En Lucca, en la región de Toscana, beata María Dominica Brun Barbantini, religiosa, fundadora de la Congregación de Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo.
Nació en Luca, Italia. En 1811, se casó con Juan Barbantini; éste, sin embargo, se murió de repente pocos meses después. Volvió todo su amor sobre Lorenzo, el único hijo nacido del matrimonio, y además dedicándose a las enfermas en las casas particulares. A los 31 años le murió el hijo de 8 años. Aun viviendo la pérdida en el lleno abandono a la voluntad de Dios, el sufrimiento fue enorme.
Rechazó distintas propuestas de matrimonio y siguió con la actividad de asistencia domiciliaria ya iniciada hace algunos años con otras mujeres: la Pía Unión de las Monjas Oblatas de la Caridad que ella misma había fundado. A los 36 años se murió entre los brazos su madre que le dijo: "¿Haces todo lo que puedes para Dios y para tu Iglesia?”
En 1819 fundó una Asociación de Hermanas de la Caridad que fue el germen de su Congregación de Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo. A los 40 años fundó el instituto de las Hermanas Oblatas Enfermeras bajo la protección de María SS. Dolorosa y con los consejos de Padre Scalabrini, después 2 años el instituto fue agregado a la Orden de los Camilianos con el nombre de Ministras de los Enfermos. La actividad fue enfocada sobre enfermas y niños, pero María Dominica pasaba también mucho tiempo en la formación de sus hijas espirituales y en la oración enfocada sobre el Jesús que sufre. Exhortaba a sí misma y a sus hijas a rezar antes de ir a asistir a las enfermas: "cuando vayan a los enfermos, recuerdan que están asistiendo a un Dios humanizado y expirante sobre la cruz".
Los puntos fijos de su vida fueron dos: la caridad heroica para descubrir y servir a Jesús en los enfermos y la transformación del sufrimiento propio en amor hacia el otro. La condición para vivir estas dos actitudes era una profunda humildad y apertura de corazón a los deseos de Dios. María Dominica construyó paz en sí (un corazón unificado en el amor) y alrededor de a sí (en la familia, en la comunidad, en la Iglesia), compartiendo esto sobre todo con los enfermos.
A los 79 años murió santamente: "¿Yo tengo que morir así? he pedido siempre al Señor tanto amor y tanto dolor? el dolor no me falta, pero ¿el amor?". Muriendo mantuvo en el rostro la misma sonrisa que había tenido siempre en vida. Fue beatificada el 7 de mayo de 1995 por SS. Juan Pablo II.
Nació en Luca, Italia. En 1811, se casó con Juan Barbantini; éste, sin embargo, se murió de repente pocos meses después. Volvió todo su amor sobre Lorenzo, el único hijo nacido del matrimonio, y además dedicándose a las enfermas en las casas particulares. A los 31 años le murió el hijo de 8 años. Aun viviendo la pérdida en el lleno abandono a la voluntad de Dios, el sufrimiento fue enorme.
Rechazó distintas propuestas de matrimonio y siguió con la actividad de asistencia domiciliaria ya iniciada hace algunos años con otras mujeres: la Pía Unión de las Monjas Oblatas de la Caridad que ella misma había fundado. A los 36 años se murió entre los brazos su madre que le dijo: "¿Haces todo lo que puedes para Dios y para tu Iglesia?”
En 1819 fundó una Asociación de Hermanas de la Caridad que fue el germen de su Congregación de Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo. A los 40 años fundó el instituto de las Hermanas Oblatas Enfermeras bajo la protección de María SS. Dolorosa y con los consejos de Padre Scalabrini, después 2 años el instituto fue agregado a la Orden de los Camilianos con el nombre de Ministras de los Enfermos. La actividad fue enfocada sobre enfermas y niños, pero María Dominica pasaba también mucho tiempo en la formación de sus hijas espirituales y en la oración enfocada sobre el Jesús que sufre. Exhortaba a sí misma y a sus hijas a rezar antes de ir a asistir a las enfermas: "cuando vayan a los enfermos, recuerdan que están asistiendo a un Dios humanizado y expirante sobre la cruz".
Los puntos fijos de su vida fueron dos: la caridad heroica para descubrir y servir a Jesús en los enfermos y la transformación del sufrimiento propio en amor hacia el otro. La condición para vivir estas dos actitudes era una profunda humildad y apertura de corazón a los deseos de Dios. María Dominica construyó paz en sí (un corazón unificado en el amor) y alrededor de a sí (en la familia, en la comunidad, en la Iglesia), compartiendo esto sobre todo con los enfermos.
A los 79 años murió santamente: "¿Yo tengo que morir así? he pedido siempre al Señor tanto amor y tanto dolor? el dolor no me falta, pero ¿el amor?". Muriendo mantuvo en el rostro la misma sonrisa que había tenido siempre en vida. Fue beatificada el 7 de mayo de 1995 por SS. Juan Pablo II.
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