«En pie, pleitea con las montaña, que escuchen tu voz las colinas».
Escuchad, montañas, el pleito del Señor, vosotros, inalterables cimientos de la tierra: el Señor pleitea con su pueblo con Israel se querella.
«Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿en qué te he molestado? Respóndeme.
Yo te saqué de Egipto y te libré de la servidumbre.
Yo te envié a Moisés, Aarón y María».
¿Con qué me presentaré al Señor y me inclinaré ante el Dios excelso?
¿Me presentaré con holocaustos, con terneros de un año?
¿Le agradarán al Señor mil bueyes, miríadas de ríos de aceite?
¿Le ofreceré mi primogénito por mi falta; el fruto de mi entrañas por mi pecado?
Hombre, se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti: tan solo practicar el derecho, amar la bondad, y caminar humildemente con tu Dios.
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús:
- «Maestro, queremos ver un milagro tuyo.»
Él les contestó:
- «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón».
Palabra del Señor.
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