El nombre y la devoción de Santa Genoveva, († 502), son muy populares en Francia, y sobre todo en París, de la que es Patrona. La vida de la virgen parisiense se encuentra en la Vita Genovefae, escrita unos 20 años después de su muerte. Esta biografía, que hoy se considera como documento histórico, tiene el estilo modesto de quien escribe con fines exquisitamente edificantes, pero logra colocar a la santa en un preciso cuadro histórico.
Nació en Nanterre, en las afueras de París, hacia el año 422, y a los seis años la consagró a Dios San Germano de Auxerre, que pasaba por allí, camino de Inglaterra en donde imperaba la herejía pelagiana. A los 15 años se consagró definitivamente a Dios, entrando a formar parte de un grupo de vírgenes entregadas a Dios que, aunque llevaban un vestido que las distinguía de las demás mujeres, no vivían en convento, sino en sus propias casas, dedicadas a obras de caridad y de penitencia. Genoveva tomaba las cosas en serio: sólo comía el jueves y el domingo, y desde por la tarde de Epifanía hasta el jueves Santo no salía nunca de su pieza.
En el año 451 París se encontraba bajo la amenaza de los Hunos de Atila; los parisienses iban a huir de la ciudad, pero Genoveva los convenció a permanecer ahí, confiando en la protección del cielo. Una vez rechazados los bárbaros, apareció el problema de la carestía: entonces Genoveva montó en un barquito, subió por el Sena y consiguió cereales que distribuyó generosamente a todo el pueblo.
Era una digna antecesora de Santa Juana de Arco. Se sirvió de su amistad con los reyes Quilderico y Clodoveo para obtener la gracia para muchos prisioneros políticos.
Murió hacia el año 502, y sobre su tumba se construyó un pequeño oratorio de madera, que fue el origen de una famosa abadía, más tarde transformada en basílica por Luis XV. Se la invocaba sobre todo en tiempos de graves calamidades, como la peste, o para pedir la lluvia o contra las inundaciones del Sena.
Los jacobinos de la Revolución francesa destruyeron buena parte de las reliquias y transformaron la basílica de Santa Genoveva - que tomó el nombre clásico de Panteón - en el mausoleo de los Franceses ilustres. Pero el culto a Santa Genoveva continuó en la iglesia cercana de Saint-Étienne-du-Mont.
Nació en Nanterre, en las afueras de París, hacia el año 422, y a los seis años la consagró a Dios San Germano de Auxerre, que pasaba por allí, camino de Inglaterra en donde imperaba la herejía pelagiana. A los 15 años se consagró definitivamente a Dios, entrando a formar parte de un grupo de vírgenes entregadas a Dios que, aunque llevaban un vestido que las distinguía de las demás mujeres, no vivían en convento, sino en sus propias casas, dedicadas a obras de caridad y de penitencia. Genoveva tomaba las cosas en serio: sólo comía el jueves y el domingo, y desde por la tarde de Epifanía hasta el jueves Santo no salía nunca de su pieza.
En el año 451 París se encontraba bajo la amenaza de los Hunos de Atila; los parisienses iban a huir de la ciudad, pero Genoveva los convenció a permanecer ahí, confiando en la protección del cielo. Una vez rechazados los bárbaros, apareció el problema de la carestía: entonces Genoveva montó en un barquito, subió por el Sena y consiguió cereales que distribuyó generosamente a todo el pueblo.
Era una digna antecesora de Santa Juana de Arco. Se sirvió de su amistad con los reyes Quilderico y Clodoveo para obtener la gracia para muchos prisioneros políticos.
Murió hacia el año 502, y sobre su tumba se construyó un pequeño oratorio de madera, que fue el origen de una famosa abadía, más tarde transformada en basílica por Luis XV. Se la invocaba sobre todo en tiempos de graves calamidades, como la peste, o para pedir la lluvia o contra las inundaciones del Sena.
Los jacobinos de la Revolución francesa destruyeron buena parte de las reliquias y transformaron la basílica de Santa Genoveva - que tomó el nombre clásico de Panteón - en el mausoleo de los Franceses ilustres. Pero el culto a Santa Genoveva continuó en la iglesia cercana de Saint-Étienne-du-Mont.
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