El periodo en que Santa Macrina vivió (c. 325-380) fue marcado por la disputa entre diversas corrientes de pensamento en el cristianismo. De religión perseguida por vários emperadores romanos, especialmente por Diocleciano (284-305), el cristianismo vino a ser aceptado a partir del 313 (Edicto de Milán), durante el reinado de Constantino (306-337). Las grandes cuestiones que ocupaban a las almas de aquél entonces eran la Creación, la naturaleza de Cristo y su relación con el Padre y el Espírito Santo, es decir: el cimiento del cristianismo, la Santísima Trinidad.
En 325, en el Concílio de Nicea, convocado por Constantino, fueron rechazadas las ideas de Arrio (c. 260-336), obispo de Alejandría, que afirmaba que Dios y Cristo no poseían la misma substancia (ousia): el Hijo sería inferior al Padre. Para Arrio, a pesar de haber sido creado antes del Tiempo y ser superior al resto de la Creación, el Hijo sería diferente del Padre en substancia. En Nicea, las enseñanzas de Arrio fueron condenadas y se adoptó el concepto de homousios (de substancia idéntica) para establecer la relación entre Padre e Hijo, así como fue descrito en el Credo de Nicea:
Creemos en un Dios, Padre Todopoderoso Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, Y en nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, El único concebido por el Padre, de la misma substancia Dios venido de Dios, luz de luz, Engendrado no creado de la misma substancia del Padre, A través del cual todas las cosas fueron hechas, Así en el Cielo como en la Tierra, Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se hizo hombre, Sufrió, resucitó al tercer día, Subió a los cielos, de donde vendrá para juzgar los vivos y los muertos. Y creemos en el Espírito Santo... (ARMSTRONG, 1994: 119-120)
No en tanto, no hubo unanimidad en Nicea y después del concilio, los obispos continuaron predicando como antes. El arrianismo continuó fuerte por más de sesenta años, prácticamente durante toda la vida de Macrina, que junto a las persecuciones imperiales a los cristianos de Oriente, van a ser el telón de fondo en la redacción de la obra Vida de Macrina.
Este artículo pretende abordar la cuestión de la santidad y del ascetismo femenino y la importancia de la virginidad para el cristianismo del siglo IV, tomando como estudio de caso la obra Vida de Macrina, escrita entre los años 380-383 por su hermano Gregorio, obispo de Nisa (c. 371-395), en Capadocia, uno de los principales opositores al arrianismo. Gregorio participó activamente en el Concilio de Constantinopla (381), convocado por el emperador Teodosio I (379-395), donde fue reafirmada la consusbstancialidad entre Padre e Hijo, confirmada en el Credo de Nicea.
Macrina era la hija mayor de entre diez hermanos. Nació en la ciudad de Cesarea, en Capadocia, que en otras épocas fue un reino independiente y provincia del Imperio Romano a partir del año 14 d.C. Situada a orillas del río Halys — frontera natural entre el Asia Menor romana y las regiones interiores —, el arzobispado de Cesarea formaba, al lado del obispado de Nisa, una área fuertemente cristianizada a partir del 325. Su familia pertenecía a un segmento de la aristocracia helenizada de Asia Menor que prontamente aceptó el cristianismo (TEJA, 1989: 92).
Los abuelos de Macrina habían perdido sus propiedades por profesar el cristianismo debido a la persecución del emperador Diocleciano — durante todo este periodo el Oriente fue marcado por persecuciones a los cristianos. Su abuela, Macrina, la Vieja también fue posteriormente considerada santa. Sus padres, San Basilio, el Viejo y Santa Emélia, también sufrieron persecuciones religiosas por parte del emperador Galério Máximo (293-311). A pesar de firmar un edicto poco antes de su muerte que garantizaba la tolerancia para con la Iglesia cristiana, Galério fue considerado un oso por los escritores cristianos, como Eusebio y Lactancia, por su ferocidad contra la fé cristiana (BOWDER, s/d: 125-126).
La familia de Macrina se mudó para el Ponto (Pontus), provincia romana localizada al norte de Capadocia. Tal como era exigido a un miembro de la aristocracia, la niña fue novia a los doce años, más la precoz muerte del pretendiente la hizo recusar obstinadamente cualquier nuevo compromiso. A pesar de no haber consumado el matrimonio, Macrina consideraba que ya se había casado y decidió dedicar su vida a la virginidad y a la búsqueda de la perfección cristiana. Como señal de su nueva alianza, usaba un anillo colgado en el cuello que supuestamente contenía un fragmento de la cruz en la cual Cristo había sido crucificado.
Este pasaje es relevante por delimitar su elección ascética y hablar del anillo, que fue encontrado por Vestiana, viuda de alta reputación que vivía en retiro, en el momento en que se preparaban los funerales de Macrina. Ambos, Vestiana y Gregorio consideraron el gesto de Macrina como una gran forma de devoción:
“Vea”, dice [Vestiana], “que tipo de ornamento está colgado en el cuello de la santa!” En cuanto hablaba, [Vestiana] aflojó el broche y después lo estiró con la mano y nos mostró una representación de una cruz de hierro y un anillo del mismo material. Ambos estaban cerrados por un fino hilo que permanecía continuamente en el corazón.”
“Déjenos dividir el tesoro”, yo dije. “Tú tienes un estilete de la cruz, yo quedaré contento en heredar el anillo”— pues la cruz estaba trazada en el sello del anillo también.
Mirando para eso, la señora me dice otra vez “— Tu no erraste al escoger este tesoro, pues el anillo es ancho en el aro y fue escondido en un pedazo de la Cruz de la Vida.
La aspiración a la pureza religiosa en el siglo IV era también perseguida por los ascetas, los “renunciantes cristianos” que se alejaban de las ciudades en dirección al desierto. Allá hacían celdas excavadas en las depresiones de las dunas hasta alcanzar agua salubre. Pretendían así que sus habitaciones fueran tumbas, donde él religioso estaría “muerto” para el mundo (BROWN, 1990: 186-187).
Uno de los principales objetivos de estos ascetas era alejarse de las mujeres y principalmente del deseo sexual. La vida del anacoreta era austera, centrándose en el trabajo manual, en las oraciones, los ayunos y en la meditación. La falta de comida era la mayor privación enfrentada por ellos, pues pensaban que el mayor error en el pecado original fuera la gula, que habría llevado a Adán y a Eva a transgredir las ordenes de Dios. Disminuyendo la ingestión de comida, estos hombres creían estar purificando sus cuerpos de las pasiones y de su contaminación, pues el cristiano perfecto era aquel que podía estar totalmente expuesto a toda la comunidad, no teniendo vergüenza de sus pensamientos o sueños. De ahí que fuera tan importante para ellos educar el cuerpo hasta que los deseos sexuales inconscientes — como la polución nocturna — fueran eliminados (BROWN, 1990: 196-197).
Algunas mujeres también experimentaron la religiosidad del desierto, como Alejandra, María, la Egipcia, Thais, Sinclética y las hermanas Menodora y Metrodona. El principal rasgo de las “madres del desierto” era la adopción de trajes masculinos. En la mayor parte de los casos la motivación para la fuga del mundo ocurría debido a un impedimento en el matrimonio o por haber tenido una vida que consideraban pecaminosa. Después de la muerte de estas mujeres su santidad fue muchas veces reconocida y testimoniada en vitae escritas por hombres (KING, s/d: Internet).
El camino de Macrina es distinto al de los ascetas femeninos y masculinos del desierto. Ella está ligada a la fundación del monacato en Oriente, a pesar de haber quedado opacada por la figura de sus hermanos. Este es el periodo de los orígenes del monacato primitivo (TEJA, 1989: 82). Tres de ellos son considerados padres de la Iglesia, por haber actuado como defensores del cristianismo niceno contra el arrianismo: Basilio de Cesarea (c. 330-379), Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste. Todos fueron obispos, siendo también conocidos como los padres de Capadocia. Además de ellos, Naucratius, otro hermano de Macrina, se volvió ermitaño, dedicando su vida a auxiliar a los pobres. Acabo muriendo trágicamente en una expedición de cacería aún muy joven.
