En Gubbio, en la región de Umbría, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor de reformar la vida común de los clérigos.
Nació en Gubbio, en el seno de una familia de la nobleza. Ya estudiante entregó a Dios su juventud en el voto de castidad. Se hizo sacerdote en los Canónigos Regulares de Letrán. Ingresó en el cabildo de San Mariano y, después, en el de San Segundo en Fano. Como san Pedro Damián, quiso renovar la iglesia, y para ello pasó mucho tiempo en el monasterio de Fonteavellana. Para evitarse la elección de obispo de Perugia, huyó a Gubbio, y en 1104, nos lo encontramos trabajando con el obispo de Gubbio, el beato Juan de Lodi, en la reforma; renovó el cabildo de la catedral y el de San Mariano y fue elegido prior de la catedral.
Ante la posibilidad de ser obispo, le imploró al papa Honorio II para que no le nombrara obispo, pero dos años después fue nombrado obispo de Gubbio. Defendió su diócesis en tiempo de guerra frente al invasor, -como cuando quiso ocuparla el emperador Federico Barbarroja, que ante su presencia se vio obligado a retirarse-.
Tenía un temperamento muy rudo, pero cuando se producían peleas separaba él mismo a los contendientes. Se caracterizó por su humildad, mansedumbre, y la misericordia, virtudes que hicieron que sus conciudadanos tuvieran hacia él una gran veneración. Las humillaciones le vinieron de parientes interesados, eclesiásticos y de ciudadanos facciosos, que organizaron contra el obispo hasta una huelga litúrgica. En esta ocasión Ubaldo permaneció callado y no hizo nada contra sus detractores. A su muerte en Gubbio su fama de santidad se extendió muy pronto por sus dones taumatúrgicos, especialmente el de exorcista, y su tumba se convirtió en lugar de culto. Fue canonizado el 4 de marzo de 1192, por el papa Celestino III. Su memoria universal fue suprimida en 1969. Patrón de Gubbio.
Nació en Gubbio, en el seno de una familia de la nobleza. Ya estudiante entregó a Dios su juventud en el voto de castidad. Se hizo sacerdote en los Canónigos Regulares de Letrán. Ingresó en el cabildo de San Mariano y, después, en el de San Segundo en Fano. Como san Pedro Damián, quiso renovar la iglesia, y para ello pasó mucho tiempo en el monasterio de Fonteavellana. Para evitarse la elección de obispo de Perugia, huyó a Gubbio, y en 1104, nos lo encontramos trabajando con el obispo de Gubbio, el beato Juan de Lodi, en la reforma; renovó el cabildo de la catedral y el de San Mariano y fue elegido prior de la catedral.
Ante la posibilidad de ser obispo, le imploró al papa Honorio II para que no le nombrara obispo, pero dos años después fue nombrado obispo de Gubbio. Defendió su diócesis en tiempo de guerra frente al invasor, -como cuando quiso ocuparla el emperador Federico Barbarroja, que ante su presencia se vio obligado a retirarse-.
Tenía un temperamento muy rudo, pero cuando se producían peleas separaba él mismo a los contendientes. Se caracterizó por su humildad, mansedumbre, y la misericordia, virtudes que hicieron que sus conciudadanos tuvieran hacia él una gran veneración. Las humillaciones le vinieron de parientes interesados, eclesiásticos y de ciudadanos facciosos, que organizaron contra el obispo hasta una huelga litúrgica. En esta ocasión Ubaldo permaneció callado y no hizo nada contra sus detractores. A su muerte en Gubbio su fama de santidad se extendió muy pronto por sus dones taumatúrgicos, especialmente el de exorcista, y su tumba se convirtió en lugar de culto. Fue canonizado el 4 de marzo de 1192, por el papa Celestino III. Su memoria universal fue suprimida en 1969. Patrón de Gubbio.
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