Había nacido en 1907. Casado con Franziska y padre de tres hijas, Franz Jägerstätter «Llamado a las armas en el '43 en pleno conflicto mundial, declaró que como cristiano no podía servir a la ideología hitleriana y luchar en una guerra injusta», y «todos sabían –sus amigos y también su párroco— dónde le llevaría esta postura»,
El nuevo beato había leído la encíclica «Mit Brenneder Sorge» («Con ardiente preocupación)» de 1937, la más dura crítica que la Santa Sede ha expresado hacia a un régimen político.
Cardenal José Saraiva Martins: «... es que en un tiempo como el nuestro, en el que no faltan condicionamientos e incluso manipulaciones de las conciencias y de las inteligencias, su camino es un reto y un aliento para vivir con coherencia y compromiso radical la fe hasta las consecuencias extremas, si fuera necesario....»
Franz Jägerstätter no se alienó por la vida, sino que se ocupaba de las tareas cotidianas normales; buscaba con honestidad y seriedad poner en orden su vida y vivirla de una forma determinada, según el dictado evangélico, su mayor aspiración era testimoniar su exclusiva pertenencia a Dios, siendo capaz de dar la propia vida por esta indefectible fidelidad; así que la aceptación del momento culminante fue coherente con toda su vida: se le pidió que la diera y lo hizo «gustosamente».
El día de su martirio, había dirigido una carta a su familia; su viuda aún la conserva:
«Escribo con las manos atadas pero prefiero esta condición a saber encadenada mi voluntad. No es la prisión, las cadenas ni una condena las que pueden hacer perder la fe a alguien o privarle de la libertad».
«Queridísima esposa y madre: os agradezco de corazón todo lo que habéis hecho por mi en la vida, por el amor que me habéis dado y por los sacrificios que habéis ofrecido por mí [...]»; «no me ha sido posible ahorraros los sufrimientos»; «rogaré al buen Dios, en cuanto llegue al cielo, que os reserve un sitio a todos».
Benedicto XVI autorizó la publicación del decreto que reconoció su martirio, abriendo así la puerta a su beatificación.
Fue guillotinado el 9 de agosto de 1943, en Berlín.
El nuevo beato había leído la encíclica «Mit Brenneder Sorge» («Con ardiente preocupación)» de 1937, la más dura crítica que la Santa Sede ha expresado hacia a un régimen político.
Cardenal José Saraiva Martins: «... es que en un tiempo como el nuestro, en el que no faltan condicionamientos e incluso manipulaciones de las conciencias y de las inteligencias, su camino es un reto y un aliento para vivir con coherencia y compromiso radical la fe hasta las consecuencias extremas, si fuera necesario....»
Franz Jägerstätter no se alienó por la vida, sino que se ocupaba de las tareas cotidianas normales; buscaba con honestidad y seriedad poner en orden su vida y vivirla de una forma determinada, según el dictado evangélico, su mayor aspiración era testimoniar su exclusiva pertenencia a Dios, siendo capaz de dar la propia vida por esta indefectible fidelidad; así que la aceptación del momento culminante fue coherente con toda su vida: se le pidió que la diera y lo hizo «gustosamente».
El día de su martirio, había dirigido una carta a su familia; su viuda aún la conserva:
«Escribo con las manos atadas pero prefiero esta condición a saber encadenada mi voluntad. No es la prisión, las cadenas ni una condena las que pueden hacer perder la fe a alguien o privarle de la libertad».
«Queridísima esposa y madre: os agradezco de corazón todo lo que habéis hecho por mi en la vida, por el amor que me habéis dado y por los sacrificios que habéis ofrecido por mí [...]»; «no me ha sido posible ahorraros los sufrimientos»; «rogaré al buen Dios, en cuanto llegue al cielo, que os reserve un sitio a todos».
Benedicto XVI autorizó la publicación del decreto que reconoció su martirio, abriendo así la puerta a su beatificación.
Fue guillotinado el 9 de agosto de 1943, en Berlín.
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