A ella, Gregorio dedicó la obra Vida de Macrina, escrita en griego poco después de la muerte de la hermana, entre 380 e 383. En ella explicó el papel preponderante que la hermana tuvo en la vida de los hermanos y relató la trayectoria de Macrina rumbo a la santidad. Fue escrita en forma de carta y dedicada al monje Olímpico, que lo acompañó en el Concilio de Constantinopla en 381.
Después de la muerte del padre en 340, año en que también nació el menor de los hermanos Pedro, Macrina, con apenas quince años, decidió nunca alejarse de la madre. Más tarde, en 352 ambas se retiraron para una propiedad de la familia en Anesi, próximo al rio Iris, en el Ponto, y allá formaron un convento con antiguas siervas, próximo del convento de su hermano Basilio. Las otras propiedades fueron vendidas para auxiliar a los pobres, y madre e hija pasaron a vivir sin lujos, realizando trabajos manuales y domésticos, siguiendo el ejemplo de desprecio de las riquezas tan característico de los valores ascéticos de entonces (BLAZQUEZ, 1989: 108):
Macrina persuadió a su madre a desistir de la vida común y todo el estilo de vida ostentoso y los servicios domésticos a los cuales ella estaba acostumbrada antes, (...) y compartió la vida de las siervas, tratando a todas sus esclavas y criados como si ellos fueran hermanos y pertenecieran a la misma condición social que ella. VM [966D]
Llevaron una vida de estricto ascetismo, dedicándose a la meditación sobre las verdades del cristianismo y a las oraciones. Era una organización de tipo familiar que acostumbraba prestar ayuda a los pobres. Este claustro femenino debía ser un espacio inviolable, lejos del espacio profano público, asociado al paganismo (BROWN, 1990: 232). El convento era considerado esencial para que las vírgenes absorbieran la cultura sagrada: a través de él las mujeres podían ser alfabetizadas.
No sólo los hermanos de Macrina, más también amigos de la familia como Gregorio Nacianceno y Eustaquio de Sebaste estuvieron ligados a esta comunidad y fueron estimulados a hacer mayores avances en dirección a la perfección cristiana.
En el contexto de la espiritualidad cristiana del siglo IV, Macrina tuvo un papel preponderante. Las vírgenes eran vistas como el “único ser humano que ha permanecido tal y como originalmente creado (...) como un desierto en sí.” (BROWN, 1990: 226).
El hecho de realizar una vida entera sin contacto con el otro sexo y basar su conocimiento únicamente en las Escrituras hacían que Macrina y otras vírgenes fueran consideradas verdaderos pilares del cristianismo. Al contrario de los hombres, que como los propios hermanos de Macrina estaban ligados aún a la cultura pagana y a las disputas por el poder en las ciudades (contra los arrianos, por ejemplo), las vírgenes, para los obispos, mantenían la pureza original del pensamiento cristiano.
Se utilizaban entonces literariamente la metáfora del espejo para tratar esta contemplación interior, del “mirar para dentro”, del acto de mirar su reflejo íntimo, vislumbrar contemplativamente la materialización del alma, siempre por intermedio de las Escrituras. Según los obispos, las vírgenes tendrían entonces un papel fundamental en esta actitud (COSTA, 2000: 79). Esta era una preocupación de los escritores de la época: Juan Crisóstomo (398-404), obispo de Constantinopla, hizo una serie de predicaciones que dieron origen al tratado Sobre la Virginidad (382), donde demostraba la alegría de pertenecer a una raza humana que se encontraba en el umbral de una nueva era (BROWN, 1990: 278).
Por su parte, en la obra De la Virginidad, Gregorio de Nisa afirmaba que ...como un espejo, cuando es bien hecho recibe en su superficie pulida los rasgos de aquel que le es presentado, así también el alma, purificada de todas las manchas terrestres, recibe en su pureza la imagen de la belleza incorruptible. (CHEVALIER, 1995: 393).
Platónico seguidor de la escuela que Orígenes (c. 185-254) fundara en Cesarea, Gregorio creía que para que cualquier método fuera eficaz debería ser como un espejo, como una virgen, especie decuerpo-espejo donde las personas podrían vislumbrar la pureza de la imagen de Dios. Según él, una virgen era un espejo del alma y una imagen física del Jardín del Edén, también tierra virgen (BROWN, 1990: p. 249).
Por el hecho de no casarse y no ser madres, las vírgenes ascetas eran consideradas próximas de Dios y de Adán, semejantes a la humanidad antes del pecado original y vistas como novias de Cristo, teniendo así acceso irrestricto al conocimiento — de ahí la posibilidad de, a través del ascetismo, tener acceso a la alfabetización. Por ejemplo, Macrina poseía un excelente bagaje intelectual: su madre la enseñó a leer usando las Escrituras y ella conocía autores cristianos, como Orígenes, además de leer las obras de los hermanos (CORRIGAN, s/d: Internet). Su sobrenombre era Tecla, la compañera imaginaria de San Pablo y ligada a Sócrates, lo que asociaba a Macrina con la figura de la mujer sabia (ALEXANDRE, s/d: 535), porque asceta, porque virgen.
De acuerdo con Gregorio, el sobrenombre secreto de la hermana vino durante un sueño de la madre, Emélia, antes del parto:
Y alguien con forma y brillo más espléndido que un ser humano apareció (a Emélia) y se dirigía a la niña que ella estaba cargando por el nombre de Tecla, aquella Tecla que es tan famosa entre las vírgenes. Después de hacer esto y testimoniarlo tres veces, él partió de su presencia y le dio a ella un parto fácil, de manera que, en aquél momento, se levantó y vio su sueño realizado. Ahora, ese nombre era usado apenas en secreto. Más me parece que la aparición no hablaba tanto para guiar a la madre para la elección correcta del nombre, más para preveer la vida de la joven niña y para indicar por el nombre que ella debería seguir el modo de vida de este nombre. VM [962 C]
El sueño de Emélia es bastante revelador, ya que era la forma como los hombres de la época imaginaban el contacto con Dios — no nos olvidemos que todas las informaciones al respecto de Macrina son siempre mediadas por su hermano Gregorio, que justifica el hecho de escribir sobre la vida de una mujer:
En este caso, fue una mujer la que nos suministró nuestro asunto; si, de hecho, ella debía ser una mujer de estilo, yo no sé si es conveniente designarla por su sexo, a quien ultrapasó tanto su sexo. VM [960 B]
Podemos observar las mujeres de este periodo, más siempre filtradas por las miradas masculinas. En el caso de Gregorio, la decisión de escribir la vida de la hermana santa viene acompañada de la aprobación de otro hombre, el monje Olímpio, a quien él le dedica la obra y a quien atribuye también haberle dado la incumbencia de escribir el relato:
Entonces, tú decidiste que la historia de su noble carrera vale la pena ser contada para evitar que tal vida sea desconocida en nuestro tiempo, y que el registro de una mujer que creció por la filosofía para la mayor elevación de la virtud humana no debe pasar por las sombras del olvido inútil; yo creo por bien obedecerte. VM [960 C]
Este es un tipo de problema de análisis de fuentes muy comum para la documentación de la época. Ellos dicen lo que ellas son y principalmente lo que deben ser (DUBY, s/d: 9). El mismo tipo de problema ocurre en el caso de Santa Mónica (c. 331-387), “viva” para la Historia por su hijo San Agustín (COSTA, 1995).
