Beatriz de Ornacieux nació de noble linaje en la segunda mitad del siglo XII, en el sureste de Francia. A los trece años, con la precoz madurez de las mujeres medievales, ingresó en las monjas cartujas de Parménie, donde tuvo por maestra de novicias a Margarita de Oingt, monja muy conocida aún hoy por los escritos que nos ha legado. Entre los escritos de Margarita encontramos la vida de su santa novicia.
Beatriz era muy caritativa y paciente, socorriendo todas las necesidades de sus hermanas, trabajando en la cocina y en la enfermería.
El Maligno la atormentaba con espantosas fantasías impuras y fantasmas nocturnos: animales feroces y ruidos espantosos. Al principio su reacción fue pedir a Dios que la sacara del exilio de esta vida terrenal, pero una voz milagrosa le dijo que no deseara nada que no cumpliera la voluntad de Dios. «Recibe los consuelos que te doy y no rechaces los sufrimientos que te envío», añadió la voz. A partir de entonces se abandonó en las manos de Dios y sólo quiso hacer su voluntad.
Beatriz era un alma ardiente, encendida de amor por su Esposo Jesucristo. Este amor fue el motor de la vida de penitencia que llevó para seguir a Cristo lo más de cerca posible en sus sufrimientos. Él respondió a su ardiente amor y a sus sacrificios concediéndole un conocimiento íntimo de Sí mismo. Más tarde, sin embargo, el aparente abandono del Señor la hizo sufrir mucho. Finalmente, Beatriz gozó de la plena unión con Dios y recobró la perfecta paz de su alma, para no perderla nunca más.
En 1300, Parménie hizo una nueva fundación en Eymeu, también en el sureste de Francia. Beatriz fue elegida fundadora y priora. Allí murió santamente, el 25 de noviembre de 1303.
Cuando la Orden no pudo mantener Eymeu, sus reliquias fueron llevadas a Parménie. Este último monasterio tuvo que ser abandonado a causa de una sublevación de los albigenses. Poco después de que las monjas huyeran del monasterio, los herejes quemaron la Casa, y las preciosas reliquias de la Beata Beatriz se perdieron entre los escombros de la destrucción. Sin embargo, su culto nunca murió, especialmente en la Orden Cartujana, donde se la honró continuamente, como nos muestra una abundante iconografía. En el siglo XVII, una pastora de la región encontró las reliquias, y en 1697 el cardenal Le Camus declaró que eran auténticas. El obispo de Grenoble las inspeccionó de nuevo en 1839, con la apertura de su tumba. En 1869, el beato Pío IX permitió que su fiesta se celebrara en la Orden de los Cartujos cada 25 de noviembre.
Oración:
Por la imitación de la Pasión de Cristo hiciste, Señor, a la beata Beatriz, virgen, una víctima de tu amor; concédenos por su intercesión y ejemplo, compartir aquí en la tierra los padecimientos de tu Hijo y participar un día de tu gloria en el Cielo.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Beatriz era muy caritativa y paciente, socorriendo todas las necesidades de sus hermanas, trabajando en la cocina y en la enfermería.
El Maligno la atormentaba con espantosas fantasías impuras y fantasmas nocturnos: animales feroces y ruidos espantosos. Al principio su reacción fue pedir a Dios que la sacara del exilio de esta vida terrenal, pero una voz milagrosa le dijo que no deseara nada que no cumpliera la voluntad de Dios. «Recibe los consuelos que te doy y no rechaces los sufrimientos que te envío», añadió la voz. A partir de entonces se abandonó en las manos de Dios y sólo quiso hacer su voluntad.
Beatriz era un alma ardiente, encendida de amor por su Esposo Jesucristo. Este amor fue el motor de la vida de penitencia que llevó para seguir a Cristo lo más de cerca posible en sus sufrimientos. Él respondió a su ardiente amor y a sus sacrificios concediéndole un conocimiento íntimo de Sí mismo. Más tarde, sin embargo, el aparente abandono del Señor la hizo sufrir mucho. Finalmente, Beatriz gozó de la plena unión con Dios y recobró la perfecta paz de su alma, para no perderla nunca más.
En 1300, Parménie hizo una nueva fundación en Eymeu, también en el sureste de Francia. Beatriz fue elegida fundadora y priora. Allí murió santamente, el 25 de noviembre de 1303.
Cuando la Orden no pudo mantener Eymeu, sus reliquias fueron llevadas a Parménie. Este último monasterio tuvo que ser abandonado a causa de una sublevación de los albigenses. Poco después de que las monjas huyeran del monasterio, los herejes quemaron la Casa, y las preciosas reliquias de la Beata Beatriz se perdieron entre los escombros de la destrucción. Sin embargo, su culto nunca murió, especialmente en la Orden Cartujana, donde se la honró continuamente, como nos muestra una abundante iconografía. En el siglo XVII, una pastora de la región encontró las reliquias, y en 1697 el cardenal Le Camus declaró que eran auténticas. El obispo de Grenoble las inspeccionó de nuevo en 1839, con la apertura de su tumba. En 1869, el beato Pío IX permitió que su fiesta se celebrara en la Orden de los Cartujos cada 25 de noviembre.
Oración:
Por la imitación de la Pasión de Cristo hiciste, Señor, a la beata Beatriz, virgen, una víctima de tu amor; concédenos por su intercesión y ejemplo, compartir aquí en la tierra los padecimientos de tu Hijo y participar un día de tu gloria en el Cielo.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
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