Solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, acabado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950.
La fiesta de la dormición (koisimis) de María, impuesta en el siglo VI por el emperador Mauricio a todo el Imperio romano, fue celebrada en Roma en tiempos del papa Sergio, en el siglo VII, con el nombre de "Pausatio", junto con las demás fiestas marianas (purificación, anunciación, natividad). Sólo en el siglo VIII recibió el título de Asunción de la bienaventurada virgen María en el sacramentario gregoriano ("Sufrió la muerte, pero no estuvo sujeta a sus lazos").
Aunque en el siglo V los relatos apócrifos sobre el "Tránsito de María" trataban de describir cómo sucedió la muerte de María, sólo la tradición ininterrumpida de la Iglesia, testimoniada por Gregorio de Tours y luego por los demás padres (san Modesto de Jerusalén), es corroborada por el hecho de que nunca fue venerada en la antigüedad una verdadera reliquia del cuerpo de María. Ni siquiera en Éfeso, donde parece más probable que ocurriera su muerte, tanto más cuanto que en el Concilio celebrado allí se hizo una alusión indirecta a su culto.
La creencia universal de este acontecimiento ha sido confirmada por la respuesta afirmativa de todo el episcopado católico consultado en el 1946 por Pío XII, que autenticaba el "sensus fidelium" con la definición dogmática del 1 de noviembre de 1950 (“Munificentissimus Deus”): "Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste".
La fiesta de la dormición (koisimis) de María, impuesta en el siglo VI por el emperador Mauricio a todo el Imperio romano, fue celebrada en Roma en tiempos del papa Sergio, en el siglo VII, con el nombre de "Pausatio", junto con las demás fiestas marianas (purificación, anunciación, natividad). Sólo en el siglo VIII recibió el título de Asunción de la bienaventurada virgen María en el sacramentario gregoriano ("Sufrió la muerte, pero no estuvo sujeta a sus lazos").
Aunque en el siglo V los relatos apócrifos sobre el "Tránsito de María" trataban de describir cómo sucedió la muerte de María, sólo la tradición ininterrumpida de la Iglesia, testimoniada por Gregorio de Tours y luego por los demás padres (san Modesto de Jerusalén), es corroborada por el hecho de que nunca fue venerada en la antigüedad una verdadera reliquia del cuerpo de María. Ni siquiera en Éfeso, donde parece más probable que ocurriera su muerte, tanto más cuanto que en el Concilio celebrado allí se hizo una alusión indirecta a su culto.
La creencia universal de este acontecimiento ha sido confirmada por la respuesta afirmativa de todo el episcopado católico consultado en el 1946 por Pío XII, que autenticaba el "sensus fidelium" con la definición dogmática del 1 de noviembre de 1950 (“Munificentissimus Deus”): "Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste".
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