En el campo de concentración de Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, beato Antonio Bajewski, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que alcanzó la gloria del Señor en tiempo de guerra, terriblemente quebrantado por los tormentos sufridos en dicha cárcel a causa de su fe.
Juan Eugenio nació en Vilna, Lituania, en el seno de una familia burguesa. Hablaba correctamente varios idiomas. Ingresó en el seminario mayor de Vilna, pero un año después dejó el seminario y, en 1934, entró en los franciscanos de la provincia polaca. Tomó el nombre de Antonio y en 1939 fue ordenado sacerdote. Su primer destino fue Niepokalanów. El guardián del convento san Maximiliano Kolbe, lo eligió como segundo vicario del convento. Fue recordado por sus cohermanos como sacerdote premuroso, de fe profunda, de espíritu de oración y siempre delicado en su relación con el prójimo. A causa de su mala salud, transcurrió su primer periodo en Niepokalanów en el sanatorio de “Lasek”, inmerso en el bosque.
Aquí le sorprendió el inicio de la II Guerra Mundial, por eso no fue arrestado ni deportado como los frailes de Niepokalanów. En 1941, la Gestapo lo deportó a Varsovia, junto con el padre Kolbe, aquí Antonio animaba con extrema paciencia a sus compañeros de prisión, invitándoles a un comportamiento correcto y cediendoles su ración de comida. Persistió en llevar el hábito franciscano y esto le llevó maltratos por parte de las SS. En 1941 fue trasladado con el beato padre Pío Bartosik a Oswincim-Auschwitz, y le fue asignado el número 12764. Allí enfermó de tifus abdominal, pero a pesar de su enfermedad, se dedicó al servicio de los enfermos, ayudándoles físicamente y espiritualmente, principalmente con la confesión sacramental, poniendo en grave riesgo su propia vida. Soportó pacientemente los sufrimientos del campo de concentración, y solía repetir: “estoy clavado a la cruz junto a Cristo”. Exhausto del trabajo forzado murió, encargando a su confesor: “Di a mis cohermanos de Niepokalanów que he muerto aquí fiel a Cristo y a María”. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 13 de junio de 1999
Juan Eugenio nació en Vilna, Lituania, en el seno de una familia burguesa. Hablaba correctamente varios idiomas. Ingresó en el seminario mayor de Vilna, pero un año después dejó el seminario y, en 1934, entró en los franciscanos de la provincia polaca. Tomó el nombre de Antonio y en 1939 fue ordenado sacerdote. Su primer destino fue Niepokalanów. El guardián del convento san Maximiliano Kolbe, lo eligió como segundo vicario del convento. Fue recordado por sus cohermanos como sacerdote premuroso, de fe profunda, de espíritu de oración y siempre delicado en su relación con el prójimo. A causa de su mala salud, transcurrió su primer periodo en Niepokalanów en el sanatorio de “Lasek”, inmerso en el bosque.
Aquí le sorprendió el inicio de la II Guerra Mundial, por eso no fue arrestado ni deportado como los frailes de Niepokalanów. En 1941, la Gestapo lo deportó a Varsovia, junto con el padre Kolbe, aquí Antonio animaba con extrema paciencia a sus compañeros de prisión, invitándoles a un comportamiento correcto y cediendoles su ración de comida. Persistió en llevar el hábito franciscano y esto le llevó maltratos por parte de las SS. En 1941 fue trasladado con el beato padre Pío Bartosik a Oswincim-Auschwitz, y le fue asignado el número 12764. Allí enfermó de tifus abdominal, pero a pesar de su enfermedad, se dedicó al servicio de los enfermos, ayudándoles físicamente y espiritualmente, principalmente con la confesión sacramental, poniendo en grave riesgo su propia vida. Soportó pacientemente los sufrimientos del campo de concentración, y solía repetir: “estoy clavado a la cruz junto a Cristo”. Exhausto del trabajo forzado murió, encargando a su confesor: “Di a mis cohermanos de Niepokalanów que he muerto aquí fiel a Cristo y a María”. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 13 de junio de 1999
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