En la playa junto a Greenwich, en Inglaterra, pasión de san Elfego, arzobispo de Canterbury y mártir, el cual, mientras los daneses pasaban a sangre y fuego el país, se presentó ante ellos con la intención salvar a su grey y, al no poder ser rescatado por dinero, el sábado después de Pascua fue golpeado con huesos de oveja y finalmente degollado.
Benedictino de la abadía de Deerhurst o Deherste (Gloucester) y luego se retiró a una celda que el construyó en un desierto cercano al lugar de la abadía de Bath donde se encerró. Su virtud hizo que le nombraran abad de la abadía de Bath. Elfego no toleraba la menor relajación de la regla, pues sabía cuán fácilmente las concesiones acaban con la observancia en los conventos. Solía decir que era mejor permanecer en el mundo que ser un monje imperfecto.
En el 984, san Dunstano de Canterbury lo consagró, a pesar de su juventud y resistencia, obispo de Winchester, diócesis que gobernó durante 22 años y en su diócesis no hubo mendigos, mientras él estuvo al frente de ella. Como seguía practicando las mismas austeridades que en el convento, los prolongados ayunos le hicieron adelgazar tanto, que algunos testigos declararon que se podía ver a través de sus manos cuando las levantaba en la misa.
En el 1006, fue nombrado arzobispo de Canterbury. Fue a Roma a recibir el palio de manos del papa Juan XVIII. Su grey le amó muchísimo, de manera que, durante la invasión danesa de 1011, le exhortaron a huir, pero lo rechazó, pero se quedó animando a sus fieles, dándoles consuelo espiritual. Al final la ciudad de Canterbury fue tomada, los daneses mataron, destrozaron, violaron, y allí estuvo el arzobispo Elfego intentando poner freno a tanta barbarie, de manera que los daneses delante de él asesinaron a muchos de sus monjes y él fue apresado. Transcurridos siete meses los daneses fueron atacados por una epidemia, y pensaron que ésta la había producido el arzobispo, lo sacaron de prisión y le rogaron que intercediera por ellos. Su oración dio resultado, pero fue ejecutado en Greenwich por haberse negado a pagar su rescate con el dinero de los pobres. Fue martirizado a golpes de hueso de buey durante un banquete por un danés que había sido bautizado por un santo.
El cuerpo de san Elfego fue recuperado y sepultado en San Pablo de Londres. En 1023, el rey Canuto de Dinamarca le trasladó solemnemente a Canterbury. Uno de los sucesores de san Elfego, Lanfranco, dijo a san Anselmo que su antecesor no había muerto por la fe, pero el santo le respondió que morir por la justicia era lo mismo que morir por Dios. Los ingleses siempre han considerado como mártir a san Elfego. Su nombre se halla en el Martirologio Romano y las diócesis de Westminster, Clifton, Portsmouth y Southwark, celebran todavía su fiesta.
Benedictino de la abadía de Deerhurst o Deherste (Gloucester) y luego se retiró a una celda que el construyó en un desierto cercano al lugar de la abadía de Bath donde se encerró. Su virtud hizo que le nombraran abad de la abadía de Bath. Elfego no toleraba la menor relajación de la regla, pues sabía cuán fácilmente las concesiones acaban con la observancia en los conventos. Solía decir que era mejor permanecer en el mundo que ser un monje imperfecto.
En el 984, san Dunstano de Canterbury lo consagró, a pesar de su juventud y resistencia, obispo de Winchester, diócesis que gobernó durante 22 años y en su diócesis no hubo mendigos, mientras él estuvo al frente de ella. Como seguía practicando las mismas austeridades que en el convento, los prolongados ayunos le hicieron adelgazar tanto, que algunos testigos declararon que se podía ver a través de sus manos cuando las levantaba en la misa.
En el 1006, fue nombrado arzobispo de Canterbury. Fue a Roma a recibir el palio de manos del papa Juan XVIII. Su grey le amó muchísimo, de manera que, durante la invasión danesa de 1011, le exhortaron a huir, pero lo rechazó, pero se quedó animando a sus fieles, dándoles consuelo espiritual. Al final la ciudad de Canterbury fue tomada, los daneses mataron, destrozaron, violaron, y allí estuvo el arzobispo Elfego intentando poner freno a tanta barbarie, de manera que los daneses delante de él asesinaron a muchos de sus monjes y él fue apresado. Transcurridos siete meses los daneses fueron atacados por una epidemia, y pensaron que ésta la había producido el arzobispo, lo sacaron de prisión y le rogaron que intercediera por ellos. Su oración dio resultado, pero fue ejecutado en Greenwich por haberse negado a pagar su rescate con el dinero de los pobres. Fue martirizado a golpes de hueso de buey durante un banquete por un danés que había sido bautizado por un santo.
El cuerpo de san Elfego fue recuperado y sepultado en San Pablo de Londres. En 1023, el rey Canuto de Dinamarca le trasladó solemnemente a Canterbury. Uno de los sucesores de san Elfego, Lanfranco, dijo a san Anselmo que su antecesor no había muerto por la fe, pero el santo le respondió que morir por la justicia era lo mismo que morir por Dios. Los ingleses siempre han considerado como mártir a san Elfego. Su nombre se halla en el Martirologio Romano y las diócesis de Westminster, Clifton, Portsmouth y Southwark, celebran todavía su fiesta.
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