Memoria de san Ignacio de Loyola, sacerdote, que, nacido en el País Vasco en España, vivió en la corte del rey y estuvo en el ejército, hasta que, gravemente herido, se convirtió a Dios; terminados los estudios teológicos en París, unió a sí a los primeros compañeros, que después constituyeron la Compañía de Jesús en Roma, donde desarrolló un fructífero ministerio, dedicándose a la redacción de obras y a la formación de los discípulos, a mayor gloria de Dios.
Iñigo López nació en Loyola, en el seno de una noble familia vasca. Fue designado al sacerdocio por ser el último hijo, incluso a los 14 años recibió la tonsura, pero él no mostraba ninguna inclinación al sacerdocio, y se hizo crecer el pelo. Tras una permanencia juvenil en el ambiente de la corte de Castilla y una juventud inquieta ("metido en cosas de mujeres, en galas, en revueltas y juegos de armas") en la que sufrió un grave proceso (en 1515) por violencia, siguió una formación militar en Arévalo (Ávila) y, como caballero del duque de Nájera, Virrey de Navarra, defendió el castillo de Pamplona, atacado por Francisco I (que quería separar Navarra de Castilla, 1521). En el asedio fue herido en la pierna por los franceses. Durante la convalecencia en Loyola, leyendo ocasionalmente la “Vida de Cristo” del Cartujano, y la “Leyenda Áurea” de Santiago de la Vorágine, porque en su casa no había libros de caballerías, dejó la carrera militar para convertirse en seguidor de Cristo. Para hacer los primeros entrenamientos de santidad marchó a Aránzazu.
La vida siguiente de Ignacio puede dividirse en siete etapas. La primera transcurrió en Cataluña, donde se detuvo para hacer una vela de armas ante la Virgen de Montserrat (1522); desde allí se dirigió a Manresa, donde en una cueva escribió las primeras notas del futuro libro de los “Ejercicios espirituales”. La segunda etapa fue de peregrinación a Jerusalén (1523), donde no fue acogido como huésped permanente de un convento franciscano, según habría deseado.
En la etapa sucesiva lo encontramos estudiando en España (1524-1527), primero en Barcelona, donde fue confundido, a causa de su hábito de penitente, con un "alumbrado" (secta de iluminados) y fue encarcelado; una vez liberado, pudo ir a Alcalá y luego a Salamanca, donde asimismo fue arrestado, aunque por poco tiempo (al confundirlo con un "espiritual"); por fin se trasladó a pie París. Aquí, en la cuarta etapa, permaneció desde 1528 a 1535 como estudiante y luego como maestro ("magíster artium"); reunió algunos compañeros (el beato Pedro Fabro, san Francisco Javier, Diego Laínez, Salmeron, Nicolás Bobadilla y Rodrigues), y con ellos, en Montmatre, en la capilla de los mártires, hizo profesión de los tres votos religiosos, con un voto común de ir a Tierra Santa o de ponerse a disposición del Papa para combatir la herejía protestante.
En la quinta etapa lo encontramos en su patria de Azpeitia (1535) para reponerse; en la sexta etapa fue a Venecia (1535-1537), pasando por Bolonia como mendigo. La séptima etapa fue Roma (1537-1556), y en el viaje, casi a las puertas de la ciudad (iglesia de la Storta), tuvo una visión (de la que proviene el nombre de la Compañía de Jesús). En Roma, Ignacio fue ordenado sacerdote (1538). Así, en 1540, en el baptisterio de San Pedro, la Compañía de Jesús recibió su bautismo con la bula papal, en espera de las constituciones definitivas, aprobadas en 1550.
Para sí no pidió nada, ni honores ni reconocimientos, ni reposo, ni recompensas. No pensaba más que a sus hijos religiosos, lejanos de él "Les amo tanto -decía- que quisiera saber el número de pulgas que los devoran". "Buscar la presencia de Cristo en todas las cosas" les decía. "¡Qué vil me parece la tierra cuando contemplo el Cielo!" exclamó. Un día al final de julio de 1556, se sintió mal: estaba aquejado de litiasis biliar y cirrosis hepática. Comprendió que la muerte era cercana. Siguió la disciplina de la vida en común, andando al refectorio. Rogó a su secretario de pedir al Papa la bendición en "articulo mortis". El secretario molesto, le dijo que iría al día siguiente. Aquella noche se lo encontraron agonizando, murió sin la bendición papal. "Ad maiorem Dei gloriam" fue el lema que eligió para su Compañía. Está enterrado en la iglesia de San Ignacio de Roma. Fue canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.
