Ageo es uno de esos profetas menores -pequeños diríamos hoy- de los que tenemos noticias suyas gracias a la tradición y a una breve obra de sólo dos capítulos, que contiene elementos suficientes para dar cuenta de una personalidad profética que permanece viva a través de las escrituras sagradas y de la tradición del judaísmo y del cristianismo.
De la persona de Ageo sabemos que se anunció su profecía al pueblo hebreo tras el regreso de los israelitas del exilio en Babilonia. La misma obra del profeta da cuenta de su actividad que comienza el día primero del mes sexto del año segundo de Darío hasta el veinticuatro del mes noveno. Es decir, que la profecía de Ageo -de la que se da cuenta a lo largo de la obra con el mismo título- aparece perfectamente delimitada cronológicamente y se sitúa entre agosto y diciembre del año 520 a.C., tras la reconstrucción del templo de Jerusalén que tuvo lugar en el año 537 a.C.
Ageo se convierte, de esta manera, en uno de los principales animadores de los israelitas que habían llegado del exilio de Babilonia y que trabajaron en la reconstrucción del templo y en la restauración de la piedad y liturgia del pueblo. La pobreza de medios, el cansancio del trabajo y las difíciles condiciones y precariedad de materiales se convirtieron en obstáculos momentáneos para continuar con el trabajo de restauración. La misión del profeta y su papel se centró en convertir sus palabras en un mensaje de ánimo y de estímulo para los que estaban trabajando en torno al templo.
La situación de destrucción total con que se habían encontrado los israelitas la ciudad de Jerusalén al regresar de Babilonia, llevó a los hebreos a comenzar a reconstruir sus propias casas y la vida familiar, dejando en segundo lugar el templo y todo lo referente al culto y a la liturgia. La principal llamada de atención de Ageo se centró en hacer todo lo posible para que los israelitas comenzaran por reconstruir el templo y toda la organización en torno a las celebraciones de adoración a Dios.
El profeta conocía la situación de los países vecinos y los problemas por los que estaba atravesando el rey Darío y su imperio persa. Era necesaria la intervención de Dios para solventar, de una vez por todas, las amenazas de los países vecinos siempre dispuestos a tomar la tierra prometida y aprovecharse de la situación de indefensión en la que se encontraba una y otra vez el pueblo hebreo. Esta situación provocó en Ageo la necesidad de anunciar la intervención de Dios en favor de su pueblo, ante las amenazas de las potencias vecinas y la destrucción del poder de los reinos profanos.
Ageo actúa como profeta -al mismo tiempo que Zacaríasen un momento en el que la profecía se centra en la ciudad de Jerusalén, cuando el pueblo parece estar viviendo una aparente calma política y social, sin saber que se encuentra bajo la amenaza, siempre presente, de las nuevas naciones y potencias de la zona. La profecía de Ageo puede ser considerada uno de' los más claros reclamos públicos en favor de la fidelidad a Dios y a su alianza a través de la liturgia y el culto en el templo. Para Ageo, lo primordial para alcanzar la paz y el bienestar social pasaba por la restauración del templo y por la recuperación inmediata de las tradiciones pasadas. Por la restauración, en definitiva, de la alianza pactada con Moisés entre Dios y el pueblo.
El profeta Ageo se convierte, de esta manera, en uno de los primeros protagonistas de la literatura apocalíptica. Sus anuncios -siempre de contenido apocalíptico y escatológico- hacen que su profecía pase a ser una nueva forma de decir las cosas mirando al futuro desde otra expectativa y a la luz de la situación y del contexto en el que está viviendo el pueblo de Israel. La continuada denuncia profética y esa insistencia por recuperar lo antes posible el templo y su liturgia reflejan -en palabras del mismo profeta- una personalidad eminentemente práctica, con un gran interés por convertir las palabras en obras y hechos visibles. Todas estas actitudes lo convierten en un perfecto protagonista de la renovación –también revolución– espiritual y de la fe del pueblo.
EXHORTACIONES AL PUEBLO
Hasta nosotros han llegado otros datos de carácter histórico que atestiguan la personalidad de Ageo y el papel que ejerció en la sociedad de su tiempo. Sabemos que el gobernador Zorobabel, en compañía de Yosúa (el sumo sacerdote de Jerusalén) recién instaurado, pidieron la intervención del profeta Ageo para animar a la población con la construcción del nuevo templo y con la restauración del culto. La obra de Ageo refleja el estado en el que se encontraba el pueblo y el proceso de reconstrucción del lugar santo. Dividida en cinco exhortaciones, el profeta comienza advirtiendo de los peligros que entrañaba para la población mantener el templo en ruinas ante la pereza y dejadez por ponerse manos a la obra. Las consecuencias de una situación de ese estilo afectarían a las cosechas y al hambre del pueblo (Ag 1, 1-11). En una segunda exhortación, Ageo invita a la reconstrucción del templo como la garantía para vivir tiempos mejores, para restablecer la vida social y cultural del país y para asegurar la paz ante las amenazas de nuevas potencias enemigas (Ag 1, 12-15). La tercera exhortación de la obra profética sitúa al pueblo ante el anuncio de un nuevo templo inicialmente modesto, pero que con el tiempo se convertirá en el mejor lugar de culto para la gloria de Dios (Ag 2, 1-9). En la cuarta exhortación, Ageo describe con detalle el comienzo de la obra de reconstrucción del templo como el momento en el que la población recuperará el trato con Dios y comenzará una nueva etapa en la historia de la salvación del pueblo (Ag 2, 19). Finalmente, el profeta concluye su obra con el anuncio mesiánico del descendiente de David, a quien identificará Zorobabel como el que establecerá la prosperidad del pueblo (Ag 2,20-23).
