En Cesarea de Mauritania, san Vítores, mártir, que, según la tradición, condenado a muerte, fue crucificado en sábado.
Según su pasión compuesta en el siglo XV era un sacerdote español martirizado por los moros en el siglo IX o X, en Baeza y en otros lugares de Castilla, por ayudar a los cristianos perseguidos. Con él fueron decapitados Alejandro y Mariano.
El “Breviario Burgense” del año 1538 dice así: Nació Vitores en Cerezo, de la Diócesis de Burgos: y después de instruirse en las sagradas letras, y haber servido algún tiempo en el ministerio Sacerdotal, se retiró a la soledad de Oña, huyendo de las vanidades del mundo. Vivió allí siete años en una cueva, empleado en alabanzas divinas, y en todos aquellos años tuvieron los Moros puesto sitio a Cerezo, ciudad entonces grande. Pero apareciendo un Ángel a San Vitores, le dijo fuese a librar a su patria, que estaba ya para rendirse, y que él la libraría, y lograría la palma de martirio.
Vino el Santo a Cerezo, donde con dificultad fue conocido. Salió al campo de los enemigos y no sólo recobró para la fe a algunos cristianos que habían apostatado, sino que manifestando los errores de Mahoma, convirtió a muchos moros. El jefe Gaza (a quien intitulan Rey) mandó prender al Santo: y puesto en su presencia, le hizo Dios el beneficio de librarle de la enfermedad de gota (no de lepra, como algunos escriben) pero empeñándose en que abrazara la secta de Mahoma, empezó el Santo a enardecerse contra ella, y por tanto le hizo encarcelar. Allí mismo convirtió con su predicación muchas almas: lo que oído por el Rey, mandó le degollasen. El Santo pidió que primero le crucificasen, como lo hicieron. Tres días vivió en la Cruz, convirtiendo a muchos, y haciendo particulares milagros. Un infeliz burlándose del crucificado, le escupió: y anunciándole el Santo que moriría antes de volver a la Ciudad, se cumplió así.
Depusiéronle de la Cruz, y le degollaron: pero cogiendo el Santo su cabeza entre las manos, se fue a la Ciudad de Cerezo, y persuadió a los habitadores que diesen a una vaca el poco trigo que les había quedado, hasta hartarla, y que la echasen fuera al campo de los enemigos: los cuales la alancearon, y viendo que estaba llena de trigo, desconfiaron de rendirlos por hambre, y levantaron el sitio.
Esto es lo que imprimieron los “Padres Antuerpienses”: pero el “Breviario” prosigue diciendo que el mismo Santo señaló el sitio donde le habían de sepultar, y que dando su alma a Dios, subió a los cielos.
Documentos más antiguos demuestran que fue un mártir africano en Cesarea en Mauritania durante una de las primeras persecuciones.
Según su pasión compuesta en el siglo XV era un sacerdote español martirizado por los moros en el siglo IX o X, en Baeza y en otros lugares de Castilla, por ayudar a los cristianos perseguidos. Con él fueron decapitados Alejandro y Mariano.
El “Breviario Burgense” del año 1538 dice así: Nació Vitores en Cerezo, de la Diócesis de Burgos: y después de instruirse en las sagradas letras, y haber servido algún tiempo en el ministerio Sacerdotal, se retiró a la soledad de Oña, huyendo de las vanidades del mundo. Vivió allí siete años en una cueva, empleado en alabanzas divinas, y en todos aquellos años tuvieron los Moros puesto sitio a Cerezo, ciudad entonces grande. Pero apareciendo un Ángel a San Vitores, le dijo fuese a librar a su patria, que estaba ya para rendirse, y que él la libraría, y lograría la palma de martirio.
Vino el Santo a Cerezo, donde con dificultad fue conocido. Salió al campo de los enemigos y no sólo recobró para la fe a algunos cristianos que habían apostatado, sino que manifestando los errores de Mahoma, convirtió a muchos moros. El jefe Gaza (a quien intitulan Rey) mandó prender al Santo: y puesto en su presencia, le hizo Dios el beneficio de librarle de la enfermedad de gota (no de lepra, como algunos escriben) pero empeñándose en que abrazara la secta de Mahoma, empezó el Santo a enardecerse contra ella, y por tanto le hizo encarcelar. Allí mismo convirtió con su predicación muchas almas: lo que oído por el Rey, mandó le degollasen. El Santo pidió que primero le crucificasen, como lo hicieron. Tres días vivió en la Cruz, convirtiendo a muchos, y haciendo particulares milagros. Un infeliz burlándose del crucificado, le escupió: y anunciándole el Santo que moriría antes de volver a la Ciudad, se cumplió así.
Depusiéronle de la Cruz, y le degollaron: pero cogiendo el Santo su cabeza entre las manos, se fue a la Ciudad de Cerezo, y persuadió a los habitadores que diesen a una vaca el poco trigo que les había quedado, hasta hartarla, y que la echasen fuera al campo de los enemigos: los cuales la alancearon, y viendo que estaba llena de trigo, desconfiaron de rendirlos por hambre, y levantaron el sitio.
Esto es lo que imprimieron los “Padres Antuerpienses”: pero el “Breviario” prosigue diciendo que el mismo Santo señaló el sitio donde le habían de sepultar, y que dando su alma a Dios, subió a los cielos.
Documentos más antiguos demuestran que fue un mártir africano en Cesarea en Mauritania durante una de las primeras persecuciones.
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