Iñigo López nació en Loyola, en el seno de una noble familia vasca. Fue designado al sacerdocio por ser el último hijo, incluso a los 14 años recibió la tonsura, pero él no mostraba ninguna inclinación al sacerdocio, y se hizo crecer el pelo. Tras una permanencia juvenil en el ambiente de la corte de Castilla y una juventud inquieta ("metido en cosas de mujeres, en galas, en revueltas y juegos de armas") en la que sufrió un grave proceso (en 1515) por violencia, siguió una formación militar en Arévalo (Ávila) y, como caballero del duque de Nájera, Virrey de Navarra, defendió el castillo de Pamplona, atacado por Francisco I (que quería separar Navarra de Castilla, 1521). En el asedio fue herido en la pierna por los franceses. Durante la convalecencia en Loyola, leyendo ocasionalmente la “Vida de Cristo” del Cartujano, y la “Leyenda Áurea” de Santiago de la Vorágine, porque en su casa no había libros de caballerías, dejó la carrera militar para convertirse en seguidor de Cristo. Para hacer los primeros entrenamientos de santidad marchó a Aránzazu.
La vida siguiente de Ignacio puede dividirse en siete etapas. La primera transcurrió en Cataluña, donde se detuvo para hacer una vela de armas ante la Virgen de Montserrat (1522); desde allí se dirigió a Manresa, donde en una cueva escribió las primeras notas del futuro libro de los “Ejercicios espirituales”. La segunda etapa fue de peregrinación a Jerusalén (1523), donde no fue acogido como huésped permanente de un convento franciscano, según habría deseado.
En la etapa sucesiva lo encontramos estudiando en España (1524-1527), primero en Barcelona, donde fue confundido, a causa de su hábito de penitente, con un "alumbrado" (secta de iluminados) y fue encarcelado; una vez liberado, pudo ir a Alcalá y luego a Salamanca, donde asimismo fue arrestado, aunque por poco tiempo (al confundirlo con un "espiritual"); por fin se trasladó a pie París. Aquí, en la cuarta etapa, permaneció desde 1528 a 1535 como estudiante y luego como maestro ("magíster artium"); reunió algunos compañeros (el beato Pedro Fabro, san Francisco Javier, Diego Laínez, Salmeron, Nicolás Bobadilla y Rodrigues), y con ellos, en Montmatre, en la capilla de los mártires, hizo profesión de los tres votos religiosos, con un voto común de ir a Tierra Santa o de ponerse a disposición del Papa para combatir la herejía protestante.
En la quinta etapa lo encontramos en su patria de Azpeitia (1535) para reponerse; en la sexta etapa fue a Venecia (1535-1537), pasando por Bolonia como mendigo. La séptima etapa fue Roma (1537-1556), y en el viaje, casi a las puertas de la ciudad (iglesia de la Storta), tuvo una visión (de la que proviene el nombre de la Compañía de Jesús). En Roma, Ignacio fue ordenado sacerdote (1538). Así, en 1540, en el baptisterio de San Pedro, la Compañía de Jesús recibió su bautismo con la bula papal, en espera de las constituciones definitivas, aprobadas en 1550.
Para sí no pidió nada, ni honores ni reconocimientos, ni reposo, ni recompensas. No pensaba más que a sus hijos religiosos, lejanos de él "Les amo tanto -decía- que quisiera saber el número de pulgas que los devoran". "Buscar la presencia de Cristo en todas las cosas" les decía. "¡Qué vil me parece la tierra cuando contemplo el Cielo!" exclamó. Un día al final de julio de 1556, se sintió mal: estaba aquejado de litiasis biliar y cirrosis hepática. Comprendió que la muerte era cercana. Siguió la disciplina de la vida en común, andando al refectorio. Rogó a su secretario de pedir al Papa la bendición en "articulo mortis". El secretario molesto, le dijo que iría al día siguiente. Aquella noche se lo encontraron agonizando, murió sin la bendición papal. "Ad maiorem Dei gloriam" fue el lema que eligió para su Compañía. Está enterrado en la iglesia de San Ignacio de Roma. Fue canonizado en 1622 por el papa Gregorio XV, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.
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