De cualquier modo, es importante que se entienda el sueño cristiano del siglo IV como un objeto onírico de transmisión del logos divino, pues este fue el periodo de formación — en la teoría y en la práctica — de un tipo especial de imaginario, la onirologia cristiana (LE GOFF, 1994: 283). Ya vimos que en el siglo IV el cristianismo todavía estaba en una fase de formación de sus dogmas, y el sueño ejerció un papel preponderante en la construcción del imaginario cristiano (LE GOFF, 1994: 329). La hagiografía del período tiene al sueño como punto convergente de la vida de la mayor parte de los santos, y el sueño de la madre de Macrina es de un tipo muy especial, así mismo excepcional, pues viene directamente de Dios.
Macrina puede realizar las aspiraciones que su madre tuvo cuando joven. Emélia había preferido quedarse soltera. Ambas tuvieron un relacionamiento de mucha afectuosidad. De acuerdo con Gregorio, la sensación de la madre fue como si siempre hubiera cargado la hija en su vientre: el tiempo estaría inmóvil, señal indicadora de la santidad venidera, donde el pasado, presente y futuro estaban juntos y parecían coexistir (GUREVITCH, 1990: p. 122) en el útero de la madre.
Uno de los deseos de Macrina era que después de su muerte ella fuera colocada en la tumba al lado de la madre para que “sus cuerpos quedaran mezclados uno con el otro (...) y que su compañerismo en vida no fuera quebrado en la muerte” (VM [996 B]).
Es importante resaltar el papel de Macrina y de otras vírgenes en la elaboración de retiros para donde afluían jóvenes pobres y también viudas ricas que decidían ingresar en la vida religiosa. Es por ejemplo el caso de Vestiana:
una señora de nacimiento noble, que había sido famosa en la juventud por la riqueza, la buena familia, la belleza física y todas las otras distinciones. Ella se había casado con un hombre de alta posición y vivido con él un corto periodo. VM [988C]
De acuerdo con Peter Brown las organizaciones femeninas como las de Macrina se basaban en lazos de amistad y contaban con grandes grupos de vírgenes, de cincuenta a cien, el alto contingente se debía a que el convento mantenía a señoras ricas que entregaban sus recursos a la iglesia y también vivían allí (BROWN: 1990, p. 222).
Para Macrina ser considerada santa, dos motivos pueden ser destacados. Su papel de virgen, conforme ya demostramos, y su vida ascética. Más también debido a sus milagros, dos de ellos relatados con detalles por su hermano: la cura producida por Dios en la propia santa y la cura de una niña por Macrina.
En la historia del primer milagro, Macrina sufría de un tumor en el pecho, cosa que preocupaba mucho a su madre, principalmente por la hija recusarse a ser atendida por un médico. Entonces Macrina se dirigió a Dios y le pidió la cura, lo que le fue concedido:
Entonces, cuando la noche llegó, después de cuidar de su madre como siempre, ella fue para el santuario y suplicó por toda la noche a Dios por la cura. Un torrente de lágrimas cayó de sus ojos al suelo, y ella utilizó el lodo hecho de sus lágrimas como un remedio para su enfermedad. Cuando su madre se sintió desanimada y otra vez le insistió para que ella permitiera que el médico la viera, ella dijo que sería suficiente para la cura de su mal, que su madre le hiciera la señal sagrada en el local con su propia mano. Cuando su madre colocó la mano en el seno para hacer la señal de la cruz, la señal actuó y el tumor desapareció. VM [992B]
En lugar del tumor quedó apenas una pequeña marca, símbolo del milagro divino que Vestiana, la viuda a quien ya nos referimos antes, mostró a Gregorio momentos antes del entierro de Macrina:
“Ves”, ella dice, “esta pequeña marca borrada abajo del cuello? Era como una cicatriz hecha por una pequeña aguja. En cuanto hablaba, ella trajo una lámpara próxima al local que me estaba mostrando. “Lo que sorprende”, yo hable, “es como si el cuerpo hubiera sido marcado con alguna señal débil en este lugar”. “eso”, ella replicó, “fue dejado en el cuerpo como una prueba de la poderosa ayuda de Dios. (...)
“Más eso”, ella dice, “es un minúsculo trazo de la marca; que apareció en el local de la terrible llaga y permaneció hasta el final de lo que podría ser, como imaginó, una memoria de la visita divina, una ocasión y recuerdo de la perpetúa acción de la gracia de Dios.” VM [992 A] e [992C]
El otro milagro fue la cura de una niña, que tenía una enfermedad en uno de los ojos, hecho que su padre contó a Gregorio. De acuerdo con el padre, “su apariencia [de la niña] era repulsiva y causaba pena, la membrana alrededor de su ojo era más ancha y emblanquecida por la enfermedad” (VM [996 D]).
Al visitar el retiro, él se había quedado en el ala masculina, junto con Pedro de Sebaste, hermano de Macrina, y su mujer e hija, en la compañía de Macrina y sus compañeras:
Cuando entramos en aquel domicilio divino, mi mujer y yo nos separamos, visitamos aquellos buscadores de filosofía de acuerdo con nuestro sexo. Fue para el ala de los hombres, presidida por Pedro, su hermano, en cuanto mi esposa fue para el ala femenina y conversó con la santa. VM [996 D]
A pesar de todo, en el momento en que se preparaban para partir, tanto Macrina como su hermano protestaron y ella hizo una promesa a la madre de la criança, si por acaso permaneciera más un poco:
Su hermano [Pedro] estaba insistiendo para que yo me quedará y compartiera la mesa de los filósofos, y la santa señora no quería dejar que mi mujer se fuera antes que preparara una comida para ellos y las entretuviera con las riquezas de la filosofía. Y besando a la niña, como era natural, y colocando sus labios en sus ojos, ella vio la enfermedad de la pequeña y dice — “si me concedes el favor de dividir nuestra comida, te daré a ti a cambio una recompensa no inmerecida por tal honor.”
“Cuál es?”, dice la madre de la niña.
“Yo tengo un remedio”, dice la gran señora, “que es poderoso para curar enfermedades en los ojos.” VM [998 A]
Los padres de la niña, entonces, permanecieron en el retiro por más tiempo y después de la comida partieron. En medio del viaje, afligida, la señora recordó haber olvidado pedir el medicamento a Macrina, y el marido ya pensaba en mandar a alguien , cuando la madre percibió que el milagro ya había sido efectuado:
Yo estaba avergonzado por el descuido [de olvidar el medicamento] y pedí que alguien volviera deprisa para ir a buscarlo. Así fue lo que ocurrió, la niña, que estaba en los brazos de la ama, miró para la madre y la madre miró en los ojos de la niña.
“Paren”, dice, avergonzada por la desatención, gritando con alegría y miedo. “Vean!”
“Nada de lo que fue prometido está faltando! Ella realmente le dio a la niña el verdadero remedio que cura la enfermedad; es la cura que viene de la oración. Ya dio ambos y él ya probó su eficacia; nada de la enfermedad quedó en los ojos. Todo fue purificado por el remedio divino.” VM [998 C e D]
Y, de acuerdo con sus palabras a Gregorio, el padre de la niña había entendido los designios de Dios:
“Qué puede sorprender en la recuperación de la visión de los ciegos por las manos de Dios, cuando Sus criaturas, ejecutando esas curas por la fé en Él, realizaron algo que no es inferior a aquellos milagros?”
Tal fue la historia de él; que fue interrumpida por sollozos, y lágrimas y atragantaron lo que profirió. Tanto por el militar [el padre] como para su historia.” VM [998 D]
Estos son los milagros más importantes realizados por Macrina descritos por Gregorio, mas él cita otros en su conclusión del relato, que según afirma, no explicará con mayores detalles, pues según su opinión podrían exceder la comprensión de muchos:
Muchos hombres juzgan lo que es creíble en una historia por la medida de su propia experiencia. Mas lo que excede la capacidad del oyente, los hombres reciben con insulto y sospecha de falsedad, [como algo] muy remoto de la realidad. Consecuentemente, omito aquella extraordinaria acción agrícola en la época de hambre, [de modo] como el maíz alivió las necesidades, a pesar de distribuido constantemente, no sufrió ninguna diminución perceptible, permaneciendo siempre en cantidad lo mismo que era antes de ser distribuido a las necesidades de los suplicantes. Y después de eso, hubo acontecimientos aún más sorprendentes, los cuales yo podría contar. Curas de enfermedades, expulsiones de demonios y previsiones verdaderas sobre el futuro. Se cree que todos sean reales, así mismo que aparentemente inacreditábles, por aquellos que los investigaron con cuidado. Más por la mente carnal son juzgados fuera de lo posible. (Los grifos son nuestros) VM [1000 A]
Qué importancia tuvo esta santa en la vida de los hermanos, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste?