La afirmación que hace el profeta, sobre la presencia de algún miembro de la población que recuerda el templo en su anterior esplendor, podría aludir a la edad avanzada de Ageo en el año 520 a.C. (Ag 2, 3). También sabemos que Ageo no era sacerdote, por las preguntas de carácter litúrgico que él mismo realiza al final de su obra: El día veinticuatro del noveno mes del año segundo del reinado de Darío, el profeta Ageo recibió esta palabra del Señor. Así dice el Señor todopoderoso: Pregunta a los sacerdotes qué dice la ley sobre esto (Ag 2, 10-11).
No sabemos mucho más de su persona. Ni siquiera sabemos si formó parte de la expedición de deportados que estuvieron en Babilonia o si sus referencias a la estancia en el exilio forman parte de la tradición y el testimonio de los que habían regresado. Tampoco sabemos el lugar de su nacimiento, aunque todo parece indicar, dadas las alusiones que hace a la ciudad de Jerusalén y al lugar sagrado, que vivió allí durante mucho tiempo o una gran parte de su vida.
Su personalidad tenía que estar muy en sintonía con su mensaje. La insistencia en la reconstrucción del templo, así como el anuncio de la irrupción de la era escatológica –dos constantes en su predicación–, nos permiten observar una personalidad optimista con una gran visión de futuro. Su mensaje es, en definitiva, un anuncio esperanzador que tiene en el futuro el momento de su cumplimiento. Las dificultades del presente por las que atravesaba el pueblo, se convierten para Ageo en el mejor baluarte para mirar al futuro con esperanza y con optimismo. Dos características que hacen de Ageo un profeta escatológico optimista. A fin de cuentas, para Ageo, lo verdaderamente importante era conseguir que el pueblo recuperase la ilusión por la vida y por volver el rostro hacia Dios.
De la persona de Ageo sabemos que se anunció su profecía al pueblo hebreo tras el regreso de los israelitas del exilio en Babilonia. La misma obra del profeta da cuenta de su actividad que comienza el día primero del mes sexto del año segundo de Darío hasta el veinticuatro del mes noveno. Es decir, que la profecía de Ageo -de la que se da cuenta a lo largo de la obra con el mismo título- aparece perfectamente delimitada cronológicamente y se sitúa entre agosto y diciembre del año 520 a.C., tras la reconstrucción del templo de Jerusalén que tuvo lugar en el año 537 a.C.
Ageo se convierte, de esta manera, en uno de los principales animadores de los israelitas que habían llegado del exilio de Babilonia y que trabajaron en la reconstrucción del templo y en la restauración de la piedad y liturgia del pueblo. La pobreza de medios, el cansancio del trabajo y las difíciles condiciones y precariedad de materiales se convirtieron en obstáculos momentáneos para continuar con el trabajo de restauración. La misión del profeta y su papel se centró en convertir sus palabras en un mensaje de ánimo y de estímulo para los que estaban trabajando en torno al templo.
La situación de destrucción total con que se habían encontrado los israelitas la ciudad de Jerusalén al regresar de Babilonia, llevó a los hebreos a comenzar a reconstruir sus propias casas y la vida familiar, dejando en segundo lugar el templo y todo lo referente al culto y a la liturgia. La principal llamada de atención de Ageo se centró en hacer todo lo posible para que los israelitas comenzaran por reconstruir el templo y toda la organización en torno a las celebraciones de adoración a Dios.
El profeta conocía la situación de los países vecinos y los problemas por los que estaba atravesando el rey Darío y su imperio persa. Era necesaria la intervención de Dios para solventar, de una vez por todas, las amenazas de los países vecinos siempre dispuestos a tomar la tierra prometida y aprovecharse de la situación de indefensión en la que se encontraba una y otra vez el pueblo hebreo. Esta situación provocó en Ageo la necesidad de anunciar la intervención de Dios en favor de su pueblo, ante las amenazas de las potencias vecinas y la destrucción del poder de los reinos profanos.
