Una fotografía
Hace años, un dos de Enero, aparecía en las primeras páginas de un periódico de tirada nacional, una fotografía con un breve comentario debajo.
Se refería a la multitud que todos los años se congrega en la Plaza de San Pedro, de Roma, para recibir la bendición papal “urbi et orbi” con motivo de la apertura del Año Nuevo.
Al fondo de la foto, desde su ventana del palacio Vaticano, se veía al Papa con las manos levantadas dirigiéndose a la muchedumbre que abarrotaba el recinto y a ésta, embelesada, contemplándole. A ambos lados, la columnata de Bernini, como centinela del evento y en un rincón, dando la espalda al público, una viejecita con un rosario en la mano.
El comentario del periodista me llamó la atención. No tenía desperdicio. Venía a decir lo siguiente- no son palabras textuales:
Como cada año una multitud incontable acudirá fervorosa a recibir la bendición del Papa. Como cada año atronarán los aplausos en la emblemática Plaza. Pero también, como cada año, esta pobre anciana, vestida de negro y casi ciega, dará la espalda al pueblo, ajena a una Iglesia, de la que se considera hija pecadora e indigna. Hace lo que ya solamente puede hacer: rezar y esperar pacientemente.
¡Qué poco sabe esta buena mujer que la auténtica iglesia de Jesús es precisamente ella!
La guerra es el fracaso del diálogo y la solidaridad humana
Este ejemplo viene al caso, porque montamos parafernalias, bendiciones sin cuento, propagandas de paz, mostrando una cara del mundo que no se corresponde con la realidad.
Organizamos conferencias de paz mientras las Grandes Potencias llenan sus arsenales de las armas más sofisticadas o venden las de desecho a precios elevados a países pobres a quienes previamente enfrentan entre sí para dar salida a la industria bélica que alimenta a millones de trabajadores del primer mundo.
Se emparejan el fariseísmo y el cinismo en una simbiosis demoníaca, disfrazados de mansas palomas. ¿Será siempre la paz para la humanidad un bien inalcanzable?¿Continuaremos justificando las guerras bajo apariencia de bien común cuando lo que se esconde detrás es un egoísmo rampante?
Analizando las distintas guerras que han provocado el azote del hambre en el mundo y vistos los resultados: destrucción, muerte y hambre, podemos deducir fácilmente que no existe ninguna guerra justa.
La paz nace desde dentro, del reconocimiento humilde de la propia limitación y con la aportación de lo que cada uno, como la propia viejecita, puede hacer o dar.
Se convierte así en una conquista cotidiana y en un bien absolutamente necesario.
Jornada Mundial de la Paz
En la primera lectura del día de hoy hemos escuchado una bendición, tan cotidiana para el pueblo judío como lo es el Padrenuestro para los cristianos: “El Señor te bendiga y te proteja; ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz”
Resulta curioso y elocuente que la liturgia ponga en el centro de la celebración de este primer día del año la “Jornada Mundial de la Paz” y la figura de María, la mujer silenciosa y humilde que medita y conserva en su corazón cuanto sucede a su alrededor y a quien invocamos los cristianos en las letanías del Rosario como Reina de la Paz.
Ambas celebraciones se armonizan en los gestos, las palabras y los hechos que Ella medita y conserva en su corazón., porque conoce a fondo la persecución de Herodes, el exilio y la violencia de la que fue objeto su hijo Jesús, culminada en el calvario y en la cruz.
Es frecuente quitar de en medio a pacifistas y pacificadores; estorban en el mundo de los intereses creados. Así lincharon en su momento a Gandhi, a Luther King, a Mons. Romero y a miles de héroes anónimos, cuyo único “pecado” fue clamar contra las degradaciones morales y las injusticias.
Intereses independentistas siembran nuestras sociedades modernas de agresiones sin cuartel contra quienes no participan de sus ideales racistas y xenófobos haciendo prevalecer la utopía de una nación sobre la misma vida humana a la que se desprecia.
Y no hablemos de la terrible lacra del terrorismo.
¿Hasta dónde llegaremos en la escalada de descalificaciones?
La violencia genera violencia y no soluciona los problemas. Nos cansamos de comprobarlo diariamente en los medios de comunicación o repasando las páginas de la historia.
Alternativa de Jesús.
Jesús, en el Sermón de la Montaña, propone como única alternativa a la violencia el perdón y la reconciliación, y hace distinción entre la paz de Dios y la paz de los hombres. La paz de Dios está basada sobre la verdad, la justicia y el amor hasta entregar la vida. La del mundo, sin embargo, es una paz que compromete la verdad y oculta la justicia , camuflándola bajo el orden social. En el fondo es un pretexto para defender los derechos de los más privilegiados y coaccionar a los más pobres.
La paz sigue siendo después de dos mil años el bien más anhelado y, a su vez, el más amenazado.
La paz es el compendio de todas las promesas hechas por Dios y el gran mensaje de la Navidad: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”y “Bienaventurados los que construyen la paz, porque serán hijos de Dios”
Pidamos al Señor por María la paz que nace del corazón, que crece en la familia y se realiza en la sociedad, haciendo que todos nos sintamos hermanos e hijos de Dios.
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