
El nuevo beato había leído la encíclica «Mit Brenneder Sorge» («Con ardiente preocupación)» de 1937, la más dura crítica que la Santa Sede ha expresado hacia a un régimen político.
Cardenal José Saraiva Martins: «... es que en un tiempo como el nuestro, en el que no faltan condicionamientos e incluso manipulaciones de las conciencias y de las inteligencias, su camino es un reto y un aliento para vivir con coherencia y compromiso radical la fe hasta las consecuencias extremas, si fuera necesario....»
Franz Jägerstätter no se alienó por la vida, sino que se ocupaba de las tareas cotidianas normales; buscaba con honestidad y seriedad poner en orden su vida y vivirla de una forma determinada, según el dictado evangélico, su mayor aspiración era testimoniar su exclusiva pertenencia a Dios, siendo capaz de dar la propia vida por esta indefectible fidelidad; así que la aceptación del momento culminante fue coherente con toda su vida: se le pidió que la diera y lo hizo «gustosamente».
El día de su martirio, había dirigido una carta a su familia; su viuda aún la conserva:
«Escribo con las manos atadas pero prefiero esta condición a saber encadenada mi voluntad. No es la prisión, las cadenas ni una condena las que pueden hacer perder la fe a alguien o privarle de la libertad».
«Queridísima esposa y madre: os agradezco de corazón todo lo que habéis hecho por mi en la vida, por el amor que me habéis dado y por los sacrificios que habéis ofrecido por mí [...]»; «no me ha sido posible ahorraros los sufrimientos»; «rogaré al buen Dios, en cuanto llegue al cielo, que os reserve un sitio a todos».
Benedicto XVI autorizó la publicación del decreto que reconoció su martirio, abriendo así la puerta a su beatificación.
Fue guillotinado el 9 de agosto de 1943, en Berlín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario