Lo que podemos saber de la vida de Aarón proviene todo de la Biblia. Su aparición en la historia es súbita, casi se diría que el relato da por sabida la existencia del personaje. En efecto, si vamos en Éxodo 4, cuando ya tenemos suficientemente presentado al personaje principal de esta historia y de la historia entera de Israel, Moisés, cuando ya se le ha revelado el Sagrado Nombre de Dios (3,14), y le ha sido encomendada la misión, liberar a Israel del yugo egipcio, se lamentará vehementemente Moisés de carecer de la competencia necesaria para todo ello, ya que, según él mismo declara, «soy torpe de boca y de lengua». A la repetida objeción de Moisés le responderá Yahvé: «Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Moisés, y le dijo: "¿No tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente ahora sale a tu encuentro, y al verte se alegrará su corazón» (4,14). Y así, imprevistamente, echando mano de un recurso de obra teatral amateur («justamente ahora sale a tu encuentro», ¡qué casualidad!) se nos nombra por primera vez al personaje que, si bien nunca llega a la altura de Moisés, tiene el suficiente peso como para moldear toda una imagen del sacerdocio, y de Israel como «pueblo sacerdotal». Sólo un poco más tarde, y en un contexto de recapitulación de las gestas de Yahvé para con su pueblo (hermoso capítulo, Éxodo 6), se da al pasar la genealogía de Aarón, que es el modo habitual de presentar a los personajes en la Biblia.
Posiblemente este armado inverso, en el que primero se «pone a funcionar» al personaje, como si todos lo conociéramos, y recién después, y de manera puramente ocasional, se lo presenta, no sea nada casual, sino que tenga que ver con el deliberado interés del texto bíblico de que la figura de Aarón nunca eclipse a la de Moisés, a pesar de que la función por él desempeñada, la de sacerdote, tuvo una importancia creciente en la vida de Israel, y era una de las piezas claves del universo religioso de la Biblia en los tiempos en que se puso por escrito y se dio forma final a los libros del Pentateuco, es decir, en los tiempos posteriores al Exilio.
Aarón cumple dos funciones en el relato de la historia de Israel, no necesariamente vinculadas entre sí. Su función primigenia no es la de sacerdote, sino la de «profeta de Moisés»: «Dijo Yahveh a Moisés: "Mira que te he constituido como dios para Faraón y Aarón, tu hermano, será tu profeta;..."» (Ex 7,1). Curiosa expresión, que nos puede descolocar completamente si conservamos aun la noción de profeta meramente como un vate o futurólogo. En el universo bíblico, el profeta, aunque a veces puede decir cosas que encontrarán realización recién en el futuro, no tiene como principal función anunciar el futuro, sino traer una palabra «en nombre de» Dios. En el texto hebreo se dice «tu hermano será tu 'nabí'», una expresión de muchos sentidos, compleja y rica en el horizonte de la Biblia, a la que los traductores griegos le buscaron el equivalente que consideraron más exacto, «profétes», «el que habla por delante», ya sea hacia un futuro, ya sea en nombre de otro, o como intérprete de otro. Aarón tiene como función interpretar a Moisés, ya sea ante el pueblo, por la torpeza de Moisés, ya sea en el mundo que no es de Dios -el del Faraón-, porque con ese mundo Dios no quiere ni tener trato, así que manda a Moisés, «como un dios ante Faraón», y por tanto requiere -como cualquier dios que se precie- de un intérprete.
Sin embargo poco después sobreviene una nueva función para Aarón, la que lo especifica a nuestros ojos y lo hace más famoso en la historia: primer sacerdote de Israel y cabeza del linaje sacerdotal. Los orígenes del sacerdocio en Israel son oscuros, muy difíciles de trazar. Tenemos que tener presente que para la mentalidad bíblica todo lo que ocurre en la historia está ya presente en el origen (semejante a como todos estamos presentes ya en el inicio en Adán, como formando parte de él); la historia es más bien el despliegue, como si se fuera desenrollando un tapiz, de un conjunto de potencialidades concentradas en el origen; muy distinto a como la sentimos nosotros, sobre todo en Occidente, que hacemos más hincapié en la novedad y en la creación de respuestas originales a estímulos imprevisibles. Acorde con esto, puesto que Aarón es el primer sacerdote, contiene ya todo el desarrollo del sacerdocio posterior, hasta la época del postexilio.
