En Antananarivo, en la isla de Madagascar, beata Victoria Rasoamanarivo, que, después de enviudar de un matrimonio con un hombre violento, y habiendo sido expulsados de la isla los misioneros, socorrió con toda solicitud a los cristianos y defendió a la Iglesia frente a los magistrados públicos.
Nacida en Tananarive (hoy Antananarivo) en Madagascar, en una de las principales familias de su país. Fue educada en las Hermanas de San José de Cluny, quiénes la llevaron a la fe cristiana; se bautizó a los 15 años en 1863, con el nombre de Victoria.
Cuando fue destronado el rey Radama II, hubo una reacción anti francesa que se volvió anticristiana, y a Victoria se le pidió en su casa que renegase a su fe y se hiciera anglicana, pero ella se mantuvo firme, sin que las amenazas y los malos tratos consiguieran doblegarla. Pensó en ingresar en un convento religioso, pero las religiosas la disuadieron pues era más útil en la corte que en la vida conventual. En 1864 se casó ante un sacerdote católico (fue la condición para casarse) con el hijo del primer ministro Madagascar, Radriaka, que era un hombre que no compartía sus creencias y que era alcóholico y licencioso, hasta que ella con infinita paciencia y oración, consiguió su conversión. Su marido la hizo sufrir tanto que sus suegros le dijeron que se divorciara de él, pero ella prefirió mantenerse fiel al matrimonio que había contraído. Se quedó viuda en 1887.
Estuvo siempre ligada al amor de Dios. Pertenecía a las Hijas de María, y luchó denodadamente por ser una autentica cristiana dentro de la sociedad no cristiana que vivía en Madagascar. Después de ser expulsados los misioneros de la isla, en 1883, ella misma socorrió a los cristianos, confortándoles en la fe, y defendió a la Iglesia ante los poderes públicos. Logró que las iglesias siguieran abiertas y las instituciones misionales no se cerrasen aunque no tuvieron misioneros. Estos pudieron volver en 1886 y hallaron una comunidad cristiana viva y operante gracias a la obra de Victoria. Admiró a todos por su entrega a los pobres, los enfermos, especialmente los leprosos. Murió con fama de santidad en Tananarive. Es la primera santa malgache.
Nacida en Tananarive (hoy Antananarivo) en Madagascar, en una de las principales familias de su país. Fue educada en las Hermanas de San José de Cluny, quiénes la llevaron a la fe cristiana; se bautizó a los 15 años en 1863, con el nombre de Victoria.
Cuando fue destronado el rey Radama II, hubo una reacción anti francesa que se volvió anticristiana, y a Victoria se le pidió en su casa que renegase a su fe y se hiciera anglicana, pero ella se mantuvo firme, sin que las amenazas y los malos tratos consiguieran doblegarla. Pensó en ingresar en un convento religioso, pero las religiosas la disuadieron pues era más útil en la corte que en la vida conventual. En 1864 se casó ante un sacerdote católico (fue la condición para casarse) con el hijo del primer ministro Madagascar, Radriaka, que era un hombre que no compartía sus creencias y que era alcóholico y licencioso, hasta que ella con infinita paciencia y oración, consiguió su conversión. Su marido la hizo sufrir tanto que sus suegros le dijeron que se divorciara de él, pero ella prefirió mantenerse fiel al matrimonio que había contraído. Se quedó viuda en 1887.
Estuvo siempre ligada al amor de Dios. Pertenecía a las Hijas de María, y luchó denodadamente por ser una autentica cristiana dentro de la sociedad no cristiana que vivía en Madagascar. Después de ser expulsados los misioneros de la isla, en 1883, ella misma socorrió a los cristianos, confortándoles en la fe, y defendió a la Iglesia ante los poderes públicos. Logró que las iglesias siguieran abiertas y las instituciones misionales no se cerrasen aunque no tuvieron misioneros. Estos pudieron volver en 1886 y hallaron una comunidad cristiana viva y operante gracias a la obra de Victoria. Admiró a todos por su entrega a los pobres, los enfermos, especialmente los leprosos. Murió con fama de santidad en Tananarive. Es la primera santa malgache.
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