En la Vida de Macrina, Gregorio elogia la sabiduría de la hermana y su papel de conductora de la familia. De Pedro, el menor, menciona que ella ejerció un papel fundamental en su formación, después de la muerte del padre:
Así, habiendo sido todas las cosas para el joven — padre, profesora, tutora, madre, donadora de todos los buenos consejos — ella produjo tales resultados que, antes que la edad de la infancia hubiera pasado, cuando él aún estaba desvistiendo el primer florecimiento de la tierna juventud, aspiró a la alta marca de la filosofía. [972C]
Al alcanzar la edad adulta, Pedro de Sebaste pasó a dividir el retiro de Anesi con Macrina. En cada una de las márgenes del río Iris se localizaba una comunidad. La de las mujeres era regida por Macrina desde la muerte de la madre, y la de los hombres dirigida inicialmente por Basilio y después de su muerte, por su hermano Pedro.
Con relación a Gregorio de Nisa, el escritor de su biografía, Macrina le dio aliento para preservar sus creencias. Debido a las disputas contra el arrianismo, Gregorio fue depuesto del cargo de obispo y expulsado de Nisa en 376, habiendo reasumido sus funciones con la muerte del emperador Valenciano. Al quejarse con la hermana de sus penas, fue estimulado por ella a ser fuerte y dar gracias a Dios por lo que ya había recibido:
Tú no cesarás de ser insensible a las bendiciones divinas? No remediarás la ingratitud de tu alma? No compararás tu posición con aquella de nuestros padres? Y aún, con relación a las cosas del mundo, nosotros podamos orgullercenos de ser bien nacidos y pensar que vinimos de una familia noble. Nuestro padre era muy estimado desde joven por su conocimiento; de hecho su fama se estableció por todas las cortes de ley de la provincia. Subsecuentemente, a pesar de él sobrepasar a todos en retórica, su reputación no se extendió más allá del Pontus. Más él estaba satisfecho en tener fama en su propia tierra.
No en tanto tú, [ella dice], eres renombrado en ciudades, pueblos y países. Iglesias te citan como un aliado y dirigente, y no ves la gracia de Dios en todo eso? VM [982 B]
Sobre Basilio, que había estudiado retórica en Atenas, Gregorio dice que la hermana lo llevó a despreciar el orgullo por sus conocimientos y lo condujo al camino de la humildad:
El hermano de Macrina, el gran Basilio, retornó después de su largo periodo de educación, ya un hábil retórico. Él estaba envanecido más de la cuenta con el orgullo de la oratoria y despreciaba a los dignatarios locales, superando según su propia opinión a todos los hombres de liderazgo y alta posición.
No en tanto, Macrina lo tomó por la mano, y con tal rapidez lo llevó también en dirección a la marca de la filosofía, que renunció a las glorias de este mundo y despreció la fama ganada por el discurso (...) Su renuncia a la propiedad fue completa, para que nada debiera impedir una vida de virtud. VM [966C]
Basilio, el Grande, o San Basilio, el más viejo de los hermanos, fue más tarde considerado doctor de la Iglesia. Visitó a los ascetas de Siria, Egipto y Palestina (GILSON, 1998: 63). Es considerado el padre del monacato oriental y su regla fue inspirada en la que Macrina escribió para su retiro en Anesi. Fundó hospitales y se dedicó a cuidar de los pobres, teniendo como principal proyecto la formación de fraternidades basadas en el auxilio mutuo y en el voto de pobreza (BROWN, 1990: 243).
Produjo varios escritos contra el arrianismo, también se le da el crédito por la fórmula de Dios como única esencia [hypostasis] con tres personas [hypostases]. Murió nueve meses antes que Macrina, en 379.
Además de incitar la fe en sus hermanos, la importancia de Macrina no es nada despreciable en la historia del cristianismo primitivo del siglo IV. Su influencia junto a la de su hermano Basilio fue notable. Gracias a ella, Basilio se tornó eremita, fundó monasterios y trazó las reglas que regirían la vida monástica de la Iglesia Ortodoxa — Basilio representa el hombre nuevo de las elites dirigentes del Bajo Imperio: aristocrático y latifundista apegado a la vida urbana, amante de la cultura griega y convicta de su cristianismo, monje y obispo (TEJA, 1989: 94).
Si llevamos en consideración el peso de las palabras y gestos sobre sus hermanos, podemos tener una idea de la influencia de Macrina en la construcción del monacato cristiano: San Benito se inspiró en Basilio de Cesarea para elaborar su regla. De Macrina a San Benito, la historia del monacato en el mundo cristiano fue así modelado, con base en el ascetismo rigoroso, en la lectura de las Escrituras y en el papel de las vírgenes como metáforas vivas del Paraíso Perdido.
A través del relato sobre su vida, también podemos observar la actuación de una mujer como conductora intelectual de su familia. Como guía y protectora espiritual ella era la “maestra”, mi “señora”. Un cambio significativo de la mirada masculina en relación a ellas. Nacida en el seno de los hogares cristianos, pues se creía que el dueño de casa era el principal beneficiado con la devoción de su virgen, la asceta era, por eso mismo, un ejemplo de comportamiento, de pureza. Según Gregorio, en su obra De la Virginidad, las vírgenes mantenían una relación de tiempo completo con el Creador, y por eso Macrina se encontraba en la “frontera del mundo invisible”, que era interrumpido por los humanos que se dedicaban al sexo.
El modelo de Macrina ayudó a fortalecer una idea vigente de entonces, el que las mujeres consagradas eran un depósito de valores para las comunidades cristianas. Eran las kanonikai — mujeres comprometidas con un canon, una vida regular y ascética cotidiana en un pequeño grupo espiritual y orgánico que las destacaba de las otras fieles. Nacía así el ideal ascético cristiano femenino. A corto plazo, el modelo de Macrina influenciaría, por ejemplo, la actitud ambivalente de la sociedad patriarcal de Bizancio en relación a la mujer: entre Eva y María, entre el ideal ascético cristiano de la virginidad y el del celibato, y la “promoción” del matrimonio (TALBOT, 1998: 118). Además de modelo de mujer santa, la vida de Macrina es también modelo original para las abadesas medievales.
A largo plazo, el modelo ascético de Macrina fortaleció el discurso del polo positivo femenino cristiano (ALEXANDRE, s/d: 511): la exaltación de la virgen, con su poder de donación, intrínseco a su sexo, su influencia cristiana en el seno de la familia (2 Tim), y su papel auxiliador en la conversión de las poblaciones al cristianismo.
Es con este último punto, este atributo femenino — la conversión — que terminamos este artículo. Un pasaje de una carta de Basilio de Cesarea a los habitantes de Neocesarea, que muestra la fuerza de la imagen de Macrina, la fuerza cristiana femenina, en la difusión del cristianismo del siglo IV:
Que prueba más clara podría haber en favor de nuestra fe que el hecho de haber sido educados por una anciana que era una bienaventurada mujer salida de en medio de vosotros? Os hablo de la ilustre Macrina, que nos enseñó las palabras del bienaventurado Gregorio (el Taumaturgo), todas las que la tradición oral le había conservado, que ella misma guardaba y de las que se servía para educar y para formar en los dogmas de la piedad al niñito que aún éramos? (ALEXANDRE, s/d: 554)
Además del ascetismo y de la función mágica de la virgen como un vislumbra miento de la pureza de Dios, este era el principal papel femenino que los hombres de aquel entonces veían en las mujeres: cimiento transmisor de la fé en los linajes. Propagar la fé por medio de su amor infinito resguardado en su virginidad eterna.