Aunque la ceremonia de unción sacerdotal de Aarón está narrada con una solemnidad particular, si uno sigue realmente la secuencia de lo que dice, no puede menos que sorprenderse: «Mandarás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada de la Tienda del Encuentro, donde los bañarás con agua. Tomarás las vestiduras y vestirás a Aarón con la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, que ceñirás con la cinta del efod. Pondrás la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara colocarás la diadema sagrada. Entonces tomarás el óleo de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y así le ungirás.» (Ex 29,4-7) Es un poco extraño que derrame el óleo sobre la cabeza habiéndola ya tapado con la tiara, cuando la lógica secuencia sería que fuera ungido primero y coronado con la tiara después. La alteración del orden no se trata de ningún descuido, sino de que en la escritura de estos textos «históricos» (históricos, sí, sin comillas, pero no en nuestro sentido de esa palabra) se han acumulado en el personaje, en este caso Aarón, desarrollos posteriores del sacerdocio, hasta llegar a la institución post exílica del Sumo sacerdocio, que incluía un rito de unción, que posiblemente no se usara en la primera época de Israel, ya que era un gesto más bien ligado al reconocimiento del gobernante, no del sacerdote. Dicho sin menoscabo de que desconocemos muchísimos aspectos de las primitivas instituciones y costumbres de Israel, como puede ser el múltiple uso de las unciones.
Aarón pasa así al universo de imágenes bíblicas más como sacerdote que como «profeta de Moisés», habiendo sido las dos cosas, y lo segundo, en realidad, como primera tarea. Finalmente el lenguaje religioso se encargó de conjugar de nuevo las dos, al poner en primer plano, dentro de las múltiples tareas del sacerdote, la de intercesor ante Dios, así que Aarón volvió a ser «quien habla en nombre de», pero en vez de ser de Moisés, lo fue para siempre del pueblo de Israel:
«Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía...» (Sal 99,6)
Ya en el Nuevo Testamento, Aarón es mencionado sólo en la Carta a los Hebreos, no para negar la legitimidad de su sumo sacerdocio, pero sí para declarar su caducidad, al mismo tiempo que hablar de un nuevo tipo de sacerdocio, no un sacerdocio aarónico remozado en Cristo, sino un sacerdocio de una nueva especie, preanunciado misteriosamente en la figura de Melquisedec, figura de Cristo sacerdote (Hebr 5 y 7).
En cualquier historia de Israel de los tiempos bíblicos se hallará lo que puede reconstruirse de los tiempos del Éxodo con base en la fuente bíblica; sugiero (entre muchas otras posibles) la que se encuentra en el tomo V del «Comentario bíblico San Jerónimo» (Cristiandad, 1970). Las «Instituciones del Antiguo Testamento» de R. de Vaux (Herder, 1976, especialmente pág 446ss) sirven como muy completa introducción a la cuestión del sacerdocio en Israel; en Vanhoye, «Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo» (Sígueme) se encontrará una excelente contraposición entre lo que la Carta a los Hebreos desarrolla como modelo del sacerdocio en Aarón.
Posiblemente este armado inverso, en el que primero se «pone a funcionar» al personaje, como si todos lo conociéramos, y recién después, y de manera puramente ocasional, se lo presenta, no sea nada casual, sino que tenga que ver con el deliberado interés del texto bíblico de que la figura de Aarón nunca eclipse a la de Moisés, a pesar de que la función por él desempeñada, la de sacerdote, tuvo una importancia creciente en la vida de Israel, y era una de las piezas claves del universo religioso de la Biblia en los tiempos en que se puso por escrito y se dio forma final a los libros del Pentateuco, es decir, en los tiempos posteriores al Exilio.
Aarón cumple dos funciones en el relato de la historia de Israel, no necesariamente vinculadas entre sí. Su función primigenia no es la de sacerdote, sino la de «profeta de Moisés»: «Dijo Yahveh a Moisés: "Mira que te he constituido como dios para Faraón y Aarón, tu hermano, será tu profeta;..."» (Ex 7,1). Curiosa expresión, que nos puede descolocar completamente si conservamos aun la noción de profeta meramente como un vate o futurólogo. En el universo bíblico, el profeta, aunque a veces puede decir cosas que encontrarán realización recién en el futuro, no tiene como principal función anunciar el futuro, sino traer una palabra «en nombre de» Dios. En el texto hebreo se dice «tu hermano será tu 'nabí'», una expresión de muchos sentidos, compleja y rica en el horizonte de la Biblia, a la que los traductores griegos le buscaron el equivalente que consideraron más exacto, «profétes», «el que habla por delante», ya sea hacia un futuro, ya sea en nombre de otro, o como intérprete de otro. Aarón tiene como función interpretar a Moisés, ya sea ante el pueblo, por la torpeza de Moisés, ya sea en el mundo que no es de Dios -el del Faraón-, porque con ese mundo Dios no quiere ni tener trato, así que manda a Moisés, «como un dios ante Faraón», y por tanto requiere -como cualquier dios que se precie- de un intérprete.
