor de su oración.
Nació en Monticchio (L'Aquila), en el seno de una familia campesina. Temiendo los peligros del mundo se propuso evitarlos y junto con un hermano suyo ingresó en la Orden de los Hermanos Menores. Ordenado sacerdote, fue enviado a Campli, provincia de Téramo, con el cargo de maestro de novicios. Su vida era más celestial que terrena, con frecuentes visiones de María y de san Francisco y favorecida con el don de milagros.
De Campli pasó al conventico de San Ángel de Ocre, en la comuna de Fossa, donde permaneció largos años, hasta su muerte. Toda su vida estuvo tejida de oración y contemplación, de ejemplo sacerdotal y de fidelidad heroica a la regla franciscana.
Las virtudes que brillaron en él fueron especialmente el desprendimiento del mundo, la exacta observancia de la regla profesada, el fervor en el servicio divino, la meditación de la pasión de Cristo y una filial devoción a la Virgen y a san Francisco. Su amor a la soledad era tanto, que sus conversaciones siempre eran breves, pero siempre llenas de cordialidad y de bondad.
Tanta era su humildad, que se reputaba siempre el más pequeño de todos; su obediencia era tan perfecta, que obedecía inclusive al último de sus cohermanos; para conservar intacta su pureza, mortificaba su cuerpo con cilicios y otras austeridades. Tuvo caridad hacia todos; socorría de muchos modos; asistía pacientemente a los moribundos; era asiduo a las confesiones y a la dirección espiritual. Con la predicación anunció en las ciudades y en los poblados vecinos el mensaje evangélico.
A la edad de 60 años, en el solitario conventico de Sant' Ángelo de Ocre se durmió serenamente en el Señor.
Nació en Monticchio (L'Aquila), en el seno de una familia campesina. Temiendo los peligros del mundo se propuso evitarlos y junto con un hermano suyo ingresó en la Orden de los Hermanos Menores. Ordenado sacerdote, fue enviado a Campli, provincia de Téramo, con el cargo de maestro de novicios. Su vida era más celestial que terrena, con frecuentes visiones de María y de san Francisco y favorecida con el don de milagros.
De Campli pasó al conventico de San Ángel de Ocre, en la comuna de Fossa, donde permaneció largos años, hasta su muerte. Toda su vida estuvo tejida de oración y contemplación, de ejemplo sacerdotal y de fidelidad heroica a la regla franciscana.
Las virtudes que brillaron en él fueron especialmente el desprendimiento del mundo, la exacta observancia de la regla profesada, el fervor en el servicio divino, la meditación de la pasión de Cristo y una filial devoción a la Virgen y a san Francisco. Su amor a la soledad era tanto, que sus conversaciones siempre eran breves, pero siempre llenas de cordialidad y de bondad.
Tanta era su humildad, que se reputaba siempre el más pequeño de todos; su obediencia era tan perfecta, que obedecía inclusive al último de sus cohermanos; para conservar intacta su pureza, mortificaba su cuerpo con cilicios y otras austeridades. Tuvo caridad hacia todos; socorría de muchos modos; asistía pacientemente a los moribundos; era asiduo a las confesiones y a la dirección espiritual. Con la predicación anunció en las ciudades y en los poblados vecinos el mensaje evangélico.
A la edad de 60 años, en el solitario conventico de Sant' Ángelo de Ocre se durmió serenamente en el Señor.
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