En Barcelona, en España, beata Petra de San José (Ana Josefa) Pérez Florido, virgen, que ofreció con alegría un cuidado asiduo a los ancianos abandonados y fue fundadora de la Congregación de Hermanas Madres de los Abandonados.
Ana Josefa Pérez Florido nació en Valle de Abdalajís, Málaga, en el seno de una familia de campesinos. Su infancia y adolescencia pasó de una piedad profunda y una caridad hacia los pobres a la frialdad religiosa. Tuvo que sufrir los abusos caciquiles de la condesa de los Corbos, y salvó la vida de su padre, cuando le fue a matar el alcalde del pueblo, interponiéndose entre la pistola y su padre. Dejó una relación con un muchacho, y a los 19 años, sintió que Cristo le decía: “Tú serás para mí” y ella expresó: “Quedé presa para ser libre, cogida para ser suelta y atada para volar”.
Se entregó a atender a los ancianos de su pueblo, con una gran caridad, y se le unieron otras compañeras con las que abrió un asilo de ancianos abandonados, y poco después abrieron otra en Álora. Después de la muerte de su padre ingresó en la Congregación de las Mercedarias de la Caridad, pero la dejó poco tiempo después, pues ella se quería dedicar a los ancianos abandonados. Fundó la Congregación de Madre de Desamparados y San José de la Montaña en 1881 en Vélez-Málaga y al profesar tomó el nombre de Petra de San José. Aunque los inicios fueron difíciles, abrió varias casas por la península ibérica. Fue una mujer que vivió una fe profunda, robustecida y expresada en una oración intensa y perseverante. De espíritu josefino en 1895, inició en Barcelona el santuario de San José de la Montaña, donde murió. El 16 de octubre de 1994 fue beatificada por SS. Juan Pablo II.
Ana Josefa Pérez Florido nació en Valle de Abdalajís, Málaga, en el seno de una familia de campesinos. Su infancia y adolescencia pasó de una piedad profunda y una caridad hacia los pobres a la frialdad religiosa. Tuvo que sufrir los abusos caciquiles de la condesa de los Corbos, y salvó la vida de su padre, cuando le fue a matar el alcalde del pueblo, interponiéndose entre la pistola y su padre. Dejó una relación con un muchacho, y a los 19 años, sintió que Cristo le decía: “Tú serás para mí” y ella expresó: “Quedé presa para ser libre, cogida para ser suelta y atada para volar”.
Se entregó a atender a los ancianos de su pueblo, con una gran caridad, y se le unieron otras compañeras con las que abrió un asilo de ancianos abandonados, y poco después abrieron otra en Álora. Después de la muerte de su padre ingresó en la Congregación de las Mercedarias de la Caridad, pero la dejó poco tiempo después, pues ella se quería dedicar a los ancianos abandonados. Fundó la Congregación de Madre de Desamparados y San José de la Montaña en 1881 en Vélez-Málaga y al profesar tomó el nombre de Petra de San José. Aunque los inicios fueron difíciles, abrió varias casas por la península ibérica. Fue una mujer que vivió una fe profunda, robustecida y expresada en una oración intensa y perseverante. De espíritu josefino en 1895, inició en Barcelona el santuario de San José de la Montaña, donde murió. El 16 de octubre de 1994 fue beatificada por SS. Juan Pablo II.
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