Sin embargo poco después sobreviene una nueva función para Aarón, la que lo especifica a nuestros ojos y lo hace más famoso en la historia: primer sacerdote de Israel y cabeza del linaje sacerdotal. Los orígenes del sacerdocio en Israel son oscuros, muy difíciles de trazar. Tenemos que tener presente que para la mentalidad bíblica todo lo que ocurre en la historia está ya presente en el origen (semejante a como todos estamos presentes ya en el inicio en Adán, como formando parte de él); la historia es más bien el despliegue, como si se fuera desenrollando un tapiz, de un conjunto de potencialidades concentradas en el origen; muy distinto a como la sentimos nosotros, sobre todo en Occidente, que hacemos más hincapié en la novedad y en la creación de respuestas originales a estímulos imprevisibles. Acorde con esto, puesto que Aarón es el primer sacerdote, contiene ya todo el desarrollo del sacerdocio posterior, hasta la época del postexilio.
Aunque la ceremonia de unción sacerdotal de Aarón está narrada con una solemnidad particular, si uno sigue realmente la secuencia de lo que dice, no puede menos que sorprenderse: «Mandarás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada de la Tienda del Encuentro, donde los bañarás con agua. Tomarás las vestiduras y vestirás a Aarón con la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, que ceñirás con la cinta del efod. Pondrás la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara colocarás la diadema sagrada. Entonces tomarás el óleo de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y así le ungirás.» (Ex 29,4-7) Es un poco extraño que derrame el óleo sobre la cabeza habiéndola ya tapado con la tiara, cuando la lógica secuencia sería que fuera ungido primero y coronado con la tiara después. La alteración del orden no se trata de ningún descuido, sino de que en la escritura de estos textos «históricos» (históricos, sí, sin comillas, pero no en nuestro sentido de esa palabra) se han acumulado en el personaje, en este caso Aarón, desarrollos posteriores del sacerdocio, hasta llegar a la institución post exílica del Sumo sacerdocio, que incluía un rito de unción, que posiblemente no se usara en la primera época de Israel, ya que era un gesto más bien ligado al reconocimiento del gobernante, no del sacerdote. Dicho sin menoscabo de que desconocemos muchísimos aspectos de las primitivas instituciones y costumbres de Israel, como puede ser el múltiple uso de las unciones.
Aarón pasa así al universo de imágenes bíblicas más como sacerdote que como «profeta de Moisés», habiendo sido las dos cosas, y lo segundo, en realidad, como primera tarea. Finalmente el lenguaje religioso se encargó de conjugar de nuevo las dos, al poner en primer plano, dentro de las múltiples tareas del sacerdote, la de intercesor ante Dios, así que Aarón volvió a ser «quien habla en nombre de», pero en vez de ser de Moisés, lo fue para siempre del pueblo de Israel:
«Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía...» (Sal 99,6)
Ya en el Nuevo Testamento, Aarón es mencionado sólo en la Carta a los Hebreos, no para negar la legitimidad de su sumo sacerdocio, pero sí para declarar su caducidad, al mismo tiempo que hablar de un nuevo tipo de sacerdocio, no un sacerdocio aarónico remozado en Cristo, sino un sacerdocio de una nueva especie, preanunciado misteriosamente en la figura de Melquisedec, figura de Cristo sacerdote (Hebr 5 y 7).
En cualquier historia de Israel de los tiempos bíblicos se hallará lo que puede reconstruirse de los tiempos del Éxodo con base en la fuente bíblica; sugiero (entre muchas otras posibles) la que se encuentra en el tomo V del «Comentario bíblico San Jerónimo» (Cristiandad, 1970). Las «Instituciones del Antiguo Testamento» de R. de Vaux (Herder, 1976, especialmente pág 446ss) sirven como muy completa introducción a la cuestión del sacerdocio en Israel; en Vanhoye, «Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo» (Sígueme) se encontrará una excelente contraposición entre lo que la Carta a los Hebreos desarrolla como modelo del sacerdocio en Aarón.
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