En 325, en el Concílio de Nicea, convocado por Constantino, fueron rechazadas las ideas de Arrio (c. 260-336), obispo de Alejandría, que afirmaba que Dios y Cristo no poseían la misma substancia (ousia): el Hijo sería inferior al Padre. Para Arrio, a pesar de haber sido creado antes del Tiempo y ser superior al resto de la Creación, el Hijo sería diferente del Padre en substancia. En Nicea, las enseñanzas de Arrio fueron condenadas y se adoptó el concepto de homousios (de substancia idéntica) para establecer la relación entre Padre e Hijo, así como fue descrito en el Credo de Nicea:
Creemos en un Dios, Padre Todopoderoso Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, Y en nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, El único concebido por el Padre, de la misma substancia Dios venido de Dios, luz de luz, Engendrado no creado de la misma substancia del Padre, A través del cual todas las cosas fueron hechas, Así en el Cielo como en la Tierra, Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se hizo hombre, Sufrió, resucitó al tercer día, Subió a los cielos, de donde vendrá para juzgar los vivos y los muertos. Y creemos en el Espírito Santo... (ARMSTRONG, 1994: 119-120)
No en tanto, no hubo unanimidad en Nicea y después del concilio, los obispos continuaron predicando como antes. El arrianismo continuó fuerte por más de sesenta años, prácticamente durante toda la vida de Macrina, que junto a las persecuciones imperiales a los cristianos de Oriente, van a ser el telón de fondo en la redacción de la obra Vida de Macrina.
Este artículo pretende abordar la cuestión de la santidad y del ascetismo femenino y la importancia de la virginidad para el cristianismo del siglo IV, tomando como estudio de caso la obra Vida de Macrina, escrita entre los años 380-383 por su hermano Gregorio, obispo de Nisa (c. 371-395), en Capadocia, uno de los principales opositores al arrianismo. Gregorio participó activamente en el Concilio de Constantinopla (381), convocado por el emperador Teodosio I (379-395), donde fue reafirmada la consusbstancialidad entre Padre e Hijo, confirmada en el Credo de Nicea.
Macrina era la hija mayor de entre diez hermanos. Nació en la ciudad de Cesarea, en Capadocia, que en otras épocas fue un reino independiente y provincia del Imperio Romano a partir del año 14 d.C. Situada a orillas del río Halys — frontera natural entre el Asia Menor romana y las regiones interiores —, el arzobispado de Cesarea formaba, al lado del obispado de Nisa, una área fuertemente cristianizada a partir del 325. Su familia pertenecía a un segmento de la aristocracia helenizada de Asia Menor que prontamente aceptó el cristianismo (TEJA, 1989: 92).
Los abuelos de Macrina habían perdido sus propiedades por profesar el cristianismo debido a la persecución del emperador Diocleciano — durante todo este periodo el Oriente fue marcado por persecuciones a los cristianos. Su abuela, Macrina, la Vieja también fue posteriormente considerada santa. Sus padres, San Basilio, el Viejo y Santa Emélia, también sufrieron persecuciones religiosas por parte del emperador Galério Máximo (293-311). A pesar de firmar un edicto poco antes de su muerte que garantizaba la tolerancia para con la Iglesia cristiana, Galério fue considerado un oso por los escritores cristianos, como Eusebio y Lactancia, por su ferocidad contra la fé cristiana (BOWDER, s/d: 125-126).
La familia de Macrina se mudó para el Ponto (Pontus), provincia romana localizada al norte de Capadocia. Tal como era exigido a un miembro de la aristocracia, la niña fue novia a los doce años, más la precoz muerte del pretendiente la hizo recusar obstinadamente cualquier nuevo compromiso. A pesar de no haber consumado el matrimonio, Macrina consideraba que ya se había casado y decidió dedicar su vida a la virginidad y a la búsqueda de la perfección cristiana. Como señal de su nueva alianza, usaba un anillo colgado en el cuello que supuestamente contenía un fragmento de la cruz en la cual Cristo había sido crucificado.
Este pasaje es relevante por delimitar su elección ascética y hablar del anillo, que fue encontrado por Vestiana, viuda de alta reputación que vivía en retiro, en el momento en que se preparaban los funerales de Macrina. Ambos, Vestiana y Gregorio consideraron el gesto de Macrina como una gran forma de devoción:
“Vea”, dice [Vestiana], “que tipo de ornamento está colgado en el cuello de la santa!” En cuanto hablaba, [Vestiana] aflojó el broche y después lo estiró con la mano y nos mostró una representación de una cruz de hierro y un anillo del mismo material. Ambos estaban cerrados por un fino hilo que permanecía continuamente en el corazón.”
“Déjenos dividir el tesoro”, yo dije. “Tú tienes un estilete de la cruz, yo quedaré contento en heredar el anillo”— pues la cruz estaba trazada en el sello del anillo también.
Mirando para eso, la señora me dice otra vez “— Tu no erraste al escoger este tesoro, pues el anillo es ancho en el aro y fue escondido en un pedazo de la Cruz de la Vida.
La aspiración a la pureza religiosa en el siglo IV era también perseguida por los ascetas, los “renunciantes cristianos” que se alejaban de las ciudades en dirección al desierto. Allá hacían celdas excavadas en las depresiones de las dunas hasta alcanzar agua salubre. Pretendían así que sus habitaciones fueran tumbas, donde él religioso estaría “muerto” para el mundo (BROWN, 1990: 186-187).
Uno de los principales objetivos de estos ascetas era alejarse de las mujeres y principalmente del deseo sexual. La vida del anacoreta era austera, centrándose en el trabajo manual, en las oraciones, los ayunos y en la meditación. La falta de comida era la mayor privación enfrentada por ellos, pues pensaban que el mayor error en el pecado original fuera la gula, que habría llevado a Adán y a Eva a transgredir las ordenes de Dios. Disminuyendo la ingestión de comida, estos hombres creían estar purificando sus cuerpos de las pasiones y de su contaminación, pues el cristiano perfecto era aquel que podía estar totalmente expuesto a toda la comunidad, no teniendo vergüenza de sus pensamientos o sueños. De ahí que fuera tan importante para ellos educar el cuerpo hasta que los deseos sexuales inconscientes — como la polución nocturna — fueran eliminados (BROWN, 1990: 196-197).
Algunas mujeres también experimentaron la religiosidad del desierto, como Alejandra, María, la Egipcia, Thais, Sinclética y las hermanas Menodora y Metrodona. El principal rasgo de las “madres del desierto” era la adopción de trajes masculinos. En la mayor parte de los casos la motivación para la fuga del mundo ocurría debido a un impedimento en el matrimonio o por haber tenido una vida que consideraban pecaminosa. Después de la muerte de estas mujeres su santidad fue muchas veces reconocida y testimoniada en vitae escritas por hombres (KING, s/d: Internet).
El camino de Macrina es distinto al de los ascetas femeninos y masculinos del desierto. Ella está ligada a la fundación del monacato en Oriente, a pesar de haber quedado opacada por la figura de sus hermanos. Este es el periodo de los orígenes del monacato primitivo (TEJA, 1989: 82). Tres de ellos son considerados padres de la Iglesia, por haber actuado como defensores del cristianismo niceno contra el arrianismo: Basilio de Cesarea (c. 330-379), Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste. Todos fueron obispos, siendo también conocidos como los padres de Capadocia. Además de ellos, Naucratius, otro hermano de Macrina, se volvió ermitaño, dedicando su vida a auxiliar a los pobres. Acabo muriendo trágicamente en una expedición de cacería aún muy joven.