Ageo actúa como profeta -al mismo tiempo que Zacaríasen un momento en el que la profecía se centra en la ciudad de Jerusalén, cuando el pueblo parece estar viviendo una aparente calma política y social, sin saber que se encuentra bajo la amenaza, siempre presente, de las nuevas naciones y potencias de la zona. La profecía de Ageo puede ser considerada uno de' los más claros reclamos públicos en favor de la fidelidad a Dios y a su alianza a través de la liturgia y el culto en el templo. Para Ageo, lo primordial para alcanzar la paz y el bienestar social pasaba por la restauración del templo y por la recuperación inmediata de las tradiciones pasadas. Por la restauración, en definitiva, de la alianza pactada con Moisés entre Dios y el pueblo.
El profeta Ageo se convierte, de esta manera, en uno de los primeros protagonistas de la literatura apocalíptica. Sus anuncios -siempre de contenido apocalíptico y escatológico- hacen que su profecía pase a ser una nueva forma de decir las cosas mirando al futuro desde otra expectativa y a la luz de la situación y del contexto en el que está viviendo el pueblo de Israel. La continuada denuncia profética y esa insistencia por recuperar lo antes posible el templo y su liturgia reflejan -en palabras del mismo profeta- una personalidad eminentemente práctica, con un gran interés por convertir las palabras en obras y hechos visibles. Todas estas actitudes lo convierten en un perfecto protagonista de la renovación –también revolución– espiritual y de la fe del pueblo.
EXHORTACIONES AL PUEBLO
Hasta nosotros han llegado otros datos de carácter histórico que atestiguan la personalidad de Ageo y el papel que ejerció en la sociedad de su tiempo. Sabemos que el gobernador Zorobabel, en compañía de Yosúa (el sumo sacerdote de Jerusalén) recién instaurado, pidieron la intervención del profeta Ageo para animar a la población con la construcción del nuevo templo y con la restauración del culto. La obra de Ageo refleja el estado en el que se encontraba el pueblo y el proceso de reconstrucción del lugar santo. Dividida en cinco exhortaciones, el profeta comienza advirtiendo de los peligros que entrañaba para la población mantener el templo en ruinas ante la pereza y dejadez por ponerse manos a la obra. Las consecuencias de una situación de ese estilo afectarían a las cosechas y al hambre del pueblo (Ag 1, 1-11). En una segunda exhortación, Ageo invita a la reconstrucción del templo como la garantía para vivir tiempos mejores, para restablecer la vida social y cultural del país y para asegurar la paz ante las amenazas de nuevas potencias enemigas (Ag 1, 12-15). La tercera exhortación de la obra profética sitúa al pueblo ante el anuncio de un nuevo templo inicialmente modesto, pero que con el tiempo se convertirá en el mejor lugar de culto para la gloria de Dios (Ag 2, 1-9). En la cuarta exhortación, Ageo describe con detalle el comienzo de la obra de reconstrucción del templo como el momento en el que la población recuperará el trato con Dios y comenzará una nueva etapa en la historia de la salvación del pueblo (Ag 2, 19). Finalmente, el profeta concluye su obra con el anuncio mesiánico del descendiente de David, a quien identificará Zorobabel como el que establecerá la prosperidad del pueblo (Ag 2,20-23).
La afirmación que hace el profeta, sobre la presencia de algún miembro de la población que recuerda el templo en su anterior esplendor, podría aludir a la edad avanzada de Ageo en el año 520 a.C. (Ag 2, 3). También sabemos que Ageo no era sacerdote, por las preguntas de carácter litúrgico que él mismo realiza al final de su obra: El día veinticuatro del noveno mes del año segundo del reinado de Darío, el profeta Ageo recibió esta palabra del Señor. Así dice el Señor todopoderoso: Pregunta a los sacerdotes qué dice la ley sobre esto (Ag 2, 10-11).
No sabemos mucho más de su persona. Ni siquiera sabemos si formó parte de la expedición de deportados que estuvieron en Babilonia o si sus referencias a la estancia en el exilio forman parte de la tradición y el testimonio de los que habían regresado. Tampoco sabemos el lugar de su nacimiento, aunque todo parece indicar, dadas las alusiones que hace a la ciudad de Jerusalén y al lugar sagrado, que vivió allí durante mucho tiempo o una gran parte de su vida.
Su personalidad tenía que estar muy en sintonía con su mensaje. La insistencia en la reconstrucción del templo, así como el anuncio de la irrupción de la era escatológica –dos constantes en su predicación–, nos permiten observar una personalidad optimista con una gran visión de futuro. Su mensaje es, en definitiva, un anuncio esperanzador que tiene en el futuro el momento de su cumplimiento. Las dificultades del presente por las que atravesaba el pueblo, se convierten para Ageo en el mejor baluarte para mirar al futuro con esperanza y con optimismo. Dos características que hacen de Ageo un profeta escatológico optimista. A fin de cuentas, para Ageo, lo verdaderamente importante era conseguir que el pueblo recuperase la ilusión por la vida y por volver el rostro hacia Dios.
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