Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre y elimináis a los humildes del país, diciendo: « ¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el grano, y el sábado, para abrir los sacos de cereal ‐ reduciendo el peso y aumentando el precio, modificando las balanzas con engaño ‐ para comprar al indigente por plata y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del trigo?» Aquel día ‐ oráculo del Señor Dios ‐ haré que el sol se oculte a mediodía, y oscureceré la tierra en pleno día.
Trasformaré vuestras fiestas en duelo, y todas vuestras canciones en elegía. Pondré arpillera sobre toda espalda y dejaré rapada toda cabeza.
Será como el duelo por un hijo único, y al final como un día de amargura.
Vienen días ‐ oráculo del Señor Dios ‐ en que enviaré hambre al país: no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor.
Andarán errantes de mar a mar y de septentrión a oriente deambularán buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán.
En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: « ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Palabra del Señor.
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