A ella, Gregorio dedicó la obra Vida de Macrina, escrita en griego poco después de la muerte de la hermana, entre 380 e 383. En ella explicó el papel preponderante que la hermana tuvo en la vida de los hermanos y relató la trayectoria de Macrina rumbo a la santidad. Fue escrita en forma de carta y dedicada al monje Olímpico, que lo acompañó en el Concilio de Constantinopla en 381.
Después de la muerte del padre en 340, año en que también nació el menor de los hermanos Pedro, Macrina, con apenas quince años, decidió nunca alejarse de la madre. Más tarde, en 352 ambas se retiraron para una propiedad de la familia en Anesi, próximo al rio Iris, en el Ponto, y allá formaron un convento con antiguas siervas, próximo del convento de su hermano Basilio. Las otras propiedades fueron vendidas para auxiliar a los pobres, y madre e hija pasaron a vivir sin lujos, realizando trabajos manuales y domésticos, siguiendo el ejemplo de desprecio de las riquezas tan característico de los valores ascéticos de entonces (BLAZQUEZ, 1989: 108):
Macrina persuadió a su madre a desistir de la vida común y todo el estilo de vida ostentoso y los servicios domésticos a los cuales ella estaba acostumbrada antes, (...) y compartió la vida de las siervas, tratando a todas sus esclavas y criados como si ellos fueran hermanos y pertenecieran a la misma condición social que ella. VM [966D]
Llevaron una vida de estricto ascetismo, dedicándose a la meditación sobre las verdades del cristianismo y a las oraciones. Era una organización de tipo familiar que acostumbraba prestar ayuda a los pobres. Este claustro femenino debía ser un espacio inviolable, lejos del espacio profano público, asociado al paganismo (BROWN, 1990: 232). El convento era considerado esencial para que las vírgenes absorbieran la cultura sagrada: a través de él las mujeres podían ser alfabetizadas.
No sólo los hermanos de Macrina, más también amigos de la familia como Gregorio Nacianceno y Eustaquio de Sebaste estuvieron ligados a esta comunidad y fueron estimulados a hacer mayores avances en dirección a la perfección cristiana.
En el contexto de la espiritualidad cristiana del siglo IV, Macrina tuvo un papel preponderante. Las vírgenes eran vistas como el “único ser humano que ha permanecido tal y como originalmente creado (...) como un desierto en sí.” (BROWN, 1990: 226).
El hecho de realizar una vida entera sin contacto con el otro sexo y basar su conocimiento únicamente en las Escrituras hacían que Macrina y otras vírgenes fueran consideradas verdaderos pilares del cristianismo. Al contrario de los hombres, que como los propios hermanos de Macrina estaban ligados aún a la cultura pagana y a las disputas por el poder en las ciudades (contra los arrianos, por ejemplo), las vírgenes, para los obispos, mantenían la pureza original del pensamiento cristiano.
Se utilizaban entonces literariamente la metáfora del espejo para tratar esta contemplación interior, del “mirar para dentro”, del acto de mirar su reflejo íntimo, vislumbrar contemplativamente la materialización del alma, siempre por intermedio de las Escrituras. Según los obispos, las vírgenes tendrían entonces un papel fundamental en esta actitud (COSTA, 2000: 79). Esta era una preocupación de los escritores de la época: Juan Crisóstomo (398-404), obispo de Constantinopla, hizo una serie de predicaciones que dieron origen al tratado Sobre la Virginidad (382), donde demostraba la alegría de pertenecer a una raza humana que se encontraba en el umbral de una nueva era (BROWN, 1990: 278).
Por su parte, en la obra De la Virginidad, Gregorio de Nisa afirmaba que ...como un espejo, cuando es bien hecho recibe en su superficie pulida los rasgos de aquel que le es presentado, así también el alma, purificada de todas las manchas terrestres, recibe en su pureza la imagen de la belleza incorruptible. (CHEVALIER, 1995: 393).
Platónico seguidor de la escuela que Orígenes (c. 185-254) fundara en Cesarea, Gregorio creía que para que cualquier método fuera eficaz debería ser como un espejo, como una virgen, especie decuerpo-espejo donde las personas podrían vislumbrar la pureza de la imagen de Dios. Según él, una virgen era un espejo del alma y una imagen física del Jardín del Edén, también tierra virgen (BROWN, 1990: p. 249).
Por el hecho de no casarse y no ser madres, las vírgenes ascetas eran consideradas próximas de Dios y de Adán, semejantes a la humanidad antes del pecado original y vistas como novias de Cristo, teniendo así acceso irrestricto al conocimiento — de ahí la posibilidad de, a través del ascetismo, tener acceso a la alfabetización. Por ejemplo, Macrina poseía un excelente bagaje intelectual: su madre la enseñó a leer usando las Escrituras y ella conocía autores cristianos, como Orígenes, además de leer las obras de los hermanos (CORRIGAN, s/d: Internet). Su sobrenombre era Tecla, la compañera imaginaria de San Pablo y ligada a Sócrates, lo que asociaba a Macrina con la figura de la mujer sabia (ALEXANDRE, s/d: 535), porque asceta, porque virgen.
De acuerdo con Gregorio, el sobrenombre secreto de la hermana vino durante un sueño de la madre, Emélia, antes del parto:
Y alguien con forma y brillo más espléndido que un ser humano apareció (a Emélia) y se dirigía a la niña que ella estaba cargando por el nombre de Tecla, aquella Tecla que es tan famosa entre las vírgenes. Después de hacer esto y testimoniarlo tres veces, él partió de su presencia y le dio a ella un parto fácil, de manera que, en aquél momento, se levantó y vio su sueño realizado. Ahora, ese nombre era usado apenas en secreto. Más me parece que la aparición no hablaba tanto para guiar a la madre para la elección correcta del nombre, más para preveer la vida de la joven niña y para indicar por el nombre que ella debería seguir el modo de vida de este nombre. VM [962 C]
El sueño de Emélia es bastante revelador, ya que era la forma como los hombres de la época imaginaban el contacto con Dios — no nos olvidemos que todas las informaciones al respecto de Macrina son siempre mediadas por su hermano Gregorio, que justifica el hecho de escribir sobre la vida de una mujer:
En este caso, fue una mujer la que nos suministró nuestro asunto; si, de hecho, ella debía ser una mujer de estilo, yo no sé si es conveniente designarla por su sexo, a quien ultrapasó tanto su sexo. VM [960 B]
Podemos observar las mujeres de este periodo, más siempre filtradas por las miradas masculinas. En el caso de Gregorio, la decisión de escribir la vida de la hermana santa viene acompañada de la aprobación de otro hombre, el monje Olímpio, a quien él le dedica la obra y a quien atribuye también haberle dado la incumbencia de escribir el relato:
Entonces, tú decidiste que la historia de su noble carrera vale la pena ser contada para evitar que tal vida sea desconocida en nuestro tiempo, y que el registro de una mujer que creció por la filosofía para la mayor elevación de la virtud humana no debe pasar por las sombras del olvido inútil; yo creo por bien obedecerte. VM [960 C]
Este es un tipo de problema de análisis de fuentes muy comum para la documentación de la época. Ellos dicen lo que ellas son y principalmente lo que deben ser (DUBY, s/d: 9). El mismo tipo de problema ocurre en el caso de Santa Mónica (c. 331-387), “viva” para la Historia por su hijo San Agustín (COSTA, 1995).
De cualquier modo, es importante que se entienda el sueño cristiano del siglo IV como un objeto onírico de transmisión del logos divino, pues este fue el periodo de formación — en la teoría y en la práctica — de un tipo especial de imaginario, la onirologia cristiana (LE GOFF, 1994: 283). Ya vimos que en el siglo IV el cristianismo todavía estaba en una fase de formación de sus dogmas, y el sueño ejerció un papel preponderante en la construcción del imaginario cristiano (LE GOFF, 1994: 329). La hagiografía del período tiene al sueño como punto convergente de la vida de la mayor parte de los santos, y el sueño de la madre de Macrina es de un tipo muy especial, así mismo excepcional, pues viene directamente de Dios.
