¿No eres tú, Señor, desde antiguo mi santo Dios que no muere?
¿Has destinado al pueblo de los caldeos para castigo; oh Roca, le encomendaste la sentencia?
Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal, no puedes contemplar la opresión.
¿Por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?
Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe: los saca a todos con el anzuelo, los apresa en la red, los reúne en la nasa, y después ríe de gozo; ofrece sacrificios al anzuelo, incienso a la red, porque con ellos cogió rica presa, comida abundante.
¿Seguirá vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión?
Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas.
El Señor me respondió así:
«Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido.
La visión espera su momento, se acercará su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse.
El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.»
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas:
-«Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.»
Jesús contestó:
-« ¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte:
-« ¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Les contestó:
- «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible.»
Palabra del Señor.
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