Esto dice el Señor:
Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia, cuando ibas tras de mí por el desierto, por tierra que nadie siembra.
Israel era sagrada para el Señor, fruto primero de su cosecha: quien probaba de ella lo pagaba, la desgracia caía sobre él - oráculo del Señor - . Os traje a una tierra de huertos, para comer sus frutos deliciosos; pero entrasteis y profanasteis mi tierra, hicisteis abominable mi heredad.
Los sacerdotes no preguntaban: “¿Dónde está el Señor?”.
Los expertos en leyes no me reconocían; los pastores se rebelaban contra mí, los profetas profetizaban por Baal, fueron tras ídolos que no sirven de nada.
Espantaos, cielos, de ello, horrorizaos y temblad aterrados - oráculo del Señor -, pues una doble maldad ha cometido mí pueblo: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados, que no retienen el agua».
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”.
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos, porque oyen.
En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron».
Palabra del Señor.
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