Macrina puede realizar las aspiraciones que su madre tuvo cuando joven. Emélia había preferido quedarse soltera. Ambas tuvieron un relacionamiento de mucha afectuosidad. De acuerdo con Gregorio, la sensación de la madre fue como si siempre hubiera cargado la hija en su vientre: el tiempo estaría inmóvil, señal indicadora de la santidad venidera, donde el pasado, presente y futuro estaban juntos y parecían coexistir (GUREVITCH, 1990: p. 122) en el útero de la madre.
Uno de los deseos de Macrina era que después de su muerte ella fuera colocada en la tumba al lado de la madre para que “sus cuerpos quedaran mezclados uno con el otro (...) y que su compañerismo en vida no fuera quebrado en la muerte” (VM [996 B]).
Es importante resaltar el papel de Macrina y de otras vírgenes en la elaboración de retiros para donde afluían jóvenes pobres y también viudas ricas que decidían ingresar en la vida religiosa. Es por ejemplo el caso de Vestiana:
una señora de nacimiento noble, que había sido famosa en la juventud por la riqueza, la buena familia, la belleza física y todas las otras distinciones. Ella se había casado con un hombre de alta posición y vivido con él un corto periodo. VM [988C]
De acuerdo con Peter Brown las organizaciones femeninas como las de Macrina se basaban en lazos de amistad y contaban con grandes grupos de vírgenes, de cincuenta a cien, el alto contingente se debía a que el convento mantenía a señoras ricas que entregaban sus recursos a la iglesia y también vivían allí (BROWN: 1990, p. 222).
Para Macrina ser considerada santa, dos motivos pueden ser destacados. Su papel de virgen, conforme ya demostramos, y su vida ascética. Más también debido a sus milagros, dos de ellos relatados con detalles por su hermano: la cura producida por Dios en la propia santa y la cura de una niña por Macrina.
En la historia del primer milagro, Macrina sufría de un tumor en el pecho, cosa que preocupaba mucho a su madre, principalmente por la hija recusarse a ser atendida por un médico. Entonces Macrina se dirigió a Dios y le pidió la cura, lo que le fue concedido:
Entonces, cuando la noche llegó, después de cuidar de su madre como siempre, ella fue para el santuario y suplicó por toda la noche a Dios por la cura. Un torrente de lágrimas cayó de sus ojos al suelo, y ella utilizó el lodo hecho de sus lágrimas como un remedio para su enfermedad. Cuando su madre se sintió desanimada y otra vez le insistió para que ella permitiera que el médico la viera, ella dijo que sería suficiente para la cura de su mal, que su madre le hiciera la señal sagrada en el local con su propia mano. Cuando su madre colocó la mano en el seno para hacer la señal de la cruz, la señal actuó y el tumor desapareció. VM [992B]
En lugar del tumor quedó apenas una pequeña marca, símbolo del milagro divino que Vestiana, la viuda a quien ya nos referimos antes, mostró a Gregorio momentos antes del entierro de Macrina:
“Ves”, ella dice, “esta pequeña marca borrada abajo del cuello? Era como una cicatriz hecha por una pequeña aguja. En cuanto hablaba, ella trajo una lámpara próxima al local que me estaba mostrando. “Lo que sorprende”, yo hable, “es como si el cuerpo hubiera sido marcado con alguna señal débil en este lugar”. “eso”, ella replicó, “fue dejado en el cuerpo como una prueba de la poderosa ayuda de Dios. (...)
“Más eso”, ella dice, “es un minúsculo trazo de la marca; que apareció en el local de la terrible llaga y permaneció hasta el final de lo que podría ser, como imaginó, una memoria de la visita divina, una ocasión y recuerdo de la perpetúa acción de la gracia de Dios.” VM [992 A] e [992C]
El otro milagro fue la cura de una niña, que tenía una enfermedad en uno de los ojos, hecho que su padre contó a Gregorio. De acuerdo con el padre, “su apariencia [de la niña] era repulsiva y causaba pena, la membrana alrededor de su ojo era más ancha y emblanquecida por la enfermedad” (VM [996 D]).
Al visitar el retiro, él se había quedado en el ala masculina, junto con Pedro de Sebaste, hermano de Macrina, y su mujer e hija, en la compañía de Macrina y sus compañeras:
Cuando entramos en aquel domicilio divino, mi mujer y yo nos separamos, visitamos aquellos buscadores de filosofía de acuerdo con nuestro sexo. Fue para el ala de los hombres, presidida por Pedro, su hermano, en cuanto mi esposa fue para el ala femenina y conversó con la santa. VM [996 D]
A pesar de todo, en el momento en que se preparaban para partir, tanto Macrina como su hermano protestaron y ella hizo una promesa a la madre de la criança, si por acaso permaneciera más un poco:
Su hermano [Pedro] estaba insistiendo para que yo me quedará y compartiera la mesa de los filósofos, y la santa señora no quería dejar que mi mujer se fuera antes que preparara una comida para ellos y las entretuviera con las riquezas de la filosofía. Y besando a la niña, como era natural, y colocando sus labios en sus ojos, ella vio la enfermedad de la pequeña y dice — “si me concedes el favor de dividir nuestra comida, te daré a ti a cambio una recompensa no inmerecida por tal honor.”
“Cuál es?”, dice la madre de la niña.
“Yo tengo un remedio”, dice la gran señora, “que es poderoso para curar enfermedades en los ojos.” VM [998 A]
Los padres de la niña, entonces, permanecieron en el retiro por más tiempo y después de la comida partieron. En medio del viaje, afligida, la señora recordó haber olvidado pedir el medicamento a Macrina, y el marido ya pensaba en mandar a alguien , cuando la madre percibió que el milagro ya había sido efectuado:
Yo estaba avergonzado por el descuido [de olvidar el medicamento] y pedí que alguien volviera deprisa para ir a buscarlo. Así fue lo que ocurrió, la niña, que estaba en los brazos de la ama, miró para la madre y la madre miró en los ojos de la niña.
“Paren”, dice, avergonzada por la desatención, gritando con alegría y miedo. “Vean!”
“Nada de lo que fue prometido está faltando! Ella realmente le dio a la niña el verdadero remedio que cura la enfermedad; es la cura que viene de la oración. Ya dio ambos y él ya probó su eficacia; nada de la enfermedad quedó en los ojos. Todo fue purificado por el remedio divino.” VM [998 C e D]
Y, de acuerdo con sus palabras a Gregorio, el padre de la niña había entendido los designios de Dios:
“Qué puede sorprender en la recuperación de la visión de los ciegos por las manos de Dios, cuando Sus criaturas, ejecutando esas curas por la fé en Él, realizaron algo que no es inferior a aquellos milagros?”
Tal fue la historia de él; que fue interrumpida por sollozos, y lágrimas y atragantaron lo que profirió. Tanto por el militar [el padre] como para su historia.” VM [998 D]
Estos son los milagros más importantes realizados por Macrina descritos por Gregorio, mas él cita otros en su conclusión del relato, que según afirma, no explicará con mayores detalles, pues según su opinión podrían exceder la comprensión de muchos:
Muchos hombres juzgan lo que es creíble en una historia por la medida de su propia experiencia. Mas lo que excede la capacidad del oyente, los hombres reciben con insulto y sospecha de falsedad, [como algo] muy remoto de la realidad. Consecuentemente, omito aquella extraordinaria acción agrícola en la época de hambre, [de modo] como el maíz alivió las necesidades, a pesar de distribuido constantemente, no sufrió ninguna diminución perceptible, permaneciendo siempre en cantidad lo mismo que era antes de ser distribuido a las necesidades de los suplicantes. Y después de eso, hubo acontecimientos aún más sorprendentes, los cuales yo podría contar. Curas de enfermedades, expulsiones de demonios y previsiones verdaderas sobre el futuro. Se cree que todos sean reales, así mismo que aparentemente inacreditábles, por aquellos que los investigaron con cuidado. Más por la mente carnal son juzgados fuera de lo posible. (Los grifos son nuestros) VM [1000 A]
Qué importancia tuvo esta santa en la vida de los hermanos, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste?
