Sebastián Llorens Telarroja, fue gran amigo del P. Jaime (Jaume en catalán) Puig, incluso compartiendo con este el martirio.
Nació el 02 de diciembre de 1909 en Tordera (Barcelona). Desde muy temprana edad se le veían virtudes y valores cristianos, frutos de un hogar con valores muy fuertes. Su familia, en especial su madre fue una santa mujer, de la cual Sebastián heredó muchas virtudes como: sencillez, humildad, piedad y la transparencia de su buen corazón, siendo obediente y dócil con sus padres.
Estudió en el colegio Santa María de Blanes, teniendo como profesores al Hno. Segismundo Sagalés, también mártir, y al P. Jaime Puig. Según testigos, fue incansable en el estudio, inteligente y aplicado en la escuela, a la que no faltaba jamás. Tenía afición a la mecánica. Estudió Algebra en las clases nocturnas del P. Puig, además acudía a los círculos de estudio de la Acción Católica.
Su fe y piedad son un ejemplo para muchos jóvenes. Manifestaba, ante todo, gran devoción hacia la Eucaristía, asistiendo con regularidad la misa dominical, sirviendo al altar, orando largamente ante el sagrario por las tardes. Otro canal de su piedad era la devoción a la Virgen Santísima; con frecuencia visitaba al santuario de la Virgen del Vilar; y buscaba contagiar su devoción mariana a los jóvenes, organizando asociaciones y romerías. Su devoción mariana le llevó a esconder la imagen de la Virgen del Vilar, con la ayuda del padre Puig y de los colonos de Mas Miret. Sebastián fortalecía su espiritualidad con mucha oración, con retiros espirituales y con un proyecto de vida donde buscaba una vida de santidad y servicio a Dios y a los demás.
Sebastián sentía un llamado especial al matrimonio, pero quería vivir un matrimonio santo, y por eso pensaba seriamente en cómo realizar este proyecto sin dejar su apostolado cristiano, principalmente en lo que se trataba de la piedad y de la evangelización de los jóvenes. Este ardor misionero le llevó a recibir al P. Puig en su casa mientras le buscaban los revolucionarios, le ayudó a esconder la antigua imagen de la Virgen del Vilar y lo acompañó en la larga entrevista que le realizaron en el comité el día 30 de julio de 1936.
Los dejaron ir pero los republicanos les habían preparado una emboscada, y los dos fueron capturados juntos mientras volvían a casa. Mientras recorrían la calle, los milicianos del Frente Popular ordenaban a la gente que cerraran las puertas y ventanas para que no pudieran ser testigos del homicidio premeditado.
Después, condujeron al Padre Puig Mirosa y a Sebastián fuera de la ciudad, donde algunos republicanos salieron de detrás de un muro y dispararon al religioso y a su alumno, que lo había cogido entre sus brazos para sostenerlo. Antes de morir, el sacerdote consiguió murmurar: «¡Dios mío, Dios mío!». Sebastián, en cambio, herido, fue asesinado con varios disparos en la cabeza. Los dos cadáveres permanecieron en la calle hasta que fueron recogidos y llevados al cementerio local.
Sebastián fue martirizado por su gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen que le hicieron despertar un fuerte amor al punto de preocuparse por el otro y olvidarse de sí mismo.
S.S. Benedicto XVI firmó el 10 de mayo de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de los Siervos de Dios que integran este grupo, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.
Nació el 02 de diciembre de 1909 en Tordera (Barcelona). Desde muy temprana edad se le veían virtudes y valores cristianos, frutos de un hogar con valores muy fuertes. Su familia, en especial su madre fue una santa mujer, de la cual Sebastián heredó muchas virtudes como: sencillez, humildad, piedad y la transparencia de su buen corazón, siendo obediente y dócil con sus padres.
Estudió en el colegio Santa María de Blanes, teniendo como profesores al Hno. Segismundo Sagalés, también mártir, y al P. Jaime Puig. Según testigos, fue incansable en el estudio, inteligente y aplicado en la escuela, a la que no faltaba jamás. Tenía afición a la mecánica. Estudió Algebra en las clases nocturnas del P. Puig, además acudía a los círculos de estudio de la Acción Católica.
Su fe y piedad son un ejemplo para muchos jóvenes. Manifestaba, ante todo, gran devoción hacia la Eucaristía, asistiendo con regularidad la misa dominical, sirviendo al altar, orando largamente ante el sagrario por las tardes. Otro canal de su piedad era la devoción a la Virgen Santísima; con frecuencia visitaba al santuario de la Virgen del Vilar; y buscaba contagiar su devoción mariana a los jóvenes, organizando asociaciones y romerías. Su devoción mariana le llevó a esconder la imagen de la Virgen del Vilar, con la ayuda del padre Puig y de los colonos de Mas Miret. Sebastián fortalecía su espiritualidad con mucha oración, con retiros espirituales y con un proyecto de vida donde buscaba una vida de santidad y servicio a Dios y a los demás.
Sebastián sentía un llamado especial al matrimonio, pero quería vivir un matrimonio santo, y por eso pensaba seriamente en cómo realizar este proyecto sin dejar su apostolado cristiano, principalmente en lo que se trataba de la piedad y de la evangelización de los jóvenes. Este ardor misionero le llevó a recibir al P. Puig en su casa mientras le buscaban los revolucionarios, le ayudó a esconder la antigua imagen de la Virgen del Vilar y lo acompañó en la larga entrevista que le realizaron en el comité el día 30 de julio de 1936.
Los dejaron ir pero los republicanos les habían preparado una emboscada, y los dos fueron capturados juntos mientras volvían a casa. Mientras recorrían la calle, los milicianos del Frente Popular ordenaban a la gente que cerraran las puertas y ventanas para que no pudieran ser testigos del homicidio premeditado.
Después, condujeron al Padre Puig Mirosa y a Sebastián fuera de la ciudad, donde algunos republicanos salieron de detrás de un muro y dispararon al religioso y a su alumno, que lo había cogido entre sus brazos para sostenerlo. Antes de morir, el sacerdote consiguió murmurar: «¡Dios mío, Dios mío!». Sebastián, en cambio, herido, fue asesinado con varios disparos en la cabeza. Los dos cadáveres permanecieron en la calle hasta que fueron recogidos y llevados al cementerio local.
Sebastián fue martirizado por su gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen que le hicieron despertar un fuerte amor al punto de preocuparse por el otro y olvidarse de sí mismo.
S.S. Benedicto XVI firmó el 10 de mayo de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de los Siervos de Dios que integran este grupo, lo cual permitirá su próxima beatificación que se realizará, Dios mediante, el 13 de octubre de 2013.
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