De la carta de San Pablo Le-Bao Think enviada en 1843 a los alumnos del Seminario Ke-Vindel.
Yo, Pablo, encadenado por el nombre de Cristo, quiero narrarles las tribulaciones en las que me veo sumergido cada día, de tal modo, que ustedes, por amor a Dios, le ofrezcan conmigo ardientes alabanzas, porque es eterna su misericordia.
Esta cárcel es realmente la imagen del infierno eterno; a toda clase de crueles suplicios, como son las esposas, las calumnias, las palabras obscenas, las disputas, los actos perversos, los juramentos injustos, las maldiciones y por último las angustias y la tristeza.
Pero Dios que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno encendido, siempre me está presente, y me ha librado de estas tribulaciones y las ha convertido en dulzura, porque es eterna su misericordia.
En medios de estos tormentos, que suelen quebrantar a los demás, por la gracia de Dios, yo estoy colmado de gozo y alegría, porque no estoy solo sino con Cristo.
Es nuestro Maestro el que soporta todo el peso de la cruz, y a mí solamente me deja la mínima y última parte. Él no es solo espectador de mi combate, sino que lucha y vence y consuma mi certamen. Por eso tiene sobre su cabeza la corona de la victoria, de cuya gloria también participa sus miembros.
¿ Cómo podría yo soportar este espectáculo al ver todos los días a los emperadores, a sus mandarines y a todos sus satélites blasfemar su santo nombre, Señor que te sientas sobre Querubines y Serafines? Mira, ¡ tu cruz es conculcada por los pies de paganos! ¿ Dónde está tu gloria? Al ver todas estas cosas, prefiero, encendido en tu amor, una vez cortados mis miembros, morir dando testimonio de tu amor.
Muéstrame Señor, tu poder, sálvame y sostenme, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificado ante los pueblos, no sea que, si llegara a vacilar en el camino, tus enemigos puedan levantar altivamente la cabeza.
Hermanos queridísimos, al oír estas cosas, con alegría den gracias inmortales a Dios, de quién procede todo bien, bendigan conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu exulta en mi Dios, porque miró la humildad de su servidor y por ello me llamarán feliz las generaciones futuras: porque es eterna su misericordia. Alaben al Señor todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos, porque Dios eligió lo débil del mundo, para confundir lo fuerte, y Dios eligió lo vil, y despreciable del mundo para confundir lo noble. A través de mi boca y de mi inteligencia confunde a los filósofos que son discípulos de la sabiduría de éste mundo, porque es eterna su misericordia.
Les escribo todo esto, para que se unan la fe de ustedes y la mía. En medio de ésta tempestad, arrojo el ancla hasta el trono de Dios; la esperanza viva que está en mi corazón.
Más ustedes, hermanos queridísimos, corran de manera de alcanzar la corona, revistan la coraza de la fe y tomen la armadura de Cristo a diestra y siniestra, como enseñan San Pablo, mi patrono. Mejor es para ustedes entrar en la Vida con un solo ojo o lisiado, que ser arrojado fuera con todos los miembros.
Yo, Pablo, encadenado por el nombre de Cristo, quiero narrarles las tribulaciones en las que me veo sumergido cada día, de tal modo, que ustedes, por amor a Dios, le ofrezcan conmigo ardientes alabanzas, porque es eterna su misericordia.
Esta cárcel es realmente la imagen del infierno eterno; a toda clase de crueles suplicios, como son las esposas, las calumnias, las palabras obscenas, las disputas, los actos perversos, los juramentos injustos, las maldiciones y por último las angustias y la tristeza.
Pero Dios que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno encendido, siempre me está presente, y me ha librado de estas tribulaciones y las ha convertido en dulzura, porque es eterna su misericordia.
En medios de estos tormentos, que suelen quebrantar a los demás, por la gracia de Dios, yo estoy colmado de gozo y alegría, porque no estoy solo sino con Cristo.
Es nuestro Maestro el que soporta todo el peso de la cruz, y a mí solamente me deja la mínima y última parte. Él no es solo espectador de mi combate, sino que lucha y vence y consuma mi certamen. Por eso tiene sobre su cabeza la corona de la victoria, de cuya gloria también participa sus miembros.
¿ Cómo podría yo soportar este espectáculo al ver todos los días a los emperadores, a sus mandarines y a todos sus satélites blasfemar su santo nombre, Señor que te sientas sobre Querubines y Serafines? Mira, ¡ tu cruz es conculcada por los pies de paganos! ¿ Dónde está tu gloria? Al ver todas estas cosas, prefiero, encendido en tu amor, una vez cortados mis miembros, morir dando testimonio de tu amor.
Muéstrame Señor, tu poder, sálvame y sostenme, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificado ante los pueblos, no sea que, si llegara a vacilar en el camino, tus enemigos puedan levantar altivamente la cabeza.
Hermanos queridísimos, al oír estas cosas, con alegría den gracias inmortales a Dios, de quién procede todo bien, bendigan conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu exulta en mi Dios, porque miró la humildad de su servidor y por ello me llamarán feliz las generaciones futuras: porque es eterna su misericordia. Alaben al Señor todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos, porque Dios eligió lo débil del mundo, para confundir lo fuerte, y Dios eligió lo vil, y despreciable del mundo para confundir lo noble. A través de mi boca y de mi inteligencia confunde a los filósofos que son discípulos de la sabiduría de éste mundo, porque es eterna su misericordia.
Les escribo todo esto, para que se unan la fe de ustedes y la mía. En medio de ésta tempestad, arrojo el ancla hasta el trono de Dios; la esperanza viva que está en mi corazón.
Más ustedes, hermanos queridísimos, corran de manera de alcanzar la corona, revistan la coraza de la fe y tomen la armadura de Cristo a diestra y siniestra, como enseñan San Pablo, mi patrono. Mejor es para ustedes entrar en la Vida con un solo ojo o lisiado, que ser arrojado fuera con todos los miembros.
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