(Teresa de los Andes, Teresa de Jesús de los Andes. Juana Fernández Solar).
De la isla de Tera. Cosechadora. Ardiente como el verano.
En la ciudad de Los Andes, en Chile, santa Teresa de Jesús (Juana) Fernández Solar, virgen, que, siendo novicia en la Orden de Carmelitas Descalzas, consagró, como ella misma decía, su vida a Dios por el mundo pecador, muriendo de tifus a los veinte años de edad.
Se llamaba Juana Fernández Solar. Nació Santiago de Chile, en el seno de una familia adinerada. El día de su primera comunión tuvo su primera experiencia mística y nos la relató: “No es para describir lo que pasó por mi alma con Jesús. Le pedí mil veces que me llevara consigo y sentía por primera vez su voz querida. Le pedí por todos, y a la Virgen la sentía cerca de mí. Por primera vez sentía una paz deliciosa”. La inclinación natural hacia Dios, desde ese día se transformó en amistad, en vida de oración. Cuatro años más tarde recibió interiormente la revelación que determinó la orientación de su vida: Jesucristo le dijo que la quería carmelita y que su meta debía ser la santidad. Con la abundante gracia de Dios y con la generosidad de joven enamorada se dio a la oración, a la adquisición de las virtudes y a la práctica de la vida según el evangelio, de tal modo que en cortos años llegó a un alto grado de unión con Dios.
A los 15 años hizo privadamente votos religiosos y la promesa de no cometer nunca pecados queriendo. Se dedicó a las obras de misericordia y a la enseñanza del catecismo en la parroquia. A los 19, después de renunciar al matrimonio, en 1919, años ingresó en el Carmelo de los Andes, recibiendo el nombre de Teresa de Jesús. Ofreció a Dios su vida por la salvación del mundo y un año después murió de tifus (la enfermedad duró diez días), haciendo sus votos religiosos "in articulo mortis", y murió diciendo: “Esposo mío”.
Cuando supo que moriría pronto escribió: “Para una carmelita la muerte no tiene nada de espantable. Va a vivir la vida verdadera. Va a caer en brazos del que amó aquí en la tierra sobre todas las cosas. Se va a sumergir eternamente en el amor”. Dejó escrito un diario que se llama “Historia de la vida de una de sus hijas”. Después de muchas tribulaciones interiores e indecibles padecimientos físicos, causados por un violento ataque de tifus que acabó con su vida, pasó de este mundo al Padre al atardecer del 12 de abril de 1920. Aún le faltaban 3 meses para cumplir los 20 años de edad y 6 meses para acabar su noviciado canónico y poder emitir jurídicamente su profesión religiosa. Murió como novicia carmelita descalza.
Sus restos son venerados en el Santuario de Auco-Rinconada de Los Andes por miles de peregrinos que buscan y encuentran en ella el consuelo, la luz y el camino recto hacia Dios; se ha convertido en uno de los centros espirituales más concurridos de Chile. Fue beatificada en Santiago de Chile por Su Santidad Juan Pablo II, el día 3 de abril de 1987. Fue canonizada por el mismo Papa el 21 de marzo de 1993, en la Basílica Vaticana. Es la primera chilena canonizada.
De la isla de Tera. Cosechadora. Ardiente como el verano.
En la ciudad de Los Andes, en Chile, santa Teresa de Jesús (Juana) Fernández Solar, virgen, que, siendo novicia en la Orden de Carmelitas Descalzas, consagró, como ella misma decía, su vida a Dios por el mundo pecador, muriendo de tifus a los veinte años de edad.
Se llamaba Juana Fernández Solar. Nació Santiago de Chile, en el seno de una familia adinerada. El día de su primera comunión tuvo su primera experiencia mística y nos la relató: “No es para describir lo que pasó por mi alma con Jesús. Le pedí mil veces que me llevara consigo y sentía por primera vez su voz querida. Le pedí por todos, y a la Virgen la sentía cerca de mí. Por primera vez sentía una paz deliciosa”. La inclinación natural hacia Dios, desde ese día se transformó en amistad, en vida de oración. Cuatro años más tarde recibió interiormente la revelación que determinó la orientación de su vida: Jesucristo le dijo que la quería carmelita y que su meta debía ser la santidad. Con la abundante gracia de Dios y con la generosidad de joven enamorada se dio a la oración, a la adquisición de las virtudes y a la práctica de la vida según el evangelio, de tal modo que en cortos años llegó a un alto grado de unión con Dios.
A los 15 años hizo privadamente votos religiosos y la promesa de no cometer nunca pecados queriendo. Se dedicó a las obras de misericordia y a la enseñanza del catecismo en la parroquia. A los 19, después de renunciar al matrimonio, en 1919, años ingresó en el Carmelo de los Andes, recibiendo el nombre de Teresa de Jesús. Ofreció a Dios su vida por la salvación del mundo y un año después murió de tifus (la enfermedad duró diez días), haciendo sus votos religiosos "in articulo mortis", y murió diciendo: “Esposo mío”.
Cuando supo que moriría pronto escribió: “Para una carmelita la muerte no tiene nada de espantable. Va a vivir la vida verdadera. Va a caer en brazos del que amó aquí en la tierra sobre todas las cosas. Se va a sumergir eternamente en el amor”. Dejó escrito un diario que se llama “Historia de la vida de una de sus hijas”. Después de muchas tribulaciones interiores e indecibles padecimientos físicos, causados por un violento ataque de tifus que acabó con su vida, pasó de este mundo al Padre al atardecer del 12 de abril de 1920. Aún le faltaban 3 meses para cumplir los 20 años de edad y 6 meses para acabar su noviciado canónico y poder emitir jurídicamente su profesión religiosa. Murió como novicia carmelita descalza.
Sus restos son venerados en el Santuario de Auco-Rinconada de Los Andes por miles de peregrinos que buscan y encuentran en ella el consuelo, la luz y el camino recto hacia Dios; se ha convertido en uno de los centros espirituales más concurridos de Chile. Fue beatificada en Santiago de Chile por Su Santidad Juan Pablo II, el día 3 de abril de 1987. Fue canonizada por el mismo Papa el 21 de marzo de 1993, en la Basílica Vaticana. Es la primera chilena canonizada.
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