En la Vida de Macrina, Gregorio elogia la sabiduría de la hermana y su papel de conductora de la familia. De Pedro, el menor, menciona que ella ejerció un papel fundamental en su formación, después de la muerte del padre:
Así, habiendo sido todas las cosas para el joven — padre, profesora, tutora, madre, donadora de todos los buenos consejos — ella produjo tales resultados que, antes que la edad de la infancia hubiera pasado, cuando él aún estaba desvistiendo el primer florecimiento de la tierna juventud, aspiró a la alta marca de la filosofía. [972C]
Al alcanzar la edad adulta, Pedro de Sebaste pasó a dividir el retiro de Anesi con Macrina. En cada una de las márgenes del río Iris se localizaba una comunidad. La de las mujeres era regida por Macrina desde la muerte de la madre, y la de los hombres dirigida inicialmente por Basilio y después de su muerte, por su hermano Pedro.
Con relación a Gregorio de Nisa, el escritor de su biografía, Macrina le dio aliento para preservar sus creencias. Debido a las disputas contra el arrianismo, Gregorio fue depuesto del cargo de obispo y expulsado de Nisa en 376, habiendo reasumido sus funciones con la muerte del emperador Valenciano. Al quejarse con la hermana de sus penas, fue estimulado por ella a ser fuerte y dar gracias a Dios por lo que ya había recibido:
Tú no cesarás de ser insensible a las bendiciones divinas? No remediarás la ingratitud de tu alma? No compararás tu posición con aquella de nuestros padres? Y aún, con relación a las cosas del mundo, nosotros podamos orgullercenos de ser bien nacidos y pensar que vinimos de una familia noble. Nuestro padre era muy estimado desde joven por su conocimiento; de hecho su fama se estableció por todas las cortes de ley de la provincia. Subsecuentemente, a pesar de él sobrepasar a todos en retórica, su reputación no se extendió más allá del Pontus. Más él estaba satisfecho en tener fama en su propia tierra.
No en tanto tú, [ella dice], eres renombrado en ciudades, pueblos y países. Iglesias te citan como un aliado y dirigente, y no ves la gracia de Dios en todo eso? VM [982 B]
Sobre Basilio, que había estudiado retórica en Atenas, Gregorio dice que la hermana lo llevó a despreciar el orgullo por sus conocimientos y lo condujo al camino de la humildad:
El hermano de Macrina, el gran Basilio, retornó después de su largo periodo de educación, ya un hábil retórico. Él estaba envanecido más de la cuenta con el orgullo de la oratoria y despreciaba a los dignatarios locales, superando según su propia opinión a todos los hombres de liderazgo y alta posición.
No en tanto, Macrina lo tomó por la mano, y con tal rapidez lo llevó también en dirección a la marca de la filosofía, que renunció a las glorias de este mundo y despreció la fama ganada por el discurso (...) Su renuncia a la propiedad fue completa, para que nada debiera impedir una vida de virtud. VM [966C]
Basilio, el Grande, o San Basilio, el más viejo de los hermanos, fue más tarde considerado doctor de la Iglesia. Visitó a los ascetas de Siria, Egipto y Palestina (GILSON, 1998: 63). Es considerado el padre del monacato oriental y su regla fue inspirada en la que Macrina escribió para su retiro en Anesi. Fundó hospitales y se dedicó a cuidar de los pobres, teniendo como principal proyecto la formación de fraternidades basadas en el auxilio mutuo y en el voto de pobreza (BROWN, 1990: 243).
Produjo varios escritos contra el arrianismo, también se le da el crédito por la fórmula de Dios como única esencia [hypostasis] con tres personas [hypostases]. Murió nueve meses antes que Macrina, en 379.
Además de incitar la fe en sus hermanos, la importancia de Macrina no es nada despreciable en la historia del cristianismo primitivo del siglo IV. Su influencia junto a la de su hermano Basilio fue notable. Gracias a ella, Basilio se tornó eremita, fundó monasterios y trazó las reglas que regirían la vida monástica de la Iglesia Ortodoxa — Basilio representa el hombre nuevo de las elites dirigentes del Bajo Imperio: aristocrático y latifundista apegado a la vida urbana, amante de la cultura griega y convicta de su cristianismo, monje y obispo (TEJA, 1989: 94).
Si llevamos en consideración el peso de las palabras y gestos sobre sus hermanos, podemos tener una idea de la influencia de Macrina en la construcción del monacato cristiano: San Benito se inspiró en Basilio de Cesarea para elaborar su regla. De Macrina a San Benito, la historia del monacato en el mundo cristiano fue así modelado, con base en el ascetismo rigoroso, en la lectura de las Escrituras y en el papel de las vírgenes como metáforas vivas del Paraíso Perdido.
A través del relato sobre su vida, también podemos observar la actuación de una mujer como conductora intelectual de su familia. Como guía y protectora espiritual ella era la “maestra”, mi “señora”. Un cambio significativo de la mirada masculina en relación a ellas. Nacida en el seno de los hogares cristianos, pues se creía que el dueño de casa era el principal beneficiado con la devoción de su virgen, la asceta era, por eso mismo, un ejemplo de comportamiento, de pureza. Según Gregorio, en su obra De la Virginidad, las vírgenes mantenían una relación de tiempo completo con el Creador, y por eso Macrina se encontraba en la “frontera del mundo invisible”, que era interrumpido por los humanos que se dedicaban al sexo.
El modelo de Macrina ayudó a fortalecer una idea vigente de entonces, el que las mujeres consagradas eran un depósito de valores para las comunidades cristianas. Eran las kanonikai — mujeres comprometidas con un canon, una vida regular y ascética cotidiana en un pequeño grupo espiritual y orgánico que las destacaba de las otras fieles. Nacía así el ideal ascético cristiano femenino. A corto plazo, el modelo de Macrina influenciaría, por ejemplo, la actitud ambivalente de la sociedad patriarcal de Bizancio en relación a la mujer: entre Eva y María, entre el ideal ascético cristiano de la virginidad y el del celibato, y la “promoción” del matrimonio (TALBOT, 1998: 118). Además de modelo de mujer santa, la vida de Macrina es también modelo original para las abadesas medievales.
A largo plazo, el modelo ascético de Macrina fortaleció el discurso del polo positivo femenino cristiano (ALEXANDRE, s/d: 511): la exaltación de la virgen, con su poder de donación, intrínseco a su sexo, su influencia cristiana en el seno de la familia (2 Tim), y su papel auxiliador en la conversión de las poblaciones al cristianismo.
Es con este último punto, este atributo femenino — la conversión — que terminamos este artículo. Un pasaje de una carta de Basilio de Cesarea a los habitantes de Neocesarea, que muestra la fuerza de la imagen de Macrina, la fuerza cristiana femenina, en la difusión del cristianismo del siglo IV:
Que prueba más clara podría haber en favor de nuestra fe que el hecho de haber sido educados por una anciana que era una bienaventurada mujer salida de en medio de vosotros? Os hablo de la ilustre Macrina, que nos enseñó las palabras del bienaventurado Gregorio (el Taumaturgo), todas las que la tradición oral le había conservado, que ella misma guardaba y de las que se servía para educar y para formar en los dogmas de la piedad al niñito que aún éramos? (ALEXANDRE, s/d: 554)
Además del ascetismo y de la función mágica de la virgen como un vislumbra miento de la pureza de Dios, este era el principal papel femenino que los hombres de aquel entonces veían en las mujeres: cimiento transmisor de la fé en los linajes. Propagar la fé por medio de su amor infinito resguardado en su virginidad eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario