«Han constituido reyes en Israel, sin contar conmigo, autoridades, y yo no sabía nada Con su plata y con su oro se hicieron ídolos para establecer pactos.
¡Tú becerro te ha rechazado, Samaria!
Mi ira se inflamó contra ellos.
¿Hasta cuándo serán culpables de la suerte de Israel?
¡Un artesano lo ha hecho, pero es no es un Dios!
Sí, terminará hecho pedazos, el becerro de Samaría.
Puesto que siembran viento, cosecharán tempestades; “espiga sin brote no produce harina”.
Tal vez la produzca, pero la devorarán extranjeros.
Efraín multiplicó los altares de pecado, y fueron para él altares de pecado.
Para él escribo todos mis preceptos, son considerados cosa de otros.
¡Sacrificios de carne asada!
Sacrificaron la carne y se la comieron.
El Señor no los acepta.
Tiene presente su perversión y castiga sus pecados: Deberán retornar a Egipto».
En aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló.
La gente decía admirada:
«Nunca se ha visto en Israel cosa igual».
En cambio, los fariseos decían:
«Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dijo a sus discípulos:
«Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Palabra del Señor.
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